Breve historia de los cretinosRubén Díaz CaviedesBrainstorming de odio frente a un centro comunitario judío de Kansas, cortesía de dos locas en chándal. Pertenecen a la provocadora Iglesia Bautista de Westboro. Fotografía: HoppingRabbit34 (CC). Lo dice el refrán, no lo digo yo. Toda la vida matando tontos y hay que ver los que quedan. Y lo atestigua la historia, que es peor. Al menos la historia de la fotografía, una de las historias más fiables que existen. Desde que empezó, va dejando constancia puntualmente de la cantidad de cretinos que, con esfuerzo y un poquito de ilusión, han hecho de este mundo un lugar peor. Y hoy vamos a conocer a algunos de ellos.
Fotografía: Harris & Ewing / Library of Congress (DP). Véase a estos cinco pájaros, por ejemplo. Un fotógrafo anónimo los retrató en 1905 interesándose por el escaparate del Cuartel general (sic) de la Asociación nacional contra el sufragio femenino en Washington. Salieron de espaldas, como delincuentes, y tuvieron suerte de que así fuera, porque apostaron contra la posteridad y perdieron. Incluso atendiendo a la época, el contexto y demás atenuantes, cuesta imaginarse a estos cinco personajes como algo distinto de lo que son: cinco auténticos cretinos.
No fueron los últimos que lo fueron en torno al problema de la mujer, por supuesto, ni lo serán mientras la mujer siga sufriendo un problema. Es probable que a este infeliz, retratado Dublín noventa años más tarde, le pareciera justo que las mujeres tuvieran derecho a votar. Lo que a él le parecía mal era seguramente aquello que suele parecerle mal a quienes les parece mal el divorcio, es decir, que se divorcien las mujeres.
Fotografía: Photocall Ireland (DP) Es otra imagen emblemática, en este caso de la agitación que precedió al referéndum celebrado en Irlanda en 1995 para eliminar la prohibición constitucional del divorcio. Lo hizo más tarde que media Europa, pero Irlanda acabó aceptando la disolución del matrimonio y de momento no se ha hundido en el Atlántico ni ha amanecido arrasada por una lluvia de fuego y sal. «Dios nos está poniendo a prueba», anunciaba el profeta urbano para convencer a los ciudadanos de que votasen en contra. Y a lo mejor tenía razón, quién sabe. Quizá Dios les estaba poniendo a prueba, solo que no era partidario del no.
Otras amigas autoproclamadas de Dios: las honorables mujeres de la Woman’s Christian Temperance Union, algo así como una liga de mujeres cristianas para la abstinencia. La fotografía es de 1919, poco antes de que entrase en vigor la Ley seca en Estados Unidos. «Los labios que toquen el licor no tocarán los nuestros», rezaba el cartel con el que posaron para la posteridad. Daban por sentado que tenían unos labios más apetecibles que el licor, o acaso apetecibles a secas. También que en la posteridad nadie bebería alcohol.
Fotografía: WCTU (DP). No sabríamos concluir si esta colección de pajarracas merecen a la postre el apelativo de cretinas. Aunque las asociaciones moralistas tuvieron una responsabilidad fundamental en la promulgación de la Ley seca, también es cierto que las femeninas, como esta misma, eran frecuentemente sufragistas. Si la poderosa WCTU promovió grandes campañas para erradicar los males que amenazaban a la familia —incluyendo abstracciones como la lujuria, por ejemplo—, también apoyó la implantación de derechos que hoy consideramos incontestables, como la integración educativa femenina, el voto de la mujer y —con menos decisión, pero también— la emancipación civil de los negros.
¿En qué condiciones? Eso ya es otra cosa. Si hubiésemos tenido ocasión de preguntarle, la gilipollas que gritaba a Elizabeth Eckford nos habría respondido que no, que no tenía nada en contra de que los negros estudiasen. Lo que a ella le molestaba —hasta el punto mismo de la rabia, como ilustra la fotografía— era que estudiasen con ella.
Fotografía: Will Counts / Arkansas Democrat (DP). De hecho Hazel Massery, que así se llamaba, le contó algo así al
Guardian cuando la entrevistaron en 1998 y le preguntaron en qué coño estaba pensando aquella mañana de 1957, cuando Will Counts —un reportero gráfico del
Arkansas Democrat— la inmortalizó en
una serie de fotografías acosando y gritando como una loca a los Nueve de Little Rock, particularmente a Elizabeth Eckford. Una sentencia de la Corte Suprema había declarado inconstitucional la segregación racial en los centros educativos estadounidenses, pero a estos magníficos ejemplares de
white trash les daba igual. Tan igual que los nueve estudiantes negros tuvieron que entrar en el pequeño instituto escoltados por la División Aerotransportada del Ejército de los Estados Unidos, que se dice pronto.
La desplegó a efectos retóricos el presidente Eisenhower cuando el gobernador de Arkansas hizo lo propio con la Guardia Nacional, en su caso para evitar que los quinceañeros ingresasen en aquel centro de blancos.
Décadas más tarde Massery se arrepintió públicamente de su conducta y aseguró que solo repetía como un loro las palabras de su padre, firme partidario de la segregación racial y racista en general, aunque él seguramente prefería considerarse anticomunista. «La mezcla de razas es comunismo», anuncian las pancartas en otra imagen de las revueltas particularmente recordada de la que solo se puede decir que mira, en fin. Valiente recua de
rednecks.
Fotografía: Will Counts / Arkansas Democrat (DP). Comentábamos la obviedad a colación de las sufragistas y sus detractores y toca recordarla otra vez a propósito de lo racial: aquí no se salva nadie. Y para más obviedad incurriremos en la ley de Godwin y nos acordaremos gracias a esta foto de unos de los tontos más grandes que ha dado la historia: los nazis negros.
