África, la gran olvidada

Un lugar con buen talante y pluralidad democrática donde se debate lo más relevante de la política y la actualidad nacional e internacional.

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Guinea

Mensajepor Guinea » Dom 24 Mar, 2013 11:29 pm

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Obiang Nguema insulta al pueblo de Guinea Ecuatorial ante las cámaras de TV de la cadena BBC

Exilio.- España.- 28 de diciembre de 2012. En un lamentable episodio que añadir a la trágica historia de Guinea Ecuatorial, ante los ojos de todo el planeta, gracias a las cámaras de la cadena gubernamental británica BBC, el tirano Obiang Nguema se humilla a sí mismo, mintiendo de manera evidente, y perdiendo los nervios frente al equipo de televisión enviado a Bata para entrevistarle.





Ante las cámaras de la BBC, y gracias a Internet ante los ojos de todo el planeta, un Obiang Nguema balbuceante, nervioso, sudando tinta para encontrar las palabras y los argumentos que justifiquen ante el periodista lo injustificable de la situación del país bajo su mandato.

Llamando pobres mentales a la inmensa mayoría de la población que vive bajo el umbral de la pobreza, Obiang Nguema rebusca en sus pobres argumentos las vanas excusas que son su respuesta ante las certeras preguntas del entrevistador. Al borde de un ataque de ira, en varios momentos de la entrevisa, el patético tirano parece querer abalanzarse sobre el periodista.. "Después de treinta años no voy a vivir en un choza!!" increpa casi gritando Obiang Nguema ante la mención del periodista de la obscena opiulencia del tirano y su familia.

Ante las preguntas relacionadas con el hijísimo Teodorín y sus casos de corrupción y su huída de la justicia, el tirano, como un disco rayado, siga afirmando que "mi hijo es un hombre de negocios antes de ser ministro", lo que a ojos del ridículo tirano sirve para explicar el nivel de vida de su hijo.

Y de esta manera, el periodista va lanzando dardos contra el tirano: su ejército privado, las acusaciones sobre violación de derechos humanos, el muro informartivo, etc...Sin dejarse nada en el tintero, el dictador habla de mercenarios y consparanoias internacionales para derrocarle, acusando a países democráticos y a medios de comunicación de actuar en su contra, intentando justificar asi su política de terror contra el pueblo de Guinea Ecuatorial.

La entrevista, a la que Obiang contesta en castellano a las preguntas en inglés del presentador, implica un cambio de tendencia informativa en los grandes medios de comunicación oficiales. La CNN primero y luego la BBC elaboran programas para derribar la imagen pública del tirano. Quizás, las cosas cambien de una vez por todas y entre todos nos pongamos a trabajar para echar al tirano y liberar al pueblo de Guinea Ecuatorial.

Gobierno en el exilio de Guinea Ecuatorial
http://www.guinea-ecuatorial.org

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Mensajepor Invitado » Vie 03 May, 2013 12:09 am

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La hambruna dejó en Somalia 260.000 muertos mientras Europa perseguía piratas

La ONU, autora del estudio que arroja estas cifras, asume su culpa por no haber tomado las medidas necesarias contra la sequía: "deberíamos haber hecho más antes de la declaración de la hambruna"



La hambruna afecta a 13 millones de personas en el Cuerno de África a consecuencia de las escasas lluvias.-REUTERS


Unas 258.000 personas murieron durante la hambruna que sufrió Somalia entre octubre de 2010 y abril de 2012, según un estudio publicado hoy y elaborado por la ONU y la agencia estadounidense de cooperación USAID. Sin embargo, las preocupaciones de los países de Occidente, que consideran a Somalia un país fallido, se han centrado desde 2008 en el adiestramiento de militares locales, la persecución a los piratas en el Cuerno de África y la protección de sus barcos de pesca.

La Unión Europea estimó en 7.000 millones de dólares el impacto de la piratería somalí y se alió con la OTAN para desplegar la Operación Atalanta, un complejo de acciones militares desplegadas para asegurar el tráfico marítimo en la zona. En esta operación España se ha erigido como el segundo mayor contribuyente después de Francia, llegando a apotar una fragata, un avión de patrulla marítima y un buque.

Siendo cierto que las instituciones comunitarias destinaron fondos al apoyo humanitario, lo cierto es que el mayor esfuerzo contributivo se han dirigido a misiones de seguridad como la AMISOM; la EUTM, que forma militares somalíes en Uganda; o la propia Operación Atalanta. Operaciones desplegadas mientras en Somalia la hambruna y la sequía arrasaba a la población local.

Según el informe, en el que participaron, entre otros, la Unidad de Análisis de Nutrición y Seguridad Alimentaria de Somalia (FSNAU) de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), del total de fallecidos por la sequía y la consecuente hambruna, unos 133.000 fueron niños menores de 5 años. "Ahora tenemos una idea de la verdadera dimensión de esa tragedia humana", aseguró Mark Smulders, economista de la FAO, al subrayar la necesidad de extraer "lecciones de esta experiencia" para construir un "futuro más resistente". El número de fallecidos representa alrededor de un 4,6% de la población del sur y centro de Somalia, seis de cuyas regiones fueron declaradas por la ONU en estado de hambruna. De éstas, las más afectadas fueron las de Bajo Shabelle, Mogadiscio y Bay, indica el estudio.

"Ahora tenemos una idea de la verdadera dimensión de esa tragedia humana" En concreto, en Bajo Shabelle un 18% de los niños menores de 5 años murió a causa de la hambruna, cifra que desciende ligeramente hasta el 17% en Mogadiscio, y hasta un 13% en Bay. Asimismo, el informe apunta que los meses en los que se produjeron más muertes, unas 30.000 al mes, fueron entre mayo y agosto de 2011. "El texto confirma que deberíamos haber hecho más antes de la declaración (oficial) de la hambruna del 20 de julio de 2011", indicó hoy el responsable para Somalia de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA), Philippe Lazzarini.

"Las advertencias, que empezaron con la sequía en 2010, no lograron la anticipación necesaria", apuntó en un comunicado Lazzarini, quien concedió que, "cuando se declaró la hambruna, una movilización masiva de la comunidad humanitaria ayudó a mitigar los peores efectos de esa crisis". Según el coordinador humanitario para Somalia, la OCHA está multiplicando los esfuerzos "para invertir en el pueblo y las comunidades de Somalia y romper así el ciclo de crisis y respuesta", y para que "Somalia nunca vuelva a sufrir una hambruna".

Las cifras, no obstante, son relativas única y exclusivamente a las muertes derivadas del efecto de la hambruna y la inseguridad alimentaria, sin contar las miles de fallecimientos provocados por el conflicto armado en Somalia, que dura ya 22 años. Además, la organización ligada a USAID, Red de Sistemas de Alerta Temprana de Hambruna (FEWS Net, por sus siglas en inglés), que también participó en el estudio, resaltó que esta última crisis alimentaria de Somalia es la peor que ha sufrido el país en 25 años, tras el año más seco en la región en seis décadas.

"Las advertencias, que empezaron en 2010, no lograron la anticipación necesaria"Otra de las causas del problema fue la dificultad para distribuir la ayuda humanitaria, debido al conflicto y la inseguridad en el sur del país, controlado en gran parte por la milicia radical islámica Al Shabab. Eso provocó un abrupto encarecimiento de los alimentos, como, por ejemplo, en la región meridional somalí de Bay, donde el precio del sorgo -que sirve para hacer pan y de pasto para animales- aumentó un 240% entre junio de 2010 y el mismo mes de 2011. FEWS Net garantizó la veracidad de las cifras y la solidez del estudio dada "la cantidad y la calidad de los datos" a los que tuvieron acceso para su elaboración, a pesar de "la natural imprecisión de estimar la mortalidad en emergencias".

