Los regres y los progres

Un lugar con buen talante y pluralidad democrática donde se debate lo más relevante de la política y la actualidad nacional e internacional.

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Mensajepor Invitado » Vie 17 Oct, 2014 11:33 pm

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Fundaciones 'invisibles' de PP, PSOE e IU recibieron donaciones irregulares de Caja Madrid

● Un informe del Tribunal de Cuentas rechaza los acuerdos de colaboración firmados entre la fundación de la caja y Fundeste (IU), Fundescam (PP) y la Fundación para el Estudio de los Problemas de las Ciudades (PSOE) por ser demasiado genéricos y su ánimo de “liberalidad”

● Las donaciones, que entre 2009 y 2011 sobrepasaron ampliamente el millón de euros, eran superiores al máximo permitido por la legislación

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Mensajepor Invitado » Jue 23 Oct, 2014 2:20 am



¿Preparan PP, PSOE, UPyD y CiU un golpe de estado bajo la forma del TTIP?

http://www.cafeambllet.com/ttip/

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AY, QUE PERNITA QUE YO,..

Mensajepor AY, QUE PERNITA QUE YO,.. » Jue 23 Oct, 2014 12:51 pm

...FUMADORA,DESCONOZCA TANTISIMO DE AUSTRALIA. TANTO EL GOBIERNO FEDERAL, COMO EL GOBIERNO DEL ESTADO, GANAN MUCHO DINERO CON LOS IMPUESTOS QUE HAN IMPUESTO AL TABACO, AL ALCOHOL Y A LA GASOLINA.

EN TODAS LAS CAJETILLAS DE TABACO SE ANUNCIA EL PELIGRO DE FUMAR Y EN MUCHISIMAS MARCAS (EN AUSTRALIA HAY MUCHISIMSAS MARCAS DE TABACO) A VECES VEMOS 1 FOTOGRAFIA DE CASI 1 CADAVER. DE DONDE HA SACADO ESA IMBECIL ESO DEL PARLAMENTO AUSTRALIANO.? VAMOS. SERE YO QUE SOY LA UNICA QUE NO ME HE ENTERADO. HASTA SUPERMERCADO GRANDES COMO COLES, DONDE SE VENDE TABACO, HACE ALGUN TIEMPO, (IGNORO SI CONTINUA PORQUE EL TABACO SE COMPRA A LA ENTRADA DEL SUPERMERCADO) EN LETRAS BIEN VISIBLES SE VEIA 1 NUMERO DE TELEFONO PARA PERSONAS QUE QUERIA DJAR DE FUMAR. 1 CAJETILLA DE 25 CIGARROS CUESTA YA DE 16 A 17 DOLARES,ESA DE LAS MAS BARATAS COMO LA MARCA ''DEA.'' O '' JPS ''GOLD''

ANDA, QUE NI SIQUIERAS DAR TU NOMBRE,PETARDA. NO SE SI DE LO QUE HABLAS ES CIERTO,PERO REFERENTE A AUSTRALIA O YO NO ME ENGTERADO O LO MAS SEGURO ES QUE ES INCIERTO. TANTO EL GOBIERNO FEDERAL COMO EL ESTATAL, COBRA MUCHOS IMPUESTOS DE FUMADORES COMO YO.

Assia

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DISCULPAD LA MARCA DE...

Mensajepor DISCULPAD LA MARCA DE... » Jue 23 Oct, 2014 12:55 pm

LA CAJETILLA DE TABACO SE LLAMA DEAL. ME COMI LA L.
Assia

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Mensajepor Invitado » Dom 02 Nov, 2014 11:42 pm

Barry Lyndon y el regreso de los arbitristas


[imageleft]Imagen[/imageleft] Resulta divertido considerar que nuestra economía de hoy, tan dada al fraude y a la rapiña, pueda parecerse tanto a aquella economía precapitalista y preburguesa que fue en el s. XVII una economía de gasto, como resaltaba Sombart en un libro singular focalizado en el burgués. Ahora con tantos capciosos acumuladores de capital, en donde paradójicamente los empresarios son escasos mientras los políticos y los sindicalistas son mayoría es sencillo buscar un paradigma del arribista fulero, o del que vive de dar consejos a las naciones, esos arbitristas que llegan cual Barry Lyndon, que entran en las fiestas sin ser previamente invitados, que carecen de escrúpulos, y que a la manera de muchos hombres del XVII y XVIII tratan de llenarse el bolsillo a manos llenas. Pero vayamos por partes.

Barry Lyndon nos viene enseguida a la memoria gracias a la novela de William Makepeace Thackeray y de la adaptación formidable de Stanley Kubrick. Al juzgar al personaje el escritor inglés J.P. Donleavy escribió lo que sigue: y en estos planificados tiempos nuestros, a medida que a los bribones se les achica el espacio vital y los cerebros menguan con las exigencias de la vida social, resulta muy agradable recrearse en escenas en las que un fulano altanero encuentra su merecido en la punta de un estoque y las ofensas se pagan, ¡qué delicia! con una mutilación inmediata. Cuando la gente de peso que lo es precisamente por no tener ninguno, permanece atrapada en anónimas plataformas a las que se ha puesto un motor, es un motivo de alegría que alguien se yerga sobre sus dos piernas y se proclame descendiente de los reyes de Irlanda, y que la fama de sus hazañas se susurre de un extremo a otro de Europa. Pues los sinvergüenzas empiezan a escasear de mala manera. ¡Y qué pena...! Porque siempre han sido ocasión de consuelo para los gazmoños, a quienes han dado no pocos motivos de presunción en sus bien calculadas vidas. Haciéndoles observar y solazarse. Mientras, con una encantadora despreocupación, nuestro pícaro trama su propia, grandiosa destrucción, y se sume, dormido, en una fosa común. Para Donleavy es evidente que los bribones cumplen una función en la sociedad –ese es el caso de Barry- se hacen con nuestros bienes –joyas y esposas incluidos- y acaban por consolarnos en nuestra desesperación. Si no fuera por ellos el mundo adquiriría una cierta sordidez (hasta aquí la broma de Donleavy).

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Mensajepor Invitado » Mar 11 Nov, 2014 1:46 am

La corrupción y el mérito

El descrédito y el deterioro de la función pública favorecen el ejercicio de la arbitrariedad política y las decisiones corruptas. Construir una administración profesional, austera y eficiente es difícil, pero no imposible

Antonio Muñoz Molina



[imageleft]Imagen[/imageleft]El espectáculo ahora por fin visible de la corrupción no habría llegado tan lejos si no se correspondiera con otro proceso que ha permanecido y permanece invisible, del que casi nadie se queja y al que nadie parece interesado en poner remedio: el descrédito y el deterioro de la función pública; el desguace de una administración colonizada por los partidos políticos y privada de una de sus facultades fundamentales, que es el control de oficio de la solvencia técnica y la legalidad de las actuaciones. Cuando se habla de función pública se piensa de inmediato en la figura de un funcionario anticuado y ocioso, sentado detrás de una mesa, dedicado sobre todo a urdir lo que se llama, reveladoramente, “trabas burocráticas”. Esa caricatura la ha fomentado la clase política porque servía muy bien a sus intereses: frente al funcionario de carrera, atornillado en su plaza vitalicia, estaría el gestor dinámico, el político emprendedor e idealista, la pura y sagrada voluntad popular. Si se producen abusos los tribunales actuarán para corregirlos.

Está bien que por fin los jueces cumplan con su tarea, y que los culpables reciban el castigo previsto por la ley. Pero un juez es como un cirujano, que intenta remediar algo del daño ya hecho: la decencia pública no pueden garantizarla los jueces, en la misma medida en que la salud pública no depende de los cirujanos. Los ánimos están muy cargados, y la gente exige, con razón, una justicia rápida y visible, pero no se puede confundir el castigo del delito con la solución, aunque forme parte de ella. El puesto de un corrupto encarcelado lo puede ocupar otro. El daño que causa la corrupción puede no ser más grave que el desatado por la masiva incompetencia, por el capricho de los iluminados o los trastornados por el vértigo de mandar. Lo que nos hace falta es un vuelco al mismo tiempo administrativo y moral, un fortalecimiento de la función pública y un cambio de actitudes culturales muy arraigadas y muy dañinas, que empapan por igual casi todos los ámbitos de nuestra vida colectiva.

