Nuevas caras de siempre
MANUEL JABOIS
POCO antes de que Pedro Sánchez tomase posesión del sillón de Rubalcaba en el Congreso de los Diputados sucedieron dos cosas en España: murió su banquero más famoso, Emilio Botín, y la revista Hola anunció una portada con Isabel Preysler y Carmen Martínez-Bordiú. De todas las formas de renovación generacional de las estructuras de poder, el PSOE había elegido la más tortuosa, que es poner a la gente a votar. De golpe, mientras Sánchez tomaba asiento, el primer banco del país pasó a dirigirse con 30 años menos y a los Francoles habían pegado tal viaje que extrañó no ver en portada a la nieta en brazos del dictador y a la Preysler en los de Chabeli.
El Hemiciclo, como cuando pasa algo muy escandaloso, se dedicó a fingir aún con más entusiasmo que allí se tomaban grandes decisiones. A medida que llegaban noticias de los ingresos hospitalarios de banqueros y empresarios los diputados empezaron a mirar a todas partes para saber quién faltaba por bautizo. Son días temblorosos, líricos, descabezados. En el pasillo Sánchez dijo que sentía tristeza por la muerte de Botín y mandó un abrazo a su familia, en lo que fue una provocación en toda regla del sistema. Se desconoce si Sánchez no se ha puesto al día: en España un pésame es mojarse políticamente; hay más programa en un luto que en un decreto. A lo mejor una mañana un señor sube al atril a dar un pésame, se echan todos al suelo y le entregan el Gobierno.
Nada más llegar, el socialista Sánchez fue a las filas populares a dejar la mano blanda y Rajoy se levantó de su asiento y le cogió de los dedos. Luego Sánchez, cuando le tocó su turno, le hizo una pregunta muy genérica que pudo haber resumido como aquel periodista dirigiéndose al entrenador del Dépor: «Arsenio, qué». El nuevo líder de la oposición preguntó literalmente qué valoración hacía Rajoy de la economía, lo cual provocó un murmullo en el Hemiciclo porque Rajoy sabe tanto de economía que a lo mejor le cobraba la respuesta. Cayo Lara, que había preguntado primero sin éxito («míreme a la cara, ¿podría usted vivir con 645 euros al mes?»), se arregló el cuello mao y fijó la mirada al frente, entre expectante y alucinado.
El presidente lo que hizo fue poner una ristra de cebollas en la mesa y contestar básicamente que la economía le estaba empezando a caer bien, pero había que ir despacio. Todos esperaron en la réplica de Sánchez algún rasgo que adivinase el futuro, pero el socialista de momento rodea a la presa, que aún no se sabe si está en su partido. Acusó con tono neutro a Rajoy de permanecer en su oasis hablando de macroeconomía, desentendiéndose del trabajo de los españoles. En ese momento todos los diputados del Grupo Popular sacaron unos cartelones y compusieron un mosaico que decía, si Hernando no se hubiese movido, «Zapatero».
La única diferencia entre el proceso de criogenización de Hola con Isabel Preysler y el del PP con Zapatero es que la primera no tiene garantizada la inmortalidad.
