DEMONIZACIÓN DEL MUNDO ÁRABE?

Un lugar con buen talante y pluralidad democrática donde se debate lo más relevante de la política y la actualidad nacional e internacional.

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Mensajepor Invitado » Dom 17 Sep, 2017 7:56 pm

Colabora con el gobierno de España


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Mensajepor Invitado » Dom 17 Sep, 2017 8:45 pm

Vigile su partido señor menistro


El vídeo del yihadista PePero detenido por adoctrinar y entrenar a jovenes para su radicalización

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Mensajepor Invitado » Dom 08 Oct, 2017 8:41 pm

ABUELA CATALANA DE 92 AÑOS ACEPTA EL ISLAM


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Mensajepor Invitado » Mié 22 Nov, 2017 3:20 am




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Mensajepor Invitado » Jue 24 May, 2018 3:23 am



Descripción de En la guerra contra el terrorismo, no hay empatía para los israelíes, con David Gistau
El periodista David Gistau desde su columna en ABC Lluvia ácida se refería esta semana en su artículo Dios miraba al asesinato del cura francés y a los anteriores particulares o masivos que venimos sufriendo en esa “Tercera Guerra Mundial” que nos enfrenta al terrorismo yihadista. Hablaba también de los “exégetas del ISIS, los que interpretan el mensaje contenidos en cada uno de sus asesinatos” y del papel que ha jugado y juega Israel como el país que lleva años soportando el peso de la resistencia contra lo que ,en en esta entrevista define Gistau, “como una plaga contra la vida occidental y muchos musulmanes”.

“Los israelíes llevan conviviendo con este tipo de asesinatos mucho tiempo”, asegura David Gistau, quien añade “la prueba de carácter que tiene ahora la sociedad civil europea en Israel no es nada nuevo, esperaba que esto serviría por fin para cambiar el contexto prejuicioso con el que se observan estas cosas cuando se refieren a Israel, el prejuicio antisemita, para que por fin hubiera un ejercicio de empatía”. Una empatía que, al menos por el momento, no se da.

“La sociedad europea tiene una reticencia a asumir que está ante un enemigo que no va a desistir hasta que la aniquile”, “las comunidades musulmanas pacíficas, que son casi todas, deberían ser más tajantes en la condena y en la disociación con el ISIS” son otros de los comentarios de este periodista en contra del buenísmo político, que denuncia además “la ocupación que el ISIS está haciendo de nuestra mentes”.

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Mensajepor Invitado » Jue 21 Jun, 2018 1:15 pm


EL MUSULMÁN ES FANÁTICO PORQUE TOMA SU FE COMO UN HECHO, NO COMO UNA VERDAD
Hoy, jueves 21 de junio de 2018, el director de www.hispanidad.com, Eulogio López, recuerda que islam y cristianismo son incompatibles.

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Mensajepor Invitado » Lun 01 Oct, 2018 3:52 am





EL ASESINATO de Tara Fares, hace dos días en Bagdad, fue un acto iconoclasta. En un sentido más profundo del que podría derivarse del mero castigo a la conducta de una mujer de tan sólo 22 años que, culpable de ser libre, confirió un valor vindicativo a ciertas actitudes que en Occidente son banales. Quién nos...

...habría dicho que términos como influencer o blogger, asociados aquí a la espuma más liviana de los días, a los cócteles, las pasarelas, las calitas de Formentera y el fondo de armario de lo It, podrían adquirir en otros ámbitos obligaciones heroicas: ser influencer y perder la vida por ello, ser por ello cazada en la calle a tiros. Dos en la cabeza, un tercero en el pecho, todos mortales. De lo cual encima se deduce que, la tarde que la mataron, Tara Fares tuvo menos fortuna que otra asesinada, la Rosita Alvirez del corrido: «La noche que la mataron, Rosita estaba de suerte. De tres tiros que le dieron, no más uno era de muerte».

En la confusión, el relato del asesinato de Tara Fares todavía traía ayer dos versiones diferentes. En ambas, los asesinos estaban subidos a una moto. Pero, en una, la mataron mientras iba en bicicleta por Camp Sarah. Mientras que en la otra conducía el Porsche de asientos rojos que formaba parte de su atrezo de Instagram, de su intento de ser Saint-Tropez en Bagdad, pero también de la provocación constante que su estilo de vida agitaba en el integrismo. Hace años que tenemos noticias de la guerra declarada por el Daesh a la belleza, y de ahí la iconoclastia que los dinamiteros de Palmira mantuvieron en una concepción monumental. En Bagdad, durante las semanas recientes, el afán de suprimir la belleza descendió a una concreción escalofriante y fijó sus objetivos en mujeres que la representan. No sólo Tara Fares. También, entre otras, Rafeef al-Yaseri, alias Barbie, propietaria de un famoso salón de belleza, otra banalidad en Occidente, al que acudían las mujeres a despojarse del siniestro sudario en vida donde las quiere encerradas el integrismo, borrado todo rasgo singular. Resulta paradójico que en Occidente exista un concepto liberador relacionado con la reticencia a los afeites y el maquillaje, como si la belleza y su culto fueran para la mujer una forma de servidumbre. En Bagdad es precisamente al revés: la belleza es emancipadora y por ello está siendo asesinada, con más odio cuanto más se mostró.