El vuelco administrativo implica poner fin al progresivo deterioro en la calidad de los servicios públicos, en los procesos de selección y en las condiciones del trabajo y en las garantías de integridad profesional de quienes los ejercen. Contra los manejos de un político corrupto o los desastres de uno incompetente la mejor defensa no son los jueces: son los empleados públicos que están capacitados para hacer bien su trabajo y disponen de los medios para llevarlo a cabo, que tienen garantizada su independencia y por lo tanto no han de someterse por conveniencia o por obligación a los designios del que manda. Desde el principio mismo de la democracia, los partidos políticos hicieron todo lo posible por eliminar los controles administrativos que ya existían y dejar el máximo espacio al arbitrio de las decisiones políticas. Ni siquiera hace falta el robo para que suceda el desastre. Que se construya un teatro de ópera para tres mil personas en una pequeña capital o un aeropuerto sin viajeros en mitad de un desierto no implica solo la tontería o la vanidad de un gobernante alucinado: requiere también que no hayan funcionado los controles técnicos que aseguran la solvencia y la racionalidad de cualquier proyecto público, y que sobre los criterios profesionales hayan prevalecido las consignas políticas.

En cada ámbito de la administración se han instalado vagos gestores mucho mejor pagados siempre que los funcionarios de carrera. Obtienen sus puestos gracias al favor clientelar y ejercen, labores más o menos explícitas de comisariado político. Pedagogos con mucha más autoridad que los profesores; gerentes que no saben nada de música o de medicina pero que dirigen lo mismo una sala de conciertos que un gran hospital; directivos de confusas agencias o empresas de titularidad públicas, a veces con nombres fantasiosos, que usurpan y privatizan sin garantías legales las funciones propias de la administración. En un sistema así la corrupción y la incompetencia, casi siempre aliadas, no son excepciones: forman parte del orden natural de las cosas. Lo asombroso es que en semejantes condiciones haya tantos servidores públicos en España que siguen cumpliendo con dedicación y eficacia admirables las tareas vitales que les corresponden: enfermeros, médicos, profesores, policías, inspectores de Hacienda, jueces, científicos, interventores, administradores escrupulosos del dinero de todos.

Que toda esa gente, contra viento y marea, haga bien su trabajo, es una prueba de que las cosas pueden ir a mejor. Construir una administración profesional, austera y eficiente es una tarea difícil, pero no imposible. Requiere cambios en las leyes y en los hábitos de la política y también otros más sutiles, que tienen que ver con profundas inercias de nuestra vida pública, con esas corruptelas o corrupciones veniales que casi todos, en grado variable, hemos aceptado o tolerado.

El cambio, el vuelco principal, es la exigencia y el reconocimiento del mérito. Una función pública de calidad es la que atrae a las personas más capacitadas con incentivos que nunca van a ser sobre todo económicos, pero que incluyen la certeza de una remuneración digna y de un espacio profesional favorable al desarrollo de las capacidades individuales y a su rendimiento social. En España cualquier mérito, salvo el deportivo, despierta recelo y desdén, igual que cualquier idea de servicio público o de bien común provoca una mueca de cinismo. La derecha no admite más mérito que el del privilegio. La izquierda no sabe o no quiere distinguir el mérito del privilegio y cree que la ignorancia y la falta de exigencia son garantías de la igualdad, cuando lo único que hacen es agravar las desventajas de los pobres y asegurar que los privilegiados de nacimiento no sufren la competencia de quienes, por falta de medios, solo pueden desarrollar sus capacidades y ascender profesional y socialmente gracias a la palanca más igualitaria de todas, que es una buena educación pública.

Nadie se ha beneficiado más del rechazo del mérito y de la falta de una administración basada en él que esa morralla innumerable que compone la parte más mediocre y parasitaria de la clase política, el esperpento infame de los grandes corruptos y el hormiguero de los arrimados, los colocados, los asesores, los asistentes, los chivatos, los expertos en nada, los titulares de cargos con denominaciones gaseosas, los emboscados en gabinetes superfluos o directamente imaginarios. Unos serán cómplices de la corrupción y otros no, pero todos contribuyen a la atmósfera que la hace posible y debilitan con su parasitismo el vigor de una administración cada vez más pobre en recursos materiales y legales y por lo tanto más incapaz de cumplir con sus obligaciones y de prevenir y atajar los abusos. Una cultura civil muy degradada ha fomentado durante demasiado tiempo en España el ejercicio del poder político sin responsabilidad y la reverencia ante el brillo sin mérito. Caudillos demagogos y corruptos han seguido gobernando con mayorías absolutas; gente zafia y gritona que cobra por exhibir sus miserias privadas disfruta del estrellato de la televisión; ladrones notorios se convierten en héroes o mártires con solo agitar una bandera.

Esta es una época muy propicia a la búsqueda de chivos expiatorios y soluciones inmediatas, espectaculares y tajantes —es decir, milagrosas—, pero lo muy arraigado y lo muy extendido solo puede arreglarse con una ardua determinación, con racionalidad y constancia, con las herramientas que menos se han usado hasta ahora en nuestra vida pública: un gran acuerdo político para despolitizar la administración y hacerla de verdad profesional y eficiente, garantizando el acceso a ella por criterios objetivos de mérito; y otro acuerdo más general y más difuso, pero igual de necesario, para alentar el mérito en vez de entorpecerlo, para apreciarlo y celebrarlo allá donde se produzca, en cualquiera de sus formas variadas, el mérito que sostiene la plenitud vital de quien lo posee y lo ejerce y al mismo tiempo mejora modestamente el mundo, el espacio público y común de la ciudadanía democrática.

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Mensajepor Invitado » Jue 18 Dic, 2014 11:47 pm

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Liberales: un estado del bienestar, pero sin Estado

Borja Ventura


Privatizarían escuelas y se las entregarían a los profesores. Culpan de la crisis a los bancos centrales. Critican a las personas enriquecidas gracias al dinero público. Dicen que el Estado debe retirarse para que la sociedad ocupe su lugar. Que las empresas públicas deberían venderse y repartirse sus acciones entre los ciudadanos. Que el Estado no debería intervenir en temas como el aborto, la libertad sexual o el mercado de las drogas. Que dan más miedo a los ricos que el mismísimo Pablo Iglesias. Son antisistema, sí, pero no de los que piensas. Son liberales

Ellos mismos dicen que son pocos, que no tienen influencia política y que proponen ideas que no a todos les gustan y, sin embargo, para el imaginario colectivo son legión y dirigen la economía mundial susurrando al oído de los poderosos. Se les asocian palabras como ‘neocon’, pero las rechazan diciendo que ellos no son conservadores, que pueden tener puntos en común con estos, pero también con los socialdemócratas y hasta con Podemos.

Son liberales, de los de verdad. Dicen que no hay «ningún partido mainstream en España que pueda identificarse como liberal». Si acaso un puñado de políticos que, cuando han podido gobernar, han dejado en un cajón sus propuestas. Citan a Antoni Fernández Teixidó, de Convergència, que fue conseller de Trabajo, Industria, Comercio y Turismo, o a Esperanza Aguirre, de quien opinan que tiene «retórica liberal, pero no ha gobernado como liberal». O a Xavier Sala i Martin, que no ha ejercido de gobernante y a quien señalan en la paradoja de ser soberanista con una propuesta para construir un Estado catalán con un marcado toque intervencionista.

Vamos, que liberales castizos hay más bien pocos.

Al menos están ellos, Juan Ramón Rallo y Carmelo Jordá, y unos cuantos más. El primero dirige el Instituto Juan de Mariana, un think tank liberal que tiene prohibido en sus estatutos recibir subvenciones públicas; y el segundo es redactor jefe en Libertad Digital y, por cierto, familiar de funcionarios. «Es imposible no relacionarse con el Estado», manifiestan. Y según ellos ese es el problema.

En la órbita cercana a ambos, otros nombres como Daniel Lacalle, Gabriel Calzada o María Blanco. Esta última, en una conversación previa con Yorokobu, rechazaba hablar «de políticos liberales» porque es más correcto referirse «a políticas económicas y sociales liberales o no». Entre ellos y algunos otros van logrando lavarle la cara poco a poco al liberalismo, ofreciendo un tono amable y dialogante, casi didáctico. No son tan malos como los pintan, sostienen, ni tan raros como aparentan.

Por eso tampoco parece importarles que ningún partido sea liberal. La idea de la creación del think tank hace diez años vino precisamente para tener «una voz no partidista, como pueden tener algunas ONG, por ejemplo», apunta Jordá. Su influencia, en cualquier caso, es peculiar. Hace unos años publicaron un informe hablando de «la burbuja de las renovables», como la define Rallo, y aunque en España no sirvió para terminar en ese momento con las subvenciones al sector, en EE UU sí se empezó a percibir de otra forma un entorno productivo que definían como modélico. «No estamos en contra de las renovables, sino de cómo se gestionaban», apunta Rallo.

