Aguas turbulentas - Pilar Eyre

Las últimas noticias de la Realeza. Monarquía vs. República
¿Cuánto reinarán Felipe VI y Letizia?


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NO ES POR MALDAD - Pilar Eyre

Mensajepor Invitado » Jue 24 Dic, 2020 12:25 am



Letizia estaba nerviosa.Era la primera Navidad que iba a pasar con la familia de Felipe. Hacía más de un mes que habían anunciado su compromiso ante la prensa, el 6 de noviembre de 2003, y esa misma noche ya había dormido junto a su novio en lo que llamaban el pabellón del príncipe. Claro que a los periodistas se les dijo que se alojaba en el ala de invitados de la Zarzuela, una mentirijilla más, como la de que se habían conocido un año antes en casa de Pedro Erquicia. ¡Pobre Pedro, poniendo cara de despiste cada vez que le preguntaban!

No sabía cómo vestirse; al final, optó por una blusa de seda amarilla con un lazo en el cuello, a juego con una falda plisada. Letizia se sentía disfrazada con ese look de monja seglar, pero ¿cómo demonios se vestía una cuando iba a ser la heredera de un trono? Recorrieron con el coche a toda velocidad el kilómetro escaso que los separaba del palacio sin intercambiar palabra porque iban con el tiempo justo, ya que a las nueve tenían que estar frente al televisor para ver el mensaje de Navidad que había grabado su suegro.

Cuando entraron en la sala abarrotada, llena de parientes de los que Letizia no recordaba el nombre, todos con una copa de champán en la mano, el Rey ya iba por: “Tratemos de mejorar las condiciones de vida de los más desfavorecidos…”. En la grabación llevaba corbata verde. A Letizia le habían contado en los pasillos de televisión que las amantes de su suegro le solían regalar las corbatas que luego lucía en el mensaje anual; lo había revelado una presentadora italiana. Juan Carlos estaba algo ojeroso, no atravesaba una buena etapa. Se sentía solo, su relación con la Reina había llegado a tal punto que le pidió al presidente del Gobierno que no le programara más viajes con ella porque no la soportaba. Le faltaban aún dos meses para conocer a la mujer que iba a cambiar su vida para siempre.

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Doña Sofía hablaba en voz alta con su hermana Irene para demostrar que nada de lo que decía su marido podía interesarle, y, cuando llegó el final: “la Reina y yo agradecemos las muestras de afecto a raíz del compromiso del príncipe de Asturias con Letizia Ortiz Rocasolano…”, Felipe cogió la mano de su novia y la besó caballerosamente mientras la familia aplaudía, brindaba y gritaba: “Viva el jefe”. El Rey se levantó y todos lo siguieron. Al pie de la escalera habían instalado el árbol y se repartieron los regalos mientras los criados pasaban bandejas con canapés de pan inglés. A Letizia le tocó un feo pijama de franela y zapatillas a juego que había comprado su suegra en los almacenes Harrods de Londres. Se hicieron grupos.

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Iñaki les preguntó si por fin este año irían a Baqueira, Letizia respondió apesadumbrada que no sabía esquiar, y aquí se metió la infanta Pilar hablando a gritos: “¿No sabes esquiar?, ¿y navegar?”. Letizia confesó que nunca lo había hecho y Pilar pegó un bufido mientras la miraba de arriba abajo. La infanta Margarita murmuró: “No te preocupes, es muy fácil”. José Miguel Fernández Sastrón, entonces marido de la prima Simoneta, advirtió su incomodidad y se acercó a recomendarle ‘Good Bye, Lenin!’, porque sabía que le gustaba mucho el cine. Al fin pasaron al comedor, donde ya humeaba en los platos la sopa de almendras.

Se sentaron donde ponía la tarjeta con sus nombres, las parejas separadas…, pero el Rey no estaba. Su lugar en la cabecera permaneció vacío quince minutos y nadie se atrevió a hundir la cuchara en la sopa. Llegó, se puso el pico de la servilleta protegiendo la corbata y empezó a comer sin dar ninguna explicación. La cena se le hizo eterna a Letizia. Tenía al lado a un silencioso Marichalar, todavía muy afectado por su ictus. A la sopa siguieron perdices escabechadas, pavo, besugo, col lombarda y pasta para las dos vegetarianas, Sofía y su hija Cristina. Letizia echaba en falta el ambiente espontáneo de su familia, a sus hermanas y abuelos. ¿Qué estarían haciendo en esos momentos? ¿Quedaría mal si se levantara para llamarlos por teléfono? ¡Todo era tan difícil! ¡Su sencilla historia de amor se había complicado tanto! Los ‘hombres de gris’ se ocupaban de todo, desde la preparación de la boda hasta la elección del diseñador de su vestido. ¡Ni siquiera había podido cambiar un objeto en la decoración de su casa! Ahora estaban elaborando las capitulaciones matrimoniales… Pero mejor no pensar en eso. Desde el otro lado de la mesa, Felipe la vio fruncir el ceño y levantó su copa para darle ánimos.