Tara Fares ganó en Irak concursos de misssharia, otra banalidad occidental, cuando su país estaba siendo invadido por Daesh y corría el riesgo de sucumbir por completo. Mientras el integrismo del Califato se propagaba como una gangrena. Mientras en sus territorios de Siria e Irak se imponía una espantosa sharia medieval, alienante para el ser humano. Mientras veíamos cabezas clavadas en las verjas de los parques públicos, camiones cargados de cadáveres y fosas comunes donde los infelices maniatados eran ultimados con el tiro de gracia de un AK-47. Mientras todo eso sucedía, Tara Fares convirtió los afeites, los maquillajes, los tatuajes, los consejos de moda y las camisetas con la lengua de los Rolling Stones en una voluntad de resistencia con el horror llegando a las mismas puertas de su existencia. La seguían en sus redes sociales 2,7 millones de personas, es de suponer que todas ellas conscientes de que aquello de lo que ahí se hablaba trascendía todo cuanto significaría una mera conversación de moda en Occidente.

El escándalo que Tara Fares avivó en el integrismo fue proporcional. No hace falta decir, por tratarse de una obviedad, que no mataron sólo a una chica de 22 años, sino, sobre todo, liquidaron una manera alternativa de ser mujer en un lugar donde el concepto de "empoderamiento femenino" adquiere connotaciones imposibles de imaginar en Occidente.

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    LA BELLEZA ROBADA: P ara la perspectiva occidental, donde las 'instagramers' no pasan de creadoras de tendencias, cuesta imaginar que una modelo y bloguera como Tara Fares se convirtiera en la mensajera blasfema de una posibilidad distinta para existir como mujer. El integrismo no se lo perdonó, la mató y asesinó en ella una fuerza liberadora que teme, la de la belleza. INSTAGRAM

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Mensajepor Invitado » Vie 09 Nov, 2018 5:49 pm

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Sinéad O'Connor insulta a quienes no son musulmanes: "Son asquerosos"

La cantante, que acaba de convertirse al islam, admite que sus comentarios son "racistas".


Después de convertirse al Islam hace cerca de un mes, Sinéad O'Connor sorprende ahora con un tuit racista en el que afirma que no quiere estar con personas que no formen parte de la religión musulmana.

"Lo lamento muchísimo. Lo que voy a decir es algo tan racista que nunca pensé que mi alma podría sentirlo. Pero, no quiero volver a pasar tiempo con gente blanca (así se denomina a los no musulmanes)", escribió en su red social la cantante, quien se ha rebautizado como Shuhada Davitt.

La irlandesa, de 51 años, admite que su comentario "no es por ningún motivo en particular" salvo porque los considera "asquerosos" (a las personas blancas) y para anunciar que "está orgullosa" de haberse "convertido al islam".



Los comentarios han provocaron un aluvión de críticas, entre ellas, de musulmanes indignados por su declaración divisiva.

O'Connor también atacó la política de Twitter de bloquear los discursos de odio: "Es interesante ver si Twitter prohíbe esto cuando permite que personas como Trump y Milbank arrojen basura satánica, incluso, sobre mi país".

No es ajena a la controversia y desde que saltó a la fama, a finales de la década de los ochenta, ya ha ocupado titulares por su interminable rebeldía.

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Mensajepor Invitado » Jue 03 Ene, 2019 6:06 pm

Santiago Abascal visit Iraq and denounces the crimes of ISIS

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Mensajepor Invitado » Dom 07 Abr, 2019 3:09 am



Las tres españolas del ISIS: “Solo deseamos irnos”

EL PAÍS localiza en el campo sirio de Al Hol, donde se hallan retenidos miles de familiares de yihadistas, a tres ciudadanas españolas que viajaron con sus esposos a Siria en 2014 y que han sobrevivido al derrumbe del califato

NATALIA SANCHA


“Lo único que deseamos es salir de aquí. No nos pueden condenar por cuidar de la casa y de nuestros hijos en el Estado Islámico”, dicen Yolanda Martínez, Luna Fernández y Lubna Miludi. Son ciudadanas españolas que viajaron con sus esposos a Siria en 2014 y que han sobrevivido al derrumbe del califato del Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) en su último reducto de Baguz, oasis en la frontera oriental de Siria con Irak. Hablan en una caseta del campo sirio de Al Hol, en el que se hallan retenidas en condiciones peligrosas e insalubres junto a otras 73.000 personas, de las cuales un 92% son mujeres y menores. Las tres cuidan de 15 menores. El marido de una de ellas, también español, se halla preso en una cárcel kurda; los otros dos fallecieron. Se trata de 19 españoles que se sumaron o nacieron bajo el califato y han sobrevivido a su colapso.

Las madrileñas Yolanda Martínez (34 años) y Luna Fernández (32) tienen cuatro hijos cada una. Fernández se halla embarazada del quinto y cuida de otros cuatro niños que afirma son hijos de “una pareja de marroquíes residentes en España muertos en el infierno de Baguz”. Ambas manifiestan el deseo de volver a España. “Si España me puede sacar, yo quiero salir de aquí. ¡Pero no pueden separarme de mis hijos!”, exclama Fernández. Martínez comparte la inquietud. Lubna Miludi, de origen marroquí, es la tercera española que ha llegado al campo con tres retoños. En las prisiones custodiadas por las milicias kurdas y fuerzas aliadas de la coalición internacional hay un preso español. Se trata de Omar el Harshi, de origen marroquí y marido de Martínez, quien asegura que éste se rindió un mes atrás. Sus hermanas de religión, como se refiere a las dos conciudadanas, han quedado viudas de unos maridos yihadistas de origen marroquí, uno de ellos nacionalizado español, fallecidos durante el conflicto.