    No hay ningún partido mainstream en España que pueda identificarse como liberal

Cuando les preguntas por sus propuestas, sale a relucir la palabra ‘libertad’. La idea es minimizar la intervención del poder estatal en la vida de las personas, una supervisión que consideran intrusiva e ineficaz y que no solo se restringe a lo económico, «también a cuestiones como la libertad religiosa o de opinión», asegura Rallo. «Solemos decir que dos liberales en una misma mesa nos entenderíamos, pero tres no», asegura Jordá riéndose. Precisamente, las diferentes visiones entre los liberales acerca de si el Estado tiene que regular cuestiones como el derecho al aborto o la libertad sexual son las que más divisiones internas les cuestan tal y como ellos mismos reconocen.

Hay, incluso, quienes tienen una postura más extrema dentro del liberalismo y se acercan a postulados anarquistas: nada de Estado, nada de regulación. Lo cual deja una idea engañosa para muchos. «Un liberal no persigue la ausencia de leyes, sino la ausencia de leyes intrusivas», dice Rallo, que rechaza también que se suela asociar al liberal con el conservador. «En EE UU, por ejemplo, los liberales apoyan prácticas como la del vientre de alquiler que aquí nos parecen una abominación». Y pone otro ejemplo: la regularización de las drogas, algo en lo que tradicionalmente ha destacado Holanda y en la que últimamente países como EE UU o Uruguay han ido avanzando.

Hay partes del discurso que casi parecen de movimientos alternativos: «El Estado tiene que ir replegándose para que la sociedad vaya ocupando esos espacios». O «¿quién es más poderoso, el CEO de una compañía como Apple o los millones de compradores que deciden su destino?».

«Nosotros no criticamos a los ricos», asevera Rallo. «Criticamos a los ricos que se han hecho ricos con privilegios estatales, pasando a ser unos funcionarios más». Se refiere, por ejemplo, a las empresas concesionarias de servicios e infraestructuras públicas. «Esos ricos deberían temer más a los liberales que a formaciones como Podemos que, a fin de cuentas, quieren más Estado y más gasto público y que, si gobernaran, querrían decir que habría más dinero en ese sector, que será para ellos o para otros, pero algo les tocaría. Y con un planteamiento liberal no habría dinero ahí, ni para ellos ni para otros».

Entonces desde esa visión, ¿quién tiene la culpa de la crisis? Los ciudadanos no, sino los bancos… centrales. Aseguran que ellos regalaron crédito a los ciudadanos manteniéndolo a muy bajo interés de forma artificial, lo que hizo que gastáramos por encima de lo que era razonable. El resto, cosa de cada cual: «Tener una hipoteca no es más o menos liberal; un liberal no te va a decir cómo debes llevar tus finanzas», sonríe Rallo.

Y sin embargo, persiste la idea de que la crisis es cosa de las políticas liberales. «La Europa liberal duró tan solo veinte años. Esa idea es que vivimos en una era de capitalismo salvaje y neoliberalismo atroz es falso», apuntaba María Blanco. «Durante mucho tiempo hemos sido atacados, ignorados por las universidades, poco considerados por el mainstream hasta que, de repente, encontraron que la escuela austriaca explica perfectamente por qué ocurren las burbujas financieras», comentaba.

Las ideas del imaginario colectivo son, sin embargo, difíciles de quitar. «Me saca de quicio que siempre nos asocien con el tipo que pega el pelotazo ilícitamente. O que nos comparen con el personaje de El lobo de Wall Street, un tipo absolutamente despreciable que defrauda, miente y se salta la ley. Eso es un ejemplo de delincuente —sentenciaba Blanco—. Realmente me parece injusto».

Una de las aportaciones más conocidas del pensamiento liberal es su aversión a los impuestos. «La mayor parte de ellos va para pagar servicios para nosotros mismos. No es el rico el que paga al pobre, sino la clase media la que paga a la clase media, y eso es incomprensible», añade Rallo.

    El estado de bienestar ha quebrado y lo que nos están vendiendo es más Estado

Entonces, si un liberal no quiere que el Estado tenga tanto peso, ¿cómo se mantienen los servicios prestados a los ciudadanos? Rallo define prestaciones como el paro o las pensiones como «seguros». En un plan de cincuenta años para una economía liberal que expone en su último libro no propone la eliminación inmediata «porque dejarían a muchísima gente sin cobertura», sino la retirada progresiva de la recaudación para que la gente, con ese dinero que destinaba a impuestos, contratara seguros privados para protegerse del desempleo o la jubilación. Al margen del Estado, claro.

Y lo mismo con todo porque, a su juicio, «el sistema actual supone el pago por duplicado de muchísimas cosas». Eliminando la educación pública se suprimiría un gasto económico y la gente podría elegir libremente por qué colegio pagar, ya que, a su juicio, «no tiene sentido abonar dos veces si eliges llevar a tu hijo a un colegio que no sea público, o sufragarla y no poder elegir la educación que prefieres». Por eso defiende no solo que la educación sea privada, sino más diversa, dejando a los padres libertad (ahí la palabra) para elegir no solo qué colegio quieren, sino qué tipo de educación prefieren, ya que entiende que también debería desaparecer la regulación estatal restrictiva sobre modelos educativos.

Niegan que la gente sin recursos quedara al margen del sistema. «Entendemos que el hecho de que exista gente sin recursos o sin capacidad de generarlos, por una discapacidad, por ejemplo, son una minoría, así que limitemos esa intervención a la minoría. Y no es solo una cuestión de ahorro, sino de incentivos. Según Jordá, «si hay gente que circunstancialmente necesita ayuda, habría ayuda circunstancial, pero también habría que ver si esa ayuda es adecuada para salir de esa circunstancia… o si lo que hace es perpetuarla».«No se trata de quitar ayudas a los pobres, sino de replantear esas ayudas para evitar desincentivar a la gente», apunta Rallo. Dicho de otra forma: vigilar que el pago de una prestación no haga que el ciudadano se conforme con vivir con eso y no busque mejorar su situación.

En ese paso de lo público a lo privado hay una clave: ¿cómo se privatiza bien? Depende del caso, aseguran. «Yo privatizaría las escuelas dándoselas a los funcionarios. Primero, ahorras la crítica interna, y segundo, porque el valor real de un colegio es su capital humano que pasaría a ser el responsable de su gestión». Para otro caso, como el de una empresa pública del estilo de AENA, mira al pasado: «Me gustó el modelo de algunos países de la órbita de la antigua URSS, como Checoslovaquia, que repartieron acciones entre los ciudadanos». Acciones reales, no participaciones nominales, que cotizaran en Bolsa y permitieran la transacción. Reconocen, eso sí, que el cambio de una estructura de propiedad es un proceso complejo «que puede dar lugar a prácticas oligárquicas o corrupción, pero que el proceso pueda tener fallos no quiere decir que no se tenga que hacer y mantener el desastre que tenemos».

    Un liberal no persigue la ausencia de leyes, sino la ausencia de leyes intrusivas

Entonces, si el problema es el sistema, ellos son antisistema. «El movimiento antisistema en EE UU es el Tea Party», de corte muy liberal, «que pide menos impuestos e intervención estatal como forma de rechazo a los rescates bancarios. En España el movimiento antisistema de respuesta es Podemos y eso te da una imagen de cómo es el país», dice Rallo. «Ser liberal en España vende mal», comenta, y no solo por nuestras estructuras, sino por nuestra forma de vivir. No ve «más liberal» ser una monarquía o una república. Ven en repúblicas como EE UU políticas liberales en lo económico, «pero luego tienen un régimen presidencialista, aunque con fuertes contrapesos», y a la vez tienen como modélicos países como Liechtenstein, «y eso a pesar de ser una monarquía que casi parece absoluta», o Suiza. Otros, como Singapur, «son liberales en lo económico, pero terribles en lo social». Como pasa con los partidos o los políticos españoles, tampoco hay ningún país puramente liberal desde su punto de vista.

«No me parece que podamos trasladar un modelo de un país a otro», comentaba Blanco. «El objetivo no debe ser cortoplacista: no queremos el poder, pero sí queremos ayudar a cambiar la mentalidad de la gente. Que las personas puedan recuperar las riendas de su vida. Ahí poco a poco hay gente que se está dando cuenta de que el estado de bienestar ha quebrado y de que lo que nos están vendiendo es más Estado».

¿Cuáles serían entonces los referentes? Según Rallo, «las mejores aplicaciones del liberalismo han venido del foralismo, de los cantones, de ciudades-estado… El liberalismo suele tender a movimientos más pequeños». Pero no del estilo del nacionalismo como lo entendemos en España, «que tienen como aspiración un control mayor de un territorio menor», ni tampoco de las estructuras supranacionales. «Lo menos liberal que hay sería un Estado mundial, donde no habría competencia ni posibilidad de escapar, sería como una gran cárcel». Y es que todo esto al final no va solo de dinero, sino de libertad. Esa palabra.