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A las doce menos cuarto todos se levantaron de golpe. Letizia preguntó qué pasaba y Felipe le contestó que acudían a misa del gallo en la capilla. Iba a protestar, sobre todo cuando advirtió que el Rey se metía en su despacho y muchos primos cogían los coches para irse, pero Felipe la miró de una forma tan suplicante que se envolvió en su capa y, aunque le hubiera gustado volar como Mary Poppins y perderse en los espacios siderales, tuvo que aguantar la hora entera que duró la ceremonia. Cuando volvieron a casa, el césped brillaba hechiceramente bajo la escarcha y se veía a los gamos caminando en libertad, pero Letizia estaba tiritando, y no solo por el frío.

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Mensajepor Invitado » Jue 24 Dic, 2020 2:50 am

¡Todo era tan difícil! ¡Su sencilla historia de amor se había complicado tanto!


:juas:

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NO ES POR MALDAD - Pilar Eyre

Mensajepor Invitado » Jue 31 Dic, 2020 1:51 am



Mec mec. El Land Rover humeaba, don Juan Carlos sacaba la cabeza por la ventanilla gritando: “Sofi, si tardas un minuto más, nos vamos”, y la Reina bajaba las escaleras del chalé subiéndose la cremallera del anorak y mascullando imprecaciones en inglés mientras los hijos, en el asiento trasero, con un confuso montón de botas de esquiar, perros, gorros y manoplas, protestaban: “Mommy!”.

Hace cerca de cuarenta años, la familia real pasaba el fin de año en el Valle de Arán, se quedaba desde el 28 de diciembre hasta el 4 de enero en las habitaciones 304, 305 y 306 del hotel Montarto, hasta que la estación de esquí les cedió un chalé de tres pisos en la Pleta de Baqueira. El comedor-salón en la planta baja, en el piso intermedio las habitaciones de los reyes (separadas, por supuesto) y, en el superior, de techos abuhardillados, los cuartos de los hijos. Como a la Reina la decoración le importa un bledo, se ha limitado a poner los mismos muebles del piso piloto de la urbanización. Tampoco le gusta ocuparse de la marcha del hogar, todo recae en su fiel Laura, su mano derecha, que va unos días antes, airea las estancias y compra desde cepillos de dientes hasta papel de cuarto de baño en el supermercado del pueblo.

Años más tarde, los propietarios de la estación entregaron a la familia real dos casas más para poder albergar a parientes y amigos. Solo dos helicópteros tenían permiso para surcar los cielos araneses: el del Rey y el del financiero Javier de la Rosa.

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Los reyes y sus hijos son los primeros en llegar a las pistas, a las nueve de la mañana, y los últimos en irse, a las cinco de la tarde, casi de noche. Hacen cola para subir al telesilla como todo el mundo, yo misma he visto cómo intentaban dejarlos pasar y ellos se negaban. La Reina, con un gesto serio que no propiciaba confianzas; el Rey, sonriente, fingiendo boxear con los empleados, gritando a sus hijas: “¡Vamos al mirador!”, y también: “Ten cuidado, Elena, que si bajas a esas velocidades te vas a escoñar”.

Arriba posan con idénticas gafas Vuarnet e idénticos anoraks Descente. Se dice que ambas marcas convierten a la familia real en reclamos de lujo. El nivel de don Juan Carlos, que esquía desde niño, hace decir a su profesor Benito: “Podría ser profesional”. Las dos infantas son unas entusiastas del deporte. El príncipe es más renuente; de repente, se cansa de dar clase, se va a la cafetería de El Bosque y se sienta en el suelo. Si van a buscarlo, da patadas con las botas de esquiar. Si la Reina lo riñe, la persona agraviada protesta: “Es igual, no importa”, aunque por dentro jure en arameo. Pero Felipe también tiene buen corazón y es impulsivo: una vez que unos esquiadores se mataron en un accidente debieron sujetarlo para que no se lanzara al precipicio para intentar rescatarlos.

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A veces, la familia va a cenar a Casa Irene, en Arties, y el Rey les dice a sus hijos: “Id a la cocina a besar a Irene”. Luego, las chicas, con la inseparable prima Alexia, se van pitando a Tiffany’s, donde se quedan hasta la madrugada. Allí conocen sus primeros amores. Elena se prenda de uno de sus escoltas, lo que implica su inmediato traslado, y Cristina, de un atractivo monitor. Al principio coincidían con Carmen Martínez Bordiú y Alfonso de Borbón, ya separados, aunque nadie lo sabe aún. Carmen baila desatada encima del podio mientras su marido finge no verla y se muestra avergonzado. Cristina le da un beso rápido porque es su padrino, pero el matrimonio no tiene ningún contacto con los reyes, ni siquiera se saludan cuando coinciden en las pistas.