Aseguran que sus maridos las llevaron engañadas a Siria, que les prometieron bien un viaje de placer o una nueva vida en Turquía cinco años atrás, desde donde les hicieron cruzar de noche e ilegalmente a tierras sirias bajo el yugo del ISIS. Se trata de devotas musulmanas con 10 años de matrimonio a sus espaldas. Las dos madrileñas son conversas y cada viernes rezaban juntas en la mezquita de la M-30 de Madrid, a la que Lubna acudía también “de vez en cuando”. Ninguna ha cursado estudios superiores al bachiller.

Sostienen que sus maridos eran “meros empleados del Estado Islámico y nunca combatieron” y no asimilan "terrorismo a ISIS". Visten embarradas botas de montaña y polvorientos pantalones que asoman bajo las negras aballas con las que cubren sus cuerpos. “Esto nos lo pusimos porque quisimos”, espetan palpando su niqab, el velo integral que les cubre el rostro. Se plantearon abandonar el califato, pero les dijeron que lo harían sin sus hijos. Ninguna lo intentó.

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Llevan poco más de un mes cautivas en este campo que se ha transformado en un minicalifato femenino donde, al igual que pasara en las filas de los muyahidines varones del ISIS, las yihadistas más radicales intentan hacerse con el control. Ellas residen en el último tramo del campamento. Entre decenas de miles de figuras negras tan solo se avista una colorida y sin niqab. “Ahora soy parte de los kufar [infieles] porque solo llevo el pañuelo”, solloza Geilan Su, originaria de las islas de Trinidad, al tiempo que muestra los moratones fruto de una paliza y castigo por parte de las yihadistas más recalcitrantes. Varias milicias kurdas armadas ataviadas con coloridos pañuelos custodian a las yihadistas extranjeras que las increpan o apedrean desde el otro lado de la verja al grito de "askari" (militar, en árabe). "Cuando nuestras hermanas estuvieron al otro lado, en sus campos y cárceles, sus maridos las decapitaron y violaron. Ahora nos toca encima aguantarlas", farfulla una de las uniformadas. Son 17.000 las combatientes mujeres de las milicias aliadas que durante el último lustro han combatido al ISIS en el norte de Siria.

Ascienden a 10.000 las extranjeras recluidas con sus hijos en uno de los terrenos vallados (el 65% de los habitantes del campo son menores de edad). El resto son sirias e iraquíes. Al igual que hicieron sus maridos en el califato, se mueven en bandas agrupadas por nacionalidades, siendo las tunecinas las más violentas. “Si entra se arriesga a recibir una paliza o un navajazo”, advierte una de las guardas apostadas en la entrada. Las milicias kurdas han enviado nuevos refuerzos al campo para contener lo que se antoja una olla a presión a punto de estallar. "Han empezado a trasladar a las europeas al Roj [uno de los tres campos de acogida menos congestionado] porque allí hay menos violencia y aquí las magrebíes y de Kazajistán nos dejan tranquilas", susurra una mujer yihadista belga que prefiere mantener el anonimato.

“Los yihadistas se entregaron o murieron en Baguz, pero estas mujeres no se han rendido”, apunta uno de los uniformados con el rostro cubierto por un pasamontañas sin despegar el índice del gatillo de su fusil. “Solo abandonaron Baguz porque su emir [Abubaker Al Bagdadi] se lo pidió”, apostilla. Apenas 10 días atrás, las fuerzas de seguridad kurdas tuvieron que repeler con disparos un motín de las radicales, que se saldó con una yihadista muerta y ocho heridos. A la violencia se suman unas condiciones de insalubridad extremas, tal y como ha advertido Naciones Unidas.

Enfermos, heridos por las batallas o simplemente desnutridos por la falta de alimentos, 126 menores han muerto en los últimos tres meses. Más de la mitad de los 40.000 niños del campo han nacido, apátridas, durante el lustro en el que reinó el califato. Bandadas de niños de entre seis y 12 años se cuelan entre las verjas y quedan a cargo del contrabando de alimentos en los campos. Al menos 350 de ellos han llegado no acompañados, advierte Naciones Unidas. Arrastran carretillas hechas con pedazos de lonas de la ONU cargados de productos sacados de no se sabe dónde. En una carreta, uno de los milicianos descubre una cerveza sin alcohol que exhibe burlón ante el centenar de mujeres apiñadas tras la alambrada.

Las jóvenes españolas aseguran que no hay más nacionales en el campo y que no les ha contactado nadie del Gobierno español. La administración del campo de Al Hol ni siquiera tiene constancia de la existencia de las tres españolas, según asegura a EL PAÍS el responsable del campo. Las milicias kurdas aliadas de la coalición internacional han solicitado a los países de origen que se hagan cargo de sus nacionales. Un debate al que ahora se suma España, que valora la repatriación de sus ciudadanos.