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Mensajepor Invitado » Mié 07 Ene, 2015 3:56 am

El disputado voto de centro

El centro ideológico ha comenzado, a lo largo de 2014, a estar muy concurrido

Ignacio Urquizu



Recientemente Ciudadanos ha anunciado su intención de concurrir a las próximas elecciones municipales y autonómicas. Su objetivo ha quedado claro desde el principio: los votantes de centro-izquierda. Es una estrategia ofensiva, desde luego, puesto que espera abarcar dos grupos ideológicos relevantes. Pero, en realidad, en el año 2015 donde se jugará el futuro de nuestro sistema de partidos es en el centro.

Según los datos de Metroscopia, los ciudadanos más moderados ideológicamente suman casi el 40% (posición 5 en la escala ideológica de 0 a 10). Hasta la fecha han sido claves en todas las contiendas electorales celebradas en España. Si hay una regla electoral que se viene cumpliendo en nuestra democracia es que la formación política que gana en el centro ideológico, siempre gana las elecciones.

Pero a lo largo de 2014 el centro ha comenzado a estar muy concurrido. Los datos del último Clima Social de Metroscopia así lo revelan (tabla 1). Si analizamos en detalle la intención directa de voto entre los más moderados, obtenemos cuatro conclusiones. En primer lugar, la formación política preferida en este grupo ideológico es el Partido Socialista con un 14% de intención directa, una cifra ligeramente inferior a la que obtuvo hace tres años. En segundo lugar, la irrupción de Podemos también se ha hecho notar de forma destacada: más del 13% de los votantes moderados declara apoyar al partido de Pablo Iglesias. En tercer lugar, el Partido Popular se ha hundido en este colectivo, cuando en noviembre de 2011 fue la formación política más votada. En cuarto lugar, UPyD ha conseguido avanzar posiciones, triplicando su intención directa.

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¿Qué ha pasado para que el centro muestre ahora este cuadro? Conforme ha ido avanzando la legislatura, el porcentaje de huérfanos políticos se ha incrementado de forma tremenda. En verano de 2013 más del 50% de los españoles no sabía a quien votar, declaraba abstenerse en el futuro o votaría en blanco. En el caso del centro, esta cifra llegaba al 61%. Por lo tanto, la orfandad política dentro de este grupo ideológico era significativamente superior a la del conjunto de la población.

La orfandad de estos votantes no se derivaba de cómo les viene afectando la crisis. En los datos de Metroscopia no muestran más dificultades económicas para llegar a fin de mes que el conjunto de los españoles. Tampoco tienen una opinión mucho más crítica que el resto de la ciudadanía sobre la situación económica o la desigualdad. Manifiestan el mismo pesimismo y auguran una España mucho más desigual en porcentajes similares al resto de la población. En cambio, son mucho más críticos respecto a la situación política del país. Al mismo tiempo que se creaba Podemos, una mayoría de los votantes de centro (el 58%) pensaba que los partidos políticos eran todos iguales. De hecho, esta opinión estaba mucho más extendida entre este grupo ideológico que entre el conjunto de la población (7 puntos de diferencia).

Este es el estado de ánimo en el que se creó Podemos. La pregunta que muchos se pueden hacer es: ¿cómo es posible que el PSOE se mantenga en el centro mientras el PP se hunde y la formación de Pablo Iglesias avanza? Los trasvases de apoyos dentro de este grupo ideológico nos pueden ayudar a entender qué está pasando en nuestro sistema de partidos. Más del 14% de los apoyos que obtiene el PSOE entre los votantes moderados proceden del Partido Popular. Es decir, hay una transferencia de votos muy significativa dentro del centro del PP al Partido Socialista. Esto serviría para compensar parte de los exvotantes socialistas que se van ahora a Podemos, permitiendo mantener al PSOE gran parte de la intención directa de voto que tenía en 2011 en este grupo ideológico.

En definitiva, todavía es pronto para saber cómo afectará la llegada de Ciudadanos a la competición por estos electores. Pero si hay algo que comienza a estar claro es que el centro es objeto de deseo para un buen número de formaciones políticas. Quizás por ello el sistema de partidos que veamos en 2015 será el más fragmentado de nuestra democracia.

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Mensajepor Invitado » Dom 18 Ene, 2015 11:27 pm

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Antonio Escohotado:
“Lo que diferencia al liberal del conservador es estar abierto al cambio.”

¿Por qué dice el filósofo español que hay una rama de pseudoliberales que son, en realidad, una pandilla de subnormales?

José María León Cabrera

Al filósofo español Antonio Escohotado le tomó más de catorce años escribir los dos tomos de su libro Los Enemigos del Comercio, Una historia moral de la propiedad, pero aún no acaba. Dice que está escribiendo el tercer y cree que la obra estará completa en un cuarto volumen. Su anterior obra Historia General de las Drogas le tomó dos décadas. “Ese libro me sacó de pobre y desconocido”, me dijo Escohotado una mañana de octubre de 2014, cuando –sin camiseta, con traje de baño azul y fumando sin parar– me recibió al pie de la piscina de un hotel de Guayaquil. Ese texto, también, le ha ganado una reputación de radical, que él dice no entender. Fui a entrevistarlo bajo ese prejuicio: pensaba encontrarme con un dogmático de esos que santifican lo privado y satanizan lo público, y me topé con un hombre que insiste en la necesidad de encontrar un punto medio, a través de un esfuerzo “honrado, sin sabotajes”. Esa sinceridad intelectual del filósofo de setenta y tres años hace que critique con durísima y equitativa naturalidad a los cristianos del pobrismo –es decir, a los anteriores a la Reforma–, a los socialistas –a quienes acusa de haber creado la única religión contemporánea, el materialismo dialéctico–, y a esa vertiente de liberales radicales y dogmáticos –a la que llama banda de subnormales dirigidos por un analfabeto: Murray Rothbard–.

    Me llama la atención el título Los enemigos del Comercio ¿no hay una sobredimensión en el valor que se le otorga al comercio?

    Es muy difícil atribuir un valor más grande o pequeño al comercio, o al derecho de conquista que es su opuesto (porque cuando no hay comercio, lo que hay es conquista). En realidad, es imposible, pero está claro que hay una larga historia de enemistad hacia el comercio que inicia en un gran manifiesto antiguo que es el Sermón de la Montaña de la Biblia –donde se dice que Dios y el dinero no son compatibles y que los últimos serán los primeros–, pasa por el manifiesto de Engels y Marx del cuarenta y ocho, y llega a la actualidad. No sé si te satisface la respuesta. El valor del comercio es el de crear una sociedad democrática basada en garantías constitucionales, frente a las sociedades de salvación nacional que han establecido, a medias, clérigos y militares –lo que se puede llamar la sociedad militar clerical– que, desde comienzos del siglo veinte, se convierte en sociedad totalitaria. Pero es lo mismo. Es el que manda, manda y cartucho en el cañón, como decimos en España.


    ¿No es esta una discusión atávica? ¿No hemos superado ya la discusión del valor que el comercio tiene en una sociedad?

    ¿Por qué está superado? Por ejemplo, cuando viene la señora Kirchner o el señor Maduro a decir las cosas que dicen, es un signo evidente de que no está superado, sino que es la polémica de nuestros días.


    A Nicolás Maduro el estado de su país no le da mucho margen para opinar con suficiencia sobre el comercio…

    Ciertamente.


    Entonces, no podríamos decir que ahí hay una crítica válida del valor del comercio –que es indiscutible, más allá de cualquier postura ideológica–, la cuestión es si ese valor no se ha sobredimensionado.

    Estoy buscando un epígrafe de los ebionistas –o nazarenos, una secta a la que pertenecían Juan Bautista y Jesús–, en el que está el programa pobrista y anticomercial originario. Ahí se lo puede ver en concreto. No es un abstracto, como si dijéramos “no me gusta el comercio porque me parece que son todos unos ladrones y unos sinvergüenzas que se están ganando el ciento por ciento”. Su gran documento, su obra de arte, es el Sermón de la Montaña. Hay varios postulados del programa pobrista. Por ejemplo, en la epístola de Santiago: “Vosotros, los ricos, llorad a gritos sobre las miserias que os amenazan. Habéis vivido en delicias sobre la Tierra, entregados a los placeres, y habéis engordado para el día de la matanza”. Fíjate cómo esto se parece esto a las declaraciones que Lenin da inmediatamente después del golpe de Estado de octubre de 1917, donde dice que el problema que tenemos aquí es limpiar al país de clases medias, aristócratas y terratenientes. “Lo que queremos es una sociedad proletaria”. La sociedad proletaria está definida en el Sermón de la Montaña del Evangelio como “los pobres de espíritu” que –en su credulidad– no discuten la enseñanza del Señor. Los respondones están expresamente excluidos de este Sermón.


    ¿No podría retraerse esta historia incluso al Génesis, cuando Dios censura el acceso al árbol del bien y del mal a Adán y Eva, como si expresamente evitara que coman del fruto del conocimiento, indispensable para la libertad?