No todas las noches son tan familiares. Muchas veces el Rey va solo a cenar con amigos y algunas señoras. ¿Adónde? Se sospecha que a un apartamento de Viella, pero el Rey circula a tal velocidad que los escoltas no pueden seguirlo. Aunque la Reina vive muy aislada, tiene un sexto sentido para detectar las infidelidades de su marido y dejó de interesarle esquiar e ir al Valle de Arán. El Rey siguió acudiendo; aparecía llevando su propio coche, un Porsche muy poco adecuado para las carreteras heladas, hasta el punto de que tuvo algún pequeño percance sin consecuencias. Se movía en libertad, podías verlo tomando un ‘vin cau’ después de la jornada de esquí o cenando en la Borda Lobato. Era consciente de que nadie osaría tomarle una foto e incluso presentaba a la señora que lo acompañaba con total tranquilidad.

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La casa del Valle de Arán es un hogar entrañable para Felipe, Cristina y Elena, la más asidua. Cristina quiso pasar ahí los últimos días antes del juicio de Palma, una forma de vida que ella sabía que no iba a volver nunca. Como a Letizia no le gusta el esquí, Felipe ha dejado de frecuentar este escenario de su infancia. Un lugar ahora lleno de desolación y tristeza, porque las casas vacías son como rostros con ojos muertos. Los postigos cerrados, no sale humo de la chimenea… Ha sido la primera residencia de los anteriores reyes en caer. ¿Seguirán Marivent y, quizás, la Zarzuela? ¡Se necesitan nuevos escenarios para los nuevos tiempos! Leonor y Sofía merecen tener un paisaje infantil propio, sin herencias envenenadas. Vamos, vamos, que se está haciendo tarde.

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Re: Aguas turbulentas - Pilar Eyre

Mensajepor Maritxu » Jue 31 Dic, 2020 11:36 am

Se da un aire a Corín Tellado. Qué imaginación.

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NO ES POR MALDAD - Pilar Eyre

Mensajepor Invitado » Mié 06 Ene, 2021 12:19 am



"Estuve a punto de nacer en un cine y por eso mi vida es como una película de buenos y malos”, explica don Juan Carlos entre risas a los pocos amigos que le quedan. Y es verdad. Corría el cuatro de enero de 1938, España se desgarraba en una sangrienta guerra civil mientras María de Borbón –María la Brava, como la conocían en familia (solo los periódicos la llamaban María de las Mercedes)– se sentaba incómodamente en un cine del Trastevere romano viendo una película de espadachines de Errol Flynn. Estaba ya fuera de cuentas, sentía unos dolores agudos en los riñones y estaba tan gorda que apenas cabía en la butaca, pero no había querido desairar a su suegro, Alfonso XIII, el rey exiliado, solitario y triste, al que servía de compañía todas las noches. Su marido, Juan, el príncipe de Asturias, a pesar de que sabía que el parto era inminente, se había ido a la finca de los Medici en el Piamonte con una sobrinita del exembajador de Italia en Madrid. ¡Ay, la legendaria pulsión sexual de los Borbones!

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En la sala de cine el Rey insertaba un cigarrillo Laurens tras otro en la boquilla de ámbar, al tiempo que disfrutaba del ingenuo argumento, hasta que advirtió que su nuera maldecía en voz baja y se vio obligado a levantarse, malhumorado, para acompañarla a su modesta casa en el Viale Parioli. Diluviaba, María se movía pesadamente con su mojado abrigo de pieles y solo aceleró el paso cuando se dio cuenta de que la lluvia desteñía el pelo de su suegro y el tinte negrísimo le caía en chorretones por las sienes. María se despidió besándole la mano y el rey triste le tocó la mejilla y le ordenó cariñosamente: “Que sea niño esta vez”. La infantita Pilar, que ya tenía dos años, no servía para reinar porque las mujeres estaban apartadas de la línea de sucesión y el anémico tronco de los Borbones necesitaba un vástago fuerte para retoñar.

Su cuñada, la princesa Beatriz Torlonia, la metió en el coche y Pepe, el mecánico, fue tocando la bocina para abrirse paso hasta el hospital angloamericano en una noche caótica de tormenta horrible, en la que cayeron árboles centenarios, se fundieron las luces y volcaron tranvías. El parto duró toda la mañana y, cuando estaban a punto de recurrir a los fórceps, a la una y treinta minutos del mediodía del 5 de enero de hace ahora 83 años, apareció la cabeza pelona del bebé y las enfermeras empezaron a tirar con desespero. María, medio desvanecida de dolor, preguntó con un hilo de voz no si su hijo estaba bien, sino “¿Es un niño?”. Y la comadrona lo sostuvo cogido por los pies boca abajo frente a sus ojos para que viera sus abultados atributos y proclamó orgullosamente: “È un maschio!”. ¡Tres kilos y medio de rey!

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Cuando don Alfonso llegó al hospital con una botella de champán Veuve Clicquot para su nuera, le lanzó al recién nacido una bocanada de humo para ver si disfrutaba de buenos pulmones y después se volvió a la madre y le susurró: “Gracias, María”. Y María respondió entre risas mientras tendía las manos hacia la copa: “Tío rey, deber cumplido”.