De los estimados 1.200 mujeres y niños europeos, “tan solo Francia ha repatriado a cuatro menores”, asegura el encargado en Al Hol. Para encontrar a las tres españolas hay que adentrase en el último trecho del campo, donde se hallan las extranjeras y más radicalizadas que las sirias o iraquíes. Reciben a los visitantes a pedradas, insultos, y empujones. “No podemos con ellas, pero al fin y al cabo todas vinimos al Estado Islámico porque quisimos”, admite Rashida, francesa de 34 años que nos guía hasta las españolas.

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Lubna Miludi
1. LA LLEGADA AL CALIFATO
“Jamás hubiera ido a Siria por mi propia voluntad” Imagen Yolanda Martínez
2. LA VIDA DIARIA EN EL CALIFATO
“La justicia española no me puede mandar a prisión por cuidar de mi casa y mis hijos” Imagen
Luna Fernández
3. EL COLAPSO
“Baguz fue un infierno”

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Mensajepor Invitado » Dom 07 Abr, 2019 3:10 am

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LA NIÑA RICA DEL BARRIO DE SALAMANCA QUE HA TERMINADO CON CUATRO HIJOS EN EL CALIFATO DEL IS (HABLAN SUS SUFRIDORES PADRES)


LA MUJER ADMIRADA DE OMAR, EL DE LA BRIGADA AL-ÁNDALUS

Hija de un español con múltiples propiedades en la zona noble de Madrid y de una californiana que pinta, Yolanda, una de las tres madres españolas en cárceles de Siria, vestía ya con burka antes de “pasar a la acción”, como dejó escrito al irse a los dominios del IS. Viajó con su marido, marroquí, y un hijo. Allí, en el califato, tuvo tres más. “No sabíamos que teníamos cuatro nietos”, dice con dolor la familia de la madrileña. Aquí su viaje y el desasosiego de sus padres con el destino que le espera

ÁNGELES ESCRIVÁ


Luis y su mujer permanecen sentados en distintos sofás colocados a un lado de su salón en una de esas casas con solera del madrileño barrio de Salamanca. Se los ve mayores y muy afectados. De las paredes cuelgan, abigarradas, pinturas con los motivos más diversos y entre ellas sobresale una de gran formato que, aunque cerca de la esquina, preside la habitación. Representa a una monja. Quizás se trate de Santa Teresa. Inevitablemente, aun mirando a hurtadillas, el intensísimo negro de su hábito eclipsa cualquier otra cosa. Luis y su esposa parecen vivir en un limbo espeso, en una contradicción continua, en una angustia tímidamente vergonzante, claramente dolorosa.

Hace unos 15 días alguien del Ministerio de Asuntos Exteriores llamó para decirles que su hija Yolanda Martínez había sido localizada en el campamento kurdo de Al Hawl, al norte de Siria, junto a otras dos españolas consideradas yihadistas. Han pasado más de cinco años desde que el 29 de enero de 2014 a las 6.29 de la mañana, «Yoli», vestida con un burka, salió de ese mismo salón familiar acompañada por su marido, Omar Elharchi, marroquí nacionalizado español, y su hijo de cuatro años, Bilal Elharchi Martínez.

Cualquiera se da cuenta de que Luis y su esposa desearían salir corriendo de la habitación en la que estamos, o mejor chasquear los dedos y que la periodista desapareciera, pero buscan información y probablemente por eso hayan abierto la puerta. «Pero, ¿cómo quiere que me sienta? Creía que tenía un nieto y tengo cuatro. Y no los conozco. Pero naturalmente que me quedaría con ellos si se diera la circunstancia. Aquí no van a tener problema ninguno, ni económico ni de ningún tipo», dice él.

Luis Martínez alberga la esperanza de que se produzca no sólo la expatriación de su familia sino de que su hija, a su vuelta, esquive la prisión a la que van abocadas por ley las personas que se fueron del país para incorporarse a la estructura del Estado Islámico (IS). Y ha contratado a uno de los mejores abogados para lograrlo, uno de los que consiguió salvar de la condena a uno de los acusados por los atentados del 11-M. Lo cierto es que, a estas alturas, Luis Martínez no está seguro de si lo que pueda decir dificultará el futuro de su hija. Ni siquiera parece saber si ella podría enfadarse.


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LICENCIADA EN BELLAS ARTES

Yolanda Martínez Cobos creció en uno de los barrios más privilegiados de Madrid, junto a la Fundación March, a un paseo apenas del lujo de la calle Serrano. Como su hermano, cursó sus primeros estudios en el prestigioso colegio de El Pilar. Él acabó ingeniería y se marchó a vivir a Estados Unidos, el país de su madre, californiana. Ella prefirió emprender la carrera de Bellas Artes, en principio también para emular de algún modo a su madre, pintora aficionada y muy prolífica; pero su trayectoria laboral la llevó por otros cauces.

Trabajó en El Corte Inglés, en la empresa Atento y como encargada de una de las tiendas de Adidas en la Esquina del Bernabéu. Aunque, realmente, la posición de su familia —su padre es propietario de un edificio entero— la habría permitido vivir desahogadamente incluso si hubiera decidido probar con su carrera artística sin mayores seguridades.