    Los Enemigos del Comercio empieza con Adán y Eva. En la época en que se estaba redactando el Génesis, por el siglo cinco, empezaba a prosperar la esclavitud, un fenómenos que no existía en la antigüedad, donde nueve de cada diez personas eran libres. Cuando triunfan la civilización romana, la asiria y la espartana, el mercado de bienes y servicios se convirtió en mercado de personas. Entonces era necesario hacerlas cautivas, por la guerra o por razias, que es lo que hacían espartanos y asirios. Por eso Yahvé le dice a Eva, cuando la expulsa del paraíso: “parirás con el sudor tu frente”, y a Adán “te ganarás la vida con el sudor de frente”, ¿qué está haciendo Dios Padre ahí? Pues maldiciendo el trabajo, porque el trabajo empezaba a ser trabajo esclavo, es decir, trabajo que no venía del comercio, sino de la conquista.


    Lo escuché decir en una entrevista, a propósito del pobrismo, que la “pobreza de espíritu” es el derecho infinito al resentimiento y al rencor.

    Sí, pero hay más elementos. No solo al resentimiento y el rencor, sino también a la credulidad, al deseo de que el mundo sea sencillo: bueno o malo, alto o bajo, que sea dual, maniqueo. Encontrarse con la complejidad, con que las cosas no son blancas ni negras, sino grises y con lunares, es algo que desespera mucho a las personas. Por una parte, las personas son propensas al resentimiento y la envidia, por supuesto. Pero por otra, son afectas al simplismo. Entonces, el pobrismo es la forma extrema de la simplicidad. Por eso en latín se le dice parvulus al fiel, que es una mezcla de niño pequeño y crédulo. Esa es la persona que el pobrismo necesita y promueve.


    ¿Ha llegado usted a la misma conclusión que Marx y Engels, de que la religión es un lastre para el desarrollo de la persona, individual o comunitariamente?

    No te creas, porque en realidad lo que hizo Marx –porque luego Engels se corrigió hacia la social democracia, y por tanto una variante liberal de la revolución– fue crear una religión. El marxismo es la única religión contemporánea. Eso que se llama diamat –dileactical materialism– es una religión con sus textos sagrados, sus dogmas, y también con sus castigos, y el que no crea en ella , pues, ¡amigo mío, la va a pasar francamente mal! Se va a un campo de concentración, o directamente al paredón, a que lo fusilen.


    ¿Por eso dice usted que el cristianismo es comunista?

    El cristianismo originario es comunista. El gran cambio en el cristianismo viene con la Reforma, con Lutero, Calvino y Zwinglio, y también con la Contrareforma…


    Pero lo que se llama Iberoamérica no es hija de esa tradición…

    Sí, Iberoamérica queda un poco fuera, aunque le llega a través de la escuela de Salamanca, española, es decir, a través de los teóricos del derecho natural y la democracia, que son De las Casas, Suárez, Báñez, Molina, que son de alguna manera, protestantes, porque la Contrareforma, eso que se hizo en Trento, es una manera de decirle al cristiano que tiene que ser próspero, previsor, que tiene que cuidar de sí mismo, enfrentándose así a la tesis del pobrismo que es –como dice textualmente el Evangelio– “¡no seas previsor, no ves que los pájaros no acumulan, ¿por qué vas acumular tú?”. “No dudes de la divina providencia”, “no cuides del mañana”, son expresiones textuales de Jesús. Para Lutero, Calvino y la Escuela de Salamanca, esos son despropósitos. Es decirle al padre de familia lo que no debe hacer, que diga “ya alimentará a mis hijos la divina providencia”. No.


    ¿Y el cristianismo de nuestros días, qué es?

    Hay de todo. Hay cierto cristianismo integrista, aunque poco, y la mayor parte del cristianismo es civilizada: después de pasar por la Reforma, ha llegado al mundo contemporáneo y se ha convertido en una fuerza moderada, y no extremista.


    ¿En oposición a?

    Al Islam, por ejemplo, u otras religiones como el materialismo dialéctico.


    Pero hay una idea detrás de las religiones que es la idea de Dios, que en muchos casos define cómo los seres humanos nos enfrentamos al mundo, ¿en dónde está esa idea hoy?

    Debe estar en todas partes. A mí me parece tan demencial afirmar con certeza que hay Dios, como afirmar con certeza que no lo hay. Si me preguntas, yo te contesto que soy cristiano, aunque me definan como ateo, porque yo culturalmente soy cristiano. Es decir, los valores del cristianismo de respetar y amar al prójimo, tener el fuero interno –la conciencia– como juez supremo, y no tener un juez exterior, me parece sublime, lo más grande que se ha hecho después de Sócrates. Jesús fue un poco más lejos que Sócrates. Con “el haz caso a tu conciencia”. Claro, hay gente que no tiene conciencia, y entonces el consejo no sirve para nada. Han nacido con ganas de matar, y van a seguir matando.


    Hablando del Islam y el extremismo, varios comentaristas sugieren que deben eliminarse, por ser fuente de odio, discriminación, pero otros, en cambio, dicen que ese es, de hecho, un camino de represión ¿hay una necesidad de abandonar las ideas religiosas?

    Es simplismo. Igual que Richard Dawkins afirmando categóricamente que no hay Dios. Eso es dogmático. Y con dogmas no se va a ninguna parte. La ciencia es un saber que observa, no uno que predice, o pontifica. Ese es un problema que tenemos ahora: todo el dinero que se daba a los clérigos de una u otra religión, se da ahora a las academias científicas. Entonces se están fosilizando, dogmatizando, están cayendo en lo que yo llamo un infalibismo dogmático, y por ahí no se va a ninguna parte. Para empezar, no se descubre nada. Resulta que los grandes descubrimientos científicos de los último cincuenta años no se hacen dentro de las universidades, las hacen empresarios particulares, técnicos, singulares, pero no tiene nada que ver con el establishment oficial.


    ¿No hay también una elevación del capitalismo a un nivel dogmático?

    Claro, hay una rama de pseudoliberales que, por ejemplo, están contra la existencia del Estado y que dicen que lo privado –por el solo hecho de ser privado– es bueno, y que lo público –por el mero hecho de ser público– es malo. Esa es una pandilla de subnormales presidida ahora por Murray Rothbard, y tiempo atrás por un hombre que valía mucho más que Rothbard pero que también era dogmático, que era Von Mises. Yo no puedo soportar a esos liberales.


    Rothbard y Von Mises son dos apellidos que no se escuchaban en el debate político ecuatoriano, pero hoy la Escuela Austríaca ha cobrado…

    Pero Rothbard no es de la Escuela Austríaca. Eso dice él, pero yo no sé por qué, porque, para empezar, Rothbard es un analfabeto.


    Hay gente que los ha elevado a él y a Von Mises a categorías beatíficas, mientras que el Estado es señalado como un ente simplemente perverso guiado por gente por versa

    Sí, santificación pura y simple. Es una idiotez de tal calibre que yo creo que es voluntaria. Resulta que si el Estado es el culpable, el verdadero responsable –que es el gobierno– termina santificado, y el aparato institucional llamado Estado, condenado. Hay que recordar la definición de Hegel del Estado como límite del egoísmo individual. Cuando una sociedad civil se crea un Estado –que siempre es a través de una Constitución– entonces se autolimita, poniendo el imperio de la ley por encima de las voluntades particulares. En esa misma medida, crea un ente proverbialmente inocente, que son esa serie de instituciones que es el Estado, básicamente los tres poderes y sus organismos de acción. Echarle la culpa a eso es no darse cuenta que los responsables son unos equipos de gobierno que vienen y van, ahí es donde tienes que atacar, si hay que atacar algo. Rothbard, como jurista, es muy notable. Su análisis y crítica del contrato de depósito irregular, que es el que permite a los bancos disponer del noventa o a veces más del noventa de lo depositado, está muy bien, en términos de jurista, porque Rothbard no me parece un economista, sino un jurista. Pero si se aplicase eso –y yo les llamo riéndome “los del ciento por ciento”– prácticamente estrangulábamos el desarrollo del mundo. Hay que reconocer que el mundo próspero es un acróbata que salta sin red. Entonces, la única red que tenemos es la confianza. No hay que amenazarla, porque cuando se la amenaza se produce un fenómeno de recesión, que produce desinversión, que es lo que estamos viendo ahora en el mundo.


    Ayn Rand es otro nombre que ahora se repite con insistencia…

    Me parece que tomó demasiadas anfetaminas en su momento y se quedó la pobre irrecuperable. Parecería que su libro La rebelión de Atlas, la dejó con conmoción cerebral: las anfetaminas son mucho más peligrosas que la cocaína.


    ¿Entonces, usted no cree que la anarquía pueda poner por sí misma la cosas en orden?

