¿Existe o no existe un dios?

Sólo tú eres el responsable de lo que aquí se diga.

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¿Existe o no existe un dios?

Mensajepor Investigador » Lun 12 Sep, 2016 12:21 am

Quinta Revelación de

¿Existe o no existe un dios?




CUARTO ARGUMENTO

El Ser eterno, activo, necesario, no puede en momento alguno, haber estado inactivo o inútil

Si Dios existe, es eterno, activo y necesario.

¿Eterno? Lo es por definición. Es su razón de ser. No se le puede concebir encerrado en los límites del tiempo; no se le puede imaginar teniendo un principio o un fin. No puede aparecer ni desaparecer. Existe de siempre.

¿Activo? Lo es y no puede dejar de serlo, puesto que es su actividad la que lo ha engendrado todo, puesto que su actividad se ha afirmado, dicen los creyentes, por el acto más colosal, más majestuoso: La Creación de los Mundos.

¿Necesario? Lo es y no puede dejar de serlo, puesto que sin él nada existiría, puesto que es el autor de todas las cosas; puesto que es el manantial inicial de donde todo brota; puesto que es la fuente única y primera de donde todo ha manado.
Puesto que, solo, bastándose a sí mismo, ha dependido de su única voluntad que toda sea y que nada no sea. Es él, pues: Eterno, Activo y Necesario.

Tengo la pretensión, y voy a demostrarlo, que si es Eterno, Activo y Necesario, debe ser eternamente activo y eternamente necesario; que consecuentemente, no ha podido, en momento alguno, ser inactivo o inútil; que, por consiguiente, en fin, no ha sido creado jamás.

Decir que Dios no es eternamente activo, es admitir que no siempre lo ha sido, que ha llegado a serlo, que ha empezado a ser activo, que antes de serlo, no lo era; y puesto que es por la Creación que se ha manifestado su actividad, eso es admitir, al mismo tiempo que, durante los millones y millones de siglos que, quizá, han precedido la acción creadora, Dios estaba inactivo.

Decir que Dios no es eternamente necesario, es admitir que no lo ha sido siempre, que ha llegado a serlo, que ha empezado a ser necesario, que antes de serlo no lo era, y puesto que es la creación que proclama y atestigua la necesidad de Dios, eso es admitir a la vez que, durante millones y millones de siglos que han precedido quizá a la acción creadora, Dios era inútil.
¡Dios inactivo y perezoso!
¡Dios inútil y superfluo!
¡Qué postura para el Ser esencialmente activo y esencialmente necesario!

Hay, pues que confesar que Dios es por todo tiempo Activo y en todo tiempo necesario. Pero entonces, él no puede haber creado, puesto que la idea de creación implica, de manera absoluta, la idea de principio, de origen. Una cosa que empieza no puede haber existido en todo tiempo. Hubo necesariamente un tiempo en que, antes de ser, no era aún. Por corto o por largo que fuera ese tiempo que precede a la cosa creada, nada puede suprimirlo; de todas maneras, es y existe.

De eso resulta que: o bien Dios no es eternamente Activo y eternamente Necesario y, en este caso, él ha llegado a serlo por la creación. Si no es así, le faltaba a Dios, antes de la creación, esos dos atributos: la actividad y la necesidad. Este Dios era incompleto; era un cacho de Dios, nada más; y él ha tenido necesidad de crear para llegar a ser activo y necesario, para completarse.

O bien Dios es eternamente activo y necesario y, en este caso, él ha creado eternamente, las creaciones eternas; El Universo no ha tenido principio nunca; existe de todo tiempo; es eterno como Dios; es el mismo Dios y se confunde con él.

Así, pues, en el primer caso Dios, antes de la creación, no era ni activo ni necesario, era incompleto, es decir imperfecto y, o por lo tanto no existe; en el segundo caso, Dios siendo eternamente activo y eternamente necesario no ha podido llegarlo a ser; y entonces, no ha podido crear.

Siendo así, el Universo no ha tenido principio alguno. No ha sido creado.



QUINTO ARGUMENTO


El ser inmutable no puede haber creado


Si Dios existe, es inmutable. No cambia, no puede cambiar. Mientras que en la Naturaleza, todo se modifica, se metamorfosea, se transforma, mientras que nada es perdurable y que todo se realiza. Dios, punto fijo, inmóvil en el tiempo y en el espacio, no está sujeto a modificación alguna, no conoce ni puede conocer cambio alguno.

Es hoy lo que era ayer; será mañana lo que es hoy. Que se mire a Dios en la lejanía de los siglos más remotos o en la de los siglos futuros, es constantemente idéntico a sí mismo.