Los motivos más profundos por los que se convirtió al islam no quedaron claros para su familia. «Yo no entiendo lo que ha pasado y no quiero comprenderlo. Aquí lo tenía todo y fue educada en unos principios fuertes y rectos», dirá su padre sujetando fuertemente una muleta mientras cojea cruzando la calle. Tampoco quedó claro el momento en el que conoció a su marido. «Ese es uno de los grandes misterios», añadirá. Pero el hecho es que sus padres están convencidos de que él está en el origen y el desarrollo de todo lo que ocurrió después: «En un matrimonio siempre hay uno que manda más que otro. Eso pasa siempre», añadirá Luis respaldado por su mujer. E incluso precisará: «Ahí tiene usted a mi esposa, que se vino y dejó de trabajar. Se dedica a pintar porque le gusta».

Yolanda Martínez y Omar Elharchi, en cualquier caso, y por curioso o paradójico que pueda parecer, se quedaron a vivir en la casa familiar. En principio, nada parecía presagiar que pudiera haber problemas —«él era musulmán practicante como yo soy católica», dirá la madre— pero lo cierto es que el marido de Yolanda no era cualquier musulmán, era un tipo especialmente peligroso y había colocado a la familia en la boca del lobo. Sin que sus habitantes lo supiesen, la fachada de aquel edificio del barrio de Salamanca empezó a ser fotografiada de forma frecuente y se convirtió en un elemento común y reconocible de los informes policiales.

Según consta, Omar Elharchi, barba poblada, estética inconfundible, salía de esa casa todas las mañanas con un ordenador portátil bajo el brazo y se mezclaba con el gentío de la estación de Metro de Diego de León.

Tenía un negocio de terminales telefónicos —aunque en Hacienda consta como trabajador de la construcción— que hacía compatible con su verdadera actividad, que era la de captador, organizador de viajes para los terroristas del IS desde Madrid hasta Siria y colíder de una de las principales células salafistas configurada en España. Sus trayectos habituales incluían la visita al Centro Cultural Islámico, a la mezquita Abu Baker, a la mezquita principal de Madrid situada junto a la M-30 y a la de Vallecas. En todas ellas desarrollaba su labor de proselitismo y captación.

Se le detectó por primera vez cuando compró dos billetes para dos yihadistas en una agencia de viajes de la calle Francisco Silvela. Y su liderazgo «operativo y religioso» era reconocido por los islamistas. «Mi marido recibía las llamadas de Omar y se ponía muy nervioso», relataba la esposa de un islamista probado cuando el salafista ya estaba en Siria.

Ocurrió que, cuanto más intensas eran las gestiones de Elharchi, más simbiótica era la evolución de su mujer. Del pañuelo pasó al niqab y del niqab al burka. Un niqab negro negrísimo, un burka negro. Los mismos agentes que documentaron la deriva del yihadista escribieron que, tras una fuerte discusión familiar por el asunto de la vestimenta —y éstas habían pasado a ser bastante frecuentes—, Yolanda se marchó.


CONDENADOS DE AL-ÁNDALUS

El día en el que se fue con su hijo y su marido, aquel 29 de enero, los recogió Abdeslam El Hadouti y los llevó a la casa de Lahcen Ikassrien. Estamos hablando de la casa del líder de la Brigada Al-Ándalus, un tipo que había estado recluido en la prisión de Guantánamo y que se entrenaba en las montañas de Ávila junto al resto de sus hombres porque le recordaban a los parajes de Afganistán. Cuando la brigada fue desarticulada, sus miembros fueron condenados a más de 11 años de prisión.

Yolanda Martínez se adaptó a este cambio con enorme facilidad. Era una conversa profunda y tenía un papel preponderante en los encuentros vespertinos con las esposas del resto de los yihadistas para reforzar sus convicciones. «Era una mujer alta y delgada, con el pelo color miel, no iba maquillada pero tenía una piel transparente, un cutis perfecto. Parecía una niña de 20 años aunque entonces tuviese 28. Hablaba de un modo dulce y era muy hospitalaria», asegura a Crónica una de las asistentes a aquellas reuniones.

La casa en la que se organizaban aquellos cafés estaba tras la comisaría de Moratalaz. En la salita, estrecha, con un olor intenso a especias y a falta de ventilación, de un color indefinido, las mujeres se sentaban con cierto orden de autoridad y ella ocupaba una silla aparte de todas tras una mesa camilla.

«Tomaba la voz cantante siempre de un modo muy dulce para abordar un tema recurrente: que el papel de la mujer estaba en la casa, cuidando del marido y educando a los hijos. Ella era una convencida y el resto asentía sin rechistar», relata una de esas mujeres. No era infrecuente escucharla decir: «Yo he encontrado la felicidad en el islam». La Policía ya había constatado en sus informes lo que era una realidad doméstica. «Yolanda tiene un papel destacado en el grupo de mujeres, aunque sea la esposa de Mohamed Khalouk la que introduce en el Islam a las conversas», acreditarán los agentes antiyihadistas.

En realidad, aunque parezca una contradicción, Yolanda Martínez cayó en brazos de Omar Elhadouchi para contrarrestar lo que ella denomina un hogar «machista». Se sintió acogida por la familia de él en Marruecos y, sobre todo, sintió que tenía poder: tenía una educación superior al resto de las esposas y muy superior a la de su marido albañil. Ellas reconocían su autoridad y él la respetaba por eso y porque, al ser española, se manejaba mucho mejor que cualquiera de ellos sobre el terreno con la sociedad y con la Administración.

