Opinión
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Los cortesanos de Rajoy
Jaime Peñafiel
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Los hombres leales son aquellos que dicen al Rey o al Presidente del Gobierno lo que el uno y el otro tienen la obligación de saber y hacer, lo quieran oír o no, les guste o no. A diferencia del cortesano que solo dice al Rey o al Presidente del Gobierno lo que a éstos les gusta oír, olvidando que la oposición es la verdadera amistad.
Los Reyes han estado siempre rodeados de cortesanos. O amigos peligrosos que son lo mismo. Los tiene Felipe. Los tuvo su padre, el rey Juan Carlos. En cierta ocasión se me ocurrió publicar la lista de estos ¡Jamás lo hubiera hecho! Uno de ellos amenazó con darme una hostia el día que me viera.
El Rey tuvo la suerte, la excepcional suerte, de tener junto a él al hombre más leal que he conocido, Sabino Fernández Campo, que siempre evitó chirriaran los engranajes constitucionales que unen la Corona con el Gobierno.
Al presidente Rajoy le ha faltado tener a su lado un Sabino. O un Iván Redondo, que ha llevado a Sánchez a la Moncloa, para que le dijera con lealtad lo que tenía que hacer. Pero, por todo lo que ha sucedido, prefirió los cortesanos, los “Arriolas”, otro visionario de la política (“Aguanta, Presidente, enfrente no hay posibilidad alguna de que presenten nada viable”), las Carmen Martínez Castro (esa impresentable que, recientemente, ironizó contra los pensionistas y jubilados), los Ayllón, las Dolores de Cospedal, a quien, como ministra de Defensa que era, no le importó arrodillarse ante el Rey y la inefable Letizia. O Javier Arenas.
Al presidente Rajoy no le han arrojado del Gobierno Pedro Sánchez. Ni la moción de censura. Ni Albert Rivera. Ni la sentencia del caso Gürtel. Ni la crisis catalana. Según el compañero Javier Negre, a Rajoy “lo bunkerizaron los suyos”.
Mariano ha tenido que abandonar La Moncloa por culpa de los cortesanos de su partido. Los cortesanos de su grupo parlamentario. Los cortesanos de su gobierno. “A ti no te pueden tirar por la ventana”, le decían los más pelotas en el restaurante.
Hasta ahora, yo creía que los cortesanos eran una plaga dañina exclusiva de la Monarquía de Felipe. Más bien va a ser que no. Que en el Partido Popular, los hay y en cantidad. Y no doy nombres para evitar me rompan la cara como aquel amigo peligroso de don Juan Carlos.
El compañero Graciano Palomo, en un magnífico artículo sobre “Los diez irreductibles de Rajoy”, en la crónica de El Mundo del domingo, escribe sobre “ese círculo interior, el principal afectado por el default sufrido en el Congreso en la mañana del pasado viernes. Son la gente que nunca le ha fallado a Mariano”. Pero no han sido leales sino cortesanos, querido Graciano. A lo peor, nunca le han dicho la verdad de lo que estaba pasando. O de lo que podía pasar si se hacía o dejaba de hacer ¿Ha habido alguno capaz de hablarle con la lealtad que Sabino empleaba con el rey Don Juan Carlos? Inolvidable aquella frase pronunciada cuando acudió al aeropuerto a recibir al Rey que regresaba en camilla, tras una caída esquiando con amigos y amigas entrañables en los Alpes: “Señor, un Rey solo vuelve a su país de esta forma si regresa de una guerra”.
Fernandez Campo intentó, en todo momento, que el sometimiento a la jerarquía no anulara el sentido crítico hacia los deseos y actividades del Rey. El criterio de lealtad para resolver los problemas fue su tónica desde el primer día.
Esa lealtad que les ha faltado a los colaboradores más directos de Rajoy. No hubo ni uno capaz de decirle, como hubiera hecho Sabino, que no se puede encerrar, como hizo, en un restaurante con sus cortesanos y solo aparecer en el Congreso para leer unas líneas diciendo adiós.
Mientras, la Vicepresidenta mantenía el tipo en la dramática soledad de su escaño, digna de todo el respeto y admiración. Sentimientos que no tuvo para con ella un miserable llamado Monedero, el de los 400.000 euros, poniéndole las sucias manos sobre sus cansados hombros. No para consolarla sino para humillarla diciéndole a la cara “me alegro que te vayas”.
Ni una sola feminista ha dejado oír su voz para criticar esa escena contra una mujer que acababa de ser arrojada de su cargo. Todavía estoy esperando oír a la “silbante resentida de los papos asimétricos” (Alfonso Ussía dixit) criticar esa agresión a quien ha sido una magnifica vicepresidenta del Gobierno de Mariano Rajoy, un buen hombre que no ha sabido irse, como ha escrito Vargas Llosa Jr.