Rajoy y Aguirre, te quiero, yo tampoco
Él le dijo que la quería “un huevo” y ella dijo que él era “el rey”
Manuel Jabois
Él la hizo llorar diciéndole palabras bonitas un día de verano en que la relevó en el Ministerio. Ella fue a su boda un 28 de diciembre sin abrigo y con un vestido rojo. Entraron juntos en la dirección del PP y en el Gobierno de Aznar. Casi se matan al desplomarse su helicóptero sobre una plaza de toros. Él le dijo que la quería “un huevo” y ella dijo que él, simplemente, era “el rey”. Cuando empezaron a caerse mal lo asumieron con gracia; él la encontraba pizpireta desde sus tiempos con Wyoming, a él ella le entusiasmaba como un cubo de Rubik. Ella lo llamó “Ronaldinho de la política” en el Barça de Rijkaard y sigue pensando lo mismo en 2015, con Ronaldinho en Los Gallos de Querétaro. Él, más sutil, le dijo que era “una política liberal pero con sentido común”.
Mariano Rajoy Brey (Santiago, 1955) y Esperanza Aguirre Gil de Biedma (Madrid, 1952) se dijeron las cosas a la cara pocas veces. Una fue en el restaurante Zalacaín en abril de 2008, después de una portada que decía que Gallardón iba a ser secretario general del PP en el congreso de Valencia. — Si lo haces, eso sería la guerra, dijo Aguirre.
Rajoy contestó sin inmutarse que no habría ninguna guerra y ningún secretario general llamado Gallardón. Pero en el congreso lo metió en el Comité Ejecutivo y dejó fuera todo rastro de Aguirre, que sentenció: “Es más fácil ser integrador con los del botafumeiro que con los críticos”.
Acabadas las hostilidades con Gallardón, Aguirre fijó su objetivo en un político al que despreciaba y que ocupaba el gran despacho: Mariano Rajoy. Ya no era una cuestión de caracteres. La idea que Rajoy tenía de España no era lo contundente que debía, según ella, y el PP amenazaba con perder el rumbo al pretender alcanzar más electorado. Rajoy encargó la ponencia política del congreso de Valencia a María San Gil, José Manuel Soria y Alicia Sánchez-Camacho. Soria envió una versión proponiendo un acercamiento a los nacionalistas. San Gil respondió con una ponencia a la que Soria respondió con un SMS: “María, he recibido tu ponencia. ¡Arriba España!”. San Gil se fue de la ponencia y del PP.
Para entonces Aguirre ya empuñaba las armas alrededor de Génova. Después de la comida de Zalacaín él dijo que nunca había tenido problemas con ella. Cuatro días después, ella amenazó con presentarse a liderar el PP con un discurso delante de él en el que dijo que el partido perdió las generales por no dar la batalla ideológica y por caer en todas las trampas. Fraga le pidió que se callase “de una vez” en una frase con evocaciones al Prestige: “Se le bombardea y punto”. Una semana después Rajoy hizo temblar el suelo: “Si alguien quiere irse al Partido Liberal o Conservador, que se vaya”.
En primavera de 2008 ella sustituyó su frase de cabecera (“Las batallas que no se ganan son las que no se dan”) por otra de Omar Little en The Wire: “Si intentas matar al rey, no falles”. Esperanza Aguirre dio un paso atrás y no presentó batalla. Uno de los periodistas que mejor conoce el PP, Carlos E. Cué, da una clave: Aguirre es jugadora de área, siempre tira a puerta aunque falle. Rajoy es de campo abierto, partido largo y, a poder ser, sin tocar la pelota. El presidente no se mete donde ella gana, y ella no se atreve a salir a por el hombre que domina el espacio de tal manera que no duda en activar cualquier resorte para evitar su extinción.
El entorno de Rajoy lleva pidiendo la cabeza de Aguirre desde 2008. Hace un mes pudo dejarla inutilizada políticamente. Rajoy se debatió entre aplastar a quien amenaza su supervivencia y aupar a quien se la puede garantizar. Las dos opciones eran ella, Esperanza Aguirre, la única capaz de conservar la capital. Rajoy intentó las dos cosas exigiendo el control del PP de Madrid; Aguirre sacó el fusil embravecida. Ahora le acaba de recordar por Twitter su famoso “te quiero un huevo”: “Nos gustaría que Rajoy repitiera esa frase”, dijo retadora la cuenta del PP regional.
El viernes fue el cumpleaños de él. Ella le envió un whatsapp. Pronto se les volverá a ver juntos besándose ante las cámaras. No hace falta que sea en la boca: serán portada igual.