El Cuerno de África se convirtió en 2011 en el foco de atención del mundo al padecer una de las peores hambrunas de su historia, que sumió en una crisis humanitaria a más de 13 millones de personas. Somalia fue el país que más sufrió el efecto de esa crisis, donde cerca de la mitad de su población, unos 3,7 millones de personas, padecieron la tragedia, acentuada por el conflicto y la falta de Gobierno efectivo que vive esa nación desde hace más de dos décadas.

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Mensajepor Invitado » Dom 19 May, 2013 1:51 am



El coltán, comercio sangriento.
Un documental realizado por una cadena francesa, nos acerca al incómodo problema que la obtención de Coltán, (mineral necesario para la fabricación mayoritariamente de teléfonos celulares), está causando en el Congo. Ayudando a financiar grupos rebeldes, responsable de matanzas, abusos y causante de condiciones de trabajo en régimen de esclavitud, muchas con niños por protagonistas.

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Mensajepor Invitado » Mié 22 May, 2013 3:42 am

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¡Hay que cambiar la fresa!


Reportaje realizado con el apoyo de Intermón Oxfam

“¿Hay que cambiar el mundo?” le pregunto a Charifa al final de una larga entrevista.

Charifa no responde inmediatamente. Se toma su tiempo para pensar, cosa que hace sin bajar la mirada, aguantando un largo silencio.

“¿El mundo?”, repite con voz inaudible, rumiando la pregunta como si fuera un objeto extraño, quizá una pregunta trampa.

“¡Lo que hay que hacer es cambiar la fresa!”, suelta finalmente con un entusiasmo, una alegría y una convicción que nos hace reír a todos los que la hemos estado escuchando mientras el intérprete iba traduciendo del árabe el relato sobre su larga experiencia como trabajadora de la fresa; y cómo, poco a poco, pasó de ser una niña asustada, una niña que lloraba en soledad la dureza del trabajo, los viajes nocturnos en las furgonetas que las llevaban a las fábricas o a los campos como si fueran ganado, los malos tratos del capataz, el acoso, la esclavitud, como dice ella y tantas otras trabajadoras corroboran, y se convirtió en una militante social. Una mujer de 23 años que no baja la cabeza y dice lo que piensa.

Estamos en Marruecos, en la provincia de Larache.

Mires por donde mires: fresas.

Allí donde el campo se presenta ajardinado y la mano del hombre ha cubierto el horizonte de una inquietante superficie plastificada que el sol convierte en espejo y la luna en agua de lago: fresas. Allí donde los hangares y las factorías se levantan como construcciones modernas: fábricas de fresas. Fresas por doquier.

El mar de plástico de Andalucía se está desplazando hasta la costa del norte de África. Los empresarios se aprestan a invertir cada vez más hacia el sur. Nuestros parados pronto podrán acceder al mundo del trabajo caminando sobre un espejismo de plástico antes de hundirse en el Estrecho para descubrir que la tierra prometida es casi siempre la que se deja escapar.

Invertir, dice la Real Academia de la Lengua, también puede significar “cambiar el orden natural de las cosas”.

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Deberíais estar agradecidos

En los años 90, Marruecos era un productor de fresas con escasa incidencia en el mercado internacional. Hoy sus campos de cultivo y sus fábricas de enfriamiento y empaquetado han multiplicado la producción hasta más de 100.000 toneladas al año, la mayoría de las cuales están destinadas a la exportación hacia la Unión Europea —el 70%—, a los Emiratos Árabes e, incluso, a la China. Marruecos quiere triplicar esta cantidad hasta llegar a las 300.000 toneladas el año 2020.

Las empresas productoras, las grandes multinacionales que controlan el mercado y la distribución mundial y se reparten la parte más sustanciosa de los millonarios beneficios siguen siendo las mismas, todas ellas propiedad de los países del norte.

Las semillas y los fertilizantes tampoco han cambiado de manos y pertenecen casi exclusivamente a las firmas norteamericanas.

Pero a medida que la competencia presiona sobre el precio final, todas estas empresas transnacionales buscan sin tregua la manera de abaratar la producción. Para comprar barato, hay que producir barato. Esta es la consigna. ¿Cómo hacerlo para conseguirlo? ¿A quién le toca pagar con las rebajas?

El nuevo capitalismo ya hace tiempo que deslocalizó el beneficio empresarial en la maraña del mundo financiero transnacional. También la deslocalización de sus empresas registradas en paraísos fiscales le permite escaquear los impuestos de los países donde residen los máximos beneficiarios, al tiempo que aumentan sin complejos las diferencias entre ricos y pobres —es decir el acuerdo social de la gran revolución democrática de los derechos civiles.

¿Dónde se podría, pues, abaratar la producción?

Si no se quiere reducir el beneficio empresarial, ajustar la distribución y la comercialización, solo queda dar una nueva vuelta de tuerca sobre la espalda de los obreros. ¡Hay que penalizar los salarios!

Y puesto que los trabajadores de los países ricos no aceptan sin resistirse una explotación sin condiciones —la esclavitud como dice Charifa—, porque tienen una serie de derechos adquiridos, nada mejor que desplazar la cadena productiva allí donde sea más manejable y sumisa, trasladándola hacia los países más pobres, donde los nuevos obreros del siglo XXI deberán cumplir al menos dos condiciones.

La primera es que la necesidad les predisponga a trabajar al precio que sea y a someterse a las reglas que marcan las empresas, casi siempre extranjeras, casi siempre con sus despachos y altos ejecutivos situados a miles de kilómetros del lugar de trabajo.

La segunda condición es que tengan escasa o nula capacidad para defenderse, asociarse, sindicarse y que vivan en un régimen autoritario con un poder político frágil, a poder ser corrupto.

Ambas condiciones se daban perfectamente entre los obreros textiles de Bangladesh que perecieron debido al hundimiento de una fábrica bajo cuyas ruinas, además de los 1127 cuerpos sin vida que ya se han rescatado, aparecieron los restos de las etiquetas de las grandes marcas internacionales para las que trabajaban (entre ellas las españolas Mango y El Corte Inglés).

“Deberíais estar agradecidos por tener al menos un trabajo”. “Si nosotros nos vamos os moriríais de hambre”, suelen decir las empresas extranjeras.

Y no se trata de una amenaza sin fundamento. Al contrario. Las marcas que controlan el mercado internacional, montan y desmontan las fábricas, compran o dejan de comprar en los talleres, según les convenga.

Durante la revolución de Túnez, los obreros de las grandes multinacionales extranjeras pensaron que la revolución quería decir también una mejora social de las relaciones laborales y los salarios, decididos por la dictadura en connivencia con los inversores extranjeros. Y se encontraron que si protestaban las fábricas se iban hacia otros países, en busca de obreros dispuestos a bajar la cabeza. Esto es lo que hizo, para poner solo un ejemplo, la japonesa Yazaki, dedicada a componentes electrónicos, cuando decidió cerrar y deslocalizar dos de sus fábricas de montaje después de que los trabajadores osaran pedir ¡que les pagaran las horas extras y los domingos trabajados!

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Naima tiene pánico a los escorpiones y a los encargados

Pero estamos en Marruecos para hablar de la fresas. Y es ahora Naima quien tiene la palabra:

“Empecé a trabajar en los campos —explica—. La diferencia entre el campo y la fábrica es que en el campo trabajas bajo el sol, desde que sale hasta que se pone. Siempre inclinada, con una caja atada a la espalda. Es muy duro. Muy cansado. Para protegernos del sol llevamos el sombrero tradicional taraza, que cubrimos con un paño de lana roja que absorbe el calor y sobresale como una visera para proteger la vista. El resto de la cara nos la cubrimos con un pañuelo. Lo que a mí me daba miedo eran los insectos. A mi hermana le picó una abeja y a una amiga un escorpión. En la fábrica al menos estás bajo un techo. Aunque las condiciones de trabajo tampoco son buenas”.

