Pregunta para madres

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Nora

Pregunta para madres

Mensajepor Nora » Mié 08 Nov, 2006 10:37 pm

Teneis hijos adolescentes? me gustaría intercambiar opiniones con otras madres del foro.
Tengo una hija de 16 años, yo con mi hija lo llevo fatal pasa de todo , está a la defensiva siempre y no quiere hacer nada
es q ni bañarse quiere ffff que dificil. :oops:

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Elinat

Mensajepor Elinat » Jue 09 Nov, 2006 5:13 am

:lol: Tendrás que armarte de paciencia que esa etapa pasará, para los adolescentes no es fácil afri¡ontar el hecho de sentir que no son tan jovenes para sr niños ni tan mayores para hacer lo que les da la gana....se sienten como desubicados, desean hacer tantas cosas pero no disponen (por razones obvias) ni de libertad ni dinero para hacer lo que les venga en gana.

Las hijas en esa etapa riñen mucho con las madres, la mia me preguntaba si le quedaba bien tal o cual ropa o me pedia consejo, se lo daba y automaticamente me respondia que eso era HORRIBLE y me buscaba pelea :lol: , yo me reia y le decia ..y para que me preguntas entonces?

Te repito....la fórmula es PACIENCIA, CARIÑO Y MANO FIRME..al final te lo agradecerá.
Lo importante es que nosotras tengamos muy claras las cosas, tanto en los permisos para salir y la hora de llegada como en señalarle cuales son sus limites de conducta. Lo que más daño hace a un adolescente es que un dia digamos si y al siguiente no...eso les crea inseguridad .

Saludos Nora y Bienvenida al foro :up:

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Conpermiso
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Mensajepor Conpermiso » Jue 09 Nov, 2006 4:46 pm

Son muy dificiles los adolescentes. Y lo peor la gente te explica cuando empieza la adolescencia pero todavía no he encontrado a nadie que me diga realmente cuando se termina. Animo, y lo que te aconsejó Elinat: Paciencia, mucha paciencia. Pero mano firme. Estan observando siempre, no se pierden detalle y a la menor distracción Zás!!!!! te cuestionan todo.
Suerte.
Y estoy a tus ordenes. Tengo un hijo de 24 años y de repente nos podemos ayudar. Si....ya se que 24 años no es adolescentes....pero por qué crees que busco a alguien que me diga cuando se termina la adolescencia. :fire:

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Tabaquito

Mensajepor Tabaquito » Jue 09 Nov, 2006 5:53 pm

Hola, ufff esas edades son un tormento chino ya que una llega a desesperar por no saber como liar con ellos.
Lo peor es cuando una tiene sus reglas y estas son diferentes a las que hay en casa de los amigos y la influencia del grupo es muy fuerte y se nos rebelan.
Mi hijo me dice que soy de la época de los dinosaurios pero no me importa aunque trato de no exagerar solo que entienda que una cosa es libertad y otra libertinaje. :roll:

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Conpermiso
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Mensajepor Conpermiso » Jue 09 Nov, 2006 6:56 pm

Tabaquito escribió:Hola, ufff esas edades son un tormento chino ya que una llega a desesperar por no saber como liar con ellos.
Lo peor es cuando una tiene sus reglas y estas son diferentes a las que hay en casa de los amigos y la influencia del grupo es muy fuerte y se nos rebelan.
Mi hijo me dice que soy de la época de los dinosaurios pero no me importa aunque trato de no exagerar solo que entienda que una cosa es libertad y otra libertinaje. :roll:


:clap: :clap: :clap: :clap: :clap: :clap: Y MILES :clap:

Yo llegué a decirle a mi hijo que con determinado amigo ibamos a tener problemas. El tema, le dije, es que tu amigo tiene padres que tienen el "si facil".
Nosotros, le dije, tus padres, cuando decimos "si" a algo, sea una salida u otra cosa, pensamos mucho. Entonces, como los padres de tu amigo tienen el "si facil", le dije, vamos a tener problemas, no vas a poder ir a todos los sitios que vaya el.

No me dijo nada, pero cuando se aparecía con algun pedido exagerado para su edad, yo le recordaba lo del "si facil" y se daba por vencido. Es decir, entendía.
:>D:

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Elinat

Mensajepor Elinat » Vie 10 Nov, 2006 2:02 am

Para mi la peor época fué cuando mi hija comenzó a ir a fiestas.....primero lograr que su padre accediera a darle permiso y luego fijar la hora de regreso, y si se pasaba ya se imaginan la que se montaba en casa.
Veía llegar los fines de semana con horror.... :shock: ya sabía la que me esperaba....estar despierta y con el teléfono en mano para monitorear a la niña, oir pasra los autos asomada a la ventana hasta que al fín llegaba y con ella la paz y el poder dormir a pierna suelta con la tranquilidad de ver que llegó bien y felíz de tanto bailotear en la disco.
Mi hijo es menor que ella y siempre fué más tranquilo....dicen que los hijos varones son más difíciles, en mi caso fue exactamente lo contrario. :lol:

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Ex Abasto
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Mensajepor Ex Abasto » Sab 11 Nov, 2006 3:56 am

Hay un dicho muy certero: dicen que cuando los hijos son bebés son tan hermosos que te los comerías...y que cuando llegan a la adolescencia te arrepientes de no habertelos comido a tiempo...


sorry por el humor ¿? negro...
:eat

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Elinat

Mensajepor Elinat » Sab 11 Nov, 2006 9:51 pm

:lol: Hola Ex Abasto...muy bueno tu comentario, mi vecina decía:

Hijos pequeños problemas pequeños...hijos grandes problemas grandes! :roll:

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Tauro

Mensajepor Tauro » Lun 13 Nov, 2006 6:44 am

Si que tienes mucha razón, ya quisiera volver a los años en que los problemas eran por los juguetes o por alguna tontera de aquellas que se solucionaban con un buen achuchón y listo.
Pues os cuento, soy otra madre "sufridora" de un adolescente.Mi hijo mayor es muy impulsivo,bastante regular estudiante y con sus hormonas efervescentes.Tengo muchos conflictos con el pero intento sobre todo no perder la calma.Tengo problemas personales y mi terapeuta me esta ayudando mucho.Con los adolescentes hay que " pactarlo" todo.Yo pacto,p.e, la hora de volver a casa en una fiesta,tambien pacto con el las consecuencias si llega tarde pero estas las pone el.Pruebalo pq funciona.Te recomiendo un libro muy bueno: Educar a mis hijos adolescentes de Maite Vallet.Me ha ayudado mucho.Animo que educar es "una carrera de fondo".

