Creo que Rajoy ha fallado en el intento de su investidura. Ya sabemos las ganas que Pedrito Sanchez tiene de ser el nuevo inquilino en la Moncloa. En mi modesta opinion, creo que en 1 tercera elecciones el PSOE, perderia escanos.
Assia
Elecciones Generales 26 de junio de 2016
Qué inútil todo - David Gistau
Qué inútil todo
David Gistau
LAS ÚNICAS diferencias que aliviaban la sensación de «déjà-vu» eran cromáticas. Los colores veraniegos de los atuendos, como el de Sánchez-Camacho, que iba vestida de Calippo. Los bronceados de los recién desalojados de la playa: los pálidos estuvieron trabajando por la patria, cual lucecitas de la democracia. Por lo demás, fue una sesión de investidura ya reiterativa, fallida antes de empezar y retórica que ahondó una impresión de fatiga según la cual las liturgias del sistema, las que justificaban su pompa por la excepcionalidad, se han vuelto demasiado frecuentes, demasiado inútiles. Y por ello no interesan a nadie. Todo transcurre en una clausura endogámica de periodistas y políticos cuya única lucidez posible sería tomarse a chufla todo esto y ponerse, qué sé yo, a jugar al pañuelo perdiendo cada eliminado su escaño hasta que le salieran las cuentas a alguien. Ciudadanos, por cierto, jamás aplaudió al hombre al que concedió el sí: paradójica teatralización del asquito que les da en su pudor socialdemócrata y que han debido superar ¡por patriotismo!, pero sin besar en la boca.
Falta de pasión
Con la votación perdida, Rajoy tenía la oportunidad de lucirse con una intervención vibrante –al juntar las palabras Rajoy y vibrante, el diccionario cae de su anaquel y queda abierto en la página de «oxímoron»– que levantara una visión basada en los principios fundacionales de nuestra era contra la cual sólo un insensato pudiera estar. Pero se descolgó con un pestiño tremendo, un refrito de sus sesiones de control, con el cliché incluido del rescate evitado, leído todo con la falta de pasión de quien sabe que no sirve para nada. Escuchando al presidente en funciones, su desgana, su peñazo, uno habría dicho que lo que de verdad suplica este hombre en sus pensamientos íntimos es que alguien lo mande ya a Pontevedra sin que la salida sea indigna para él. Rajoy también podría haber impelido a Sánchez, haberlo mirado a los ojos para enfrentarlo a todos los riesgos apocalípticos que, según él, se ciernen sobre el país por culpa del obstruccionismo socialista. Pero qué va. Todo lo más, Rajoy rescató el «alguien» con el que Gila aludía sin mencionarlo al asesino: «Alguien... quiere unas terceras elecciones». Como dijo un amigo: si este hombre llega a ser el encargado de arengar a los ingleses y de crearles un estado de ánimo en 1940, la esvástica aún ondearía en Westminster.
Es verdad que lo de ayer fue como la deposición matinal en un debate sobre el estado de la nación. La parte más tediosa, pues los debates cobran vida en las pendencias y en las réplicas, las que ayer no tuvieron lugar por el exceso de protección al candidato, despejada su tarde, que ya criticamos cuando se le concedió a Sánchez. Pero el discurso tuvo momentos incluso torpes en los que Rajoy se hizo autogoles. Como cuando dijo que, pese a la inquina de la oposición y de sus medios, los españoles le habían hecho ganar porque «ven con sus propios ojos». ¿Por eso, presidente, porque los españoles ven con sus propios ojos, pasó usted en cuatro años de una mayoría absoluta histórica a uno de los peores resultados cosechados jamás por su partido?
