El vestido de Doña Elena, una joya por 4.000 eurosLorenzo Caprile ejerció una vez más de abanderado de la moda española con el traje que la Infanta lució en Suecia. «Me gustan las mujeres como ella, con personalidad», dice
No está sobrepasado por el revuelo que causó el vestido que la primogénita de los Reyes lució el pasado fin de semana en la boda de Victoria de Suecia. Simplemente vive ajeno a polémicas sobre si Doña Elena quiso hacer una defensa pública de la Fiesta Nacional. Entre otras cosas, porque no tiene tiempo dada la permanente peregrinación de clientas a su taller madrileño (en Claudio Coello, 20). «No entro ni salgo en ese tema, simplemente diré que la fuente de inspiración es Goya y sólo Goya. Basta con acercarse al Prado y encontrarás la chaquetilla al echar un vistazo a sus cartones de tapices con sus majos y sus manolas», asegura Lorenzo Caprile a LA RAZÓN en un descanso entre prueba y prueba de una de las más de sesenta bodas de las que se ocupa al año.
Y aunque en debates taurinos no entra, no puede evitar ejercer de abogado defensor de nuestras raíces en materia de estilo: «Es un mal atávico de los españoles, no entiendo esa vergüenza que surge a la hora de reconocer todo lo bueno que tenemos en todos los ámbitos. Por ejemplo, en moda, todos los grandes creadores internacionales, desde Lacroix a Oscar de la Renta, pasando por Vivienne Westwood, se han inspirado antes o después en lo español, en ocasiones, de forma flagrante. Y todos arrasaron cuando dieron a conocer sus colecciones y se les ha aplaudido sin parar. Incluso Valentino, desde la sofisticación que le caracteriza, reconoce que su rojo emblemático tuvo su origen en un viaje de juventud a nuestro país. Tampoco hay que olvidar a Galiano, que nos conoce a la perfección por su origen gibraltareño y supo retratarlo en una reciente colección de botones y bisutería en oro y negro que no es otra cosa que el damasquinado toledano», explica.
A la vista está que, además de un amante de su trabajo es un profundo conocedor de las tendencias. Y de la historia. «Todo el que me conoce sabe, que me apasiona la historia de la indumentaria y que tengo mi propia colección de trajes, de materiales de costura… Compro chucherías constantemente para ampliarla», comenta. Y desde este mismo conocimiento denuncia que es «una barbaridad lo que está ocurriendo con el Museo del Traje. Son culpables todos los políticos, tanto los de un lado como los de otro: unos por abrirlo y no defenderlo, y otros por quererlo cerrar».
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Nuestras tradicionesEs precisamente su buceo por el pasado el que le permite recrear lo mejor de nuestras tradiciones: la prueba, el vestido joya de Doña Elena. Confeccionado en gazar de seda natural color rosa, se trata de un traje de talle bajo con amplia falda de capa montada al estilo de Balenciaga. Sobre la torera, Caprile explica que «está conformada por un bordado «vintage» sobre una base de tafetán de seda natural y bordada con cristal y piedras de colores. Las hombreras están enriquecidas con pasamanería de madroños y caireles a juego con la cofia goyesca que adornaba el pelo. «He luchado mucho por rescatar formas de hacer, de trabajar y para resucitar materiales españoles, las pequeñas artesanías y oficios, algo que me permito especialmente en los encargos para la Casa Real».
Hablar de dinero con el madrileño, es de mala educación, como ocurre con cualquier artista. Entre otras cosas, porque no cuenta con tienda ni producción en cadena. Cualquier pieza que firma es única. «No quiero crecer. No podría, porque soy muy minucioso y obsesivo con mi trabajo. Tampoco me verán en la pasarela Cibeles, no me interesa estar y tampoco me lo han pedido», apostilla.