Dios es inmutable.

Yo considero que, si él ha creado, no es inmutable, porque en este caso, ha cambiado dos veces.

Determinarse a querer, es cambiar; resulta evidente que hay un cambio entre el ser que no quiere aun y el ser que quiere.

Si yo quiero hoy lo que no quería, lo que no pensaba hace 48 horas es que se ha producido en mí o en torno mío una o varias circunstancias que me han determinado a querer. Este querer de nuevo constituye una modificación; no hay duda: es indiscutible.

Paralelamente: determinarse a obrar, u obrar, es modificar.

Además es cierto que esta doble modificación: querer obrar, es tanto más considerable y acusada cuanto más se trata de una resolución más grave y de una acción más importante.

¿Dios ha creado, decís? - Sea. Luego ha cambiado dos veces: la primera, cuando ha tomado la determinación de crear; la segunda, cuando poniendo en ejecución su determinación, ha cumplido el gesto creador.

Si ha cambiado dos veces no es inmutable.

Y si no es inmutable, no es Dios. Por lo tanto DIOS NO EXISTE.

Y el ser inmutable no puede haber creado.

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¿Existe o no existe un dios?

Mensajepor Invitado » Lun 12 Sep, 2016 12:44 am

No se puede demostrar la existencia o no existencia de dios sin entender el espacio tiempo como una unidad. La mente humana es incapaz aunque la fisica lo haya hecho en contra de los que nuestrra razon nos dicta. Para nosotros el tiempo y el espacio son dos cosas diferentes cuando se trata de lo mismo. Nuestros limites mentales nos impiden comprender la realidad aunque podamos intuirla, por eso el tema dios es una cuestión de fe y no algo que pueda ser descrito racionalmente. Por mas que insistas en la iusion de que estas demostrando algo no haces mas que jugar con el lenguaje con algo de cuya naturaleza no tienes ni idea. No podemos demostrar la existencia de lo incomprensible aunque tengamos la experiencia de su existencia., solo certificar la realidad de esa experiencia. La fe y punto.

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Re: ¿Existe o no existe un dios?

Mensajepor Assia » Lun 12 Sep, 2016 2:12 am

Pues eso vienes hacienda tu, Investigador, y te lo digo con todo respeto."" jugar con el lenguaje'' Porque hay que ver de donde habras sacado todo esos mensajes que parecen inventados por Canosa .para al final no poder decir si hay oo no hay Dios.lo que yo explique para que lo entendieran hasta 1 crio,si 1 crio leyera este Tema. MIS FRASES MAS O MENOS: '' LA FE ES CIEGA...'' SI 1 PERSONA NACE POR DESGRACIA CIEGA Y LE DICEN QUE LAS ESTRELLAS SON DE COLOR ROJO, ESA PERSONA CIEGA COMO NO PUEDE VER LAS ESTRELLAS CREE QUE EL COLOR DE LAS ETRELLAS SON ROJA AUNQUE NUNCA VEA EL COLOR DE LAS ETRELLAS. LE HAN DICHO QUE SON DE COLOR ROJO Y ELLA LO CREE.
TAN SIMPLE COMO ESO: ''LA FE ES CIEGA'' Y POR TENER FE, GRADES HOMBRES Y MUJERES DE MUCHA INTELIGENCIA FUERON A LA HOGUERA Y MURIERON QUEMADOS POR CREER EL LA EXISTENCIA DE DIOS SIN HABERLO VISTO. Vaya rollo que nos viene metiendo este Investigador que parece competir con el INVESTIGADOR DE ENIGMA Y MISTERIO: Albertp Canosda.
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¿Existe o no existe un dios?

Mensajepor Investigador » Mar 13 Sep, 2016 7:44 am

Sexta Revelación de

¿Existe o no existe un dios?



SEXTO ARGUMENTO



Dios no puede haber creado sin motivo; eso supuesto, es imposible discernir uno solo

De cualquier lado que se examine, la creación resta inexplicable, enigmática, vacía de sentido.

Y salta a la vista que, si Dios ha creado es imposible admitir que haya cumplido este acto grandioso y del cual las consecuencias debían ser fatalmente proporcionales al acto mismo, por consiguiente, incalculables, sin haberse determinado a ello por una razón de primer orden.

Y bien. ¿Cuál será esta razón?
¿Por qué motivo Dios se ha podido determinar a crear?
¿Qué móvil le ha impulsado?
¿Qué deseo le ha tomado?
¿Qué propósito se ha formado?
¿Qué objeto ha perseguido?
¿Qué fin se ha propuesto?