La vizcondesa de Rocamora envió un telegrama al padre: “Bambole è nato” (lo que quería decir “el muñeco ha nacido”) porque no conocía bien el idioma italiano. A pesar de eso, Juan lo entendió, aunque retrasó su llegada 24 horas ocupado en menesteres más agradables. Luego, los periodistas cortesanos, ilustres antecesores de los actuales, nos mintieron contándonos que el príncipe de Asturias llegó tan rápido que rompió una ballesta del coche. Acudieron antes que él al hospital los escasos nobles españoles que habían acompañado a su rey al exilio con admirable fidelidad, llegó antes la hija de Mussolini con un tarro de caldo de pollo para la parturienta (que prefería el champán) y llegaron antes los corresponsales de los periódicos monárquicos que el padre del recién nacido, el heredero del heredero, en lo que no sería más que el primer acto de las profundas desavenencias y rivalidades que iban a enfrentar a padre e hijo toda su vida.

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El rey Alfonso estaba tan furioso por su retraso que decidió hacerle un cruel bromazo: la mujer del representante de la legación china, chinos los dos, por supuesto, tuvo un hijo en la habitación contigua a la de María. Un bebé con los ojos rasgados y el pelo muy negro. Don Alfonso lo pidió prestado un momento y bajó con él a la planta baja de la clínica diciéndole solemnemente a su hijo, que descendía en ese momento de su fabuloso Bentley, regalo de boda: “He aquí al heredero de la Corona española”. Juan cogió emocionado el bulto que le tendía su padre, bajó la mantita que le ocultaba el rostro y al ver los rasgos inequívocos de un hijo del Celeste Imperio soltó un “¡coño!” que hizo temblar las vetustas piedras romanas. Antes de que la cosa fuera a mayores y se pusiera en duda la intachable honorabilidad de la princesa de Asturias, don Alfonso se apresuró a gritar: “¡No es el tuyo, no es el tuyo!”. Aunque María, siempre sincera, cuando contaba esta anécdota añadía desenfadadamente: “Juanito era tan feo que los dos hubiéramos preferido el chino”.

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Aguas turbulentas - Pilar Eyre

Mensajepor Invitado » Mié 06 Ene, 2021 12:54 pm

Pilarcita, la anécdota del niño chino como que la han contado ya cuarenta mil veces. A ver si nos renovamos un poquito y traemos algo nuevo. Esto ya es como la Biblia en la misa, lee que te relee los mismos pasajes una y otra vez.

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Maria Concepcion

Aguas turbulentas - Pilar Eyre

Mensajepor Maria Concepcion » Mar 12 Ene, 2021 2:40 pm

FAMILIA REAL

Pilar Eyre: "Sabía que mi libro era polémico, sería una cursi si ahora me quejara"

Tras el éxito de 'Yo, el rey', libro que ofrece un retrato despiadado de la Reina emérita, algunas voces levantan la voz crítica contra su autora, quien no piensa defenderse


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12/01/2021

Pilar Eyre sabía dónde se metía desde el primer momento: cuando escuchaba atenta a sus fuentes, cuando escribía lo que estas le contaban, cuando le mostró el manuscrito a Ymelda Navajo y cuando La Esfera decidió publicar ‘Yo, el rey’, un libro que solo le da alegrías. Porque las críticas las esperaba. “Sabíamos perfectamente que era un libro polémico, no puedo quejarme ahora, sería una cursi si me dedicara a replicar a todas esas que me critican”, dice con esa voz simpática que pretende mostrar inocencia.

Por eso se ríe de las críticas, por eso y porque su libro va por la cuarta edición con 70.000 ejemplares, una hazaña en estos tiempos de crisis, cierres y pandemias.

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La reina Sofía y el rey Juan Carlos, en una imagen de archivo.

Lo único que ataca Pilar Eyre es “la hipocresía -dice- de quienes defienden a la reina Sofía, porque esa gente es la misma que me ha estado suministrando basura de doña Letizia durante años”. La escritora y periodista habla de las personas que salen ahora para criticar su libro en nombre de doña Sofía, y asegura: “Son muy pocos, la Reina no tiene camarilla, no tiene amigos, solo su prima y su hermana, no tiene anclaje a un grupo, por mucho que ellos se ‘autotitulen’ así”.

"Años de beatificación"


Todo esto viene a cuento porque su libro está en boca de todos por el retrato despiadado que ofrece de la reina Sofía, que es la malvada del cuento, en este caso. “Bueno, lo que pasa es que hablar de la reina era un tabú después de tantos años de beatificación, pero yo estoy segura de que don Juan Carlos piensa que por fin se ha hecho justicia”.

Son unas cuantas las voces que han opinado sobre el último éxito de Eyre y no todas se han mostrado muy de acuerdo con sus tesis. Su aparición en el programa ‘Sálvame Deluxe’, donde no dudó en decir que doña Sofía “detesta a los españoles” y hasta imitó a la emérita, ha sido la puntilla para muchos. Tanto es así que incluso hay quienes hablan, como la periodista Mariángel Alcázar este sábado en ‘La Vanguardia’, de que Casa Real sopesa tomar alguna acción.