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Chica16

Mensajepor Chica16 » Lun 13 Nov, 2006 6:47 am

Pues veras, no puedo ayudarte mucho en cuanto a lo de ser madre.. porque solo tengo 16 años...

pero, a lo mejor si te refieres que cuando llega a casa grita con todos... y contesta y habla mal, quizas es porque tiene algun problema fuera de casa(con los amigos, novia..) y quizas no sabe como solucionarlo, entonces cuando llega a casa por decirlo de alguna forma "descarga" toda la rabia que tiene, y por eso se comporta asi... bueno, no soy ni psicologa ni madre.. pero tengo un hermano de 14 años, y tambien es un gran reto para mi madre.. se que hay mucha gente que con 16 años se descontrola un poco.. podria ser muchas cosas, yo creo que lo mejor es que reciba mucho apoyo en casa, y por propia experiencia, que sus padres confien en él... lo digo porque a veces mi madre cuando salgo los sabados con los amigos me dice " cuidado con quien vas y lo que haces... no tomes nada.. " bueno todo eso, se que no debo beber, ni fumar, ni subirme en coches de nadie.. se todo eso gracias a mi madre, pero parece como que ella no supiese que lo se, y a veces no me deja ir a dormir a casa de mis amigas por miedo a que nos escapasemos o cualquier cosa.. vaya, que no tiene plena confianza en mi.. y por un lado lo entiendo porque se oyen tantas cosas sobre los adolescentes... pero los padres deberian saber que no todos somos iguales, y no hacemos lo mismo todos...

upsss! que me desvio del tema... xD pero quizas te va bien saber lo que piensa alguien de 16 años... no quiero decir que tu hijo y pensemos igual.. pero a lo mejor en algo coincidimos..

creo que hablando con él podrian mejorar las cosas, pero que sepa que confias en él, que le veas como a otro adulto, no como a un niño, lo digo a la hora de hablar porque a veces molesta que te hablen como si fueses un niño... porque es un poco complicado estar entre niño y adulto...

yo pienso que si hablases con él, y entre los dos decidir un horario para salir, los dias que puede salir y los que tiene que estudiar, organizar las horas de estudio y eso... sabes? que vea una cierta igualdad entre los dos, pero que tampoco crea que tiene todo el control de todo... nose, es un poco complicado... quizas iría bien que consultases con psicologos o gente de esta que sabe el comportamiendo de los adolescentes y puede darte consejos de educacion y eso...

Bueno, siento aver escrito tanto.. xD espero que no sea muy aburrido.. y que haya sido útil.. jeje

Suerteee!! Xaao!!

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Doctor NO

Re: Pregunta para madres

Mensajepor Doctor NO » Lun 13 Nov, 2006 11:27 am

Nora escribió:Teneis hijos adolescentes?


NO

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Pregunta para madres

Mensajepor Invitado » Jue 20 Abr, 2017 3:09 am

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Malas Madres contra Súper Madres: la última batalla que divide a España

Imagen Cuando Samanta Villar dijo que a veces se imaginaba tirando a su bebé por el balcón, empezó la enésima guerra que divide España en dos: la maternidad.

Imagen De un lado, las Supermadres, para las que un hijo es todo... y más. Del otro, las autodenominadas Malasmadres, que defienden que la crianza puede llegar a ser un tormento y no pasa nada por reconocerlo. Escojan bando (si quieren).

Imagen OPINA: ¿Qué tipo de madre eres?



Marta Caballero


«Total, que me engañaron como a una idiota con lo de tener niños», zanjó Julia, la amiga de mi madre, mientras mi madre se reía.

A mí se me atragantó el vino.

Hacía muchísimo calor en el bar de la piscina y la bebida estaba relajando el lenguaje. El tema lo había sacado yo: tenía 33 años, me había separado de mi última pareja y la posibilidad de no llegar a ser madre jamás había pasado a ser mi principal preocupación. Parte de mi círculo no dejaba de reproducirse mientras las cosas se complicaban para mí. O así lo veía en ese momento: un maldito cronómetro en cada ovario.

Conozco a Julia de toda la vida. He jugado con sus dos hijos desde que tengo uso de razón. Sé que les quiere. Pero aquella tarde supe, además, que habría prescindido de tenerlos de haber sido joven en el siglo XXI y no en los primeros 80. Es psicóloga, divorciada, tiene 60 años y canta en un grupo. De pronto, su aseveración me cuadraba. «Es que si tuviera tu edad hoy, no se me ocurriría. ¿Sabes lo que nos hemos perdido por vosotros?». Está bien, Julia, a ti te lo compro.

Lo que no me cuadró fue la reacción de mi madre. Seguía riéndose a carcajadas según su amiga iba hiperbolizando cada afirmación. Pero es que, además, la mujer que me trajo al mundo estaba asintiendo.

-¿Mami?- la miré fijamente.

-¿Y qué quieres que te diga? Dais mucha guerra.

Más tarde, ya en remojo, se explicó: su generación fue la primera que tuvo que compaginar la maternidad con una carrera laboral. Mientras crecíamos, la pedagogía las bombardeaba con la obligación de comunicarse con sus criaturas. Quisieron estar permanentemente al día de nuestros desvelos, soledades y fracasos. Y, a la vez, eligieron desarrollarse como eminentes profesionales. Todo en un país que está a años luz de modelos políticos como los nórdicos en el tema de la maternidad. «Hemos vivido la vida de los otros sin permitirnos un espacio de independencia».

El caso es que mi madre y su amiga, dos señoras de vuelta de todo, me habían puesto al corriente del asunto en un santiamén: la maternidad por fin estaba saliendo del ámbito de lo sagrado. De un tiempo a esta parte, a las mujeres les empieza a estar permitido hablar de los lastres que puede acarrear esta dedicación y no sólo de sus bondades. Se acabó el tabú.