Multiplicada, en este orden de ideas, las cuestiones, dadle vueltas y más vueltas al problema; examinando bajo todos sus aspectos; examinadlo en todos los sentidos y yo os reto a resolverlo de otra manera que no sea por cuentos o por sutilidades.

Mirad: he aquí a un niño educado en la religión cristiana o cualquier otra religión: su catecismo le afirma, sus maestros le enseñan que es Dios quien lo ha creado y lo ha puesto en el mundo. Suponed que él se hace esta pregunta:
¿Por qué Dios me ha creado y me ha puesto en el mundo?
Y que quiera encontrar una respuesta seria y razonable. No podrá obtenerla. Suponed todavía que, confiando en la experiencia y en el saber de sus educadores, persuadido que por el carácter sagrado de que curas y pastores están revestidos por los conocimientos especiales que poseen y por las gracias particulares; convencido que por su cantidad, ellos están más cerca de Dios que él y mejor iniciados que él a las verdades reveladas, suponed que este niño tenga la curiosidad de pedir a sus maestros porqué Dios le ha creado y le ha puesto en el Mundo: yo afirmo que ellos no pueden dar a esta simple interrogación respuesta alguna satisfactoria, sensata.

En verdad, no la hay.

Apuremos más de cerca la cuestión, profundicemos el problema.

Por medio del pensamiento, examinemos a Dios antes de la creación. Tomémoslo en su sentido absoluto. Está solo. Se basta a sí mismo. Es perfectamente sabio, perfectamente feliz, perfectamente poderoso. Nada puede acrecentar su sabiduría; nada puede acrecentar su felicidad; nada puede fortificar su Potencia.

Este Dios no puede experimentar ningún deseo, puesto que su felicidad es infinita; no puede perseguir ningún objeto, puesto que nada le falta a su perfección; no puede formar ningún propósito, puesto que nada puede disminuir su potencia; no puede determinarse a querer, puesto que no experimenta necesidad alguna.

¡Vamos!
Filósofos, profundos pensadores sutiles, teólogos prestigiosos, responded a este niño que os interroga y decidle porqué Dios lo ha creado y lo ha puesto en el Mundo.

Estoy bien tranquilo: no podéis responder, al menos que no digáis: “Los designios de Dios son Impenetrables”, y que no deis esta respuesta como suficiente.
Y prudentemente obraréis, absteniéndoos de dar respuesta, pues toda respuesta, os lo prevengo caritativamente sería la ruina de vuestro sistema el hundimiento de vuestro Dios.

La conclusión se impone, lógica implacable: Dios, si ha creado, ha creado sin motivo, sin saber por qué, sin objetivo.

Y sabéis, ¿a dónde nos conducen forzosamente las consecuencias de tal conclusión?

Vais a verlo.

Lo que diferencia los actos de una persona dotada de razón de los actos de una persona atacada de demencia; lo que hace que uno sea responsable y el otro no lo sea, es que una persona en sus cabales sabe siempre, en todos los casos puede saber, cuándo obra, cuáles son los móviles que le han impulsado, cuáles los motivos que le han determinado a obrar. Cuándo se trata de una acción importante y cuyas consecuencias pueden comprometer pesadamente su responsabilidad, basta que la persona en posesión de razón de repliegue en sí mismo; se libre a un examen de conciencia serio, persistente e imparcial, basta que, por el recuerdo reconstituya el cuadro en el que los acontecimientos le han encerrado; en una palabra, que él reviva la hora transcurrida, para que llegue a discernir el mecanismo de los movimientos que la han hecho obrar. No está siempre orgullosa de los móviles que le han impulsado. Enrojece a menudo de las razones que le han determinado a obrar. Pero esos motivos, sean nobles o viles, generosos o bajos, llega siempre a descubrirlos.

Una persona loca, al contrario, obra sin saber por qué. Su acto realizado, aun el más cargado en consecuencias, interrogadle, apremiadle con preguntas; insistid; acosadle: El pobre demente balbuceará algunas locuras y no le arrancareis a sus incoherencias.

Lo que diferencia los actos de un ser sensato de los actos de un insensato, es que los actos del primero se explican, es que tienen una razón de ser, es que se distingue en ellos la causa y el objetivo, el origen y el fin, mientras que los actos de un ser privado de razón no se explican, es incapaz él mismo de discernir la causa y el objetivo; no tiene razón de ser.

Y bien: Si Dios ha creado, sin objeto, sin motivo, ha obrado a la manera de un loco
la Creación aparece como un acto de demencia.

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Re: ¿Existe o no existe un dios?

