África, la gran olvidada
una grande y libre escribió:
Eso como se ponga de pie echa a andar solo...
Un violador como belleza de Africa
LA VIOLACIÓN COMO ARMA DE GUERRA
El Dr. Mukwege decidió salir a la luz cuando una mañana un padre destrozado le llevó a una niña de tres años a la que habían violado. “Le habían disparado en todas partes. No había nada que se pudiera hacer por ella”, afirma. “El padre empezó a golpearse la cabeza contra una pared, gritando que no había sido capaz de proteger a su hija. Después supimos que ese hombre se suicidó”. Ese mismo día, vio a una mujer de setenta y dos años a la que habían violado delante de su yerno, una relación que se considera sagrada en la cultura congoleña. La mujer dijo: “No me cure, no me cuide. Nunca podré volver y mirar a la cara a mi yerno. Déjeme morir aquí, simplemente no me dé de comer”. “Me di cuenta de que tenía que hablar”, afirma el Dr. Mukwege.
REPORTAJE: Economía global
Arrecia la lucha por los alimentos
La compra de tierras de cultivo en países en desarrollo amenaza a los más pobres
Arrecia la lucha por los alimentos
La compra de tierras de cultivo en países en desarrollo amenaza a los más pobres
Dos trabajadores atraviesan una plantación situada a 50 kilómetros de Nairobi (Kenia).- REUTERS
En marzo pasado, tras cuatro meses de manifestaciones y 135 muertos, una revuelta popular apoyada por el Ejército acabó en Madagascar con el Gobierno del presidente Marc Ravalomanana. La chispa que encendió la rebelión fue el contrato firmado por las autoridades de la isla para ceder a la multinacional surcoreana Daewoo los derechos de explotación de 1,3 millones de hectáreas -una superficie superior a la de Navarra- para cultivar maíz durante los próximos 99 años. Muy apegados a la tierra, los malgaches se sintieron traicionados por su presidente y salieron a las calles para derrocarlo.
El contrato de Madagascar con Daewoo, roto por el nuevo Gobierno, es una muestra de un fenómeno en pleno auge: la compra o arrendamiento por parte de países ricos de tierras fértiles en naciones pobres, principalmente de África, para asegurarse el suministro de alimentos. La escasez de agua, la subida de los precios de los productos básicos, el crecimiento de la población y el alto coste de la energía están detrás de unas operaciones que, sin ser nuevas, están adquiriendo grandes proporciones y tienen consecuencias económicas, sociales y políticas cada vez más profundas.
Conocido en inglés como land grabbing -expresión que podría traducirse como apropiación de tierras-, el fenómeno es un arma de doble filo. Sus defensores sostienen que puede contribuir al desarrollo de las zonas afectadas mediante la apertura de mercados para sus productos agrícolas, la creación de puestos de trabajo, la mejora de las infraestructuras y el aumento de la productividad. Por otro, sus detractores subrayan que hace mucho daño a las poblaciones locales, que con frecuencia quedan al margen de la negociación de los acuerdos. Los más críticos califican la estrategia de "neocolonialista" porque esquilma los recursos naturales de países que, en muchos casos, ya tienen sus propios problemas de escasez de alimentos.
ELPAÌS.com
El niño africano que construía molinos de viento
El niño africano que construía molinos de viento
William Kamkwamba vivía con sus padres en Masitala, una pequeña aldea a 2 horas en camioneta de la capital de Malawi con 50 chozas de adobe, sin agua corriente ni luz, y todas sumidas en la mas absoluta pobreza. Hasta que el chico de 14 años, que había abandonado la escuela por falta de pago, decidió hacer de su ingenio su porvenir y erigió con sus propias manos y basura reciclada un pequeño molino de viento que cambiaría su aldea para siempre. Esta es la historia de un fascinante proyecto y sus mediáticas consecuencias.
William nació el 5 de agosto de 1987 en uno de los países más pobres y densos de África: Malawi. Con 13 millones de habitantes, la mayoría rozando la extrema pobreza, tiene una tasa del 14% de infección por VIH y una esperanza de vida cercana a los 43 años. El problema fundamental del país es la necesidad de importar, casi en su totalidad, todos los bienes y energías de consumo, dispensando al país una deuda externa progresiva que le impide crecer y desarrollarse para salir de su condición de extrema pobreza. En 2001 la hambruna se agudizó en todo el país.
Compartía choza con 6 hermanas y sus progenitores. Ayudando en las tareas de cultivo de tabaco y en cualquier chapuza que generase ingresos a la familia. Sin luz ni agua corriente, las prohibitivas candelas de parafina iluminaban su hogar al caer el sol día tras día; cuando los recursos eran suficientes para abastecerse de ellas en el economato que estaba a 8 kilómetros de distancia.
A pesar de no estar escolarizado, William no carecía de ingenio y ganas de aprender sometido, desde que tenía uso de razón, por el instinto de supervivencia. Abandonó la escuela pero devoraba las revistas y los viejos y carcomidos libros que alguna ONG depositaba en en club social de la aldea. A sus manos llegó un ejemplar de una publicación educativa de ciencia que explicaba como convertir el viento en electricidad. Manos a la obra. Era septiembre de 2002.
Con una vieja bicicleta, el ventilador de un tractor abandonado, gomas, madera de eucalyptus y los desechos de agricultores vecinos comenzó a construir el primer aero-generador particular de todo el país.
Midiendo pieza a pieza, buscando materiales lo más resistentes y ligeros posibles, William consiguió encauzar el viento a través de su molino para llevar la luz artificial a sus asombrados progenitores. Sin saberlo, el bueno de William estaba levantando, no sólo un molino de viento que ayudaría a abastecer de energía a su aldea, sino la bases para la mejora de la deteriorada conciencia auto-suministradora de sus deprimidos compatriotas.
En apenas unas semanas el generador del molino estaba funcionando. Lo que más costó a William fue reunir los 16 dólares que le pedían por una dinamo en condiciones. Un hilo de cobre trenzado de retales dispares, conectaba el generador con una vieja batería de tractor. Esta batería servía a 4 bombillas, una radio e incluso al cargador del único móvil de la aldea. Comenzó con una altura de 5 metros y conforme iba mejorando su estructura y su potencia logró elevarlo hasta los 12. Fue el primero de una serie de molinos que William construyó por toda el pueblo. más en KURIOSO >>>
http://williamkamkwamba.com/