Y de golpe este país, tan tendente a la polarización, tan amigo de las grietas, se ha dividido en dos nuevas Españas. En un bando, las Malasmadres, aquellas que decidieron contarle al mundo que no todo en la crianza es belleza. Y, enfrente, las Supermadres, aquellas que apuestan por una vuelta al apego: lactancia, colecho y porteo mediante.

Dos trincheras levantadas por un buen número de protagonistas que eligieron y luego narraron su posición en el frente. Y, al cabo, un fenómeno amplificado por los medios, que han decidido olvidar la escala de grises que media entre el ruido de Sálvame -el famoso «todas nos hemos imaginado tirando a nuestro hijo por el balcón», pronunciado por la presentadora Samanta Villar en el programa de Telecinco- a las convencidas de que la teta es el centro del universo.

Seamos sinceros, de la maternidad siempre se ha hablado con cierta cursilería. No hay más que ver los anuncios de televisión de productos para bebés, edulcoradas comedias románticas en la que los amantes son la madre perfecta y su nene, en un mundo en el que no parecen existir las prisas ni las ojeras. Los niños -rollizos, rubitos- sonríen mientras sus mamás les besan, como si ese momento encerrase el culmen de la existencia. Y puede que para muchas lo sea, pero no para todas. De la misma manera, hay mujeres que han saltado por encima de una idea que ha calado a fuerza de las veces que nos la han repetido. Eso de que tener un hijo es la experiencia más maravillosa del mundo.

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Recientemente, la socióloga israelí Orna Donath abrió la caja de los truenos con su libro Madres arrepentidas, en el que ha llevado este debate relativamente joven a su máxima expresión. En él entrevistó a 23 madres que hoy, sabiendo lo que saben, habrían hecho otros planes de vida. No porque no tengan posibles ni porque sus retoños les hayan salido problemáticos sino, simplemente, porque al hacer balance preferirían no haberlos parido. Sin más. Exactamente la misma afirmación de Julia. La discusión es pasto de todo el mundo desarrollado.

La primera persona con la que hablé para este reportaje fue precisamente Samanta Villar. La conversación se produjo unos días antes de que avivara el fuego de su libro Madre hay más que una contando en prime time lo del deseo de lanzar niños en momentos de exasperación. Y me hizo recordar una visita a casa de una compañera que acababa de dar a luz. Según me abrió la puerta, me colocó al bebé en los brazos para encerrarse en una habitación durante una hora. «No podía más con él», confesó más tarde.

Samanta me habló del hartazgo con las mismas palabras que la auparon al trending topic por enésima vez: «Puedes adorarlos, pasarlo bomba. Y luego querer arrojarlos por el balcón. A todas nos han introducido el aguijón de ser madres porque si no lo haces pareciera que has venido a este mundo para nada. Cuando lo eres, te das cuenta de que nadie te ha contado cómo es el primer año. No es que no puedas salir a cenar, es que nadie te avisó de que no podrías ducharte. Mi trabajo es estresante, pero me deja descansar al final del día. Con los hijos, pasas meses sin hacerlo».

Por este tipo de declaraciones, Villar fue duramente criticada. La marca Hero Baby le dedicó un tuit en el que se leía: «A @samantavillar, acomodada y famosa, sus hijos le hacen 'perder calidad de vida'. Ánimo, Samanta, tus hijos te querrán igual». Según la periodista, el problema es que de la crianza se ha venido cantando solamente lo anecdótico y no lo duro: «Ni siquiera puedes hacer tus necesidades sola, ¿quién te cuenta eso?».

En su opinión, el silencio que se ha mantenido tradicionalmente sobre esta otra cara de la maternidad responde a los males del heteropatriarcado y a un grupo de mujeres que se empeñan en sostenerlo, cercenando la información a futuras madres, dorándola con los datos positivos. «A mí se me ha estigmatizado, como a muchas otras mujeres. Pero gracias a estos procesos en anteriores coyunturas logramos la Ley del aborto, así que son necesarios. Hace unos años, nadie se atrevía a mencionarlo. No pasa nada porque al fin haya cambiado, no va a bajar la tasa de natalidad», ironiza.

Relativamente. En los países occidentales, entre un 25% y 30% de las mujeres no serán madres y la polémica de las NoMo [No Mothers] también la desayunamos cada día. Pero ésa es otra historia.

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Como Samanta, otros rostros conocidos han sufrido la cólera de las redes. La última, la cantante Soraya Arnelas. Se arregló para salir a cenar con su pareja a la semana de haber dado a luz y lo posteó en su cuenta de Instagram. Recibió miles de tuits de castigo. Sara Carbonero también fue objeto de críticas por incorporarse al trabajo un mes y medio después del nacimiento de su hijo y la modelo Malena Costa fue crucificada por presumir de su cuerpo milagrosamente recuperado a las pocas semanas de haber sido madre. El veredicto de internet fue que dedicaba más tiempo al gimnasio que al bebé.

Unas están, en fin, demasiado delgadas durante la gestación; otras, demasiado ocupadas en mantener sus vidas anteriores. Y otras... pues también del otro lado llueven insultos: que viven demasiado entregadas a sus cachorros, resultan demasiado hippies por defender el parto natural o son hijodependientes por prolongar la lactancia.

Es muy cuñao hablar de cuñadismo, pero si hay un tema en el que la sociedad esté hoy dispuesta a dar consejos y a afirmar que lo tuyo es mejor que lo del vecino es, sin duda, este. Un nuevo catecismo en el que también entran con frecuencia los hombres.

Laura Baena se convirtió en madre hace tres años. Su experiencia personal remite al desengaño que se produce entre la vida real y la idealización de la experiencia de educar niños. En otras palabras, ella era «mejor madre antes de serlo de verdad». Asumido que no sería esa mujer maravillosa, de paciencia infinita y sonrisa perpetua, empezó a desahogarse. De un tuit en 2014 surgió el movimiento Malas Madres, hoy convertido en una comunidad 3.0 volcada con la causa. Algunas de sus consignas humorísticas dicen así: «Ponerte a dieta y desear que tu hijo se deje la comida en el plato», «mandar al buenhijo dopado con Apiretal al cole y rezar para que no te llamen...».