De hecho costaría no acordarse, sino solo creer que existieron, de no ser por estas instantáneas publicadas por
Ken Magazine el 23 de marzo de 1938. La de la derecha, específicamente, muestra a su líder, Fritz Delfs, ante una esvástica. Chuchurría, pero esvástica. Aunque se nos aclara que el símbolo tenía un significado tradicional propio para los habitantes de Tanganica también se especifica el apoyo de muchos nativos a la causa específicamente hitleriana. Tal y como expone
este delicioso artículo publicado unos meses después por el
Syney Morning Herald, lo que pretendía el
Führer era que la colonia africana, que hoy forma parte de Tanzania, le fuera devuelta a Alemania. El Tratado de Versalles se la había requisado años atrás y asignado a la Commonwealth británica, pero el gobierno nazi aseguraba que un tercio de los blancos de Tanganica eran alemanes. De los ocho millones de negros restantes no queremos ni pensar lo que aseguraba.
A veces las fotografías no permiten esta licencia, sin embargo, y lo que alguien piensa sobre otra persona queda retratado con elocuencia. El ejemplo lo tenemos en este animalito de bellota y sus
drugos, que en 1969 se paseaban por Londres con esta facha, nunca mejor dicho.
Fotografía: Terry Spencer / Museum of London (DP). Es una imagen muy recordada, en particular para ilustrar ese momento impreciso en el que a los
hard-mods de la época se les salió la cadena y algunos pasaron a ser conocidos como
skinheads. Los británicos también recurren a ella para ilustrar la condición cosmopolita de su bonita capital, una jungla de tribus urbanas a principios de los setenta, aunque esta óptica equidistante indulta a sus protagonistas con una tolerancia que no practican y que, por tanto, no merecen. Frente al grupo de
hippies de la escalera, plural y admirablemente acobardado por convicción, se alza uno exclusivamente masculino de chusma brutal y enajenada. Tampoco vamos a perder el norte, quiero decir.
Y hablando de perder el norte, otro que lo perdió también cuando pasaba por delante una cámara de fotos:
Fotografía: Marion S. Trikosko / Library of the Congress (CC). Fue en 1979, al comenzar la crisis de los rehenes entre Irán y Estados Unidos. El ayatolá Jomeini acababa de destronar al sha y la revolución había secuestrado a sesenta y seis ciudadanos estadounidenses. A esto siguió una fiebre antipersa en todo Estados Unidos que reclamaba, como reza la pancarta de este estudiante, responder con contundencia y empezar por «deportar a todos los iraníes». No habría resultado muy distinto de haber alzado una pancarta que pusiese, por ejemplo, «a tomar por culo la bicicleta».
Es un hecho ampliamente documentado que las pancartas las carga el diablo, no digamos ya cuando aseguran que lo que carga el diablo son otras cosas. Que se lo digan si no a este simpático imbécil, Leonard Gendron, que en 2010 decidió exhibirse con una asegurando que los homosexuales están poseídos por demonios.
Para su desgracia lo hizo en plena era de internet, donde una providencial transmutación en meme neutralizó su pensamiento —odioso, devastador y terrible, que a nadie se le olvide— y lo convirtió en un chiste. Cuando alguien repita este artículo dentro de cien años y recopile a los grandes idiotas que haya dado la historia para entonces, Gendron será fácilmente el representante de nuestra edad. Enhorabuena.
Y ya para acabar nos queremos preguntar —y solo preguntar, ahí tienen el
post de comentarios si quieren responder— si en esa lista no estarán también estas chicas. El pasado abril se plantaron en las calles de Nantes para oponerse al matrimonio homosexual y lo hicieron de esta guisa: vestidas de Marianas, la representación alegórica de la república francesa.
Fotografía: Sebastien Salom-Gomis / Sipa / Cordon Press. A estas en particular las vemos relajadas, pero la estampa de otras tantas Marianas capitalizó machaconamente la atención de los medios franceses durante las protesas, que recurrieron a ella una y otra vez para ilustrar sus noticias sobre el tema. Se dirá, como se dijo, que porque el disfraz representa a la propia Francia, pero también se recordará la
sospechosa recurrencia en periódicos, telediarios y webs de Marianas impepinablemente pijas y de buen ver, cuando no despampanantes, en particular si el tradicional hombro desnudo dejaba adivinar debajo una teta bailonga. Es muy probable, sin embargo, que a estas no nos las encontremos nunca vociferando movidas con tanto empeño en una manifestación contra el sexismo del que han sido objeto. El gran problema que tienen —dicen— es que otras personas —que no son ellas— se casen con otras personas —que tampoco son ellas—. Y por lo visto eso atenta contra la
liberté, la
égalité y la
fraternité. Tócate las narices.
Siempre se puede hacer peor, aunque a estas alturas de la historia empieza a ser realmente complicado. El cretinismo con pancarta se mide en una escala que se redefine constantemente, según se van batiendo récords. La plusmarca de todos los tiempos, y con ella cerramos, la marcó en 2008 Carlos Almonte,
yihadista wannabe de origen dominicano, cuando se plantó frente a la embajada israelí en Nueva York para pedir ordenadamente y desde el respeto la muerte de los judíos. Erró con la ortografía, para su desgracia, y en lugar de eso reclamó el holocausto de un objeto inanimado. Concretamente, su pancarta pedía la «muerte a todo el zumo».
Hace falta ser cretino, miren. Es que hace falta ser cretino.