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Pilar Eyre, en 'Sábado Deluxe'. (Telecinco)

Eyre recuerda que cuando publicó ‘La soledad de la reina’ (La Esfera, 2012), sucedió algo parecido. “Entonces, el sábado salió un artículo en ‘El Mundo’, donde yo trabajaba, y el lunes a primera hora me llamaron de Casa Real para decirme que al Señor no le había gustado nada mi libro pero que no lo iban a prohibir porque estaban por la libertad de expresión”. Por el momento, esa situación no se ha repetido. Ni ella, ni La Esfera, ni Ymelda Navajo (directora de la editorial) han recibido llamada alguna.


"El malo era Juan Carlos"

“Entiendo que es un libro que despierta polémica, yo ahora me tengo que callar porque no puedo pretender gustar a todo el mundo”. La escritora nos cuenta que tras leer el libro, sus fuentes, “personas muy cercanas a don Juan Carlos, están muy satisfechas porque les gusta que se vea la otra cara de la moneda. La buena siempre había sido Sofía y el malo era Juan Carlos, eso ya no es así”.

Su aparición en ‘Sálvame’ ha calentado el ambiente, sin duda, y Eyre ha recibido insultos y amenazas, tanto en redes como en la vida real. “Me llamaban, me insultaban, los he tenido que bloquear”, afirma. Y vuelve entonces al ataque, para recordar que estas personas que defienden ahora a la Reina emérita con uñas y dientes “son las mismas que defienden a Marta Gayà, la mujer que más ha hecho sufrir a doña Sofía”.

https://www.vanitatis.elconfidencial.co ... a_2901640/

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Re: Aguas turbulentas - Pilar Eyre

Mensajepor Maritxu » Mar 12 Ene, 2021 6:35 pm

70000 ejemplares vendidos, a este paso va a estar en el top ventas junto con el libro de la Esteban.

:mrgreen: :yikes

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NO ES POR MALDAD - Pilar Eyre

Mensajepor Invitado » Jue 14 Ene, 2021 1:48 am



Cristina y Elena junto a su padre. En Abu Dabi. Quizá compartiendo su cumpleaños, la Navidad, alguna fecha señalada o viajando porque sí. Porque es su padre. Un padre cuyo testamento las convertirá en mujeres ricas. Muy ricas, entrando a formar parte del selecto y exclusivo grupo de millonarias. ¡Las hermanas Borbón compitiendo de igual a igual con las hermanas Koplowitz o las Daurella, las de la Coca-Cola! Y con las hijas de Ortega, y con Ana Patricia Botín. ¿No señalaron la revista de referencia Forbes y el periódico New York Times en 2012 que la fortuna del rey de España sumaba 1.800 millones de euros? Lo cual, según apostillaban, tenía mérito, pues “Cuando llegó al trono su capital era igual a cero”. Es cierto que, en esos años, más chulos que un ocho, los periodistas éramos capaces de desmentir a la solvente prensa internacional defendiendo de forma ridícula la rectitud y austeridad de nuestro rey como quijotes sin molinos. Y nos apresuramos entonces a negar la posibilidad de que Juan Carlos estuviera forrado y acusamos a los ilustres colegas de mentir para perjudicar al pueblo español, ¡tontos que éramos!

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¡Vergüenza me da recordar cómo en nuestros artículos nos lamentábamos de que fuera el rey más pobre de Europa y alabábamos su forma sencilla de vivir, como un ciudadano cualquiera! ¡Pensemos en esa cifra, 1.800 millones de euros! Y, habiendo renunciado ante notario don Felipe a su parte, lo que les correspondería a las infantas a la muerte de su padre serían 900 millones a cada una, descontando el reducido impuesto de sucesiones que rige en Madrid. ¿Es ilegal poseer este patrimonio? Claro que no, dando por supuesto que todo lo incluido en el testamento se ha declarado a la Hacienda pública. Otra posibilidad sería que don Juan Carlos les hiciera a sus hijas donaciones de dinero en vida, lo cual tampoco sería ilegal, siempre que pagaran el impuesto correspondiente, que es prácticamente la misma cantidad que rige para las herencias.

Con la muerte de su padre, que esperamos tarde mucho, los problemas económicos de las infantas también pasarían a mejor vida. Ninguna de las dos nada en la abundancia, aunque don Juan Carlos siempre les ha echado una mano cuando ha sido necesario. Ayudó con dos millones de euros al pago de la casa de Cristina en Pedralbes y se hizo cargo de los estudios de los hijos de Elena. También regaló a los chicos unas tarjetas ‘black’ para sus gastos y a Victoria Federica un caballo valorado en 10.000 euros. “El caballo debía ser muy buena persona, lo que no quiere decir que sea un buen caballo”, me comenta socarronamente un experto en el tema. “Un campeón cuesta como mínimo diez veces más”, añade. Pero con 900 millones cada una en el banco las hermanas podrán cumplir sus sueños. Cristina, probablemente, compraría casa en Madrid, pues ya sabe que, una vez desaparecida doña Sofía y dada la mala relación con Letizia, las puertas del Palacio de la Zarzuela estarían cerradas para ella. Y tiene muchas ganas de dejar Suiza para intentar recomponer su familia, ahora que la puesta en libertad de Iñaki parece inminente. Quizá montaría su nuevo hogar en la urbanización Puerta de Hierro, una zona elegante y discreta donde vivieron sus abuelos, o en la Moraleja, donde tiene muchos amigos. Allí Cristina podría disfrutar, gracias a la herencia del padre, de un desahogado estilo de vida, ya que el futuro laboral de Iñaki no resulta muy halagüeño y ella al parecer está a punto de tramitar su salida de la Caixa.