A pesar de la discreción absoluta de Lorenzo, LA RAZÓN ha podido averiguar que tener colgado en el armario un diseño como el vestido por Doña Elena puede costarle a aquella que se encapriche del modelo entre 3.500 y 4.000 euros. Eso sí, no espere tenerlo de un día para otro, pues el taller del madrileño es un ir y venir de clientas. Si quiere cita, tendrá que esperar a que llegue el verano. «Hay que tener en cuenta de que en mi taller no nos encargamos de hacer el vestido y punto. Nos preocupamos de la clienta de arriba abajo, buscamos el bolso, los complementos, asesoramos sobre los zapatos perfectos para cada ocasión, el maquillaje...», señala el modista, que no diseñador. “Soy modista con “a”. Con esto no quiere decir que no sea mejor o peor que los diseñadores, sino simplemente son profesiones distintas y yo estoy orgullosísimo de la mía. Por ejemplo, hace años que no dibujo. Yo me pongo delante para interpretar su figura y ahí empieza la historia de cada vestido».
Y aunque en estos días sólo hay ojos para el vestido de la primogénita, Caprile mira con el mismo cariño el que portó Doña Cristina. «Son estilos diferentes, por supuesto, porque las Infantas son mujeres totalmente distintas que se complementan muy bien y forman un equipo formidable a la hora de representar a España. He tratado, con mi trabajo, de resaltar y potenciar cada una de sus personalidades: castiza Doña Elena, cosmopolita Doña Cristina, absolutamente regias las dos», sentencia.
También tiene palabras de elogio para el sueco Pär Engsheden, diseñador del traje de la novia: «Me encantó al tratarse de un vestido sencillísimo, atemporal y armado. Ojalá vuelva este tipo de trajes y dejemos atrás los camisones que llevan ahora. Además, el primer plano de ella estaba cuidado al detalle con un resultado espléndido en el maquillaje, el velo, la corona. Dentro de quince años, Victoria de Suecia verá su vestido y se mostrará orgullosa de su elección. Matrícula de honor».
Humilde perfecciónNo se muestra, en cambio, tan benévolo con Rania de Jordania y la tendencia a incluirla en todas las listas de elegancia universal. «No entiendo el fenómeno Rania, y menos aún en esta boda. Ya está bien. ¿Qué le ven? Para mí fue una de las peor vestidas: el color era horroroso, su actitud algo triste, iba mal peinada, el forrado de los zapatos estaba pasado y llevaba mal puestas las condecoraciones», remata.
Humilde, pero perfeccionista, le cuesta admitir que el diseño de Doña Elena haya sido aplaudido por la prensa internacional especializada en moda y que la Infanta lidera la lista de las invitadas más elegantes al enlace real celebrado en Estocolmo.
«Pero si yo soy clasiquísimo... Esas alabanzas son exageradas, no soy consciente de ello y tampoco quiero serlo». Y eso que podría presumir entre otras cosas de ser uno de los diseñadores de cabecera de la Familia Real, desde que Doña Cristina pusiera en sus manos su vestido de novia. En la memoria colectiva también permanece, entre otros, el sensual modelo en rojo que la princesa de Asturias lució en la cena de gala previa al enlace de Federico de Dinamarca y Mary Donaldson. Una propuesta que recordaba a las grandes divas del cine, a las que le hubiese gustado vestir. «Greta Garbo no me inspiraba mucho, pero sí la Dietrich, Grace Kelly y Dolores del Río. Ojalá hubiera vivido en el Madrid de Ava Gardner. No te imaginas la de veces que he podido ver “55 años en Pekín” con la mirada puesta en ella. Se podría decir que me gustan las mujeres con mucha personalidad, como Doña Elena». Sueños imposibles hoy por hoy, si bien tiene otro a su alcance: «Como cualquiera de mis compañeros, sería feliz con vestir a Penélope Cruz para una alfombra roja». ¿Cómo sería esa pieza? «Es una sorpresa». Eso es porque lo tiene pensado.... «Y porque confío en que antes o después se haga realidad».
El traje de doña Letizia, agotadoEl diseño palabra de honor en rojo español de Felipe Varela que la Princesa de Asturias lució el pasado fin de semana en Estocolmo preside el escaparate en la tienda madrileña del creador. Eso sí, la pieza que se exhibe ya está vendida y no tienen más «stock». Cualquiera que quiera hacerse con uno, sólo tiene que ponerse en manos de Varela y escoger el tono. ¿El precio? Superior a los 2.000 euros.[/hide]