Giro de guion
DAVID GISTAU
ES DIFÍCIL integrarse en la conversación de una cena si no se está en la pomada de las tres o cuatro series del momento. La historia, la literatura e incluso el cine van convirtiéndose, como placeres solitarios, en una modalidad del onanismo. Como en el relato de Woody Allen,
La pvta de Mensa, aquéllos a los que apetezca conversar del corazón errante del rey Bruce o de Custer en Little Big Horn, y no tengan la inmensa suerte de conocer a Jacinto Antón, tendrán que poner un anuncio en una web de contactos para encontrar interlocutor.
La política no es ajena a este fenómeno. Primero, porque saca tajada de cualquier cosa donde detecte un interés popular. Pero también porque la propia política contemporánea parece estar ocupada en gran parte por personas que se han formado viendo series y no saben apenas nada más. Y si lo saben lo ocultan porque a la Gente Verdadera no se la representa oliendo a colegio de pago, sino construyendo una impostura obrerista: «Somos los hijos de los obreros a los que no pudisteis matar», dijo deliciosamente
aquel hijo de casta con tarjeta black.
El momento que mejor define a la generación de las series ocurrió cuando Pablo Iglesias regaló una a
FB6 para que le ayudara a comprender qué es ser rey. Que el lector elija qué es más gracioso. La suposición de que un rey con siglos de tradición detrás necesita que le explique qué es ser rey un falso revolucionario proletario que entonces aún tenía escondidas las aspiraciones pequeño-burguesas de ascenso social hasta el hito del chalet. O que, habiendo literatura e historia disponibles, Iglesias pensara que lo más útil era una fantasía de zombis y dragones como
Juego de tronos. Es posible que
FB6 envidie a su padre haber convivido con adultos.
Ay,
JdeT. No hemos podido evitar compadecernos de todas esas candidatas feministas que basaron su personaje electoral en la semejanza con la
Khaleesi, de pronto revelada como una genocida dictatorial. ¿Qué hacemos ahora, Teresa Rodríguez, con todo esos carteles que habrán costado un dinero? Ya circulan hasta teorías maravillosas acerca de que el patriarcado ha ordenado la desacreditación de ese personaje agitador de
meetoos. No ignoro que es pedante llegar a un mitin y pretenderse, a modo de rompedora de cadenas, como se usaba a Espartaco antaño, un trasunto de la reina Boudica. Pero la historia tiene una ventaja: no hay giros de guion.