—¿Ahora estas en una fábrica?

—Llevo ya seis años en las fábricas, y esta temporada lo he hecho en el turno de noche. Hoy entro a las 20 horas y saldré, quizás, a las 6 de la mañana.

—¿Se gana más de noche?

—Se gana lo mismo. Hace dos días tuvimos un problema: nos dieron 20 toneladas de fresas y nos dijeron que tardáramos el tiempo que tardáramos en arreglarlas y empaquetarlas, nos pagarían nueve horas de trabajo. ¡Lo hicimos en siete horas! ¡Estábamos contentas! Pero solo nos pagaron siete horas. Dijeron que lo habían dicho para probarnos. Ayer lo hicimos en diez horas. Y para castigarnos nos contaron ocho horas.

—¿Cómo es el trabajo?

—Tenemos solo un descanso para comer desde las 0:30 hasta la 1 de la mañana. Cuando llegamos, a las 19:45, comemos un poco y nos vestimos con los delantales. Luego cada una va a su puesto.

—¿Cuál es el tuyo?

—El cuchillo. Corto: esto es lo que hago. Corto y corto sin parar. Corto el tallo de la fresa. Las fresas que van a la exportación son las mejores. Deben ir enteras. Las fresas que están tocadas, van aparte. Nunca te paras. Trabajas de pie. Está prohibido hablar entre nosotras. Incluso por cuestiones de trabajo. Los jefes controlan el ritmo de la cadena y si tienes algún problema levantas el brazo.

—¿Qué haces si quieres beber o ir al lavabo?

—No puedes beber. Si quieres ir al lavabo levantas el brazo. Entonces el jefe te apunta. A veces lo pides a las once de la noche y no te dan permiso hasta las tres de la mañana. Tampoco te puedes lavar las manos. No usamos guantes, están prohibidos. Y si a veces tienes escozor o necesitas lavarte, debes esperar.

—¿Cómo es la relación con los encargados?

A veces se acercan y empiezan a gritar. “¡Deprisa, más deprisa!” “¡Trabaja, pon atención!”. Da miedo. Lo podrían decir de un modo más agradable. Nosotros trabajamos al máximo, hacemos cuanto podemos. ¿Por qué tienen que gritar de esta manera? A veces nos amenazan: “si no vas más deprisa te mando al váter”. No a un despacho. Al váter. Y si te mandan al váter, luego te descuentan de la paga el tiempo que ha durado el castigo. A veces, las más jóvenes, las chicas más bonitas, tienen ciertos privilegios.

—¿Por ejemplo?

—Las dejan caminar un poco, ir al lavabo, beber agua. A mí no me dejan moverme. Rezo todo el tiempo a Dios para que lleguen las seis de la mañana. Nunca me he puesto enferma porque si enfermas un solo día tienes que llevar un certificado médico que lo justifique. El certificado cuesta 100 dírhams —diez euros—, que es más que un jornal. Así que prefiero trabajar. Aunque esté enferma.

—¿No te has planteado cambiar de trabajo?

—No me lo puedo permitir. Tengo una hija pequeña y aunque me quede sin una gota de sangre, trabajaré para que ella pueda estudiar.

—¿Te gustaría que tu hija trabajara en la fresa?

—¡Solo si fuera jefa!

—¿Quieres verla explotando a los otros?

—No podría hacerlo jamás. Es muy dulce, quizá cuando ella crezca el trabajo haya mejorado…

Naima supera los 30 años y se encuentra al límite de edad para trabajar en un sector donde la mayoría tienen entre los 14 y los 28 años. La temporada de la fresa suele durar unos seis meses, si las cosas van bien. El año pasado trabajó desde diciembre hasta febrero. Este año empezó en enero y piensa que tendrá trabajo hasta julio. Antes, cuando terminaba la temporada de la fresa, solía ir al tomate, pero dice que ya no tiene fuerzas para cargar las cajas, así que ahora hace trabajos domésticos. Por cada quincena en la fábrica le pagan unos 900 dírhams —90 euros—, de los cuales debe deducir 10 dírhams para el transporte diario —es decir 150 la quincena— y le quedan 750, lo que suma unos 150 euros al mes.

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El sabor de la fresa

Hajar era encargada en una fábrica.

La mayoría de las 20.000 mujeres que trabajan en la fresa suelen venir de las aldeas, los douars, donde son reclutadas todavía muy jóvenes. A pesar de que la ley prohíbe trabajar antes de los 18 años muchas niñas empiezan a trabajar a los 14, especialmente en los cultivos, sin apenas haber terminado la educación primaria. Un estudio reciente explica que una tercera parte de estas mujeres sufren acoso sexual.

Hajar es una mujer de ciudad, que vive en Larache. Estudió hasta los 17 años, lo que le permitió trabajar como encargada. Pero lo que vio en la fábrica no le gustó y un día decidió denunciarlo a las organizaciones civiles que, auspiciadas por Intermón Oxfam, luchan por mejorar las condiciones de trabajo.

“Me tocaba controlar el trabajo y los horarios de las chicas”, explica.

—¿Es decir?

—Una parte del trabajo consistía en apuntar en una libreta los horarios; a qué hora entran, a qué hora salen. Luego me encargaba de la producción. Por ejemplo: tengo 20 chicas y 20 toneladas de fresa. Cuento cuántas toneladas hace cada chica. Se trata, claro, de un trabajo sensible porque es un trabajo sobre las personas. Y hay mucha presión para que se trabaje sin errores, con un rendimiento máximo.

—Tenías, pues, un trabajo de responsabilidad.

—Mucha. Porque también me tocaba controlar a los transportistas, saber las chicas que llevaban en cada viaje ya que a menudo el sueldo de las chicas se paga directamente al transportista, que es quien ha reclutado a las chicas por los pueblos y luego reparte el dinero.

—¿Cómo calificarías tu trabajo?

—Muy difícil. Yo venía de un ambiente familiar agradable, una vida protegida. En la fábrica descubrí otro mundo: una especie de infierno, con comportamientos criminales, gente a la que a veces conocía pero que no podía mirar a la cara por la vergüenza de saber lo que estaban haciendo.

—¿Crímenes, dices?

—Crímenes: el acoso sexual está muy presente. Cuando un jefe o un encargado quieren a una niña no paran hasta que la consiguen. Y si la niña no cede, la despiden o la ponen en un sitio donde ella misma decide irse porque es incapaz de aguantar.

—¿Tú misma has visto estos casos?

—Claro. Por ejemplo, cuando ven una chica que les gusta, se acercan y le piden el teléfono. O le dicen, espera en tal sitio a tal hora. A veces las sacan de la cadena y las ponen junto a la puerta del frigorífico. Y algunos se las llevan dentro.

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—¿Podrías explicar un caso concreto?

—Claro. Lo que le ocurrió a una chica, a una amiga mía. Todos sabíamos que esta chica tenía una relación con un jefe, una relación forzada. Un día el jefe la vio hablar con un transportista y empezó a pegarle delante de todo el mundo.

—¿Por esto dejaste la fábrica?

—No vi nada bueno en la fábrica. Solo cosas malas. Para los jefes las mujeres son una presa a la que pueden devorar. Todos meten presión, gritan, insultan. No eres nada.

—Y a ti te tocaba el trabajo de policía…

—El de controlar. A veces el jefe venía y decía: a esta mujer le descuentas dos horas porque no ha hecho bien el trabajo. Yo lo apuntaba con el lápiz pero luego lo borraba. No era peligroso porque la lista la entregaba directamente a la administración y no lo detectaban.