Una de las ideas importantes que, pese a todo, dejó la intervención es que Rajoy no busca un acuerdo de investidura, sino de legislatura. Uno que no se limite a deshacer la frustración psicológica del gobierno imposible de constituir pero que al día siguiente haga inviable la circulación de leyes. Parecía una respuesta a la Epístola de Rivera a los Corintios en la que invitaba a los socialistas a conceder a regañadientes una abstención para luego conformar junto a ellos un bloque de oposición férrea. A ver si las réplicas animan esto, porque nos vamos a quedar sin público.
El resultado nos da igual - Manuel Jabois
El resultado nos da igual
Manuel Jabois
En la puerta del Congreso que da a Zorrilla había que pasar dos controles de seguridad. El primero consistía en cruzar el detector de metales. Una vez hecho esto, el visitante tenía que atravesar un pasillo humano encabezado por Pablo Iglesias a un lado y Alberto Garzón a otro. Allí alineados, como si esperasen la orden para salir al campo, se encontraban también, entre otros, Xavier Domènech e Irene Montero. “¡Esperamos atrás, esperamos atrás!”, gritaban. Faltaban cinco minutos para que comenzase la sesión de investidura y los diputados de Unidos Podemos se disponían a marcharse del Congreso para acceder por la Carrera de San Jerónimo. En esas estaban, aguardando (“nos falta Íñigo”, avisó Iglesias), cuando una caravana cruzó el pasillo humano. La encabezaba Albert Rivera, con su gran carpeta naranja, seguido por Juan Carlos Girauta. Saludaron a izquierda y derecha, sonrientes; un responsable de prensa de Podemos, cuando vio marcharse al último diputado naranja y comprobó que no había foto, dio la orden: “Venga, salimos ya que esto parece un besamanos”.
Dentro, Pedro Sánchez y Antonio Hernando ocupaban sus escaños. Al número dos del PSOE le ha robado Girauta, número dos de Ciudadanos, el look minion. Sánchez lucía un bronceado Arenas: pasó la tarde meneándose como si estuviese sentado encima de un balón de Nivea; una diputada del PP anunció en petit comité que la intención de su partido era ofrecerle la dirección general de Costas. Mientras, los fotógrafos rodeaban a Mariano Rajoy, que cuando llega a su escaño no se sienta en él, pace. Es un trabajo poco envidiable el de fotografiar primeros planos del presidente. Se trata de un rostro en funciones, suspendido temporalmente entre el aburrimiento y el espanto.
El estado de la nación, su colapso, ha provocado en Rajoy una mueca perpetua de “en fin”, encogiéndose de hombros como si no hubiese un mañana, que no lo hay. Es como si de repente la gran obra de su vida se acoplase a la situación política, y su rostro tuviese por fin algún sentido: “Esto es lo que hay, o no”. La estrategia de su intervención era tan transparente que contaba con la reacción furibunda de todos, incluidos sus nuevos socios. Solo un hombre, del PP para más inri, tiró por la borda sus planes. “Fue un discurso brillante”, dijo Rafael Hernando. En su partido se llevaron las manos a la cabeza.
No quieren ser brillantes, ni originales, ni nada que les separe de la imagen aburrida y funcionarial que tan bien les sienta desde la llegada de los nuevos partidos. Contra las emociones, el hastío existencial del PP, el melasudismo absoluto, sonando en los bares a las cuatro de la tarde. Por eso el discurso de Rajoy se dedicó más a la forma que al contenido. Rajoy, con los botones de la chaqueta abrochados, la mirada de vez en cuando en el horizonte como dirigiéndose al siglo XIX, no quiere ser presidente del Gobierno sino paisaje, que es la mejor forma de perpetuarse. Un ruido de fondo al que el español se acostumbra como a la información del tiempo; la derecha termina votándole porque de alguna extraña manera puede llegar a echarlo de menos. Uno de esos dolores con el que al final se convive sin saber cuándo empezó.