Y a pesar de esa suavidad en las formas seguía siendo tozuda e intransigente. Al menos a una de esas reuniones de mujeres acudió su madre. Omar Elharchi (con 29 años) y Yolanda Martínez (28) se habían desplazado con cierta frecuencia a Tetuán, la localidad originaria del yihadista y en la que tenía peligrosísimos contactos. Vivieron allí durante un tiempo. Tras uno de esos viajes, ya no pudieron regresar al hogar paterno. Yolanda no se dolía pero su marido se lamentaba ante sus compañeros, contrariado por tener que vivir en casa ajena cuando su suegro tenía tantas propiedades.

Es comprensible que la madre utilizase todos sus recursos para intentar recuperar a su hija y acudiese a una de las reuniones de mujeres sin saber que era una de las últimas antes de su partida. Quizás no se resignase a pensar que era tarde sin remisión. «Estaba desesperada, se aferraba a cualquier comentario para, con diplomacia, intentar que su hija entrase en razón. Las dejé repartiéndose los turnos para las abluciones previas al rezo y aquella mujer se quedó allí, arrancando minutos al tiempo para poder compartirlos con su nieto y con su hija», recuerda una de las presentes.

Fue inútil. El día 3 de febrero de 2014 Yolanda, con su marido y su hijo, el pequeño Bilal, tomó el avión de las 13.15 hacia Tánger y desde allí hacia Siria vía Turquía. No había billete de vuelta. Lo último que hizo fue llamar a su madre.

—Mamá, mamá, estamos bien. Ahora no estamos en Marruecos, estamos en Turquía

—¿Están en Turquía?

—Sí, es que Omar después de casado quería visitar Turquía y por eso no tengo teléfono.

—Gracias por hablar.

—Mamá, un besito. Te quiero.

—Adiós. ¿Cuándo vuelven?

—Dentro de unos días. No lo sé.

Su otra despedida fue menos dulce y más incriminatoria: dejó escrita una carta en la que aseguraba que, ante la situación que se estaba viviendo en Siria, «hay que pasar a la acción».

Y lo hicieron. Elharchi «iba a luchar» por las mañanas y volvía por las noches y tenía un lugar destacado entre los dirigentes del IS en la zona donde residían. Ella solía compartir su tiempo con la española Luna Fernández Grande y la marroquí Lubna Farres, esposas de dos miembros de la Brigada Al-Ándalus que lograron irse también justo antes de la desarticulación de la célula. Primero vivieron en Siria, luego en la frontera con Irak. Hasta que, con la ofensiva de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) en Baguz, Omar Hadouchi se rindió.

Las últimas declaraciones de Yolanda Martínez esta pasada semana a un medio de comunicación desde el campamento kurdo en el que se encuentra prisionera no parecen romper sus pasadas convicciones. «No nos pueden condenar por cuidar de la casa y de nuestros hijos, de la familia», ha replicado. Una familia que ha aumentado rápidamente. Bilal, que ha cumplido nueve años, tiene otros tres hermanos de cinco, tres y dos años. Los expertos y la Justicia dilucidarán si su concepción responde a la máxima de «a la yihad por el vientre de la mujer» que aplican los islamistas.

El hecho es que sus abuelos los reclaman, a ellos y a los padres. La situación no tiene precedentes y los países con foreign figthers en el derrotado Califato están buscando la forma de recuperar a sus nacionales aunque sean terroristas, porque dejarlos sin control allí puede constituir un peligro mayor en un futuro inmediato. No hay tratado de extradición con el país gobernado por Bashar al Assad y, además, los campos en los que están encerrados dependen de otro tipo de autoridad que no necesariamente es la de un Estado. En el caso de Yolanda Martínez y de las otras dos españolas prisioneras allí, Lubna Mohamed Miludi —una maestra ceutí que partió con 20 años y soltera, y que ahora tiene tres hijos— y Luna Fernández, la autoridad es kurda.

«Mi hija es una persona buenísima. Ella misma se ha autoexculpado con lo que ha dicho desde Siria. Era muy caritativa. Y si no, fíjese que allí se dedicaba a cuidar niños», dice en su defensa Luis Martínez. «Mis nietos no se pueden ir a Marruecos porque el padre es de un pueblo muy humilde y aquí van a tener todo lo que necesiten, somos una familia desahogada y dispuesta a recibirlos», añade.

¿Le preguntará a su hija por qué lo hizo? «No le pediré explicaciones porque eso sería como reprocharle algo y yo no quiero. Cada uno tiene su vida», responde. Y ni siquiera se siente tranquilo ahora porque no descansará hasta que vea a los suyos a salvo en España.

De repente surge una imagen potentísima. ¿Y si aquella pintura que domina el salón de la casa familiar y que miré de hurtadillas no fuese la de una monja? ¿Y si fuese el retrato de Yolanda enfundada en su niqab negrísimo? Esa prisión oscura en el recuerdo diario de sus padres.