—¿Por qué decidiste denunciar la situación?

—La gente piensa que las fábricas y los campos de cultivo son un paraíso. Ven que se cobra un sueldo. ¡Al menos tienen un trabajo!, dicen. Ven que incluso puede existir un contrato. Ven los uniformes. Las instalaciones modernas. Los grandes camiones que van y vienen. Pero en realidad no son un paraíso. Son el infierno. Y yo quería que cayese el velo.

—Perdiste el trabajo, claro.

—¡Hubiera sido peor quedarse! ¡Imagina la venganza! Las mujeres sufrimos más que los hombres, porque hay una gran discriminación. Se trata de una cuestión cultural: cuando los hombres cometen errores, nadie les abronca. Pero a la mujer se le grita, se la maltrata, cualquier hombre te puede humillar, el chófer, el encargado, basta que sea un hombre para que se atreva a dar órdenes y levantar la voz. O pretenda forzarte. Ahora tengo una peluquería y colaboro como militante para mejorar la vida de las trabajadoras de la fresa.

—¿No quieres casarte?

—Cuando encuentre al hombre adecuado.

—¿Cómo debería ser este hombre?

—Hay hombres que se acercan a mí pero cuando empiezan a preguntar sobre la peluquería, te das cuenta que ya están haciendo planes, piensan en cómo podrían gestionar mi vida, el negocio, en vez de pensar en mí como persona. Entonces me los saco de encima. Me digo: esto no es lo que busco.

—¿Te gusta comer fresas?

—Me gustan. Esta pregunta suelo hacerla a menudo a mis amigas que siguen en la fresa y siempre contestan que las detestan, que no pueden llevarse una fresa a la boca sin sentir dolor, asco. Yo he dejado de comprarlas. Cuando voy al mercado miro las fresas y pienso: estas son las fresas que provocan tanto sufrimiento.

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Mujeres invisibles, inexistentes, que viajan como el ganado

Hemos encontrado a Hajar en Rabat, durante un seminario organizado por Intermón Oxfam junto a otras 20 organizaciones locales que trabajan para conseguir unas condiciones de trabajo dignas y presionan sobre las empresas extranjeras para que acepten el cumplimiento de estos derechos, de manera que las fresas que llegan a Londres, Barcelona, Bruselas, París o Qatar no sean un fruto de la vergüenza; fresas de sangre como ya se las llama en Grecia, donde este mes unos matones a sueldo de un empresario dispararon contra trabajadores de Bangladesh que estaban protestando porque no les pagaban el salario adeudado.

Uno de los primeros escollos con los que se encuentran las trabajadoras de la fresa en Marruecos es su propia inexistencia civil pues la mayoría de ellas ni siquiera tienen un papel que certifique su identidad y no constan en ningún registro. Si quieren presionar a los empresarios y obligarles a pagar la seguridad social, lo primero que deben hacer es procurarse su propia carta de identidad. El siguiente paso será un contrato laboral, acordar un salario mínimo y presionar al empresario para que las inscriba en la seguridad social, cosa que la mayoría prefiere no hacer para ahorrar dinero. Mejorar las condiciones de transporte se ha convertido también en objetivo prioritario de estas organizaciones que, desde hace dos años, organizan “caravanas de sensibilización” en Larache y Moulay Bousselham, para explicar a las chicas de los douars cuáles son sus derechos y ayudarlas a gestionar sus documentos. Desde que Intermón Oxfam empezó sus actividades en este sector, las altas de la seguridad social en Larache han aumentado un 52%.

Nadia, Farima, Fara y Jamira forman un pequeño grupo de chicas que hablan animadamente mientras hacemos una pausa durante el seminario para tomar café.

Les propongo que me expliquen el problema del transporte, y se disparan: “es un sector sin ley”, “nos meten como animales en furgonetas, viajamos de pie, 50, 60 chicas”, “el viaje puede durar a veces una hora o una hora y media y llegamos a casa tan cansadas que, después de 12 horas, no nos queda ánimo ni para comer”.

El tema de los chóferes es importante porque muy a menudo, como explicaba Hajar, son los propios chóferes los que se encargan de reclutar a las chicas y pagarles. De manera que existe un enorme poder del chófer sobre la trabajadora, que este no desaprovecha: “A veces, al regresar de noche, corremos el peligro de que abusen de nosotras”, dice Nadia.

Nadia empezó a trabajar a los 14 años. Aunque es ilegal, explica que suele ser una práctica habitual: “En una fábrica piden, por ejemplo, 50 chicas. El chófer las recoge. Si el encargado protesta porque algunas chicas son menores, el chófer dice: o las coges todas, o me las llevo a todas. De manera que todos prefieren mirar hacia otra parte”.

“Un día —cuenta Nadia— estaba tan cansada que vomité. El chófer paró la furgoneta y me hizo descender. Me dejó en medio de la carretera, de noche. Pero dentro de la camioneta las chicas empezaron a protestar y finalmente el chófer decidió regresar a buscarme”.

—¿Por qué habéis venido al seminario? —les pregunto.

—Nos han echado del trabajo. Ayer. A las cuatro. Se nos ocurrió protestar. El encargado nos dijo: no regreséis nunca más, no queremos a chicas que tengan la cabeza caliente.


“La tragedia”

Algunas empresas extranjeras empiezan a temer que si trascienden las condiciones de trabajo, quizá el consumidor no quiera llevarse una de sus hermosas fresas a la boca. Por esto algunas empresas empiezan a ceder ante la presión. Aunque muchas veces se trate solo de maquillar la realidad.

Hemos ido a visitar las instalaciones de una multinacional que exporta a Europa, Japón, Medio Oriente y que tiene como cliente principal a una importante cadena de supermercados extranjera. El encargado de recursos humanos nos recibe a condición de que no demos el nombre de la empresa.

Entonces habla: ellos, dice, han hecho todo lo que exige el código de trabajo que piden las organizaciones sociales. Todos sus trabajadores están declarados, cotizan a la seguridad social, tienen sus vacaciones, su salario mínimo, pero…

—¿Pero?

—No resulta tan fácil.

—¿Es decir?

—¡Debemos competir con otras fábricas que no cumplen estos derechos!

—¿Y?

—Nuestros clientes, nuestros compradores, no preguntan sobre las condiciones de trabajo. Preguntan el precio de compra. Ellos pagan lo mismo a todo el mundo. De manera que los que no se preocupan de las condiciones laborales, tienen ventaja sobre los que tratan de ser más justos y más humanos. Y toda la carga recae sobre el productor.

—Que la hace caer sobre el obrero.

—Más o menos.

Más o menos porque incluso las empresas que dicen cumplir los códigos de buena conducta como la que estamos visitando, muy limpia, por cierto, con unas instalaciones modernas, de alta tecnología, tienen sus pequeños trucos:

—El truco del productor —dice el director de recursos humanos—, consiste en tener una parte de la producción que se hace en buenas condiciones, pero otra parte de la producción, cuando se necesita mandar mucho producto, se compra a otras empresas, pequeños productores que no cumplen las normas. Entonces lo mezclas todo y lo exportas con la marca que garantiza un trabajo digno.

—Vaya…

¡Es el problema de la competencia desleal! Es el mundo del trabajo. El mundo global: solo importa el precio. Y si no te ajustas al precio, pierdes. Y están los rumanos, los egipcios… usted no puede imaginarse lo duro que es.

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El consumidor debería decidir

Said Saadi, socialista, fue ministro de Desarrollo y Solidaridad durante los años 1998-2000, y el principal promotor del Plan Integral para la Integración de la Mujer en Marruecos que culminó con la aprobación del Código de la Familia en el año 2004, un nuevo marco legislativo que proclama la igualdad de derechos entre los dos cónyuges, la desaparición de la obediencia de la esposa al marido, la posibilidad para la mujer de pedir el divorcio y la prohibición de la poligamia.

