A los Reyes de todas las naciones democráticas, por supuesto, se les suele considerar como los mejores relaciones públicas y los embajadores de mayor rango. Viajar, para ellos, es un deber, tanto o más que un placer porque con ellos viaja el país al que representan y a todos les gusta hacerlo al rey del mundo que es el Presidente norteamericano.
Cierto es que un viaje real se diferencia mucho del que puede realizar un Presidente e, incluso, un Jefe de un estado presidencialista salvo si se trata del Presidente de los Estados Unidos a quien se considera, repito, Rey del mundo.
Los Reyes tienen una magia, una leyenda y un glamour que no poseen otros mortales, cualidades que les acompañan siempre cuando van no ya a países monárquicos sino a países republicanos o países que viven bajo la bota de un dictador, o países africanos y, no digamos si nos referimos al Rey de España a países de la América hispana.
En uno de ellos, en el momento en el que los reyes Juan Carlos y Sofía descendían del avión, yo oí exclamar “¡Pero si no llevan corona!”. Y en otro, también latinoamericano, el personal quedó decepcionado porque no llevaban pajes, ni bufones ni enanos como los que aparecen en los cuadros de Velázquez. “¡Pero si son como nosotros!”.
A pesar de ser así, de carne y hueso y de no llevar ni cetro ni corona, ni pajes ni bufones saltarines, cuando llegaban a un país, yo les acompañé en más de un centenar de viajes reales, la ciudad entera se conmocionaba y se lanzaba a las calles para verles, aplaudirles y vitorearles.
El 31 de mayo de 1976, el rey Juan Carlos llegaba a un país, a un continente en el que se le llevaba esperando cuatrocientos ochenta y cuatro años. Aquella mañana que daba fin al mes más florido del año, toda la América Latina se puso en pie. Desde los Andes hasta las llanuras del Orinoco, desde las cuencas del Amazonas hasta las montañas del Bahoruco. Y la primera ciudad española, Santo Domingo, “la tierra más linda que han visto ojos humanos”, como diría Cristóbal Colón cuando la descubrió en 1492, le dieron la bienvenida.
Estos días se ha anunciado el viaje de Estado de Felipe VI a los Estados Unidos de Donald Trump, el próximo mes de abril. Se trata de la segunda visita de su reinado a este Presidente. La primera, solo oficial, fue en junio de 2018, como quien dice ayer. Normal todos los Reyes y Jefes de Estado gustan ser recibidos por el Emperador del mundo. El rey Juan Carlos fue recibido nada menos que por seis Presidentes, algunos de ellos como Reagan, seis veces, tres Clinton y otras tres veces los Bush padre e hijo. El primero de ellos, Nixon cuando don Juan Carlos todavía era Príncipe con motivo del lanzamiento en enero de 1971 del Apolo XIV.
P.D
Quisiera contestar a todos y cada uno de los lectores que me escriben no siempre para felicitarme. Sino para sacudirme, unas ves con razón, otras injustamente. Pero absténganse de insultar, por favor. Porque yo no voy a responder al insulto. Me da la impresión que algunos de los lectores no han entendido o no han querido entender mis comentarios sobre la actualidad. O están llenos de resentimiento, que no entiendo, hacia este columnista que intenta ser honesto y escribir desde mi independencia. Pero algunos caen incluso en la descalificación cuando no en el insulto como Juan Navarro que me considera “resentido y amargado”, por haber recordado, a propósito del incidente del avión canadiense algo parecido a lo que sucedió en un vuelo con el rey Juan Carlos en Arabia Saudita. Si el resentido lector no lo ha entendido, peor para usted. Pero yo iba en ese avión y he contado lo que pasó. Si le ha molestado, lo siento. Fue tal cual.
Pero es Aurora Vázquez quien, a propósito de mis comentarios sobre las reverencias de algunas diputadas, sobre todo de derechas, of course, me tacha también de resentido y “agachado” ante SS. MM. Querida, ¡jamás! me he inclinado ante nadie. Y, a propósito de Letizia, ¡cómo no!, estamos de acuerdo que ella, como otras muchas jóvenes procedente de familias normales que han entrado, por matrimonio, en familias reales reinantes, han aportado cierta modernidad, acabando con los matrimonios endogámicos. Sin embargo, en algunos casos y no me refiero a la consorte española también vulgaridad. No es necesario ponerle ejemplos. Usted es suficientemente inteligente para saber a quiénes me refiero. Alguna muy reciente.
Y mi amigo Alfonso A (pro Letizia se confiesa) me tacha de machista por criticar la reverencia que Iván Redondo, asesor del inefable Sánchez, le hizo al presidente Torra. Sin comentarios.
Por ultimo Carlos Pérez , “cansadísimo por mis criticas a lo de la reverencia”, me aconseja que “vigile ese resentimiento”. Estimado señor, no se a qué resentimiento se refiere. Soy un hombre feliz a mi manera. Y me gustaría que todo el mundo lo fuera.
Que tengan todos ustedes una magnífica y feliz semana.