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Elena, por su parte, que está contenta en su casa madrileña de Fuente del Berro, tal vez op taría por comprarse una finca con caballos y caza menor, ya que es una gran amante del ambiente campero. Marivent queda descartado como destino vacacional, y así doña Elena podría corresponder a las frecuentes invitaciones de sus amigos con cotos de caza.

Las hermanas no son dadas al lujo ostentoso, lo que no quiere decir que no vivan con todas las comodidades posibles y se den sus caprichos. Cristina, por ejemplo, es una gran aficionada a los zapatos y, como nunca tira ninguno, necesita una habitación solo para guardarlos Su hermana mayor es más de bolsos: Chanel, Hermès, Dior, Vuitton... No le falta ninguno.

Elena y Cristina, además, podrán asegurar el futuro de sus hijos. Ninguno de los seis tiene, de momento, una sólida actividad profesional: unos porque son muy jóvenes, otros porque han estado marcados por la atípica situación familiar.

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En ese futuro lejano se dará la extraña paradoja de que Elena y Cristina serán más ricas que su hermano, el rey de España, que solo cuenta con su asignación anual. También los Urdangarin Borbón y los Marichalar Borbón tendrán más caudales que sus primas, la princesa de Asturias y la infanta Sofía, cuya herencia por parte de madre será escasa o inexistente. Lo único cierto es que don Juan Carlos dejará un buen colchón para sus hijas, aunque, aun regularizado, siempre nos quedará la duda de cómo se amasó. Lástima que el ‘Quijote’ y sus lecciones de vida no hayan sido una de sus lecturas favoritas. Allí, Sancho Panza exclama al abandonar como gobernador la ínsula de Barataria: “Saliendo yo desnudo como salgo, no es menester otra señal para dar a entender que he gobernado como un ángel”

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Aguas turbulentas - Pilar Eyre

Mensajepor Invitado » Jue 14 Ene, 2021 8:26 am

Salto del hilo de Peñafiel a este y no se cuál de los dos publica más tonterías almibaradas... :shock:
Me sorprende que hay gente que lea las columnas de estos dos.

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Aguas turbulentas - Pilar Eyre

Mensajepor Invitado » Jue 14 Ene, 2021 9:54 am

Te sorprendes pero fichas todas las semanas :lol:

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Aguas turbulentas - Pilar Eyre

Mensajepor Invitado » Jue 14 Ene, 2021 10:24 am

Invitado escribió:Te sorprendes pero fichas todas las semanas :lol:



Igual que tú. Pero no leo a fondo, solo por encima. Infumable.

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NO ES POR MALDAD - Pilar Eyre

Mensajepor Invitado » Jue 21 Ene, 2021 1:55 am



Muy alta, con la cabeza erguida, una forma de moverse juvenil que trasmitía energía y alegría de vivir… Bastaba que le dijera una frase a don Juan Carlos para que este se pusiera a reír a carcajadas. ¡Nunca he visto a un hombre tan perdidamente enamorado!”, me cuenta la presidenta de una fundación que comió con el Rey, su amante y otros patronos de fundaciones en Madrid, cuando nadie sabía quién era Corinna. “Se sentó junto al Rey, hablaba regular en español y en inglés, y estaba al tanto de nuestro trabajo”. Y añade un detalle muy significativo: “¡Olía muy bien!”.

Fue en los premios Laureus de Barcelona cuando empezamos a sospechar que entre el Rey y la alemana había una relación seria. Corinna ejercía de anfitriona, conocía los nombres de todos, departía con la infanta Cristina e Iñaki, que la trataban con gran deferencia… Felipe y Letizia, sin embargo, pese a que debían quedarse a dormir en Barcelona después de acudir a un acto en el que se mostraron incómodos, prefirieron regresar a Madrid. Corinna y Juan Carlos intercambiaban sonrisas y miradas cómplices, ¡es tan difícil ocultar los sentimientos amorosos! Doña Sofía, obligada a quedarse en Madrid, sufría en silencio, aunque estaba ya al cabo de la calle de la relación. Corinna ocupaba una casita cerca de la Zarzuela, donde el Rey pasaba las noches, y el personal de la Casa la llamaba “la señora del pabellón”. Su hijo recorría los bosques con una moto que le había regalado don Juan Carlos, al que quería mucho y llamaba “tío rey”.