Encontramos al antiguo ministro en el mismo seminario.

—Si no cambiamos el capitalismo, difícilmente conseguiremos mantener cualquier reforma…—dice el antiguo ministro, como aperitivo de nuestra conversación.

—¿Se refiere a cambios globales?

Así es. Lo que nosotros tratamos de hacer aquí, humanizar el trabajo, crear leyes, llegar a compromisos, mejorar la vida de cada día está muy bien. Hay que hacerlo. Pero choca con la realidad del mercado. No deberíamos tener ninguna confianza en los compradores, las empresas extranjeras, esperar que sean ellos los que cambien. Lo que ellos quieren es un producto bueno, de calidad, barato, que se sirva lo más rápido posible. Aunque nosotros luchemos aquí para mejorar el trabajo, si los consumidores europeos, asiáticos, de todas partes, no presionan al comprador, es difícil que consigamos cambiar. Porque el día que tengamos derechos, entonces irán a buscar obreros en países donde no respeten a las personas. De manera que hay que cambiar todo el sistema: y el consumidor nos debería ayudar. Tiene que plantarse. Tiene que enfrentarse a sus propios gobiernos, a las empresas. ¡Incluso la Unión Europea se ha convertido en rehén de los lobbies que controlan las multinacionales!


Buenos momentos, buenas sensaciones

Charifa nos invita a visitarla a su casa, en un pequeño douar, aldea, situado en una colina. Tomamos el té con su familia, en total unas 15 personas. Todas viven del trabajo de Charifa y su hermana mayor, que también trabaja en la fresa. Todos dependen de sus dos salarios. La madre de Charifa nos enseña la cama donde nacieron Charifa, sus hermanos y los primos, y recuerda cuando Charifa empezó a trabajar. Entonces tenía solo 15 años y era una niña muy tímida, que tuvo que dejar el colegio porque no podían pagar el transporte hasta la ciudad, cosa que también les ocurrió —y sigue ocurriendo— a casi todas las niñas del douar. Un día, uno de los transportistas que acude al douar en busca de nuevas trabajadoras se llevó a Charifa que iba de la mano de su hermana mayor. Salieron de casa a las cuatro de la mañana. Regresaron de noche. Desde entonces han pasado ocho años y Charifa ha cambiado completamente. Ahora mira directamente a los ojos de los hombres cuando habla (“Antes —dice— a usted ni siquiera me hubiera atrevido a decirle una sola palabra”), y se ha convertido en una militante capaz de hablar delante de un auditorio de 200 personas con una voz firme y palabras convincentes: “¡Hay que cambiar la fresa!”, dice. “¡Podemos mejorar nuestras vidas!”.

La militancia, el hecho de salir de casa, las reuniones, los debates, el contacto con gente distinta han hecho de Charifa una mujer fuerte. Quizás un día llegará a diputada. Quizás un día tendrá tareas de responsabilidad. Sería lo normal en una persona que destaca dentro de su comunidad y que tiene dotes de líder. Los mineros ingleses de la Revolución Industrial, por ejemplo, se rebelaron, obtuvieron mejoras en el trabajo, terminaron con el trabajo infantil, consiguieron el voto de la mujer, reformaron las viviendas, levantaron escuelas, llegaron al Parlamento… resulta emocionante sentir la energía que despierta Charifa, toda esta vitalidad, los ideales, las utopías, pero no podemos obviar lo que vemos: y lo que vemos de estos nuevos obreros del siglo XXI es que su salario solo es de supervivencia, no progresa la familia, no sirve para mejorar los pueblos, construir escuelas, cuando las niñas cumplen 30 años se convierten en paradas y son sustituidas por sangre joven, quizás sus propios… si hay suerte, claro: porque a medida que estos trabajadores esclavizados, obreros de las empresas del norte, toman conciencia, protestan, se organizan, construyen una sociedad más humana, justa, a medida que lo hacen, el capital se aleja, se va hacia otros escenarios dejando atrás una ola de parados.

Ni siquiera la fresa se puede cambiar sin cambiar el mundo, quisiéramos decirle a Charifa. Pero callamos: hay que disfrutar los buenos momentos y Charifa y los suyos están pasando por uno de estos buenos momentos llenos de sentido y de buenas sensaciones.

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Mensajepor Invitado » Lun 27 May, 2013 2:05 am

La primavera sin flores de Guinea Ecuatorial

El régimen dictatorial de Obiang, el más longevo del continente africano, busca legitimarse con una nueva farsa electoral

ALBERTO ROJAS


Los dictadores suelen amar las elecciones: Hitler llegó al poder gracias a las urnas, Kim Jong-il era votado por el 100% de sus ciudananos en Corea del Norte, los hermanos Castro son los campeones de las consultas populares, a Vladimir Putin le encanta hacerse fotos metiendo la papeleta y Bashar Asad no tiene el más mínimo problema en convocar comicios presidenciales en Siria.

Pero entre todos los amantes de las elecciones destaca Teodoro Obiang, el sátrapa más longevo de África, con 34 años al timón de un país que ha cambiado de constitución en cinco ocasiones para acumular más poder en su persona y en su familia. Estos días miles de ecuatoguineanos salen a la calle para gritar «basta» contra esta plutocracia mientras se cocina un nuevo pucherazo electoral. El anterior data de 2009.

La población de esta antigua colonia española fundada para el regreso de los esclavos de las Américas está de nuevo convocada a unas elecciones. Pero según denuncian las organizaciones de derechos humanos, serán una nueva farsa para poder darle a su régimen un barniz democrático.

Obiang, experto en la más grosera manipulación de resultados electorales, ya ha ordenado detener a 10 opositores, reprimir con dureza las manifestaciones, cerrar el acceso a las redes sociales, cortar las líneas de móviles y prohibir la emisión de noticias provenientes de agencias extranjeras. Estas prácticas son comunes en uno de los países más incumplidores de derechos humanos del mundo.

Los ciudadanos ecuatoguineanos aún no han visto ni una sola secuencia, por estricta censura, de la llamada Primavera Árabe en Túnez, Libia o Egipto. No lo necesitan, ya que miles de personas llevan días manifestándose a pesar de la dura represión desatada por un régimen que no escatima en sacar los tanques a la calle y en practicar detenciones ilegales y en torturar a quien ose desafiarle.

Obiang sólo ha permitido que uno de los partidos contrarios a su gobierno participe en los comicios que se celebran bajo un estricto control militar. Se trata de Convergencia para la Democracia Social (CPDS) de Plácido Micó, la única voz crítica en el parlamento guineano. Las organizaciones Amnistía Internacional, EG Justice y Human Rights Watch denuncian que, «en situaciones de intento real o presunto de golpe de estado, el Gobierno de Obiang y su partido gobernante a menudo invocan razones de seguridad como argumento para encerrar a opositores».

Sin observadores internacionales, el partido en el poder usa tácticas intimidantes como el llamado «voto patriótico». Es decir, el deber de enseñar la papeleta a la mesa electoral antes de votar para demostrar que no se elige a la oposición. Así, no es difícil prever una aplastante victoria del Partido Democrático de Guinea, que no es otra cosa que el instrumento de Obiang para enriquecerse. Frank Rubby, ex embajador norteamericano en Guinea Ecuatorial, lo definió como «el gobernante más asesino y ladrón del mundo». Un empresario español, con negocios en Malabo, asegura a este periódico que el dictador es un auténtico «saqueador sin escrúpulos, con la administración más corrupta y podrida de toda África».