Mensajepor Assia » Mar 13 Sep, 2016 8:17 am

LA MISMITA ''DEMENCIA'' DE LA QUE TU SUFRES.OJALA Y EXISTIERA 1 DIOS Y 1 LUCIFER EN EL OTRO MUNDO, PARA QUE GENTUZA COMO TU, PULGARAN POR 1 ETERNIDAD EN EL OTRO MUNDO TODO EL DANO QUE ESTAIS HACIENDO EN ESTE MUNDO.
Assia

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¿Existe o no existe un dios?

Mensajepor Defensor de Invitado » Mar 13 Sep, 2016 10:48 am

Invitado, tus argumentos son impecables.

Deja a otros que no saben otra más que decir "gentuza" y "el daño que haces en este mundo"; en su mundo imaginario, nada más se escucha ruido. Deja el ruido y sigue con tu impecable dicho.

Ya se irán de vacaciones permanentes y podremos utilizar mejor el tiempo.

Atentamente

Tu defensa decente y capaz. :up: :up: :up:

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¿Existe o no existe un dios?

Mensajepor Defensor de Asia » Mar 13 Sep, 2016 3:17 pm

Demonios barramierdas salgan de este foro dejen en paz a nuestra gran forera Assia de Melbourne.

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¿Existe o no existe un dios?

Mensajepor Invitadísimo » Mar 13 Sep, 2016 11:39 pm

Sí, apoyo el exorcismo pero en sentido inverso.
:juas: :juas: :juas:

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desconocido

Re: ¿Existe o no existe un dios?

Mensajepor desconocido » Jue 15 Sep, 2016 1:50 am

Assia escribió:LA MISMITA ''DEMENCIA'' DE LA QUE TU SUFRES.OJALA Y EXISTIERA 1 DIOS Y 1 LUCIFER EN EL OTRO MUNDO, PARA QUE GENTUZA COMO TU, PULGARAN POR 1 ETERNIDAD EN EL OTRO MUNDO TODO EL DANO QUE ESTAIS HACIENDO EN ESTE MUNDO.
Assia




Que se va el espíritu santo.

Nos dice que se va en este día de otoño, día de fiesta. Manchas de luz, sombras vibrantes, fachadas animadas como rostros, bajo su máscara de hipocresía y autoridad. Dejando un pesado olor a impureza y brisas que resbalan más allá de los diversos temas.

Los foreros están de paseo: anhelos y codicias que germinan bajo colores frescos, sonrisas y ademanes sosegados. Por encima de todos y de todo, el mágico manantial de su escritura, es una deslumbrante aureola, que nadie glorifica, pese a que cada cual siente su influjo.

Nos dice que se va para dedicarse a la lectura que bien le hace falta, aunque sería mejor que aprendiese a saber analizar y comprender lo que lee. Y pido excusas si son tebeos lo que lee. Porque escribir, desde luego ni idea que tiene de lo que es la literatura.

…Seguramente que mirando en el impenetrable brillo de un espejo, habla con su semblante y le pregunta: ¿Cuál es mi misión en este mundo y cuál será la enseñanza de mi vida?

Nos dice que se dedicará a trabajar voluntariamente con la organización de AI, pobre de esas personas que no coincidan con su punto de vista porque serán acosados e insultados.

Y ya escuchamos en la distancia o posiblemente nuevamente leeremos la rabia, la furia verbal de insultos, su obsesión en combatir los cobardes de su imaginación, que todos estamos dispuestos a olvidar, porque hoy, si verdaderamente se va, es día de fiesta.

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Agradecido

¿Existe o no existe un dios?

Mensajepor Agradecido » Jue 15 Sep, 2016 2:13 am

Desconocido, mejor dicho imposible.

Veamos si quienes administran este foro comprenden de una vez por todas lo que muchas voces les decían a pesar de su indiferencia.

Día de fiesta.

:bravooo: :bravooo: :bravooo:

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¿Existe o no existe un dios?

Mensajepor descontenta » Jue 15 Sep, 2016 3:10 am

A mi el foro me aburre sin Assia. :cry:

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¿Existe o no existe un dios?

Mensajepor Invitado » Jue 15 Sep, 2016 9:29 am

Descontenta, eres la única.

Invitado, negativo, no soy administrador.

:juas: :juas: :juas:

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¿Existe o no existe un dios?

Mensajepor Investigador » Vie 16 Sep, 2016 1:33 am

Séptima Revelación de

¿Existe o no existe un dios?


Dos objeciones capitales


Para acabar con el Dios de la Creación, me parece indispensable examinar dos objeciones.

Vosotros pensáis que aquí las objeciones abundan; también, cuando yo hablo de objeciones a estudiar, hablo de objeciones capitales, clásicas.

