Opinión
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¡Como su padre!
Jaime Peñafiel
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Nunca creí que, a mi edad y después de haber vivido el Golpe de Estado del 23 F, iba a ser testigo, también por la tele, de otro golpe de estado: el del “1 O”, mucho peor.
Todavía no están claros los motivos de aquella intentona de 1981. Los tres que podían explicarlo, porque en el estaban, nunca lo harán, como ya he publicado varias veces. Dos de ellos, Alfonso Armada y Jaime Milans del Bosch porque están muertos. El tercero, el Rey Emérito, por razones obvias, independiente de cuáles fueran sus implicaciones, eso nunca se sabrá.
Don Juan Carlos tuvo el coraje y la dignidad de comparecer en Televisión aquella madrugada del 24, cuando el Gobierno y el Congreso seguían todavía secuestrados y el general Milans sin atender las órdenes del Rey.
El propio Felipe contó, mucho después, como se asustó cuando oyó gritar a su padre, por primera vez aquella noche, muy cabreado: “Jaime te ordeno que depongas tu actitud. Esto tiene que acabar de una vez”. El Príncipe, que tenía entonces 13 años, no sabía quién era ese Jaime.
Ignoro cómo vivieron Letizia y sus hijas, Leonor y Sofía, la noche del 1 O y siguientes hasta que Don Felipe se decidió a comparecer por televisión ante el pueblo español, angustiado por su silencio, mientras ponían banderas españolas en los balcones. Dudaban que “el Jefe del Estado fuera capaz de tomar decisiones extremas en defensa de la Nación española”, como escribía mi compañera
Lucía Méndez en El Mundo.
Felipe, posiblemente, recordaría esa noche en la que se decidió coger el toro del golpe de estado catalán por los cuernos, aquella otra del 23-24 de febrero de 1981, en la que vio llegar a un equipo de televisión y a su padre vestirse con uniforme de Capitán General. “¡Ahora es cuando se arma!”, pensó.
Luego comprendió que se había cambiado para grabar el mensaje que iba a dirigir a todos los españoles, vestido de militar.
Treinta y seis años después, la historia se repetía, pero, en esta ocasión, de paisano. Posiblemente Felipe haya podido decirle a su hija Leonor, la heredera, lo que don Juan Carlos le dijo a él aquella noche: “¡Mira lo que hay que hacer cuando se es Rey!”.
Nada que ver el don Felipe que todos vimos en la Plaza de Cataluña en la encerrona que le hicieron, sin saber, porque nadie le advirtió, que le iban a recibir con insultos, a insultarle, mientras allí estuvo con una rosa en la mano y dos muchachas musulmanas a su lado, y despedido con más insultos.
La noche de su mensaje televisivo es la primera vez que le ha visto con la dignidad de Rey desde que lo es. No sólo como habló sino como gesticuló, acompañando sus duras palabras con la mirada y con las manos. “Un Felipe VI que no conocíamos”.
P/D: Para todos aquellos que piden diálogo con los golpistas del 1 O y abrir conversaciones con Puigdemont, Junquera y Forcadell, les recuerdo que todos los implicados en el golpe del 23-F fueron detenidos y encarcelados inmediatamente a las pocas horas de que el Gobierno y los Diputados fueran liberados.
El 28 de abril de 1983, el Tribunal Supremo notificaba a las partes, expedía y firmaba las sentencias por las que condenaba al teniente general Milans del Bosch, al general de división Alfonso Armada Comyn y al teniente coronel Tejero a las penas de… 30 años y a diversas penas al resto de los implicados. De los 13 principales golpistas, solo 6 viven para contarlo.