Su nulo respeto por la democracia y los derechos humanos no han sido problema para que gobiernos como el de Zapatero en España, el de Sarkozy en Francia o el de Bush en EEUU se hayan entendido sin problemas con este régimen. ¿La razón? Guinea Ecuatorial chapotea sobre unas enormes reservas de petróleo de las que se obtienen 322.700 barriles al día.

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Mensajepor Invitado » Vie 05 Jul, 2013 1:09 am



Plataforma de los Archivos Electrónicos de la Memoria Oral Africana

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Mensajepor Invitado » Mié 17 Jul, 2013 12:54 am

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La familia de Donata y Alfred al completo, con sus dos hijos.


Romeo y Julieta se reescribe en Ruanda

■ Donata y Alfred reescriben en Ruanda el relato inmortal de Shakespeare
■ Él, tutsi; ella, hutu. Su historia de amor condensa la de su país
■ 'Perdoné al padre de ella porque vino a mi casa a disculparse por lo que hizo'



Suelo de barro, un tresillo de madera tosca, mantel azul y dos ventanucos abiertos en las paredes de arcilla. Las fotos nupciales presiden un salón decorado con pósters de cristos y vírgenes. Hace cinco años que Alfred puso la primera piedra de esta choza conyugal. El hogar que comparte con Donata parece igual que el de sus vecinos y sin embargo tiene mucho de extraordinario.

Bajo este techo conviven la hija del asesino con el hijo de su víctima. Marido y mujer. Él, tutsi; ella, hutu. Su historia de amor condensa la de su país. Dos familias para contar las heridas de un genocidio. Su relato es una versión de Romeo y Julieta. El relato de dos sagas que vivían enfrentadas hasta que los niños, que siempre se amaron, sellaron su alianza ante Dios. Donata y Alfred reescriben en la Ruanda más agreste el relato inmortal de Shakespeare.

Viajamos a las colinas de Kamembe, unas de las zonas más aisladas y empobrecidas de Ruanda, para contar esta historia de odio y reconciliación en la que el amor de toda la vida ha cicatrizado una herida abierta hace casi 20 años. Nos acompañan en el periplo Jean-Marie, el chófer silencioso, y el documentalista Ayoze O'Shanahan. Todos en esta recóndita aldea conocen la historia de la pareja. Unas bodas de sangre que comenzaron en 1994. Cuando los radicales hutus comenzaron a matar a sus hermanos tutsis, el padre de Donata se unió a los carniceros del machete y asesinó al padre de Alfred y a otros miembros de su familia.

"Yo no lo maté. Fue nuestro grupo", nos cuenta Grazie. Nos recibe en su casa, vestido con traje gris de domingo. Tiene las manos cuarteadas y la mirada esquiva. Se sitúa en algún lugar entre la verdad y la mentira: no reconoce que mató a su vecino, tampoco lo niega. "Yo vi cómo lo mataban, fueron los miembros de mi grupo, le clavamos una lanza en la cabeza y en la espalda", asegura, ambiguo.

Hoy, casi 20 años después de la matanza nacional, el trauma todavía se vive en un espacio de 200 metros: lo que dista la casa del asesino de la de la víctima. Cuando Donata y Alfred jugaban entre las plataneras nadie hablaba de hutus y tutsis, la etnia no importaba, sus familias eran amigas.

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Alfred, con el machete que usa para trabajar en el campo.


Un ejemplo de reconciliación

"Nos guiábamos por las identificaciones. Así supimos que el padre de Alfred era tutsi. Por eso fuimos a por él", dice Grazie, verdugo hutu. "Aún sueño con el fuego, con el momento en el que salíamos a matar, pero sobre todo tengo pesadillas con la prisión", dice. "Hoy sí estoy arrepentido, el Gobierno quiso que pidiera perdón, pero no estoy seguro de que esto no pueda volver a repetirse", matiza.

"No sólo lo asesinó, sino que señaló dónde estaba escondido", nos asegura en voz baja uno de sus vecinos, ex compañero de la milicia Interahawe y luego de presidio. Su versión coincide con la de Bernardette, la madre de Alfred, viuda del genocidio y memoria viva de la aldea. "Gracias a mi fe he podido perdonar", dice esta anciana de mirada directa.

"Cuando Alfred y Donata dijeron que se iban a casar, el padre de ella, que aún estaba en prisión, no lo aceptó. Que un tutsi le pidiera la mano de su hija para él era una venganza", asegura la mujer.

- ¿Cómo te llevas con la familia de tu víctima?

Grazie contesta con un frío "somos buenos vecinos".

En esta aldea formada por cubiertas de arcilla que se abren entre las plataneras todo el mundo conoce a Donata y Alfred, todos hablan de ellos y cuchichean sobre su historia. "Él me cuida desde hace 26 años", dice Donata. "Alfred siempre estuvo enamorado de mí. Me regalaba caramelos y venía a buscarme. Me cuida desde que tenemos dos años. Ahora hace 26", bromea entre sonrisas.

"No me importa lo que hizo mi padre. Sólo quiero vivir en paz", añade. A su lado Alfred, militar en el ejército ruandés, enseña a los muzungu (hombre blanco) las fotos de la boda. La pareja se ruboriza si se les pregunta por el otro. Miden los gestos cómplices ante extranjeros. Se dan la mano de manera furtiva. Es el discreto amor a la africana.

"Donata no tiene por qué cargar con el pecado de su padre", dice el marido huérfano de padre. "Perdoné al padre de ella porque vino a mi casa a disculparse por lo que hizo". Este arrepentimiento de palabra es la condición que ponen los tribunales populares ruandeses para que los genocidas puedan salir de la cárcel.

Alfred recuerda cuando salía al alba con su padre a cazar. A su regreso se topaba con la sonrisa infantil de Donata. "Siempre se quisieron, desde pequeños", dice la madre de él. También su hermano, Jean de Dieu, reconoce que entre ellos siempre hubo atracción. "Hablaban y ya sabías que había algo entre los dos", dice.

Las familias han firmado el armisticio pero los vecinos aún murmuran sobre un enlace que consideran contranatura. En la iglesia, el domingo, día de misa, marido y mujer atraen todas las miradas. Parecen los únicos que han superado los traumas del pasado ruandés.

- ¿Creéis que vuestra historia demuestra que el amor es más fuerte que las diferencias o el odio?

Alfred asiente: "Si hay amor todo es posible".

Donata sonríe. "Nuestra historia es un ejemplo de reconciliación".

La joven prepara las alubias de la cena mientras Bernardette juega con los dos hijos pequeños que ha tenido con Alfred. Tres generaciones en las que se dan la mano pasado, presente y futuro de Ruanda.

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Mensajepor Invitado » Lun 02 Sep, 2013 2:57 am

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Somalia: violaciones múltiples en la 'zona protegida'


"Me desperté y vi que un hombre estaba desnudándome. Quise gritar, pero me agarró por la garganta y no pude. Mi prima, de cuatro años, se despertó, y el hombre le dijo que se callara. Hizo lo que le interesaba y se marchó".

Es sólo una violación más, parte de la rutina que se vive en los campos de desplazados de Somalia, ese país al que el horror constante de las últimas décadas ha enterrado sus miserias en el más absoluto olvido. La autora de estas palabras, llamada Fartun, tiene 14 años.

Hawa, por su parte, pasó nueve días secuestrada. La drogaron y violaron repetidamente durante todo su encierro. Ella tuvo suerte, pasó algo insólito, la Policía consiguió rescatarla y hasta atrapó a alguno de los agresores. Hawa tiene 13 años.

"Es una vergüenza lo que ocurre allí sin que nadie actúe", dicen desde la ONG Amnistía Internacional, que ha elaborado un demoledor informe para despertar conciencias tras una pormenorizada visita del país. Según la ONU, se produjeron en los campos internos de desplazados de Somalia 1.700 violaciones durante el año pasado. Una cifra que puede ser mucho mayor por la falta de denuncias.