    Desconfío absolutamente de esa creencia. Además de que los que hablan de la anarquía –en el sentido de Rothbard o de Mises– no saben lo que dicen. Lo que dicen no es cierto, es una incoherencia…


    ¿Por qué es una incoherencia?

    Porque piden anarquía en un sentido, pero por otro lado están diciendo cuál es la regulación que tiene que haber para la banca, como el cien por cien de reservas, ¿qué anarquía es esa? ¡Es una incoherencia!


    Volviendo al tema de la confianza como única red del equilibrista que es el mundo, ¿dónde está el punto medio entre que el Estado no sea invasivo con la libertad de las personas, y logre un equilibrio en la convivencia social?

    A mí me parece, como decía el gran teórico de la socialdemocracia Weinstein, que el socialismo democrático –no el socialismo mesiánico que es el comunismo– es la deriva natural y espontáneo del liberalismo. Weinstein decía o el socialismo es liberalismo comprometido con la democracia o es una doctrina salvaje basada en la destrucción de unos por otros. Entonces, en Europa, a pesar de que está con problemas económicos, la solución de la seguridad social europea, el volumen de la obra pública, las vías de acceso para una igualdad de oportunidades en términos de educación, etcétera, –que son cosas que Europa padece con muy fuertes impuestos y limitantes a la inversión– pacifica al cuerpo social, y no podemos estar en contra de ello. Me gustaría en la práctica ir calibrando, ir afinando.


    ¿No se van a sorprender sus seguidores con esto que me está diciendo?

    Mis seguidores se sorprenden siempre, sin parar.


    Esta idea de un Estado racional y responsabilidad de la acción particular no calza en la polarización de ideas que…

    A mí me han querido convertir en el ácrata sumo, una especie de mezcla de Bakunin y Carlos Marx, y cada vez que me preguntan y hablan conmigo terminan diciendo “este señor no es así”. Y para mí lo raro es por qué llegaron a ponerme en esa posición. Por otra parte, si te das cuenta Los enemigos del Comercio que va ya para tres tomos, y tal vez terminen siendo cuatro, es la obra más detenida que se ha hecho sobre el tema. Gracias a Internet, he conseguido referenciar todo, no hay nada que yo diga ahí que no precise cuál es mi fuente. En ese sentido, no ha habido una historia del Comunismo ni parecida a esta. Pero tampoco ha habido una historia de las drogas parecida a los tres tomos que publiqué en el ochenta y nueve. A mí me gusta estudiar y detenerme diez, quince, veinte años en un solo tema. Esto hace de mí un bicho raro, pero por alguna razón que no termino de entender, desde la Historia General de las Drogas, soy una mezcla de la banda Baader-Meinhof con elementos de, yo qué sé, hedonismo epicúreo.


    Tuvo una orden de detención en Argentina.

    Varias. He pasado mis buenas temporadas en la cárcel.


    Tuvo un altercado con Maradona y Ménem.

    Maradona dijo que yo había ido a vender drogas a los niños, y no libros.


    Usted lo enjuició a Maradona por eso, ¿en qué terminó?

    Sí, y le pedí seiscientos mil dólares de indeminización. Me invitaron a una cena con mi abogado, donde había dos miembros de la Corte Suprema que muy amablemente me dijeron “Mire, Escohotado, tiene usted toda la razón, y la verdad que no veo por qué no le ha pedido sesenta millones, pero Maradona es sagrado en Argentina, no gaste un solo peso, lo vamos a sobreseer en cualquier caso”.


    A mí me llama mucho la atención que usted diga esto, que hay que exigirle a alguien –así se llame Maradona–, que se haga responsable de lo que dice, inclusive pecuniariamente.

    ¿No soy el que te esperabas?


    No, tampoco cuando dice que la socialdemocracia es la deriva natural del liberalismo. ¿En qué momento puede esa socialdemocracia convertirse en un sistema represor?

    Nunca. Hasta ahora no ha sucedido. A lo mejor, la historia está abierta, puede suceder. Pero hay que tomar en cuenta que cuando Marx muere, Engels –que estaba seducido, abducido por Marx– le dijo a todas las bases del partido comunista alemán que debían ir por el camino legal, que tenían que ganar esta batalla democráticamente. Entonces se crea ahí el PSA, o sea, la socialdemocracia alemana, y poco luego sus filiales en Francia, Inglaterra, Bélgica, Holanda, o España con Pablo Iglesias, el abuelo. Engels nunca quiso, una vez muerto Marx, mantener la guerra civil y la lucha de clases como bandera.


    Me ha dicho que es esta suerte de ultraliberalismo es una subnormalidad…

    Eso no es ultraliberalismo, es memez.


    Entonces digamos, en esa memez, hay una exacerbación de la capacidad de hacer dinero, y está bien, pero hay gente que se pregona liberal para los negocios, pero es profundamente conservadora en las otras facetas de la libertad, ¿es posible, válida esa contradicción?

    Esto lo contesto de forma categórica: el liberal, por el hecho de comprometerse con la libertad, no puede ser conservador, porque eso es como decir “quiero la libertad, pero no la quiero”. Lo que diferencia al liberal del conservador es estar abierto al cambio. El conservador niega el cambio, siempre piensa que cualquier tiempo pasado fue mejor, y que su privilegio hay que defenderlo. Entonces, el liberal está tan opuesto al conservador como a la forma velada del conservadurismo que es la revolución violenta, porque la revolución violenta es profundamente conservadora porque intenta evitar la movilidad social. Por ejemplo, dentro de una familia de cuatro hermanos, habrá uno al que le vaya fenomenal, y a otro fatal, y otros dos son mediocres. No se puede hacer una regla en la que todos son felices, y llegan al paraíso terrenal prometido por el colectivismo. Eso es una animalada, pero es una animalada conservadora, precisémoslo: es revolución solo de palabra. Y eso lo prueban, en forma eminente, la revolución rusa y la revolución china.


    ¿Cómo calificaría a una persona que se declara liberal para los negocios pero conservadora para todo lo demás?

    Liberal doctrinario de los de Guizot. Guizot fue el ministro Luis Felipe de Orleans, último rey de Francia, que dijo “enriquézcanse, señores, mediante el ahorro y el trabajo”. Era un buen hombre, incapaz de aceptar el sufragio universal secreto. Le daba miedo, pensaba que la mayor parte de la gente iba a estar en contra de medidas razonables. Se equivocaba. En cambio, los marxistas nunca se han equivocado en decir “no, no, democracia ni de coña, vamos a inventar el sistema soviet que es la manera ulterior de que el dedazo se mantenga a toda costa”.


    ¿Pero no es la revolución violenta históricamente, precisamente, la manera de romper el status quo, más allá de que luego se convierta en el status quo?

    Es que es precisamente ese el asunto. La revolución es el deseo conservador de congelar las sociedades. El primer decreto de Lenin, después de tomar el poder, es uno que dice “serán fusilados e internados en campos de concentración quien difunda el más ligero rumor en contra del gobierno”. Eso no se había atrevido hacerlo un emperador romano. Ni Cómodo, ni Nerón se atrevieron a una cuestión tan descarnada: ¡Al más ligero rumor!


    En el ejemplo de la familia de los cuatro hermanos que ponía, hay ciertas realidades latinoamericanas que podrían determinar que alguien tenga más o menos éxito…

    Ya ves que lo he hecho dentro de la familia, para no hablar de afuera. Estoy hablando de gente con el mismo ADN.


    En Latinoamérica tenemos unas desigualdades históricas que hacen que sea un poco iluso pensar que se puede salir de esa igualdad por mérito propio…

    E igual de iluso pensar que se puede hacerlo por decreto


    ¿Cuál es el punto medio?

    Es el que tenemos que buscar. Mis primeros veinte años los dediqué a estudiar a Hegel y Aristóteles que son dos filósofos del término medio. Lo único que no puedes decir es que el término medio es algo antecedente, a priori, el término medio debe siempre es resultado, a posteriori. Y hay que buscarlo honradamente, sin hacerse sabotaje, que es algo muy fácil.


    ¿En términos económicos, dónde está ese punto medio? ¿Por qué el keynesianismo no es ese punto medio?

    El keynesianismo es una gran doctrina para solventar un problema temporal. El propio Keynes sabía que eso no se podía mantener a largo plazo, y por eso dijo que a largo plazo, todos muertos. El keynesianismo es una economía coyuntural. En cambio, la otra, la clásica, neoclásica y también la de la Escuela Austríaca, son economías a largo plazo. Esa es la única diferencia. Keynes dijo que, en cierto momento, aunque sea un despropósito, el Estado se puede endeudar más allá de su capacidad de pago, pero es que no hay nada mejor ahora, y en el futuro buscar una sociedad que no necesite hacerlo. Lo malo es intentar prolongar a Keynes como si fuere un economista válido para el futuro.


    ¿Y el punto medio económicamente, cuál es, a largo plazo?