Por eso el tiempo le beneficia: no solo le envejece, con el prestigio que da eso entre sus votantes, sino que le sitúa en una posición dominante. Ni un gramo de pasión para la cansada y aburrida España; la política soy yo con más de lo mismo. Un dirigente del PP lo resumió así al terminar: “Un discurso aburrido para recordar que él sigue allí como siempre, y no cambia. Un discurso narcoléptico -casi tenemos que sacar a Rivera en brazos- para que sus señorías sigan tranquilas en la España sin gobierno”.
Con la nada ganaron dos elecciones y con la nada seguirán hasta que se pudran las urnas. Estrategias pocas, pero muy perfiladas: dedicó casi la mitad de su discurso a Cataluña para poner en jaque al PSOE por si se le ocurre buscar el apoyo independentista, y citó muchas veces a Ciudadanos y Coalición Canaria como una manera de decirles “ya sois míos”. Habló poco y tarde de la corrupción, pero fue decir “corruptos” y estallar la bancada popular en aplausos emocionados, como si estuviese recordando a los caídos, a los que ya no están con nosotros. Incluso a los que quedan.
El rap mesiánico - David Gistau
El rap mesiánico
David Gistau
LA IRRUPCIÓN de una nueva generación joven que se cree convocada por el destino —como todas— para ser ella la que funde el porvenir de momento ha hecho que se disparen los chismes sobre ligues y coitos. El patio del parlamento es el de un colegio en el que sólo falta la circulación de notitas de amor. Hay mucho sexo en el ambiente, créanme, como confirmando que muchas de las grandes empresas del hombre están en realidad concebidas para ligar. Esta otra «Belle Époque» de Alberti, la de la guerra repetida como farsa, es una adaptación parlamentaria de «Porky’s», con fotogenia revolucionaria, que nos pilla viejos a Rajoy y a mí. Y no sigo porque, igual que Peñafiel, valgo más por lo que callo que por lo que digo.
Pedro Sánchez se presentó en el Hemiciclo con la necesidad de justificar una obstrucción que tiene a todas las Casandras arrancándose cabellos mientras profetizan por las calles. Si vamos a poner en riesgo la Patria, debió de pensar, e incluso los editorialistas del órgano socialdemócrata participan en el «chantaje» al PSOE, que al menos se sepa por qué, más allá de las razones ideológicas por las cuales el PP es un antagonista natural. Mal gobierno. Corrupción en el PP como para abarcar entero el código penal —quiero pensar que asesinatos aparte—. Falta de credibilidad personal de Rajoy. Una legislatura «absolutista» basada en agredir el Estado de bienestar. Fueron tantos los motivos para avalar el NO, y expuestos de un modo tan contundente y hostil, que Sánchez ya jamás podrá alterar esta posición suya sin liquidarse a sí mismo: se encadenó al NO como la baronesa Thyssen al árbol aquel del paseo del Prado, y el PSOE no podrá encauzar un camino de vuelta hacia el acuerdo si no es conspirando primero para sustituir a un secretario general elegido en primarias por la militancia.
Terceras elecciones
Sólo las terceras elecciones nos permitirán descubrir si Sánchez es penalizado por obstruccionista y por agravar las incertidumbres o si, por el contrario, es premiado en términos ideológicos por haberse resistido a una deglución por parte de «la derecha» que usó las urgencias nacionales como coartada para fomentar la idea de que sólo una presidencia de Rajoy desviaría la trayectoria del meteorito que nos trae la destrucción como especie.
A diferencia de la víspera, Rajoy tuvo una gran jornada parlamentaria. Socarrón, irónico, cómodo en un debate inútil en el que al menos decidió divertirse. Sobre Sánchez quiso echar la responsabilidad de los horrores que padeceremos por no formar gobierno y no reconocer los consensos constitucionales que hacen de PP y PSOE partidos más semejantes de lo que indican los prejuicios ideológicos: al menos, hermanados por el hito original de la Transición que otros anhelan hacer ahora declarándola la trampa del franquismo lampedusiano. Se burló de su trayectoria y de sus pobres resultados electorales: «Si yo soy malo, ¿usted qué es? ¿Pésimo?». Con todo, resuelto el ingrato debate con Sánchez, que era el más trascendente, con quien Rajoy mejor se lo pasó fue con la muchachada revolucionaria.