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“Más que caminar se desliza, provocando la mirada y el deseo de los hombres…”, cuenta la periodista Ana Romero de su encuentro en el Hotel Metropol de Montecarlo, donde le hizo su primera entrevista. Así debió sentirse el Rey cuando la conoció, en la finca de caza La Garganta el año 2004. El Rey estaba deprimido, sus relaciones amorosas eran rutinarias, no tenía salud ni ilusiones… Su relación con Sofía llegó a ser tan mala que le pidió al ministro de Exteriores que no le programara viajes ni actividades con ella: “No puedo soportarla”. Pasaba mucho tiempo en un pequeño apartamento en la Clínica Planas de Barcelona, donde se sometía a tratamientos ‘antiaging’, y el personal médico llegó a ser su único círculo de confianza. Se enamoró de Corinna con todas sus fuerzas. Primero le atrajo su belleza, porque es el tipo de mujer que le gusta: elegante, alta, rubia… Y después se prendó de su carácter, porque era muy distinta de sus amantes habituales. “Una mente de hombre en un cuerpo de mujer”, confiesa ella misma.

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Al contrario de lo que se ha dicho, es de muy buena familia. Su padre representaba a la compañía Varig en Europa y ella estudió Ciencias Políticas en una exclusiva universidad suiza. Se casó dos veces: la primera con el financiero millonario Philip Adkins, con el que tuvo una hija, y la segunda con el príncipe alemán Casimir zu Sayn-Wittgenstein, con el que tuvo a Alexander. Con ambos mantiene excelente relación. A pesar de pertenecer a la ‘jet set’, Corinna trabajaba en la armería londinense Boss y era una importante organizadora de safaris, con una buena agenda. No era sumisa ni frívola ni cortesana, y esto le gustó a Juan Carlos, que, después de estar dos días con ella en La Garganta, supo que se había enamorado. ¡A partir de entonces, su vida cambió para siempre! Solo pensaba en ella, en cómo pasar más tiempo juntos, cómo oficializar su estatus… Intentó separarse de la Reina para contraer una especie de matrimonio morganático con Corinna, pero cuando se lo propuso a Rajoy, este lo disuadió. Incluso llegó a hablar con sus hijos, quienes se indignaron. Se hizo íntimo amigo del primer marido de Corinna, que se convirtió en su paño de lágrimas cuando la alemana se iba a Londres y lo dejaba solo. Viajaban los cuatro juntos formando una extraña familia, y a veces se unía a ellos el segundo marido, Casimir, con su novia. Nadie sabía cómo explicar estos desplazamientos, pero entonces la prensa callaba, ocupada en señalar la delgadez de Letizia o los modelitos que lucía.

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Es cierto que los contactos de Corinna aumentaron gracias a la proximidad del rey de España, pero también es verdad que se ocupó de don Juan Carlos en unos años en los que la familia lo tenía marginado, quizá por su culpa. Cuando iba a las revisiones médicas lo acompañaba su amigo Josep Cusí. En la operación del Clínico de Barcelona solo estaba Corinna cogiéndole de la mano. Una mano fuerte que no lo soltó ni un momento, solo cuando la Reina acudió obligada al hospital y posó para los fotógrafos. Pero don Juan Carlos no hacía más que repetir: “Corinna, ¿dónde está Corinna? Que venga Corinna”, y la princesa fue dos días después y estuvo con él hasta que se curó por completo.

Acabamos de ver a Corinna declarando por videoconferencia. De negro, sin joyas, melena recortada, con rostro rejuvenecido, pero triste. Como triste está Juan Carlos en Abu Dabi. Y pienso que si las cosas se hubieran hecho de otra manera, en lugar de moverse en este infierno de abogados, amenazas y chantajes sin fin, ahora ella y el Rey podrían estar viviendo una jubilación dorada y apacible en algún lugar paradisiaco de la Costa Azul. “Tristes guerras/ si no es amor la empresa./ Tristes, tristes…”.

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Aguas turbulentas - Pilar Eyre

Mensajepor Invitado » Jue 21 Ene, 2021 6:12 pm

La familia zu Sayn-Wittgenstein escapa de ella como un vampiro de los ajos.

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Aguas turbulentas - Pilar Eyre

Mensajepor Invitado » Jue 28 Ene, 2021 2:02 am



Corría el verano de 1967. En la ‘boîte’ Van Gogo de Cascais tocaban un lento y la noche era deliciosa, pero Sofía tenía una expresión atormentada. Juanito bailaba, mejilla contra mejilla, con una amiga, y la princesa permanecía sentada junto al marido de la amiga en una mesa, jugueteando con un cigarrillo. De pronto, se tocó la incipiente barriga, que apenas revelaba los tres meses de embarazo, y susurró: “No hay derecho… Vosotros, que os da igual, tenéis dos chicos y, sin embargo, nosotros, que tanto necesitamos un varón, dos niñas…”. El amigo le cogió la mano y le dijo que solo tenía 29 años, que vendrían más hijos, pero la princesa meneó la cabeza con desaliento: “Por las dificultades que he tenido en mis anteriores partos esta es mi última ocasión de quedarme embarazada; si no doy a luz a un heredero, habremos perdido nuestra oportunidad de reinar en España”.