EL MUNDO / CRÓNICA/ DOMINGO 7 DE ABRIL DE 2019

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Mensajepor Invitado » Dom 07 Abr, 2019 3:43 am


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Mensajepor Invitado » Jue 14 Nov, 2019 4:40 pm

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Cuatro actores españoles, víctimas de un apuñalamiento en un teatro de Riad

La policía arrestó a un ciudadano yemení de 33 años tras apuñalar a dos hombres y una mujer el pasado lunes por la noche

Todo quedó en un susto. Cuatro actores españoles han sufrido un apuñalamiento durante la representación de un espectáculo en Riad, la capital de Arabia Saudí, en plena campaña gubernamental para impulsar la oferta de entretenimiento en el reino, han confirmado a EL MUNDO fuentes de la compañía española responsable de la función.

Las imágenes que han trascendido del suceso muestran a un individuo que, pertrechado de un cuchillo, irrumpe en el escenario donde se lleva a cabo la obra y asalta a los artistas que se encontraban en la escena y que huyen despavoridos. "Alrededor de las 8 de la noche la policía de Riad arrestó a un ciudadano yemení, de 33 años, tras apuñalar a dos hombres y una mujer que eran miembros de un grupo teatral durante un espectáculo en directo en el parque rey Abdalá en el distrito de Malaz, en el centro de la capital", detalló la policía saudí en un escueto comunicado.

Fuentes del ministerio de Asuntos Exteriores español han confirmado a EL MUNDO que los heridos son de nacionalidad española. "La Embajada fue avisada inmediatamente y ha estado prestando apoyo y asistencia permanentemente como es habitual en todos estos casos", agregan. En conversación con este diario, la empresa a cargo de la obra ha reconocido los hechos, que ocurrieron la noche del pasado lunes. En total, cuatro integrantes de la compañía, de nacionalidad española, resultaron heridos. Los guardias de seguridad neutralizaron en segundos al agresor, que residía en el país, y la policía acordonó la zona.

"Tuvimos un incidente con una persona que estaba desequilibrada mentalmente, según nos dijo la policía", ha indicado a este diario Domingo Sánchez, director de Producciones Merlín, la empresa malagueña que el pasado verano llevó hasta la ciudad de Yeda un trasunto saudí de las "Fallas valencianas" y responsable del espectáculo atacado



"El individuo fue detenido inmediatamente por la policía saudí y, gracias a Dios, todo quedó en un susto. Todos estamos bien", asegura el empresario. "Se trata de heridas sin mayor importancia y trascendencia", insiste Sánchez. La obra -incluida en la oferta cultural 'Riad Season' (Temporada Riad), un heterogéneo festival de dos mes de duración- es una combinación de acrobacias y arte circense.
Se desconoce la motivación

"Llevamos trabajando tres años aquí y no hemos tenido, hasta ahora, ningún incidente", agrega el director de la firma española. Tras el ataque, las víctimas -con heridas superficiales- recibieron atención médica en el hospital Mohamed bin Abdelaziz. La Media Luna Roja, alertada del incidente, envió hasta nueve ambulancias al lugar. Las fuerzas de seguridad abrieron, poco después, una investigación para esclarecer el suceso, del que no han trascendido más detalles. Se desconoce la motivación del agresor.

Es la primera ocasión en la que un espectáculo sufre un asalto desde que, tras el fulgurante ascenso del príncipe heredero Mohamed bin Salman, la monarquía absoluta impulsara el regreso del teatro y lanzara un ambiciosa iniciativa para convertir el ocio en uno de los sectores de su diversificación económica. A principios de 2019 las autoridades presentaron una oferta de entretenimiento que incluye la celebración de unos "Sanfermines" o de conciertos de grupos internacionales, competiciones de deportes electrónicos o la creación de parques temáticos en pleno desierto.

En total, la Autoridad General de Entretenimiento saudí ha prometido invertir hasta 64.000 millones de dólares en ocio. Una acelerada operación de aperturismo que se enfrenta, no obstante, a la oposición de los sectores más conservadores. Arabia Saudí es cuna del "wahabismo", una rigurosa corriente del islam suní. En 1979 la revolución islámica en Irán y el asalto y la toma de la Gran Mezquita de La Meca por un grupo de islamistas liderado por Yuhaiman al Otaibi en protesta por la "occidentalización" de la sociedad saudí, llevó a las autoridades a radicalizar sus posturas. En los años siguientes, la música desapareció de la televisión junto a la exhibición de las figuras femeninas; las tiendas de música echaron el cierre y los periódicos dejaron de publicar fotografías de mujeres.

La agresión no ha modificado el calendario de la compañía española. "Vamos a continuar con el espectáculo, tal y como teníamos previsto", ha precisado Sánchez a EL MUNDO. Ayer, sin embargo, la lluvia que cayó sobre la capital privó al público de disfrutar de la obra.


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DEMONIZACIÓN DEL MUNDO ÁRABE?

Mensajepor Invitado » Dom 02 Feb, 2020 3:10 am





En El colgajo, Philippe Lançon, periodista y escritor francés colaborador habitual en Charlie Hebdo y Libération, narra la odisea a la que se vio abocado al perder la parte inferior del rostro en el atentado islamista contra la revista satírica en la que colabora. Son unas páginas llenas de sobrecogedora lucidez en las que desgrana meticulosamente la angustia vital de la situación, las operaciones sufridas para reconstruir el rostro, nada menos que dieciocho, y cómo su amor por la literatura y la música le acompañaron y aliviaron en aquellos meses terribles. Es un libro bellísimo escrito sin resentimiento ni odio, sentimiento que el escritor considera inútil. Una lectura difícil de olvidar.