Con esta filosofía Baena creó un club cuyo objetivo es fulminar la quimera de la madre perfecta a través de uno de los grandes recursos del feminismo: el humor. Su web se ha convertido en una suerte de lobby en temas de mujer, conciliación y corresponsabilidad. Además, ha pasado al activismo con change.org/norenuncio, petición que ha sido aprobada en Les Corts de Valencia y que está dando pasos en la Comunidad de Madrid. La web ha abierto telediarios, recibido premios y viralizado buena parte de su contenido. Las siguen más de 400.000 malas madres confesas.

«La imagen tradicional de la maternidad, la que está asentada, se ha quedado obsoleta», explica Baena. «Hay una sociedad que te mira de reojo si no cumples las normas, porque tienes planes en los que no entran tus hijos y porque no quieres que la M de Madre aplaste a la M de Mujer. Pero no nos equivoquemos: somos las mejores madres que podemos ser y nuestra lucha es el mejor ejemplo para nuestros hijos».

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El humor, caballo de batalla del movimiento, como decíamos, no es bien recibido, sin embargo, por otras mujeres. Según la política y activista Beatriz Gimeno, resulta un arma de doble filo. «Es legítimo para afrontar temas que son duros pero si siempre lo hacemos desde este punto de vista, se queda en anécdota. Claro que hay un humor que puede ser muy profundo, pero no compro ése que dice que una es mala madre porque no sabe hacer un disfraz para su niño», condena.

Gimeno menciona un elemento «grave» del momento presente: la vuelta a una maternidad intensiva que parecía haber quedado enterrada, ésa de las mujeres abocadas a un esfuerzo que se da de forma desigual respecto a los hombres. «La discusión debe abordarse con más hondura, analizar qué tipo de nuevas imposiciones están recayendo sobre nosotras. El amor madre-hijo puede llegar a ser opresivo. Ahora que criticamos el amor romántico, deberíamos cuestionarnos también por qué hemos trasladado sus características a las relaciones maternofiliales. En la cultura popular hay muchos ejemplos de ello, como esos titulares de las revistas del corazón en los que una famosa dice no tener tiempo para el amor y que su hijo es el hombre de su vida».

La escritora Silvia Nanclares acaba de publicar Quién quiere ser madre, una valiente novela autobiográfica sobre las vicisitudes que atraviesa una mujer que intenta quedarse embarazada sin éxito. Las disputas sobre la maternidad han logrado que algunas entrevistas que le han hecho por su libro se centren en la lógica de bandos y en el cuestionamiento de ser madre en el mundo en el que vivimos. A ella todo esto le resulta estéril: «Es difícil un acercamiento no visceral al tema. Lo rico de que trascienda a la opinión pública es situarlo en medio de un debate social».

Nanclares confiesa haberse sentido huérfana de discursos a los que acudir. «Las feministas de los años 70 se afanaron en romper el binomio madre-mujer, para nuestra suerte. Esa impronta se ha quedado, pero el debate se reabre: sigue habiendo multitud de mujeres que quieren ser madres o dudan sobre ello y que se encuentran con cierto vacío. La controversia, por lo tanto, me parece rica únicamente si genera conversación, nuevos textos...».

Gracias al libro, ha hallado algunas respuestas. En primer lugar, sabe que el deseo de la maternidad es complejo y muta según la experiencia. Y que está, además, condicionado por el lugar en el que se desarrolle la vida fértil. En otras palabras, ¿se está hablando de este tema en ambientes socioeconómicos más bajos? ¿Y en entornos rurales?

Por todo ello, considera que mirarlo desde un único prisma empobrece la reflexión. «En mi caso, no me veo siendo madre hormonada, endeudada y precarizada. Quiero una maternidad en buenas condiciones y si no sucede, seré una mujer completa sin ser madre», concluye.

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Pienso en lo de la metamorfosis del deseo que menciona Silvia y me recuerdo creyendo en una maternidad de postal. A los 20 y pocos años, muchas mujeres de mi entorno nos imaginábamos siendo madres jóvenes, estupendas. Según me acercaba a la treintena, la imagen de la Supermadre se hizo más fuerte en mi caso: me iba a quedar monísimo el fular porta bebés.

Les educaría (hablaba en plural) desde el sosiego, les sentaría a reflexionar si se portaban mal, nunca les gritaría, les enseñaría idiomas, viajaría con ellos. En mis quimeras no había agotadores grupos de Whatsapp de madres de la guardería, actividades extraescolares ni rabietas.

Cuando llegó la crisis y se precarizó todo, comencé a visualizar el asunto como algo más lejano y hoy pacto con la idea de que, quién sabe, nadie me llame nunca mamá. Algo así como «os quiero tanto, hijos míos, que casi mejor que no os conciba, las cosas están como están». El instinto, el reloj biológico, todo cambia según las circunstancias y una puede desear ser una cosa y luego, cuando tiene el bebé o cuando concluye que no lo va a tener nunca, convertirse en justo la contraria.

Mi amiga Candela, una desprendida de nacimiento, se transformó en otra persona cuando tuvo a su primera hija (con cariño, querida). La llevaba todo el día en brazos, repetía como un mantra lo de la oxitocina y la felicidad. Cuando nació, me pidió que le regalara un humidificador y una almohada de lactancia con reductor de viaje. Se me ocurrió comentarle que a nosotras nos criaron bien sin esos cacharros y me devolvió una mirada de loba. Nos hacía fumar a kilómetros y desinfectarnos las manos con fruición para tocarla. Se pasaba el día leyendo artículos y libros de crianza. Jamás vi a nadie estudiar tantos prospectos.

Le salieron unas heridas tremendas en los pezones y aún así se empecinó en seguir adelante. Buscó a una doula para que la orientara, anduvo con la Liga de la Leche, cambió varias veces de pediatra... Pero Candela es publicista, echa mil horas en la agencia y su discurso quedó confinado en el mismo rincón donde se muere de asco su antiguo sacaleches. Cuando tuvo su segundo bebé, era una madre distinta.

-¿Fui muy insoportable?-, me pregunta en su salón con la pequeña dormida en sus brazos y la mayor tirándole de la camiseta.

-No...