De ellos, en al menos el 70% de los casos se concluyó que los violadores eran hombres armados y vestidos con uniformes del Gobierno. Pero las denuncias no apuntan solamente a ellos, sino también miembros de las fuerzas internacionales desplazadas por la Unión Africana para garantizar la paz. Casi un tercio de las mujeres que sobrevivieron a los asaltos eran menores de 18 años.

El problema es que todo el sistema está atrapado en un círculo vicioso en el que nada funciona. "Las víctimas no quieren denunciar las agresiones para no ser estigmatizadas y porque saben que los agentes no harán nada por ayudarlas", explica Donatella Rovera, de AI.

No hay apenas mujeres dentro de la Policía y los hombres muestran una absoluta falta de delicadeza en el tratamiento de la víctima, cuando no una dejadez a resultas de la cual acaban señalándola como culpable. Algo que sucede en muchos países africanos, donde las víctimas denuncian en muchos casos ser maltratadas y hasta violadas por la propia Policía en el momento de efectuar la denuncia.

Condiciones espantosas

Además, las condiciones de los refugios dejan a las mujeres desamparadas y sin ninguna protección. Muchas de ellas han sido abandonadas por sus maridos y viven en pequeños habitáculos cubiertos de trapos y plásticos. Es el caso de Halima, otra mujer con cinco hijos a la que acaba de abandonar su marido. Nos explica que sufrió un intento de violación que contemplaron sus hijos.

El mayor de ellos, discapacitado, se despertó y suplicó al agresor que le matara a él y dejara a su madre. El hombre amenazó al chico y al resto de niños que se despertaron por el tumulto. Comenzó a desvestir a la mujer, que en un descuido pudo forcejear para quitarle la pistola. Al final, ella recibió un disparo en cada mano.

El hombre comenzó luego a pegarle patadas en los costados, hasta que algunos vecinos se despertaron con los gritos de la víctima y comenzaron a gritar también. El hombre salió corriendo. "Luego ella supo que por los golpes había perdido un bebé que estaba esperando de tres meses", añade Rovera.

La misma situación se repite una noche tras otra. Los campos de desplazados, donde viven hacinados miles de somalíes, se convierten en una pesadilla para las mujeres y niños que allí habitan. "Las condiciones de vida son espantosas", concluye AI. Según las estadísticas, hoy, al caer la noche, al menos otras cinco mujeres o niñas serán violadas dentro de la zona protegida.

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Cuentas con Mandela

Mensajepor Cuentas con Mandela » Sab 21 Sep, 2013 2:38 am



Johnny Clegg (With Nelson Mandela) - Asimbonanga - 1999 Fran


Cuentas con Mandela

Marcel Gascón


Libertadores africanos hay muchos, y todas las retóricas de resistencia pueden tener atractivo y razones. Lo excepcional de Nelson Mandela, y lo que explica su santidad, es la gestión de la legitimi- dad de la lucha una vez conseguido el poder. Nelson Mandela pasó veintisiete años en prisión y jamás negoció sus principios. Todas sus concesio- nes vinieron cuando tuvo el viento de cara. A su liberación, en 1990, no aprovechó su capital moral contra sus carceleros y contra quienes llevaban más de tres siglos humillando a su pueblo. Lo utilizó estrictamente contra el sistema que impulsaba acciones racistas, y para liderar a sus millo- nes de partidarios por el camino, lleno de renuncias a corto plazo, de la reconciliación y la convivencia.a

Con frecuencia, al expresidente sudafricano se le elogia una supuesta evolución, acontecida durante sus años en la cárcel, de un nacionalismo africano antiblanco a un liberalismo no racial. Esto no es del todo cierto. Al principio de su militancia política, Mandela decía que deseaba que los blancos de Sudáfrica volvieran a Europa. Pero su apuesta por una democracia para todos los sudafricanos llega mucho antes de que empiece a cumplir la cadena perpetua en 1964. Además de sus posiciones dentro del Congreso Nacional Africano (CNA), dos hitos en su vida y en la de la organización demuestran muy claramente que el nacionalismo antieuropeo de ambos duró muy poco tiempo. Tanto la “Carta de la Libertad” (1955) –cuya elaboración encabezó el CNA– como su yo acuso del juicio de Rivonia (1964) proclaman un compromiso nítido con una “sociedad libre en la que todas las personas vivan juntas en armonía e iguales oportunidades”.*

El uso de la violencia es una de las críticas más repetidas por parte de los detractores de Mandela. Cofundador del brazo armado del CNA en 1961, Mandela fue su comandante en jefe hasta su detención en 1963. Tras una fase inicial de sabotajes a infraestructuras sin víctimas, el Umkhonto we Sizwe (lanza de la nación) recrudeció sus métodos violentos paulatinamente, y los coches bomba que utilizó en la década de los ochenta cobraron numerosas víctimas civiles. En la peor acción del grupo que contribuyó decisivamente a fundar murieron, en la Church Street de Pretoria en 1983, diecinueve civiles. Aunque Mandela se encuentra para ese entonces en la cárcel y no es responsable del sendero que toma el grupo, en su autobiografía sitúa el atentado en el clima de “guerra” con el régimen y lo califica de “grave accidente”, pero asume lo ocurrido como “una consecuencia de la decisión de embarcarse en la lucha armada”. Como el mismo Mandela apunta, la naturaleza de la lucha no la decide el resistente, sino el poder. El régimen contra el que él combatió reprimía, a menudo brutalmente, las movilizaciones pacíficas, que en el mejor de los casos eran completamente ignoradas.

Cierto lugar común ubica a Nelson Mandela como un personaje de ex- cepción en el movimiento de liberación sudafricano. Otra inexactitud. El CNA tuvo siempre grandes líderes de indudable estatura política y vocación pragmática y nacional, como Albert Luthuli o el matrimonio de Walter y Albertina Sisulu. Considerar a Mandela una excepción milagrosa, aun extendida a unos pocos dirigentes como Luthuli o los Sisulu, es despreciar la capacidad de decisión de los cuadros intermedios del movimiento antiapartheid y de las propias bases. Mandela y la aristocracia que tuvo cerca pudieron influir en favor de la opción no revanchista, pero las clases medias y las masas del partido tuvieron como mínimo que estar de acuerdo para deponer las armas.

Una de las pocas cosas que comprometen –me lo hizo ver hace poco el escritor cubano Juan Abreu– la merecida imagen de hombre justo de Mandela es su apoyo a un dictador como Fidel Castro. Mandela y sus compañeros del CNA tienen deudas con muchas dictaduras, que les dieron el apoyo militar y sin reservas que no encontraban en las democracias occidentales. Pero si Mandela no es un político cínico y realista, no se le puede aceptar esta gratitud ciega con Castro, cuando el propio Mandela sí ha denunciado los abusos de otro de los suyos como Robert Mugabe. Como decía Abreu, alguien que pasó veintisiete años en la cárcel por sus ideas políticas celebra a un dictador que asesina y encarcela incluso durante más tiempo a quienes se oponen al régimen; el preso político más famoso del mundo contribuye a la invisibilidad de otros presos políticos.

¿Qué país deja Mandela? En primer lugar, resulta injusto considerar la Sudáfrica actual en su conjunto como legado de un solo hombre, que además fue presidente durante solo cinco años y asumió el cargo con más de setenta de edad. Los primeros problemas del país son la pobreza generalizada y la inseguridad. No es posible revertir en menos de veinte años de democracia siglos de exclusión y abuso, aun cuando el rumbo para corregirlas sea el correcto. Pero Mandela no se ocupó nunca de este tipo de cuestiones. Obligado por las circunstancias, su misión fue evitar el enfrentamiento civil, construir una democracia para todos y encontrar un punto razonable entre “las aspiraciones de los negros” y “los miedos de los blancos”.