Estas dos objeciones tienen tanta más importancia, cuanto que, con el hábito de la discusión, se pueden condensar todas las otras en ellas.


Primera objeción

Se me dice:
“No tiene usted derecho a hablar de Dios como usted lo hace. Nos presenta usted un Dios caricatural, sistemáticamente empequeñecido a las proporciones que se digna acordarle su entendimiento.

Ese Dios no es el nuestro. El nuestro usted no puede concebirlo, pues él le escapa, se excede de usted. Sepa usted que aquello que parecería fabuloso al hombre más poderoso, más potente, en fuerza y en energía, en sabiduría y en saber, para Dios no es más que un juego de niños. No olvide usted que la Humanidad no puede moverse en el mismo plan que la Divinidad. No pierda usted de vista que asimismo le es imposible al ser humano comprender la firma de actuar de Dios, como le es imposible a los minerales imaginar las formas de actuar de los animales y a los animales comprender los modos de actuar de los hombres.

Dios se eleva a alturas que usted no puede alcanzar: ocupa cimas que para usted son y serán siempre inaccesibles.

Sepa usted que por extraordinaria que sea la magnificencia de una inteligencia humana, por grande que sea el esfuerzo realizado por esta inteligencia, cualquiera que sea la persistencia de este esfuerzo, jamás la inteligencia humana podrá elevarse hasta Dios.

En fin, dese usted cuenta que, por basto que él sea, el cerebro del ser humano es finito y que, por consecuencia, no puede concebir lo infinito.

Tenga usted, pues la lealtad y la modestia de confesar, que no le es a usted posible comprender ni explicar a Dios. Pero del hecho de usted no poder comprenderle, ni explicarle, no puede deducirse que tenga usted el derecho de negarlo”.



Y yo respondo a los teístas:

Señoras y Señores, me dan ustedes consejos de lealtad a los cuales estoy dispuesto a ajustarme. Me recuerdan ustedes la legítima modestia que conviene al humilde mortal que yo soy. Me complace no apartarme de ella.

¿Dicen ustedes que Dios me excede, me escapa? Sea. Consiento en reconocerlo; asimismo afirmar que lo finito no puede concebir ni explicar deseo de oponerme a ella. Veis, pues, que hasta ahora, estamos completamente de acuerdo y espero que estarán ustedes contentos.

Solamente, señores, permitan que, a mi vez, les dé los mismos consejos de lealtad; soporten ustedes que, a mi vez, les aconseje la misma modestia.
¿No son ustedes seres humanos, como yo soy?
¿Dios no les escapa a ustedes, como se escapa a mí?
¿No les sobrepasa, como a mí me sobrepasa?
¿Tendrán ustedes la pretensión de moverse en el mismo plano que la divinidad?
¿Tendrá ustedes el atrevimiento de pensar y la tontería de decir que, de un aletazo, se han elevado ustedes a las cimas que Dios ocupa?
¿Serán ustedes presuntuosos hasta el punto de afirmar que su cerebro finito abarca lo infinito?

No les hago la injuria, señores, de creerlos atacados de tan extravagante vanidad.
Tengan pues, como yo, la lealtad y la modestia de confesar que si me es imposible comprender y explicar a Dios, ustedes se encuentran en la misma imposibilidad.

Tengan la probidad de reconocer que, si bien yo no puedo negarle, por la imposibilidad en que me encuentro de concebirle y de explicarle, tampoco pueden ustedes afirmarlo, por las mismas razones que yo.

Y guárdense ustedes de creer que nos encontramos juntos en el mismo sitio. Son ustedes los primeros que han afirmado la existencia de Dios; por lo mismo deben ser ustedes los primeros que ponga fin a sus afirmaciones.

¿Acaso habría yo pensado en negar a Dios, si, cuando aún era un niño, no me hubiera obligado a creer en él?
¿Si, ya adulto, no lo hubiese oído afirmar constantemente en torno mío?
¿Sí, ya hombre, mis miradas no hubiesen visto constantemente Iglesias y Templos elevados a Dios?

Son sus afirmaciones las que provocan y justifican mi negación.
Cesen ustedes de afirmar y yo cesaré de negar.



[b]Segunda objeción[/b]

“No hay efecto sin causa”

La segunda objeción parece mucho más temible. Muchos la consideran aún sin replica. Ella es formulada por filósofos espiritualistas.

Esos señores nos dicen sentenciosamente: “No hay efecto sin causa; por lo tanto, el
Universo es un efecto; este efecto tiene una causa a la que llamamos Dios”.

El argumento está bien presentado; parece bien construido; aparentemente bien armado.

Pero todo depende de comprobar si lo es verdaderamente.