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Esta conversación tan reveladora, que recogió el periodista Gurriarán en su libro sobre el Rey, es quizá el único dato cierto que tenemos sobre la privacidad de la reina Sofía, tan enigmática que, aun habiendo vivido sesenta años en España (cuarenta de ellos como reina), es una gran desconocida. Si se habla del manto de silencio que ha cubierto las actividades de Juan Carlos, ¿qué deberíamos decir acerca de la misteriosa vida de Sofía? Aunque ella le contó a Urbano que poco después de casarse había tenido un ataque de apendicitis en Grecia, por el que habían tenido que operarla de urgencia, lo que en realidad sufrió fue un aborto natural, como recogió la prensa griega en ese momento.

La princesa había viajado a Atenas para refugiarse en los brazos de su madre ante la primera infidelidad de su Juanito. Fue la primera vez que quiso divorciarse, pero fue disuadida, tanto por su madre como por el propio Parlamento. El diputado Elías Bredimas exigió que, si la princesa se separaba, debía devolver su dote de nueve millones de dracmas al pueblo griego, por lo que Sofía decidió que lo más conveniente era regresar a Estoril al lado de su casquivano marido. Después tuvo dos niñas, y aunque oficialmente se dijo: “El parto ha ido muy bien”, y ella declaró después: “Mis embarazos fueron muy buenos”, lo cierto es que cuando dio a luz a Cristina se tuvo que quedar en el hospital una semana más de lo convenido, y cuando una enfermera indiscreta contó a los periodistas que la paciente tenía fiebre, fue amonestada y desmentida por una indignada princesa. Es probable que Sofía tuviera a sus dos hijas mediante cesárea y no se quisiera hacer público para no sembrar dudas sobre el futuro de la monarquía. Así queda explicado un comentario que hizo a sus amigos (“No podré volver a quedarme embarazada”), puesto que los médicos desaconsejan una cuarta cesárea. Lógicamente, los nueve meses de esa última gestación fueron de una tensión inmisericorde, sintiendo el aliento en la nuca de las diecisiete generaciones precedentes de Borbones.

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Siguiendo con Sofía, según los amigos portugueses: “Estaba muy preocupada, lloraba, se encontraba mal, no dormía... Estaba muy nerviosa”. Debía cumplir con su deber; al fin y al cabo, sabía perfectamente por qué se había casado Juanito con ella. Llegó a suplicarle a su ginecólogo: “Debo tener un chico, los Borbones son muy escasos en hombres”. Federica, su madre, le ordenaba, como si eso estuviera en su mano: “Ahora un niño... Solo con un niño desbancaréis al primo Alfonso, que conspira por el trono”. La reina Victoria Eugenia llamaba desde Suiza: “Un niño, debéis tener un varón... ¡Basta de niñas!”. Don Juan Carlos también sufrió tanto que, cuando el doctor Mendizábal recorrió el largo pasillo de la Clínica Loreto y le dijo: “Alteza, ha sido niño”, se cayó al suelo, desmayado. Cuando volvió en sí, antes de ver a su mujer, llamó al Pardo y le gritó eufórico a Franco: “Ha sido un machote, excelencia, como su padre”. Después, telefoneó a su propio padre. Don Juan de Borbón tenía tan poca fe en que el nuevo nieto fuera a ser chico que se había embarcado en un lujoso crucero por el Caribe a bordo del ‘Eugenio C.’, invitado por su cuñado, el millonario dueño del aperitivo Cinzano.

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Cuando la princesa se puso de parto desembarcaron en Miami y esperaron la llamada de Juanito. La comunicación era deficiente. Don Juan entendió que había sido niña y se puso a refunfuñar: “Por una hembra no pensarás que tu madre y yo volvamos a Madrid. ¿Para esto hemos desembarcado?”. Cuando el hijo gritó: “¡Papá, que ha sido un chico, el heredero!”, Juan aún rezongó: “Felicidades, pero te recuerdo que es el heredero del heredero, que antes que tú voy yo”. Luego, Juan Carlos entró en la habitación de su mujer, que había dado a luz llevando puesta la chaqueta de pijama de su marido, una costumbre que se había iniciado con Elena. Los dos lloraban y quizá en ese momento único Juan Carlos la miró, si no con amor, sí con agradecimiento. Y Sofía tal vez le susurró, como las reinas antiguas: “Deber cumplido”. ¡Ya estaba, lo había conseguido! Las mujeres de las familias reales no hacen política, hacen dinastía. Juan Carlos y Sofía nunca más volvieron a tener intimidad conyugal. ¿Para qué? ¡Ya no era necesario! De todo esto que estoy contando, que ocurrió el 30 de enero de 1968, han pasado 53 años. Feliz cumpleaños, Felipe.




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