Opinión
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La última cacería (I)
Jaime Peñafiel
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A propósito de los deseos de la surrealista ministra de Energía y Medio Ambiente, Teresa Ribera, así como de Podemos e Izquierda Unida de prohibir la caza, actividad que practican 5 millones de ciudadanos, no puedo evitar recordar la ultima cacería del franquismo y de la que fui privilegiado testigo.
Las cacerías pasarán a la historia como un signo lúdico del Régimen a quien, a pesar del tiempo transcurrido, se le sigue identificando con ojeos de perdices y monterías.
Lo que se dice dar tiros, estuvieron dando hasta el mismísimo día en que al general le dio aquel jamacuco, en forma de insuficiencia coronaria aguda, que le llevaría, treinta días más tarde, al Valle de los Caídos de donde quieren sacarlo cuarenta y tres años después.
La ultima cacería en vida de Franco se celebró, exactamente, el 20 de octubre de 1975, cacería a la que tuve oportunidad de asistir como invitado de Eduardo Barreiros, aquel gran empresario y mejor persona, y en una de cuyas fincas se celebraba el ojeo.
La actitud de algunos de los asistentes fue tan dramáticamente reveladora que no pude por menos de advertir, los primeros síntomas de la descomposición del Régimen. Sobre todo, porque aquellos personajes no solo estaba muy identificados con el franquismo sino hasta con el caudillo a nivel familiar.
Recordando aquella jornada, no entiendo hoy, tampoco entonces, como pudo celebrarse la cacería. Porque aquel día, sobre Madrid y España entera, se cernía un viento lleno de esperanza para muchos y de inquietud y ansiedad para unos pocos.
Para acabar de arreglarlo y hacer aun mas confusa la situación, había llegado a Madrid el famoso doctor Christian Barnard, el del milagroso transplante de corazón. La presencia del cardiólogo sudafricano despertó, sobre todo entre los corresponsales extranjeros, una gran expectación que se acrecentó cuando el cirujano, a su llegada al hotel Villamagna, se negó a conversar con los periodistas.
Esa actitud y su amistad con el doctor Martínez Bordiú, el “yernísimo”, se relacionó con el estado de salud de Franco que, según la prensa extranjera, era mas que grave, crítico.
La prensa española, en su eterna espera, alimentaba su curiosidad con los comunicados oficiales que informaba, por medio de la estatal agencia Efe, que la indisposición de Franco se debía a un simple proceso gripal.
Eso no se lo creía nadie y, mucho menos, todos los que participaban en la que seria la ultima cacería del franquismo, organizada en honor del doctor Barnard y su bella esposa, la segunda, Barbra. A ella asistieron con los marqueses de Villaverde, los señores Barreiros, Fierro, Arburúa y alguno mas que no recuerdo. Todos ellos puro y duro franquismo.
Hoy pienso que, lo que se deseaban, era dar la impresión de que no pasaba nada cuando en realidad se estaban desmoronado … cuarenta años de dictadura.
El marqués, tan chulo y prepotente, no se apartaba de un transistor que llevaba consigo y que mantenía encendido mientras estaba en el puesto de caza.
En uno de los coches de escolta había siempre un guardia civil en comunicación permanente por radio con algún lugar que deduje podía ser el Palacio de El Pardo… ( seguirá)
En la próxima entrega: “Hay que estar preparado para el cambio” exclamó el marqués de Villaverde, disparando contra un blanco invisible).