Este razonamiento es lo que, en lógica, llamamos un silogismo. Un silogismo es un argumento compuesto de tres proposiciones: la mayor, la menor y la consecuencia, y comprende dos partes: las premisas, constituidas por las dos primeras proposiciones, y la conclusión, representada por la tercera.

Para que un silogismo sea inatacable, precisa:
1º., que la mayor y la menor sean exactas;
2º., que la tercera proposición resulte lógicamente de las dos primeras.

Si el silogismo de los filósofos espiritualistas reúne estas dos condiciones, es irrefutable y sólo me resta inclinarme; pero si le falta una sola de estas dos condiciones, él es nulo y sin valor, y el argumento se hunde por entero.

Para conocer el valor, examinemos las tres proposiciones que lo componen:

Primera proposición mayor:
“No hay efecto sin causa”.

Filósofos, tienen ustedes razón. No hay efecto sin causa; nada es tan exacto. No hay, no puede haber efecto sin causa. El efecto es la consecuencia, la prolongación, el finalizamiento de la causa: la idea de efecto llama necesariamente e inmediatamente la idea de la causa. Si fuese de otra manera, el efecto sin causa sería un efecto de nada, lo que sería absurdo.
Sobre esta primera proposición, pues, estamos de acuerdo.


Segunda proposición, menor:
“El universo es un efecto”.

¡Ah! ante esto, pido tiempo para reflexionar y solicito explicaciones:
¿Sobre qué se apoya una afirmación tan neta, tan tajante?
¿Cuál es el fenómeno o el conjunto de fenómenos, cual es la constatación o el conjunto de constataciones que permite pronunciarse en un tono tan categórico?
Ante todo, ¿conocemos suficientemente al Universo?
¿Lo hemos estudiado suficientemente, escrutado, registrado, comprendido, para que nos sea permitido ser tan afirmativos?
¿Hemos penetrado en sus entrañas?
¿Hemos explorado los espacios inconmensurables?
¿Hemos descendido a las profundidades de los océanos?
¿Hemos escalado todas las alturas?
¿Conocemos todas las cosas que pertenecen al dominio del Universo?
¿Nos ha entregado él todos sus secretos?
¿Hemos arrancado todos los velos, penetrado todos los misterios, descubierto todos los enigmas?
¿Lo hemos visto todo, oído todo, palpado todo, sentido todo, todo observado, anotado todo?
¿No debemos ya aprender nada más?
¿No nos queda nada por descubrir?
En una palabra, ¿estamos en condiciones de emitir sobre el Universo una opinión formal, un juicio definitivo, una sentencia indudable?

Nadie puede responder afirmativamente a todas estas cuestiones y sería profundamente digno de lástima el temerario, puede decirse el insensato, que osase pretender que conoce el Universo. E incluso el que trate reducir estos conceptos investigadores con la simple explicación “la fe es ciega”.

¡El Universo! Es decir, no solamente el ínfimo planeta que habitamos y sobre el cual se arrastran nuestros miserables huesos; no solamente esos millones de astros y de planetas que conocemos, que forman parte de nuestro sistema solar, y que vamos descubriendo a medida que pasa el tiempo; al igual que esos Mundos de los que no conocemos o adivinamos la existencia y cuyo número, cuya distancia y cuya extensión son incalculables.

Si yo dijese: “El Universo es una causa”, tengo la certidumbre que desencadenaría espontáneamente los gritos y las protestas de los creyentes; y no obstante, mi afirmación no sería más insensata que la suya.

Mi temeridad igualaría a su temeridad: he aquí todo.

Si me inclino sobre el Universo, si lo observo tanto como le permiten a una persona de hoy los conocimientos adquiridos, constato un conjunto increíblemente complejo y tupido un enlazamiento inextricable y colosal de causas y de efectos que se determinan, se encadenan, se suceden, se alcanzan y se penetran.

Percibo como el todo forma una cadena sin fin, cuyos anillos están indisolublemente ligados y constato que cada uno de estos anillos es a la vez causa y efecto: efecto de la causa que lo determina; causa del efecto que le sigue.

¿Quién puede decir: “He aquí el primer anillo, el anillo de Causa”?
Y ¿quién puede decir: “He aquí el último anillo: el anillo Efecto”?
Y ¿quién puede decir: “Hay necesariamente una causa número primero, hay necesariamente un efecto número último…”?

La segunda proposición: “El Universo es un efecto”, está faltada, por lo tanto, de la condición indispensable: la exactitud.

En consecuencia, el famoso silogismo no vale nada.