-Es imposible que con la vida que llevamos podamos hacer las cosas así de bien. Lo de las Supermadres es una cuestión de clase social.

-¿Tú crees? En un premio que me tocó cubrir, unas señoras a las que sentaron en mi mesa, las dos muy famosas y millonarias, hablaban de que lo mejor para la crianza era «una niñera filipina». ¿Qué van a ser sólo las ricas Supermadres?

Candela se encoge de hombros.

-¿Y quién decide lo que es eso?

Ileana Medina, autora del conocido blog Tenemos tetas, no es rica pero cumple con el perfil de la madre entregada. Tomarse un año de descanso para estar con su segundo hijo le costó mucho esfuerzo y una roncha de 20.000 euros. Es defensora de un estilo de crianza que ella denomina «corporal».

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Medina cree que la disputa es sana a pesar del manto de sensacionalismo que la cubre: «Por primera vez en la historia, podemos criar a nuestros hijos con herramientas teóricas, mientras que nuestras madres y abuelas nos educaron en la espontaneidad», dice. «Veo dos debates. Uno, el de las redes y medios, en el que parece que nos estemos atacando unas a otras en una guerra sangrienta. Y otro es el político, en el que deberíamos hallar puntos de encuentro para avanzar en nuestros derechos».

Para ella, todos los modelos de crianza son malos en cuanto a que nunca el cuidado de un niño debería regirse por dogmas. «Aquí no caben esquemas. A mí me ha funcionado lo que se llama el apego, una palabra que no me gusta pues parece que quieras tener al niño debajo de la falda hasta los 40. La excedencia que cogí con mi hijo a muchas mujeres les ha costado su empleo. Por eso deberíamos avanzar hacia las soluciones de los países nórdicos. Sobre los gestos de la crianza corporal, hay que saber que los han practicado todas las culturas pero la sociedad occidental es tan pragmática, tan enfocada hacia lo material, que no quiere contemplarlos».

Medina abunda en que los niños que pasan más tiempo con sus madres gozan de una vida más plena. «Lo veo como una forma de compensar las muchas responsabilidades que tenemos fuera del ámbito doméstico, de dar más alas a nuestros niños desde la seguridad. Se trata de compartir nuestro cuerpo con los bebés, igual que lo hacemos con nuestras parejas, porque es ahí donde está el amor».

Preguntada por la posibilidad de que estas tradiciones de nuevo en boga puedan recaer sólo sobre las mujeres, confiesa que su marido siempre ha estado encantado con prácticas como el colecho. «Mi experiencia es que esta crianza camina hacia una nueva intensidad para madres y padres. En cambio, existe una crítica del feminismo más duro que redunda en que a las mujeres estos hábitos nos devuelven al hogar. Sin embargo, no son lo mismo las tareas domésticas que los hijos».

En una línea similar trabaja la psicóloga Mónica Serrano, responsable de la web Maternidad feliz. A su entender, el enfrentamiento se relaciona con una sociedad patriarcal en la que la maternidad es un blanco fácil. «Es un punto en el que podemos ser muy vulnerables y más si nos enfrentamos entre nosotras. No se trata de que queramos volver atrás, pues, entre otras cosas, es imposible, sino de buscar alternativas para criar a personas que se sientan respetadas». El apego contiene aspectos de épocas anteriores pero Serrano asegura que está siendo reconfigurado hacia el mundo de hoy: «La maternidad es un esfuerzo titánico que la sociedad no facilita».

Bloguera, periodista de EL MUNDO y madre, Mar Muñiz ofrece varias claves que pueden conciliar las diversas posturas. Para ella es bueno que se haya generado un tiempo de protesta y de charla, el mismo que disfrutaron mi madre y su amiga Julia en la piscina. «Se trata de hablar sobre las dificultades de educar a un hijo, de estudiar los modelos y consejos y luego de negociar con tu día a día. Yo sabía que el compromiso que estaba adquiriendo era el más importante de mi vida y que sería un camino con luces y sombras. Pocas cosas hay en el mundo que te pongan tan al límite. ¿Qué va a quedar? El que podamos manifestar nuestras quejas sin que nadie nos mire muy mal, sin que piensen que eres una loca del colecho o una desnaturalizada. Al final, todas hacemos lo que podemos».

Comenté con Julia que mencionaría en PAPEL sus proclamas de aquella tarde de canícula. Le pregunté si le importaba que lo contara y, más aún, si se sentirían ofendidos sus hijos. Todavía les tiene viviendo en casa.

-¿Tú eres tonta? Saben que les quiero más que a nada en el mundo... Ahora, que cualquier día cojo la puerta y me voy.

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Pregunta para madres

Mensajepor Invitado » Mié 03 May, 2017 12:16 am



Ivanka Trump da lecciones de cómo trabajar y ser madre

La hija del presidente de Estados Unidos publica su segundo libro, este de consejos, por el que recibirá 26 millones de dólares que donará a la caridad


Ivanka Trump se ha transformado. Fue modelo, empresaria y es hija de un multimillonario. Hoy participa en la toma de decisiones en la Casa Blanca, se codea con presidentes de otros países y es la asesora más cercana a su padre, Donald Trump, el presidente de Estados Unidos. Este martes, en un esfuerzo por consolidar su nuevo perfil político, ha publicado su segundo libro en el que ofrece lecciones sobre las mujeres en el ámbito profesional.

Se titula Mujeres que trabajan: Reescribiendo las reglas para el éxito y por él recibirá 26 millones de dólares que donará a caridad. En este nuevo libro, Ivanka Trump tiene como objetivo aconsejar a mujeres sobre cómo equilibrar sus vidas personales y profesionales y lograr una vida plena, según extractos del texto. Supone una versión más seria de su primer título, La tarjeta Trump, una guía ligera que se centraba en los grandes acuerdos económicos que había logrado durante su trabajo en la empresa familiar, la Organización Trump.

Entrada en política

Ahora, bajo la mirada atenta de la opinión pública, Ivanka busca perfilarse como un ejemplo a seguir con la publicación del libro como acompañamiento de su repentina entrada en el corazón de la política estadounidense pese a no tener experiencia previa. La hija del presidente trata de redibujar su trayectoria con frases grandiosas y vocabulario sofisticado. Entre otros asuntos, el texto enfatiza la importancia de los valores familiares, muestra al lector detalles de su vida privada y ofrece consejos para mujeres sobre liderazgo en el ámbito laboral. También anima al lector a reflexionar sobre su definición de éxito y recomienda superponer la familia al trabajo.