He recordado partes del libro hoy al enterarme de que una joven francesa de 16 años, Mila, que hasta no hace mucho soñaba con ser artista y publicaba vídeos en Instagram cantando, ha visto cómo una crítica más o menos furibunda contra el Islam después de haber recibido todo tipo de insultos homófobos al rechazar el cortejo en la red social de un señor que no acabó de entender que Mila no se acostaría con él ni aunque fuera heterosexual, ha cambiado su vida para siempre. La joven recibió todo tipo de amenazas de muerte y violación más o menos creíbles y acusaciones de racismo hasta el punto de que las autoridades francesas han tenido que tomar cartas en el asunto, desescolarizar a la chica y emprender una investigación para determinar quiénes tras las amenazas y, sorprendentemente, para ver si Mila cometió algún delito al proferir blasfemias contra el Islam.

En su libro, Lançon cuenta que Charlie Hebdo estaba en las últimas antes de los atentados y que en aquel entonces nadie era Charlie Hebdo. La revista ya había sufrido ataques por reproducir caricaturas de Mahoma y estaba en el punto de mira de los islamistas. La izquierda les señalaba como si fueran unos reaccionarios. El escritor cuenta que después de los atentados que le costaron medio rostro, quienes menos comprensión y apoyo dieron a la revista satírica y sus víctimas se situaban en la izquierda política, especialmente en la izquierda radical, para la que tiene muy malas palabras. Y quien intentó recoger esta dejadez cobarde y mezquina de la izquierda, fue la ultraderecha de Le Pen, a la que Lançon rechaza. Estos días parece que está ocurriendo exactamente lo mismo en el caso de Mila: la ultraderecha está apoyándola y la izquierda está mirando para otro lado en el mejor de los casos, y en el peor está señalándola como una horrible racista de la mano de los líderes musulmanes franceses en su versión presuntamente democrática. Nada nuevo bajo el sol.

Esto es desoladoramente similar a lo que cuenta mi admirado Salman Rushdie en su libro de memorias Joseph Anton. La izquierda laborista hizo todo lo que pudo para que el escritor angloindio pidiera perdón por su libro Los versos satánicos cuando el fanático líder iraní decretó la fatwa contra él y la cosa empezó a dar miedo de verdad. Los tabloides se cuestionaban a diario el dinero que el estado gastaba en su protección, y el propio gobierno se limitaba a poner guardaespaldas pero era el propio Rushdie quien debía buscar viviendas donde esconderse, lo que le llevó a pasar varios años viviendo en casas vacías de amigos y conocidos. La izquierda le dejó tirado, no le apoyó. Miró para otro lado en el mejor de los casos, en el peor, le decía que quizá debería pedir perdón, o directamente confraternizaba con Jomeini, todo esto con el cadáver de algún traductor de la obra todavía caliente.

Así que tenemos a una izquierda cobarde en Francia haciéndole el caldo gordo a Le Pen a costa de las amenazas de muerte a una joven lesbiana. Tuvimos en Reino Unido y en buena parte del planeta una izquierda cobarde ante los asesinatos y atentados contra personas relacionadas de alguna manera con la edición de una novela. Y a una ultraderecha recogiendo el fruto de la cobardía mientras se frota las manos.

Cuando desde las filas de la ultraderecha cristiana se dice a las personas de izquierdas (que no tienen ningún reparo en burlarse del cristianismo) que con el Islam no se es tan valiente, tienen toda la razón. Todavía recuerdo el bochorno que me provocó ver la portada del semanario El Jueves en presunta solidaridad con Charlie Hebdo en la que admitían que tuvieron la idea de poner al profeta Mahoma en la portada pero que al final se habían cagado. Este gesto cobarde es el perfecto retrato de buena parte de la izquierda en cuanto aparece el Islam por algún sitio proponiendo o perpetrando alguna atrocidad.

Para Mila no ha habido la sororidad feminista que sí suele haber para quienes dicen que se empoderan con el velo islámico o quieren bañarse en burkini. Mila no ha recibido el apoyo que debería recibir ante un ataque homófobo y machista que bien podría acabar con su vida y que definitivamente ha acabado con la posibilidad de que se dedique a lo que le gusta, cantar.

No tiene ningún sentido golpearse el pecho ante las injusticias a la carta. La barbarie no debe ni puede ser amiga del progreso, y todos debemos rechazarla y luchar contra ella. La izquierda francesa tiene el deber moral de apoyar a Mila y enarbolar la bandera de los valores ilustrados. Cualquier otra cosa es situarse del lado de los asesinos, de quienes acribillaron a balazos a la redacción de Charlie Hebdo, de quienes quemaron ejemplares de la novela de Rushdie y pusieron bombas en su editorial. Es ponerse del lado de quienes pusieron las bombas en los Cercanías de Madrid. Así de simple. Los valores ilustrados no se discuten, se defienden.

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DEMONIZACIÓN DEL MUNDO ÁRABE?

Mensajepor Invitado » Dom 19 Abr, 2020 2:45 am

a los moricos si, a los crestianos ni agua .....





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