Añado que, incluso en el caso en que esta segunda proposición fuese exacta, faltaría aún establecer, para que la conclusión fuese aceptable, que el Universo es el efecto de una Causa única, de una Causa primera, de la Causa de las Causas, de una Causa sin Causa, de la Causa eterna.

Espero sin impaciencia, sin inquietud esta demostración. Es de las que se han intentado muchas veces y que jamás han sido hechas. Es de las que puede decirse sin mucha temeridad que no estarán jamás establecidas seriamente, positivamente, científicamente.

Añado, en fin, que incluso en el caso en que todo el silogismo fuese irreprochable, sería más fácil volverlo contra la tesis del Dios Creador, a favor de mi demostración.

Ensayémoslo: ¿No hay efecto sin causa? Sea. ¿El universo es un efecto?

De acuerdo. Así, pues ¿este efecto tiene una causa y es esta causa lo que llamamos Dios? Una vez más , sea.

No se apresuren ustedes a triunfar, teístas, y escúchenme bien:
Si es evidente que no hay efecto sin causa, es también rigurosamente evidente que no hay causa sin efecto. No hay, no puede haber causa sin efecto. Quien dice causa, dice efecto; la idea de causa implica necesariamente y llama inmediatamente la idea de efecto; si fuese de otra manera, la causa sin efecto sería una causa de nada, lo que sería tan absurdo como un efecto de nada. Así, pues, queda bien entendido que no existen causas sin efectos.

Ustedes dicen que el Universo efecto, tiene por causa Dios. Conviene, pues, decir que la Causa-Dios, tiene por efecto el Universo.

Es imposible separar el efecto de la causa; pero es igualmente imposible separar la causa del efecto.

Afirman ustedes, en fin, que Dios-Causa es eterno. De ello saco en conclusión que el Universo-Efecto es igualmente eterno, pues a una causa eterna ineluctablemente corresponde un efecto eterno.

Si fuese de otra forma, es decir, si el Universo hubiese comenzado, durante los millares y los millares de siglos que, quizá, han precedido a la creación del Universo, Dios habría sido una causa sin efecto, lo que es imposible, una causa de nada, lo que sería absurdo.

En consecuencia, siendo Dios eterno, el Universo lo es también, y si el universo es eterno, es que no ha comenzado jamás, es que no ha sido jamás creado.

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¿Existe o no existe un dios?

Mensajepor Invitado » Dom 18 Sep, 2016 1:29 am



¿Dios existe? Iker y Carmen confiesan si creen en la existencia de un "padre cósmico"

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¿Existe o no existe un dios?

Mensajepor Investigador » Vie 23 Sep, 2016 9:37 am

Octava Revelación de

¿Existe o no existe un dios?


SEGUNDA SERIE DE ARGUMENTOS



PRIMER ARGUMENTO

El gobernador niega al creador




Hay quienes -y forman legión- a pesar de todo, se obstinan en creer. Concibo que, pese a todo, se pueda creer en la existencia de un creador perfecto; concibo que pueda creerse en la existencia de un gobernador necesario; pero me parece imposible que se pueda creer razonablemente en el uno y en el otro al mismo tiempo: esos dos Seres perfectos se excluyen categóricamente; afirmar al uno es negar al otro; proclamar la perfección del primero, es confesar la inutilidad del segundo; proclamar la necesidad del segundo, es negar la perfección del primero.

En otros términos, puede creer en la perfección del uno o en la necesidad del otro; pero es irrazonable creer en la perfección de los dos; precisa elegir.

Si el Universo creado por Dios ha sido una obra perfecta; si, en su conjunto y en sus menores detalles, esta obra hubiese carecido de defectos; si el mecanismo de esta gigantesca creación hubiese sido irreprochable; si tan perfecta hubiese sido su organización que no hubiese debido temerse ningún desarreglo, ni una sola avería, en una palabra, si la obra hubiese sido digna de este obrero genial, de este artista incomparable, de este constructor fantástico que se llama Dios, la necesidad de un gobernador no se hubiese hecho sentir.

Una vez dado el primer empuje, puesta en movimiento la formidable máquina, hubiese bastado abandonarla a sí misma, sin temor de accidente posible.

¿Por qué este ingeniero, este mecánico, cuyo papel es el de vigilar la máquina, dirigirla, intervenir cuando es necesario y aportar a la máquina en movimiento los retoques necesarios y las reparaciones sucesivas?

Este ingeniero habría sido inútil; este mecánico habría tenido objeto.

En este caso, no precisa un Gobernador. Si el Gobernador existe, es que su presencia, su vigilancia, su intervención son indispensables.

La necesidad del Gobernador es como un insulto, un desafío lanzado al creador: su intervención atestigua la torpeza, la incapacidad, la impotencia del Creador.