La hija del presidente también alardea en las páginas de su papel en la victoria electoral de Trump el pasado noviembre y lo utiliza como ejemplo para demostrar la posibilidad de compaginar la vida personal con un puesto de trabajo muy exigente. Su participación en la campaña le llevó a obtener un despacho en el Ala Oeste de la Casa Blanca.

Aunque busca identificarse con mujeres trabajadoras, algunos párrafos adelantan la dificultad que esta millonaria de 35 años —casada con otro multimillonario, Jared Kushner— y residente del barrio más caro de Washington tendrá para conseguir este objetivo. “Durante los momentos de mayor trabajo, como durante la campaña, me adentro en el modo supervivencia: trabajaba y pasaba tiempo con mi familia; nada más. Sinceramente, no me concedía el lujo de darme un masaje u otros cuidados personales”, escribe en un párrafo obtenido por Fortune.

Sin embargo, el papel de defensora de la mujer es la tarjeta que Ivanka, considerada por algunos la primera dama de facto en lugar de la desaparecida Melania Trump, ha optado por abordar en su corta vida política. En una de sus últimas apariencias públicas, la hija del presidente se autodenominó como feminista durante una conferencia en Alemania con otras líderes como Angela Merkel, canciller alemana, o Christine Lagarde, la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Mientras, sus negocios siguen adelante pese a las campañas para boicotear la firma Ivanka Trump. Así parecen demostrarlo las cifras: las ventas de la colección de ropa de Ivanka Trump aumentaron casi un 61% en 2016.

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Las malas madres

Mensajepor Invitado » Sab 06 May, 2017 4:31 pm



DÍA DE LA MADRE
La crisis de las nuevas madres

El salto generacional ha provocado un cambio en los roles de las actuales mujeres con hijos, con la exigencia de ser las mejores en todo

Laura creció con la idea de que podía hacer cualquier cosa que se propusiera, y que su camino profesional no interferiría con su idea de ser madre. Para Eva siempre fue claro: ser mamá no iba a ser cosa fácil. Pero ni las condiciones, ni las exigencias sociales son las mismas que las que tenían sus progenitoras. El salto generacional, la educación y un cambio en la forma de vivir la maternidad les ha provocado una que otra crisis. “Hemos sido educadas para llegar a donde queramos llegar, para ser lo que queramos ser. Mensajes que nos han hecho mucho daño porque hemos luchado por ello, hemos trabajado duro y de repente hemos llegado a una edad en que la maternidad se convierte en un techo de cristal”, dice Laura Baena, fundadora de Malasmadres, un club que tiene el objetivo de desmitificar la maternidad y romper el mito de “la madre perfecta”.

Y, ¿existe esa madre perfecta? El cambio de papeles ha provocado que a las mujeres se les exija cada vez más. Pues además de ser exitosas en sus trabajos, mantener un círculo de amistades y una vida de pareja en armonía, se espera que sigan cumpliendo con el papel que hacían las señoras de antaño: criar a los hijos de la mejor manera y hacerse cargo del hogar. “Ser madre ahora mismo es todo un reto, porque nos han vendido la idea de que las mujeres tenemos que hacer todo y tenemos que hacerlo muy bien. No sé si nos la han vendido o nos la hemos creído nosotras”, señala Eva Bailén, promotora de la campaña Por la racionalización de los deberes. “Es la lucha diaria. Pero el problema ahí es la sociedad, los medios de comunicación. El concepto de superwoman, de parecer que tienes que llegar a todo, que tienes que estar perfectamente en todas las situaciones”, completa Baena.

Esta búsqueda por la perfección ha contribuido a acuñar distintos conceptos en torno a los tipos de madres: se habla de las malas madres —no en el tono sarcástico en el que lo usa la organización— y de las supermadres. Y se les enfrenta constantemente. Baena no cree en esta pugna, pues asegura que todos los tipos de crianza son válidos: “Yo creo que tenemos que hacer coalición entre nosotras para unir esas fuerzas y esa energía para luchar por cosas que realmente necesitamos y son tan importantes como educar mejor, la conciliación, la corresponsabilidad".


La lucha por un país para madres

Esta generación de mujeres pelea cada día para no ser encasilladas en uno de los muchos roles que cumplen: la maternidad. Buscan mantener un lugar en el espacio laboral y que sus parejas se involucren más en todo lo relacionado con los hijos. Además de pedir respeto por la forma de crianza que cada una considere que es mejor.

A diferencia de la mayoría de las madres tradicionales, que dejaban su carrera para dedicarse al cuidado de los hijos, las de ahora no quieren renunciar a sus empleos. “Muchas veces (las de las madres tradicionales) eran decisiones inconscientes. Que no estaban ni pensadas, ni habladas, ni negociadas, se daba por hecho”, asegura la diseñadora, que también ha creado la asociación Yo no renuncio, que lucha por la conciliación laboral. “¿Conciliación? Yo creo que no existe, yo creo que ahora mismo lo que hacemos es simplemente adaptar los horarios de los niños a los de los adultos”, denuncia Eva Bailén.

El deseo de continuar con sus carreras profesionales también las ha llevado a pedir a sus parejas una corresponsabilidad de las labores del hogar, pues el 54% de las mujeres son las principales responsables de las tareas invisibles, frente al 17% de los hombres, según datos del estudio Somos equipo, realizado por Malasmadres. “No se trata de que ayuden, es que esto es responsabilidad de los dos porque somos un equipo. Los hijos son míos y son tuyos, la casa es mía y es tuya”, defiende Bailén.

La batalla va más allá de los asuntos relacionados con los hijos, pues además de madres se ven sobre todo como mujeres. “La maternidad en general, sea maternidad o no maternidad, está siempre en debate público”, acusa Laura Baena. “A la gente le encanta opinar”.





