No estamos para ‘Fortuna’
Prometieron que el yate real Fortuna no se utilizaría este verano. No está el país para Fortuna. No sólo por la crisis económica que asola tan dramáticamente al país, sino también por la crisis familiar. Poner en marcha el barco cuesta más de 20.000 euros en combustible. A pesar de la promesa, el Rey se echó a la mar el pasado domingo, en compañía, tan sólo, de su seguridad y la tripulación. Qué aburrimiento. Dicen que es aconsejable que el barco se mueva de vez en cuando. Así lo justificaron a mi compañera Carmen Rigalt. Pero el lunes volvió a moverlo. Lo de la promesa ha quedado en aguas de... Palma. Confucio decía que cuando se puede cumplir la promesa sin faltar a la Justicia, hay que mantener la palabra. Pero ¿de qué justicia hablamos aquí? Sorprende que la Reina, durante su reciente estancia en Marivent, tuvo que recurrir a José Cusí para que le cediera el Sumni. A bordo de esta embarcación menor, se dirigió con todos sus nietos, menos Leonor y Sofía, hasta la isla de Cabrera, escenario de otras épocas más felices. Al menos en apariencia. La soberana no sólo se bañaba con su nuera (inolvidable aquella primera fotografía de Antonio Montero que tantos problemas y disgustos le trajo) en la que aparecía la consorte en biquini blanco y la Reina en bañador haciéndose confidencias. ¿Le confesaría entonces Letizia que habría preferido casarse con el comandante Borbón a hacerlo con el Príncipe de Asturias, según desveló la soberana? Tal real tontería no se la cree nadie. Aunque hoy y tal como está la monarquía y la Familia Real a lo peor va a ser que sí. Nadie puede garantizar que los juancarlistas de hoy seamos felipistas mañana. Ni Don Juan Carlos. ¿Por qué creen ustedes que no abdica?
Pero volvamos al Fortuna. Aprovechando que disfrutaba de unos días sin familia (la Reina casi nunca está cuando está él; a los hijos no les gusta estar y los nietos sólo están cuando los papás lo permiten), Don Juan Carlos decidió que era hora de mover el yate. Aunque sólo fuera por deferencia a los empresarios mallorquines que se lo regalaron. Puede que éste sea el motivo real. Pero, cuando el lunes volvió a navegar, se vio que se trataba de un capricho real.
Jaime Peñafiel
EL MUNDO, JUEVES 16 AGOSTO 2012