El gobernador niega la perfección del Creador.



SEGUNDO ARGUMENTO

La multiplicidad de los Dioses demuestra que no existe ninguno

El Dios Gobernador es y debe ser poderoso y justo infinitamente poderoso e infinitamente justo.

Pretendo que la multiplicidad de las Religiones atestigua que está faltado de potencia y de justicia.

Abandonemos los dioses muertos, los cultos abolidos, las religiones apagadas. Estas se cuentan por millares y millares. No hablemos más que de las religiones vivas.

Según las estimaciones mejor fundadas hay, en el presente, ochocientas religiones que se disputan el imperio sobre unas 7.5 billones de consciencias que pueblan nuestro planeta.

No es dudoso que cada una se imagina y proclama que sólo ella está en posesión del Dios verdadero, auténtico, indiscutible, único, y que los demás dioses son dioses de bromas, falsos dioses, dioses de contrabando y de pacotilla, que es obra pía el combatirlos y el aplastarlos.

Yo añado que, aunque sólo hubiera habido cien religiones, en lugar de ochocientas; aunque no hubiera habido más que diez, aunque únicamente hubiera habido dos, mi razonamiento tendría el mismo vigor.

¡Y bien! Afirmo que la multiplicidad de estos dioses atestigua que no existe ninguno, porque ella demuestra que Dios está faltado de potencia y de justicia.

Poderoso, habría podido hablar a todos con la misma facilidad que a uno solo.

Poderoso, le habría bastado con mostrarse, con revelarse a todos sin más esfuerzo del que ha necesitado para revelarse a unos cuantos.

Una persona -la que sea- no puede mostrarse, no puede hablar más que a un número limitado de personas; sus cuerdas vocales tienen una potencia que no puede exceder de ciertos límites, ¡pero Dios!...

Dios puede hablar a todos -no importa el número- con la misma facilidad que a unos cuantos.

Cuando se eleva, la voz de Dios puede y debe resonar en los cuatro puntos cardinales. El verbo divino no conoce ni distancia, ni espacio. Atraviesa los océanos, escala las cimas, flanquea los espacios sin la menor dificultad.

Ya que les complejo: -la religión lo afirma- hablar a los hombres, revelarse a ellos, confiarles sus propósitos, indicarles su voluntad, hacerles conocer su Ley, habría podido hablar a todos sin más esfuerzo que el empleado hablando a un puñado de privilegiados.

No lo ha hecho, puesto que unos le niegan, otros lo ignoran, otros en fin, ponen este o este otro Dios a aquel otro de sus concurrentes.

En estas condiciones, ¿no es discreto pensar que no ha hablado a ninguno y que las múltiples revelaciones no son otra cosa que múltiples imposturas; mejor que, si ha hablado a algunos, es que no ha podido hablar a todos?

Si así fuese, yo le acuso de impotencia.

Y si le acuso de impotencia, le acuso asimismo de injusticia.

¿Qué pensar, en efecto de ese Dios que se muestra a algunos y se esconde de los otros?
¿Qué pensar de ese Dios que dirige la palabra a los unos, y guarda silencio ante los otros?

No olvidéis que los representantes de ese Dios afirman que él es el Padre y que todos, con el mismo título y en el mismo grado, somos hijos bien amados de ese Padre que está en los cielos.

Y bien, ¿qué pensáis de ese padre que, lleno de ternura para algunos privilegiados, les arranca, revelándose a ellos, a las angustias de la duda, a las torturas de la vacilación, mientras que, voluntariamente, condena a la inmensa mayoría de sus hijos a los tormentos de la incertidumbre?
¿Qué pensáis de ese padre que se muestra a una parte de sus hijos a los tormentos de la incertidumbre?
¿Qué pensáis de ese padre que se muestra a una parte de sus hijos en el resplandor deslumbrante de Su Majestad, mientras que para los otros, permanece rodeado de tinieblas?
¿Qué pensáis de ese padre que, exigiendo de sus hijos un culto, respetos, oraciones, llama a algunos elegidos a escuchar la palabra de Verdad, mientras que, de forma deliberada, niega a los otros este insigne favor?

Si estimáis que ese padre es justo y bueno, no os sorprendáis de que mi apreciación sea diferente.

La multiplicidad de las religiones proclama, pues que Dios está faltado de potencia y de justicia. Y Dios debe ser infinitamente poderoso e infinitamente justo, los creyentes lo afirman; si le falta uno de estos atributos: la potencia y la justicia, no es perfecto, y si no es perfecto, no existe.

La multiplicidad de los Dioses demuestra, por lo tanto, que no existe ninguno.




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