La otra maternidad

En medio del auge de las clasificaciones de tipos de madre y de blogs sobre cómo cuidar a los hijos, la periodista María Fernández-Miranda ha irrumpido con un libro que invita a pensar —y respetar— otro tipo de rol de la mujer con respecto a la maternidad: la no-maternidad. Porque hasta ahora, asegura en entrevista, mujeres como ella han sido invisibles, están siempre "fuera del club", y tienen que soportar desde preguntas incómodas sobre por qué no han sido madres hasta ser juzgadas por no serlo. Con No madres. Mujeres sin hijos contra los tópicos (Plaza Janés), intenta explicar a través de su propia historia y la de otras 17 reconocidas mujeres que "hay un modelo de vida diferente, que no es mejor ni peor, solo es distinto".

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Este año, como directora de la revista Cosmopolitan, ha vuelto a recibir regalos y correos de agencias de relaciones públicas deseándole un feliz Día de la Madre. "No sé si es para reírse o para llorar, porque ni siquiera se contempla la posibilidad de que siendo mujer, de 40 años y estando casada, no tengas hijos", cuenta. Esta vez se lo tomó con humor, pero hubo otras en que esas felicitaciones impersonales le dolieron: pasó cuatro años tratando de quedar embarazada con siete intentos de fecundación in vitro que no funcionaron.

En realidad nunca había soñado con tener hijos, pero llegó el momento en que parecía el siguiente paso en la vida. Cuando además no pudo tenerlos por vías naturales, el siguiente paso fue digerir que nunca sería madre y que en realidad era feliz así. "Yo no sé qué es estar completa o incompleta. Creo que la realización de una persona se comprende de muchísimas facetas y la maternidad es solo una más; está la pareja, el trabajo, los amigos, la familia, los viajes", dice convencida. "Lo intenté, no salió, y ya está, como [la escritora] Rosa Montero, que está en el libro, que también lo intentó y ya está". Para otras mujeres es más difícil asumir su no-maternidad, explica, si anhelaban ser madres pero no pueden, o más fácil si desde el principio no quieren, como la actriz Maribel Verdú.

Fernández-Miranda cuenta que tras su experiencia ha encontrado que había otras mujeres como ella, que en realidad lo que les pasa no es que sean infelices por no ser madres, sino que se sienten solas porque no conocen a otra en su misma situación. Que se sienten "fuera del club" cuando están en una conversación sobre niños que no les interesa, y los demás no entienden que no les interese. Gracias al libro, agrega, también ha encontrado a madres que lo leyeron y por primera vez entendieron lo que sienten las mujeres como ella cuando les preguntan siempre por qué no han tenido hijos. "Nosotras todo el rato nos ponemos en el lugar de las madres porque no nos queda más remedio, porque está en el entorno, pero también me gustaría que las madres se pusieran en nuestro lugar, de las no-madres, y que no nos miraran con tanto juicio de valor", afirma.

Para la periodista, el rol social de las no-madres es el de crear otras cosas que no necesariamente son vida, pero que también aportan. "Yo he creado un libro que está ayudando a otras mujeres. Almudena Fernández, modelo, ha creado una ONG para ayudar a los niños con discapacidades. Sandra Ibarra tiene otra fundación para los enfermos de cáncer. Maribel Verdú crea obras de teatro y películas. Me gustaría ser las que creamos otras cosas y las que sirvamos de modelo a las generaciones que vienen después, para que vean que este camino también existe y que no es malo".

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Invitado

gestación subrogada

Mensajepor Invitado » Lun 22 May, 2017 2:36 am

El Derecho y los vientres de alquiler

Los autores sostienen que la gestación subrogada no encaja con la Constitución al atentar contra el carácter inalienable de la dignidad y recuerdan que la maternidad no es un derecho sino un hecho


EN LOS últimos meses la opinión pública española ha analizado, desde una multiplicidad de perspectivas, la problemática de los vientres de alquiler, ofreciendo juicios y opiniones dispares que no siempre responden a la realidad española. Por ello, y para que nuestros legisladores tomen conciencia del caso, creemos necesario ofrecer nuestra opinión.

Como juristas, hemos de dar la razón, para empezar, a quienes piensan que los vientres de alquiler no están prohibidos en nuestro país. La propia regulación actualmente existente (el art. 10 de la Ley 14/2006 sobre técnicas de reproducción asistida), establece la nulidad de pleno derecho del contrato por el que se convenga la gestación por sustitución y, con ello, la ausencia de efectos respecto a la posible filiación que pretendía dicho contrato. Ello significa que la norma, ni dispone expresamente la prohibición de tal práctica, ni sanciona a quienes llevaran a cabo tales técnicas reproductivas. Ahora bien, que ello sea efectivamente así no supone, como creemos, que encaje sin más con nuestro marco constitucional. En efecto, lo que le ocurre a esta norma es que simplemente omitió confrontar la gestación por subrogación con la Constitución misma como suma, no sólo de espacios de libertad, sino también de igualdad entre los sujetos implicados. Y es que debe tenerse en cuenta que, en no pocas ocasiones, la omisión o la tibieza del legislador esconde, en realidad –como ocurre en el presente caso-, un escaso compromiso con los derechos fundamentales y con los valores constitucionales entendidos como un conjunto indivisible e interdependiente. Por ello, antes de legitimar sin más esta disposición e incluso abrirla a nuevos desarrollos jurídicos, conviene plantearnos dos cuestiones: por un lado, la actitud que muestra el derecho y hasta que punto éste quiere llevar a cabo esa confrontación entre el marco constitucional y la institución de la gestación subrogada; por el otro, que en un mundo globalizado resulta muy complicado –por no decir imposible y además estéril- encerrar el debate entre las fronteras estatales.

Respecto a la primera cuestión, el Derecho, al incorporar a su ámbito cualquier interés digno de protección jurídica, puede adoptar diferentes posturas. En primer lugar, el derecho puede desarrollar una función sancionadora, situación que ocurre cuando el ordenamiento jurídico prohíbe una conducta por atentar o violar principios, bienes constitucionales o derechos fundamentales. La expresión más conocida es el Derecho penal, y en sentido mas amplio el Derecho sancionador, que para adecuarse al principio democrático debe tener un carácter de intervención mínima. En segundo lugar, el ordenamiento puede adoptar una postura neutra, consistente en reconocer hechos jurídicos y anudarles determinadas consecuencias jurídicas, pero sin contemplar una prohibición de dichos hechos. Es el caso que nos ocupa. Y una tercera, que pudiera calificarse de función proactiva del Derecho, consistente en que este promueve o favorece determinadas conductas en aras de esa protección de bienes constitucionales y derechos fundamentales a que antes nos referíamos. Esta es la función que debería ser aplicable al caso que nos ocupa.