Desaparecido el efecto agitador, Pablo Iglesias tiene un problema: su verborrea absurda de macho alfa de la revolución empieza a sonar autoparódica. Pablo Iglesias se parece a Joaquín Reyes haciendo de Pablo Iglesias. Lo cual es la versión propia de estos tiempos ramplones de aquella frase de Victor Hugo según la cual Napoleón fue el primer loco que se creyó Napoleón. Su maniqueísmo, su esquematismo sectario, así como su atribución de la única pureza posible —todos los demás somos sicarios de «los ricos»— y de la única representación de La Gente —en el PP no existen votantes que madruguen para currar, se ve, no congrega seres humanos, sino cyborgs del Ibex-35—, han ido languideciendo hasta transformarse en un gag que ni siquiera vemos por primera vez. Por más que se dé ínfulas de orador sobreactuando como si acabara de bajar del tren en la estación de Finlandia.
Fiebre utópica
En el colmo del narcisismo, dijo que el «odio de los poderosos» le da honra, lo legitima. Pues bien: Rajoy le negó esta acreditación. No lo odió, no se tomó en serio su rap mesiánico, sino que lo educó con una condescendencia paternalista, como si hubiera entrado en la habitación de su hijo el atorrante, como si Iglesias necesitara que alguien le explique cómo funcionan las cosas mas allá del tuit, del grafiti, de la impostura.
Así, le apagó la fiebre utópica con datos y descensos a lo prosaico. Iglesias, vocero de una contracción nacionalista de extrema izquierda que pasa por el antieuropeísmo, necesita que le expliquen incluso que la transferencia de decisiones a Bruselas no es un ataque a la «soberanía española», sino una integración en la soberanía europea. Es decir, lo mejor que le sucedió a España en todo el siglo XX, el acto con el que de verdad terminó esa Transición que Iglesias denosta.
Re: Elecciones Generales 26 de junio de 2016
Creo que ABC.es., dice que los barones del PSOE se organizan para evitar 1 tercera elecciones.
Assia
Assia
Elecciones Generales 26 de junio de 2016
Segundo fracaso de Rajoy en la sesión de investidura
Como se preveía, la sesión de investidura ha resultado fallida. Sin sorpresas, Rajoy ha vuelto a fracasar.
No hubo sorpresas. El Congreso rechazó la investidura como presidente del Gobierno de Mariano Rajoy. No obtuvo la mayoría simple de la Cámara en la segunda votación al lograr 170 votos a favor y 180 en contra, exactamente el mismo resultado que obtuvo en la primera votación del pasado miércoles. Y las perspectivas para el líder del PP no parecen buenas de cara al futuro. Albert Rivera escenificó un claro distanciamiento, y el PP respondió indignado.
Rafael Hernando, el portavoz del Grupo Popular, fue durísimo después de que el líder de Ciudadanos deslizara que Rajoy ha de marcharse. "Será nuestro candidato mañana, pasado mañana y durante mucho tiempo", le contestó desde la tribuna. Mientras, en los pasillos, el ambiente se caldeó todavía más. "¿Quién se ha creído?", se quejó un miembro de la cúpula.
En teoría, el plan de Rajoy era tratar de mantener los vínculos con Rivera tras la investidura fallida. Pero lo vivido este viernes en el Congreso lo complica todo. "En democracia hay que respetar a quien gana las elecciones. No sé si es usted de la misma opinión", espetó Hernando a Rivera. Según La Sexta, Soraya Sáenz de Santamaría se dirigió a los integrantes de la cúpula de Ciudadanos con un mensaje tras escuchar a su líder: "Os habéis pasado", fue su mensaje.