Nelson Mandela dejará una Sudáfrica no racial, democrática y pacífica, con inmensos retos que tiene la suerte de poder resolver como Francia y Estados Unidos y no como Siria o Egipto. Un país sólido, políticamente previsible, que aprovechando la herencia del dominio blanco, es líder económico y moral en África sin los atajos al liderazgo de los hombres fuertes o los sacrificios democráticos. Creo que el país mantendrá este rumbo en el futuro. Independientemente de la evolución del CNA, la primera garantía de Sudáfrica es la extraordinaria pujanza, admirablemente articulada en la constitución, de una sociedad civil con innumerables focos e intereses, que bebe de fuentes tan distintas y poderosas como la tradición británica, el activismo –sobre todo negro– contra la pobreza, el apartheid y el orgullo, el amor al trabajo y el apego literal a la tierra del pueblo afrikáner.

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ESTABA REGISTRADA

Mensajepor ESTABA REGISTRADA » Lun 23 Sep, 2013 11:18 am

Creo que hace 1 par de dias, lei ese articulo sobre Mandela y se me quito las ganas de contester. Quizas seas yo,la unica persona en el mundo que DETESTA A NELSON MANDELA. No voy a entrar a debatir con l@s pros-Mandela,ya que el lider africano ha sabido crearse 1 aureola de ''MARTIR'' y de ''PACIFISTA'' en ese teatrillo de abrazos-perdones entre torturadores-victimas y familias de las victimas. 1 GRAN TRAGEDIA GRIEGA fue ese ''juicio'' montado por Mandela y el arzobispo Tutu o como se llame.

He estado 2 dias pensando si deberia dar MI OPINION... si he decidido escribir hoy, ha sido pensando en la ex-mujer de Mandela: Winnie or Winny,( se puede escribir en ambas formas) Mandela.

El grupo de guerrilleros o terroristas que lideraba Mandela,peleaban en la clandestinidad, como cualquier otro grupo terrorista. Ponian bombas, sabotajes, y mataban,cuando podian,etc,etc. Que peleaban por 1 causa justa.? De acuerdo, PERO QUE NO HAYAN CALGADO TODOS ESOS CRIMENES A LA EX-MUJER DE MANDELA.

Ya no se habla de la frase famosa de Mandela. Cada vez que el Presidente racista,Peter Botha,le proponia la libertad a cambio de que dejara las armas, Mandela contestaba:'' Dejare las armas cuando las dejes tu.'' Que le hizo cambiar a Mandela de opinion.? Todo ese chanchullo de la libertad de Mandela esta muy poco claro. NOS HAN CONTADO MUCHAS MENTIRAS. HUBO 1 ARREGLO POLITICO DE COMO CANTABA CARLOS CANO A LA TRANSICION ESPANOLA: '' La sepiente con traje// de San Torun//

Winnie or Winny, hizo lo que hicieron y seguian hacienda todos del grupo de guerrilleros con Mandela libre o encarcelado. Winnie puso su libertad y su vida en peligro cada vez que hablaba a la prensa extranjera. Defendia a su marido y hasta CREO YO, QUE EXAGERABA LO MAL TRATADO Y LA MALA SALUD DE MANDELA EN LA CARCEL.

Todo fue 1 trampa traidora, 1 montaje muy sucio del partido politico de Mandela,culpando a Winnie de todos los crimenes y hasta se rumoreo que le pidieron a Mandela que se divorciara de Winnie y Mandela se divorcio para hacer creer al mundo que el, Mandela,NO TENIA LAS MANOS LLENAS DE SANGRE. Asco me da de ese Mandela,que apenas salio de la carcel,se ponia a cantar y a mover los huesos.

Todo fue 1 mal teatro. Hubo 1 convenio arreglado por el arzobispo anglicano Tutu, el racist,Peter Botha, Mandela y MANDATARIOS IMPORTANTES DEL MUNDO.

Ahora es Winnie or Winny la bruja,la asesina,la secuestradora de futbulistas... En fin, 1 asesina tan grande que Mandela tuvo que arrojarla de su vera como '' la falsa monea.'' Winnie or Winny, no hizo mas que lo que hicieron todos los que peleaban en la clandestinidad NI HIZO MAS NI HIZO MENOS Y WINNIE OR WINNY,LO CONSULTABA TODO CON MANDELA CUANDO LO VISITABA EN LA CARCEL.

No os olvideis de la famosa frase de Mandela: '' dejare las armas cuando las dejes tu...." A que vino ese cambio de pensar de Mandela.?

El sistema capitalista al que pertenece Mandela, NO PODRA VENDER NUNCA LA IMAGEN DE MANDELA COMO ESTAN VENDIENDO LA DE CHE GUEVARA. AHI,SE HA EQUIVOCADO EL CAPITALISMO, MANDELA NO VENDE PORQUE AUNQUE NO SABEMOS LA VERDAD,SABEMOS QUE NO FUE 1 MARTIR Y QUE AL FINAL,MANDELA,SIRVIO AL CAPITALISMO.

1 carinoso saludo a Winnie or Winny ex-Mandela
Assia

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lamedusa

Mensajepor lamedusa » Mié 09 Oct, 2013 3:31 pm

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Mensajepor Invitado » Mar 15 Oct, 2013 3:33 am

Visiten este tumblr (o cuando la mala hostia resulta genial :grin: )


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I went to Africa and all I got were these pictures

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Mensajepor Invitado » Vie 18 Oct, 2013 3:23 am

Anonymous escribió:Visiten este tumblr (o cuando la mala hostia resulta genial :grin: )


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I went to Africa and all I got were these pictures



¿Los límites del turismo?


Aunque todos solemos considerarnos viajeros, la realidad es que, cuando salimos de vacaciones, todos somos turistas. Cada uno con su estilo, algunos con la camiseta de su equipo de fútbol y otros turisteando fuera de ruta. Hay tantas maneras de hacer turismo como turistas. Pero así como algunos reclaman la existencia de “los límites del humor”, ¿debe tener límites el turismo? Y no en cuanto a su cantidad, sino en cómo se lleva a cabo.

Hoy en “Tumblrs que vale la pena conocer” presentamos gurlgoestoafrica.

    “Así que fuiste a uno de esos colegios elitistas en los que se habla de privilegios, racismo, clasismo, sexismo etc… como si ahí no se practicasen. Y ahora, con el fin de ver el mundo, decides ir a un lugar donde poder entender la dimensión de tus privilegios. Así que eliges África! Todo un continente dedicado a ayudar a la gente blanca entender lo que significa ser pobre y subdesarrollada.”
Con este texto da la bienvenida a sus visitantes el Tumblr “I WENT TO AFRICA AND ALL I GOT WERE THESE PICTURES” (fui a Africa y todo lo que traje son estas fotos). Un tumblr dedicado a poner en tela de juicio la conducta de esas personas privilegiadas que van a Africa a hacer “safaris fotográficos de niños pobres para su Facebook” y a hacer de turistas muchas veces irrespetuosos o que ven la pobreza, la guerra o el subdesarrollo como algo turístico.

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En gurlgoestoafrica encontraréis esas fotos de Facebook, respuestas a esas fotos y alguna que otra reflexión que vale la pena leer.

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Mensajepor Invitado » Sab 25 Ene, 2014 3:18 am


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Mensajepor Invitado » Dom 09 Feb, 2014 8:01 pm

Recursos naturales y conflictos militares:

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http://www.ara.cat/premium/internaciona ... 91907.html




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