En efecto, la gestación subrogada difícilmente encaja con la Constitución por los siguientes motivos. En primer lugar, porque atenta contra el carácter inalienable de la dignidad, pues esta práctica hace que el sistema configure a las mujeres como un sujeto cosificado convertido en una propiedad privada susceptible de erigirse en una mercancía (por mucho altruismo que quiera alegarse), lo que es en consecuencia contrario a la idea de que la maternidad por sustitución se produce entre sujetos situados en una posición igual y en base a un libre consentimiento entre las partes. Y en segundo lugar, la posible prohibición de este contrato no afecta al libre desarrollo de la personalidad de los sujetos implicados por impedir el supuesto derecho a la maternidad/paternidad de aquellos, pues efectivamente ésta última (la maternidad/paternidad) no es propiamente un derecho, sino un hecho consentido y regulado por el ordenamiento al que se le anudan efectos jurídicos y que bajo ningún concepto puede dar lugar a prácticas contrarias a otros derechos y valores que están en juego en el supuesto de hecho que comentamos (la dignidad, la libertad y la igualdad).

Por los motivos anteriores no nos convencen argumentos filosóficos o altruistas. La dignidad humana no es, en efecto y constitucionalmente hablando, la que se configuró en el siglo XVIII; y no hace falta acudir a Kant para poner de relieve que la misma tiene en nuestro ordenamiento jurídico unas manifestaciones concretas: es el fundamento del orden político y de la paz social (art. 10.1 de la Constitución) y se proyecta sobre todo el sistema de derechos fundamentales, exigiendo una igualdad «real y efectiva» (art. 9.2 de la Constitución), pero también por citar otros ejemplos, sobre el derecho a una información «veraz» y no mendaz, la educación «en principios democráticos», la tutela judicial «efectiva», el derecho a una vivienda «digna», un medio ambiente «adecuado para el desarrollo de la persona», etc.….

Por otro lado, los llamados argumentos altruistas no encierran sino una concepción sexista y negadora de la igualdad de derechos y oportunidades de las mujeres, cuyos cuerpos son objeto de comercialización. Ser feminista, es decir, defender la igualdad de derechos de mujeres y hombres, es lo mismo que ser demócrata; o digamos que lo último conlleva, per se, lo primero. Ambas posiciones van indisolublemente unidas. Y lo contrario es utilizar argumentaciones que van contra el principio democrático y contra la propia dignidad humana, que tanto proclamamos. Por tales razones es posible llegar a la conclusión de que lo que le ocurre a nuestro actual marco normativo es que resulta escasamente garantista y poco comprometido con la igualdad.

Desde la segunda cuestión relativa al fenómeno de la globalización, los estudios de derecho comparado ponen de relieve una disparidad normativa, existiendo países que permiten los vientres de alquiler en el sentido de dar validez al contrato realizado entre las partes y no su nulidad, como acabamos de ver, en el caso español, lo cual implica también una determinada lectura de sus propios marcos constitucionales. Sin embargo, la realidad globalizadora no puede llevarnos, sin más, a dejarnos arrastrar por otras regulaciones jurídicas pero tampoco por meros criterios ligados al pragmatismo liberal, es decir, al margen de nuestra capacidad para discutir y pactar sobre un marco constitucional que hoy es mucho más comprometido con la persona desde sus concretas circunstancias. Así, por un lado, aunque la institución de la gestación subrogada atentara contra determinados valores y principios constitucionales, no cabría negar –en virtud de otro bien constitucional cuál es la garantía del interés superior del menor– la inscripción en el registro de los menores nacidos mediante este tipo de práctica en otros países. Y por otro lado, resultaría también una paradoja que en un marco constitucional europeo que promueve la libre circulación y la generación de ciertas bases democráticas comunes (la idea de un derecho común europeo), las normativas sobre la gestación subrogada sean dispares.

Efectivamente, las consideraciones anteriores ponen de relieve una complicada paradoja: que la globalización lleva aparejada la posibilidad de que hechos jurídicos iguales reciban consecuencias jurídicas distintas en los diferentes países, pero también de que al tiempo haya una acusada tendencia a que las Constituciones resulten más permeables a esas mismas regulaciones diversas. La porosidad de las Constituciones es evidente. Y como además no hay una respuesta jurídica global a la globalización, o como incluso la misma es prácticamente imposible (pensemos en el proceso de creación de la Corte Penal Internacional, sus dificultades de actuación, y el no reconocimiento de la misma por casi la mitad de la población mundial- China, India, Rusia, USA…-), no basta ya con las dos primeras funciones del Derecho (ni la sancionadora, ni la neutra), y se convierte en más necesaria que nunca la actitud beligerante y proactiva del ordenamiento, mostrando su capacidad para construir y generar verdades indivisibles.

De todo lo anterior es posible colegir dos conclusiones. En primer lugar, que hay que reformar nuestra actual legislación prohibiendo y/o sancionando los vientres de alquiler por atentar contra derechos fundamentales, principios, valores y bienes constitucionalmente protegidos. Y una segunda, quizá más importante: que ello ha de realizarse a través de la función proactiva del Derecho, y de otras técnicas de socialización política (educación en derechos fundamentales y en principios y valores constitucionales, enseñar a vivir en Constitución, etc.) con la finalidad de que los poderes privados (en este caso concreto las empresas que comercializan los vientres de alquiler) y la propia ciudadanía adquieran la conciencia de que ello va en contra del marco constitucional al configurar, a la postre, a las mujeres y a sus cuerpos como una auténtica mercancía que se puede comprar, vender o alquilar. Libertad e igualdad son una realidad indivisible, y ésta última, la igualdad, es un derecho fundamental, un principio constitucional y un valor superior del ordenamiento jurídico.


Enrique Álvarez Conde y Rosario Tur Ausina son catedráticos de Derecho Constitucional.




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