tsevan rabtan
Junio de 1937. Es sábado. El oficial del NKVD se llama Sakrevski y hojea un expediente. Como lleva haciendo hace meses, tiene que interrogar a un enemigo del pueblo soviético. A un intelectual. No necesitaría saber a qué se dedica -piensa. Basta con ver el rostro de la fotografía. Dmitri Shostakovich es compositor, un famoso compositor. Pero eso es lo de menos. También eran famosos Gorki, Mandelstam, Kornilov, Meyerhold, Tsvetaieva … Y ahora están muertos, como otros miles. Su jefe le ha contado la historia de Shostakovich. Esto es una estupidez, no es música. Ésa es la frase que le dijo el Guía Supremo, Iosif Stalin, al crítico de Izvestia, al salir de la representación de una obra llamada Lady Macbeth de Mtsensk. El oficial lee con desgana las hojas cortadas del Pravda: Caos por música …
“Se trata de un caos de izquierda que sustituye a una
música auténtica y humana. (…) La disonancia de
izquierdas de la ópera dimana de la misma fuente que la
disonancia de izquierdas de la pintura, de la poesía, de la
pedagogía y de la ciencia. El afán desmedido de
novedades tiene un carácter pequeñoburgués y conduce a
una desviación del arte, la ciencia y la literatura genuinos
y auténticos (…)
música auténtica y humana. (…) La disonancia de
izquierdas de la ópera dimana de la misma fuente que la
disonancia de izquierdas de la pintura, de la poesía, de la
pedagogía y de la ciencia. El afán desmedido de
novedades tiene un carácter pequeñoburgués y conduce a
una desviación del arte, la ciencia y la literatura genuinos
y auténticos (…)
Es un artículo muy largo, uno más, como muchos otros que ha visto antes. Y como siempre el propio gremio es el que primero ha aislado a Shostakovich. Los compositores han denunciado abiertamente su naturalismo grosero, reconociendo sus propios errores de juicio. Sakrevski se detiene en un incidente inusual. En la reunión del Grupo de Compositores de Leningrado, un tal Knipper ha acusado a Shostakovich de conducta antisocial por retrasarse cuando tenía que tocar en un concierto especial para la gloriosa Marina de Guerra. El informe añade:
“… el camarada compositor denunció que se retrasó más de
quince minutos y que estaba borracho. Luego añadió “pero
no estamos aquí para clavar el último clavo en el féretro
de Shostakovich”, cuando alguien, oculto entre el público,
le llamó “perro cochino”. Se produjo un gran alboroto y no
pudimos identificar …
quince minutos y que estaba borracho. Luego añadió “pero
no estamos aquí para clavar el último clavo en el féretro
de Shostakovich”, cuando alguien, oculto entre el público,
le llamó “perro cochino”. Se produjo un gran alboroto y no
pudimos identificar …
A Sakrevski le siguen impresionando esos ejemplos, cada vez más raros, de oposición a la política del camarada Stalin. Pero pronto cesarán. A todo el mundo le ha sorprendido que el propio Tujachevski haya sido detenido y fusilado hace pocos días. Sonríe porque recuerda que uno de los más sorprendidos debe ser Shostakovich, que fue a pedir ayuda al mariscal, pensando que las glorias pasadas del traidor y su amor por la música le protegerían de la crítica justa.
Ya ha llegado la hora. La estrategia es clara. La ha repetido mil veces. Le acusará de terrorismo. De haber planeado el asesinato del camarada Stalin, de haberse conjurado con otros. Si no confiesa, le dejará irse, bajo vigilancia, para que se fría unos días en su propia fiebre. El segundo interrogatorio no será tan suave.
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Sakrevski, oficial del NKVD, interrogó a Shostakovich durante varias horas, un sábado de junio de 1937, en Leningrado. Le acusó de conspiración para el asesinato de Iosif Stalin. Se le permitió irse y se le dio orden de volver el lunes siguiente. Debía dar el nombre de sus cómplices. Tenía todo el domingo para meditar sobre ello.
Ese lunes no prosiguió el interrogatorio. Sakrevski había sido detenido y ejecutado por traición.
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Ese año de 1937, Shostakovich se acostaba vestido, con una maleta preparada, esperando la visita del NKVD. Casi no pudo dormir, atenazado por el terror a ser detenido de nuevo.
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Dos historias quizás expliquen por qué no fue detenido de nuevo. Por qué siguió vivo y pudo estrenar su décima sinfonía justo tras la muerte de su crítico.
La primera historia: Stalin ha recordado que le gustó mucho un concierto de Mozart que ha oído por radio y reclama un disco. Alguien termina comprendiendo que se refiere al concierto en re menor, pero no hay ninguna grabación disponible. Todos corren, están aterrorizados. Localizan en Moscú a la pianista que lo ha interpretado hace poco. Se llama Maria Yudina. Rápidamente organizan, en plena noche, una grabación. A primeras horas de la mañana recibe Stalin el único ejemplar de la misma. Un hombre se encarga de llevar a la pianista unos cuantos miles de rublos como recompensa. Ese mismo hombre tiene orden de liquidarla. Pero la pianista rechaza el dinero y pide a Stalin, por carta, que lo invierta en la reconstrucción de una iglesia, a la vez que promete rezar por sus pecados. La carta llega a Stalin, que la lee, la guarda en el bolsillo y revoca la orden. Ese único ejemplar de la grabación apareció en el despacho de Stalin, a su muerte.
La segunda historia: Mandelstam es poeta y es asesinado, después de haber sido condenado a la deportación por tres años. La primera vez que es detenido, Stalin llama a Boris Pasternak, amigo del poeta, y le reprocha duramente no haber intercedido por él.
Pura arbitrariedad.
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¿Dices que Stalin ha muerto?, le pregunta Shostakovich a su hija. Es 1953. En su cabeza empieza a sonar la décima