    Un estímulo vigoroso de la iniciativa que premie la innovación como activo económico que es. Si cuentas con todos los factores: materias primas, inversión, y ese largo etcétera, el capítulo innovación es posible que se lleve un ochenta, noventa por ciento de que eso salga bien. Hay que estimularla, y al mismo tiempo, introducir una magnitud que no está introducida por ahora en los cálculos económicos, por ahora, que es el grado de destrucción medioambiental. Podemos calcular que vivimos de un planeta creado por quinientos millones de años de sol sobre la superficie, después de los últimos cataclismos anteriores a esos quinientos millones de años. Eso es cuantificable en las reservas de petróleo, de clorofila, de materia verde, de acuíferos. Al incluir eso en las ecuaciones, tendremos una idea más realista de la situación.

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Mensajepor Invitado » Vie 30 Ene, 2015 9:27 pm

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El Gobierno autoriza una subvención de 24,5 millones de euros para el PP y otra de 14 millones para el PSOE

El Consejo de Ministros ha aprobado las subvenciones estatales anuales para el PP y el PSOE, que al superar los 12 millones de euros requieren autorización del Gobierno. En concreto, los 'populares' recibirán 24.568.114,70 euros y los socialistas, 14.017.916,13 euros.


Dicha cuantía máxima se prorrateará en doce partes correspondientes a cada uno de los meses del año. Las cuantías correspondientes a las restantes formaciones políticas, al no superar esa cifra de doce millones de euros, no requieren autorización del Consejo de Ministros.

La vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, ha destacado en rueda de prensa que las subvenciones a los partidos se han reducido en conjunto un 36 por ciento desde 2011, al pasar de 82,3 millones a 52,7, lo que a su juicio es "un esfuerzo de austeridad".

Las subvenciones estatales anuales se distribuyen en función del número de escaños y de votos obtenidos por cada partido político en las últimas elecciones al Congreso de los Diputados. La Ley de Presupuestos Generales del Estado para el año 2015 consigna para este ejercicio un total de 52.704.140 euros, idéntica cuantía a la de los ejercicios 2013 y 2014. El PP es el partido con mayor representación y votos y recibirá en 2015 esos 24,5 millones de euros señalados, seguido por el PSOE, con 14 millones de euros.

Tras ellos se encuentran CiU (2,33 millones), el PSC (2,09), el PP-Partido Aragonés (915.152,28 euros), Izquierda Unida (2,36 millones); también Amaiur (857.387,83 euros), UPyD (1,98 millones), el PNV (741.597,23 euros), ERC (539.348,88 euros), ICV (574.395,80 euros).

Les siguen el BNG (378.799,09 euros), Coalición Canaria (318.051,30 euros), UPN (291.781,61 euros), Bloc-Iniciativa-Verds-Equo-Compromis-Q (239.756,71 euros), Foro de Ciudadanos (200.676,68 euros), la Chunta Aragonesista (163.569,33 euros) y Geroa Bai (114.359,62).

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Mensajepor Invitado » Jue 26 Feb, 2015 4:54 am

¡Vociferen, se rueda!

JOSEAN BLANCO


La retransmisión televisiva de los debates parlamentarios (o de los plenos municipales), en contra de lo que sostienen los falsos ingenuos, no ha dado como resultado una «mayor transparencia». Nos decían que introduciendo cámaras y micrófonos en los hemiciclos podríamos acceder a la esencia de la política y veríamos cómo se negocia, como se «transacciona» la voluntad popular. En realidad, llevar las cámaras a los debates políticos ha tenido el mismo efecto que introducir el caballo de madera en Troya: ha entrado el enemigo.

El resultado de las retransmisiones televisivas ha sido nefasto. Exactamente el mismo que se ha producido al introducir la cámara del Gran Hermano en la «vida real», en la conversación de una pareja, en un debate ciudadano sobre la emigración o en una tertulia sobre la poesía renacentista: ha convertido a todos los participantes en actores que representan un papel ante un público. Pero con la diferencia de que pretenden hacernos pasar por real lo que no es sino una representación: es decir, se han convertido en farsantes.

En política, los integristas de todo tipo sostienen que los principios no son negociables y ven mal cualquier acuerdo en el que deban rebajar sus programas de máximos. Quieren introducir cámaras y mostrar en vivo una negociación para evidenciar que la voluntad popular se «traiciona» cada vez que se negocia, porque hay que ceder. A ciertos líderes, depositarios de una verdad trascendente, no es difícil imaginarlos en el escaño portando las Tablas de la Ley. Pero esta reclamación sobreactuada de pureza acaba condicionando los discursos y al final todos actúan como si negociar fuera perverso y como si todos, salvo el que habla, estuvieran contaminados de una podredumbre moral inherente al cargo. Da un poco de grima ver a personas que perdieron su virginidad cuando los dinosaurios dominaban la Tierra actuar como si se hubieran reencarnado ayer en Juana de Arco.

En el parlamento televisado nadie dice la verdad, nadie trata de llegar a acuerdos, nadie intenta establecer una base común de entendimiento. Los mensajes no están dirigidos al adversario político sino al televidente a quien se le está vendiendo un producto (el Partido Que Lava Más Blanco). Son mensajes que, por su esencia propagandística, carecen de mesura, renuncian a la empatía con el adversario y no buscan el diálogo —lo que debería ser la esencia de un parlamento— sino que propenden al monólogo discursivo del dictador. Como se trata de «ganar», lo importante es que el adversario «pierda» y así es como nos enteramos de que miente una y otra vez, es un ladrón que representa a un partido de mangantes, apoya la corrupción pública y el enriquecimiento ilícito, fomenta la disgregación nacional, odia a las mujeres, desprecia al emigrante, putea al inmigrante, quita el pan al pobre que no tiene que comer y fríe a impuestos al ciudadano desangrable, gestiona las crisis sanitarias con el objetivo de matarnos a nosotros y sacrificar a nuestro perro, subvenciona a espuertas a los amiguetes y racanea con lo público, roba la pensión de los ancianos, vende el país, ensucia el aire, profana la Tierra con el fracking y hasta con el fucking, calienta el clima y busca la extinción del oso polar. Con ligeras variaciones, un discurso similar se repetirá en cualquier parlamento, gobierne quien gobierne. Hay frases que los profesionales han ido acarreando desde la asociación de vecinos al Ayuntamiento, de allí a la Diputación, al Parlamento y, ya prejubilados, al Senado o al Parlamento Europeo. Si la diatriba funcionó contra el concejal encargado de regular el aparcamiento, ¿por qué no va a funcionar contra el ministro de Transportes?

Lo cierto es que ver a sus señorías comportarse como hinchas empuja a la melancolía o encabrona, depende el día. Gracias a sus discursos insultantes, soeces, enfáticos y prefabricados sabemos que la política es una mierda y que todos los políticos son una mierda. Sabemos que lo más importante son los principios, que son siempre «irrenunciables», o el terruño, que se lleva en el corazón, o la bandera o el recuerdo de los muertos propios (que los otros eran unos cabrones y se lo merecieron). Y lo más importante, sabemos que «todos los políticos son iguales» porque todos se dedican mutuamente la misma basura y todos no pueden estar equivocados, como aquellas moscas.

No hace falta decir —pero lo digo— que este discurso enmerdante es intelectualmente imbécil e íntimamente dictatorial y totalitario y que su triunfo sólo se explica porque generaciones enteras de individuos, sometidas a una campaña masiva de entontecimiento, sufren de esponjamiento cerebral. Muchos de ellos ya ocupan escaño.

Al final, naturalmente, a toda esta representación le llega su horario de desconexión, su zona muerta sin cámaras. Y del mismo modo que a los tertulianos se les paga por mostrarse enérgicos y a los participantes de un programa de telerrealidad por ser chorras a full-time, a los políticos se les paga el sueldo por solucionar los problemas reales de la gente, lo que suele implicar negociar entre fuerzas dispares y llegar a acuerdos para poner en marcha proyectos comunes. Pero la sobreactuación televisiva, la ultrarrepresentación de papeles discordantes, el gran teatro de la pseudopolítica de gestos para la foto, lo impiden. La televisión no ofrece transparencia, sólo lo convierte todo en un guiñol para una audiencia infantilizada y embrutecida.

Como ocurre con los negocios, a los acuerdos políticos se llega en los despachos y en las mesas del restaurante. Donde no hay cámaras. Donde dejamos de hacer el gorila que se aporrea el pecho y descubrimos la importancia de la cortesía y la diplomacia. Donde la gente se mide mirándose a los ojos y no sólo por lo que habla, sino también por lo que calla. Donde vale más una relación empática que diez mil discursos enfáticos cien mil veces regurgitados. Donde lo importante no es el teatro ni el espectáculo para entretener a las masas sino lo concreto: el problema, sus soluciones y sus beneficios.

Apagad la tele, corazones. Estáis infectados de ficciones.

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ENTREVISTA A ARTURO PEREZ-REVERTE EN LASEXTA NOCHE

Mensajepor Invitado » Mié 18 Mar, 2015 1:09 am



Arturo Pérez-Reverte: "No hay manera de que las ideas sean debatidas y circulen"
El escritor Arturo Pérez-Reverte sostiene que vivimos tiempos en los que queremos a nuestro enemigo derrotado y en silencio. "No hay manera de que las ideas, aceptadas o no, propias o contrarias, sean debatidas y circulen". Reverte reconoce que podría estar horas en silencio escuchando a Franco, Pinochet o cualquier 'enemigo' hablar, "aunque luego me dieran ganas de correrlos a gorrazos". El escritor cree que "nuestra penosa historia nos ha llevado a eso de estás conmigo o contra mí".


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Mensajepor Invitado » Mié 18 Mar, 2015 3:30 am

Patente de corso


Conmigo, o contra mí

XLSemanal - 02/9/2013


Un lector me preguntó el otro día por mi escepticismo político: mi falta de fe en el futuro y mi despego de esta casta parásita que nos gobierna, sólo comparable a la desconfianza que siento hacia nosotros los gobernados: sin víctimas fáciles no hay verdugos impunes. Siempre sostuve, porque así me lo dijeron de niño, que los únicos antídotos contra la estupidez y la barbarie son la educación y la cultura. Que, incluso con urnas, nunca hay democracia sin votantes cultos y lúcidos. Y que los pueblos analfabetos nunca serán libres, pues su ignorancia y su abulia política los convierten en borregos propicios a cualquier esquilador astuto, a cualquier lobo hambriento, a cualquier manipulador malvado. También en torpes animales peligrosos para sí mismos. En lamentables suicidas sociales.

Hace dos largas décadas que escribo en esta página. También, en los últimos dos años, Twitter me ha permitido acercarme a lo más caliente de nuestro modo de respirar. Y no puedo decir que sea confortable. Inquieta el lugar en que una parte de los lectores españoles se sitúan: lo airado de sus reacciones, el odio sectario, la violenta simpleza -rara vez hay argumentos serios- que a menudo llegan a un desolador extremo de estolidez, cuando no de infamia y vileza. Cualquier asunto polémico se transforma en el acto, no en debate razonado, sino en un pugilato visceral del que está ausente, no ya el rigor, sino el más elemental sentido común.


Destaca, significativa, la necesidad de encasillar. Si usted opina, por ejemplo, que a Manuel Azaña se le fue la República de las manos, no encontrará criterios serenos que comenten por qué se le fue o no se le fue, sino airadas reacciones que, tras mencionar el burdo lugar común de Hitler y Mussolini, acusarán al opinante de profranquista y antidemócrata. Y si, por poner otro ejemplo, menciona el papel que la Iglesia Católica tuvo en la represión de las libertades durante los últimos tres siglos de la historia de España, abundarán las voces calificándolo en el acto de anticatólico y progre de salón. Pondré un ejemplo personal: una vez, al ser interrogado sobre mi ideología, respondí que yo no tengo ideología porque tengo biblioteca. No pueden ustedes imaginar cómo llovieron, en el acto, las violentas acusaciones de que escurría el bulto «y no me mojaba». Y es que en España parece inconcebible que alguien no milite en algo y, en consecuencia, no odie cuanto quede fuera del territorio delimitado por ese algo. Reconocer un mérito al adversario es para nosotros impensable, como aceptar una crítica hacia algo propio. Porque se trata exactamente de eso: adversarios, bandos, sectas viscerales heredadas, asumidas sin análisis. Odios irreconciliables. Toda discrepancia te sitúa directamente en el bando enemigo. Sobre todo en materia de nacionalismos, religión o política, lo que no toleramos es la crítica, ni la independencia intelectual. O estás conmigo, o contra mí. O eres de mi gente -y mi gente es siempre la misma, como mi club de fútbol- o eres cómplice de la etiqueta que yo te ponga. Y cuanto digas queda automáticamente descalificado porque es agresión. Provocación. Crimen.

Qué fácil resulta entender, así, nuestra despiadada Guerra Civil. Si ahora no se dan delaciones y paseos por las cunetas, es sencillamente porque ya no se puede. Pero las ganas, el impulso, siguen ahí. Me pregunto muchas veces de dónde viene esa vileza, esa ansia de ver al adversario no vencido o convencido, sino exterminado. La falta de cultura no basta para explicarlo, pues otros pueblos tan incultos y maleducados como nosotros se respetan a sí mismos. Quizá esa Historia que casi nadie enseña en los colegios pueda explicarlo: ocho siglos de moros y cristianos, el peso de la Inquisición con sus delaciones y envidias, la infame calidad moral de reyes y gobernantes. Pero no estoy seguro. Esa saña que lo mismo se manifiesta en una discusión política que entre cuñados y hermanos en una cena de Navidad es tan española, tan nuestra, que me pregunto quién nos metió en la sangre su cochina simiente. Desde ese punto de vista, el español es por naturaleza un perfecto hijo de pvta. Por eso necesitamos tanto lo que no tenemos: gobernantes lúcidos, sabios sin complejos que hablen a los españoles mirándonos a los ojos, sin mentir sobre nuestra naturaleza y asumiendo el coste político que eso significa. Dispuestos a decir: «Preparemos al niño español para que se defienda de sí mismo. Eduquémoslo para que conviva con el hijo de pvta que siglos de reyes, obispos, mediocridad, envidia, corrupción, violencia, injusticia, le metieron dentro».

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Mensajepor Invitado » Jue 19 Mar, 2015 6:29 pm


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Mensajepor Invitado » Sab 21 Mar, 2015 5:57 pm

El edificio del Ayuntamiento


LUIS MARIA ANSON
Actualizado: 11/03/2015 21:56 horas



FUE LA gran frustración de Delia Piccirilli. La conocida y simpática marxista-leninista llenó varios años de luces y palabras las calles de Madrid durante las fiestas navidfeñas sin una sola alusión a lo que la Navidad conmemora. Fue todo un récord que figura en el libro Guinness de forma destacada.

Una tarde de otoño, Delia Piccirilli entra en el despacho del alcalde de Madrid, en la plaza de la Villa. Alberto Ruiz-Gallardón la acoge con su proverbial simpatía y música de Mahler de fondo.

- Tú me dirás, Delia.

- He tenido una idea, alcalde, y aunque todavía no he hablado con Alicia quiero darte a ti la primicia.

- Te escucho encantado.

- Pues verás, alcalde, he pensado que el edificio que ocupas no es digno de ti. Necesitas algo más grandioso y representativo.

- Pues dime en qué has pensado, Delia.

- Existe en Madrid un edificio soberbio, que está infrautilizado y es especialmente representativo.

- No sé a qué te refieres, Delia.

- Se trata del edificio que está enfrente del Teatro Real.

- Pero las casas que hay en la plaza de Isabel II me parecen todas dignas, pero menores.

- Te estoy hablando de la otra fachada, la de la plaza de Oriente. Del edificio que hay enfrente del Teatro Real.

- No caigo, Delia, no caigo.

- Pues no puede estar más claro. El Ayuntamiento presidido por ti debe instalarse en el Palacio Nacional o de Oriente, como se le llamó durante la gloriosa II República, conocido hoy como Palacio Real. Es un hermoso edificio, del tamaño adecuado y la calidad necesaria para que instales en él tu Ayuntamiento al servicio del pueblo madrileño.

- Como idea, querida Delia, me parece excelente y propia de tu sentido democrático de la vida madrileña. Pero no será fácil conseguir tu propósito. Yo tenía pensado que la dignidad del Ayuntamiento exige al menos un edificio como el Palacio de Comunicaciones en la plaza de Cibeles.

- No lo había considerado pero algo es algo, alcalde. Y vale como un primer paso. Le diré a Alicia que aplazo mi idea, la del Palacio de Oriente, y estoy dispuesta a hacer todo lo necesario para convertir el Palacio de Comunicaciones en la alcaldía que debemos al pueblo de Madrid.

Hasta aquí la conversación entre el anterior alcalde y la conocida líder leninista.

No sé si Delia Piccirilli se atreverá a proponer a Esperanza Aguirre su proyecto sobre convertir el Palacio Real en Ayuntamiento de Madrid. El Palacio de Comunicaciones se aprovecharía, según Delia, instalando en él la nueva Consejería de Austeridad que ha anunciado la candidata. No sé qué contestará Esperanza Aguirre a la propuesta de Delia Piccirilli. Acaba de asegurar que está contra la megalomanía y que se vuelve al viejo y admirable edificio de la plaza de la Villa, lo que ha cosechado para ella el aplauso general




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