EL PERDÓN DE DOÑA SOFÍA A SU MARIDO CON EL QUE PERJUDICA A LA CORONA. Desplantes continuados a lo largo de su reinado, amantes, Botswana, Corinna... Después de tanto tiempo distanciados, la reina emérita sorprendía este año mostrando su apoyo público a su marido. Justo cuando Felipe VI conocía ya las cuentas opacas de su padre en el extranjero ...Y DOÑA SOFÍAPERDONA AHORAMientras el Rey Felipe, tras enterarse de que era beneficiario de una cuenta opaca de su padre, trazaba el mayor ‘cordón sanitario’ contra Juan Carlos I, la emérita se prodigaba feliz y en público con él, después de años distanciados.EDUARDO ÁLVAREZEN NINGUNA INSTITUCIÓN son tan relevantes los gestos y lanzan tantos mensajes sus integrantes a través del lenguaje no verbal como en la Corona. De ahí que sorprenda la actitud de la Reina Sofía a lo largo del último año ahora que cabe reinterpretarla desde una nueva óptica, la que ofrecen las explosivas revelaciones que han provocado un tsunami en Zarzuela.
El pasado 6 de marzo, cumpliendo con una tradición de la Familia Real española, le tocó acudir a la madrileña Basílica de Jesús de Medinaceli. La preocupación por el coronavirus, todavía algo tibia, privó a los fieles del besapiés de rigor, pero ella pudo rezar ante la venerada imagen. Llegó y salió del templo exhibiendo una gran sonrisa. A pesar de la que estaba cayendo. Desde hacía días los Borbones estaban en las portadas de periódicos de medio mundo ya que se vinculaba por primera vez con documentos a Don Juan Carlos con dos cuentas millonarias radicadas en paraísos fiscales. Corinna Larsen, su ex amante, había sacado la artillería pesada de su venganza aireando que nuestro ex Jefe del Estado les había donado 65 millones de euros a ella y a su hijo mientras aún reinaba.
La sonrisa de Doña Sofía podía formar parte de esa extraordinaria “profesionalidad” que su esposo le reconoció –sin que a ella le hiciera mucha gracia el elogio– y que tanto han valorado siempre los españoles. Una reina lleva la procesión por dentro. Así es y así debe ser, aprendió Sofía desde pequeña. Hija, nieta, hermana de reyes... Conoce de sobra su oficio y sus servidumbres. Lo que hoy llama la atención es que en esa aparición pública, igual que en otras recientes, luciera su alianza de compromiso. Ese anillo que dejó de ponerse en los tiempos en los que Don Juan Carlos y Sofía no podían ni verse.
Los Eméritos, en febrero, en la capilla ardiente por Plácido Arango.Luciendo el anillo, Doña Sofía parecía querer decir a los cuatro vientos que respaldaba a su marido, que confiaba en él. Se ponía de su parte. No en vano, la Emérita hacía más de un año que le había perdonado. Después de duras etapas de incomunicación total, de humillaciones públicas por parte de él, aceptó la reconciliación personal que le pidió el ex Monarca, ya en su ocaso.
El perdón de Doña Sofía se produjo poco antes del 80º cumpleaños del Emérito, el 5 de enero de 2018. A los pocos meses empezaron a exhibir una renovada cordialidad que no pasó desapercibida. “Estoy mejor que nunca con Juanito”, reconoció feliz la madre de Don Felipe a un antiguo colaborador de Zarzuela, tal como reveló en exclusiva LOC el pasado agosto.
Pero ahora ese perdón, esas muestras de apoyo públicas... no se entienden y perjudican a la Corona. Porque Doña Sofía no podía estar ajena al gran daño que el Emérito había causado a su hijo Felipe VI desde el momento en el que éste conoció, en marzo del año pasado, que, junto a sus hermanas, aparecía sin su consentimiento como beneficiario de al menos la fundación panameña Lucum, que habría recibido 100 millones de dólares en 2008 de la casa real saudí, y por la que el Emérito está en el punto de mira de la Fiscalía Anticorrupción suiza, tal como adelantó el diario británico
The Telegraph.
Según el durísimo comunicado de la Casa del Rey del pasado domingo que condena al ostracismo al Emérito, Don Felipe, de inmediato, trasladó los hechos a las autoridades correspondientes y emprendió los trámites notariales para desvincularse de cualquier cuenta
offshore de su padre. Éste, a la desesperada, 11 días después de que los abogados de la peligrosa ex princesa mandaran sus documentos explosivos a Zarzuela, se reunió en Londres con ella para intentar un pacto de no agresión mutuo que, como sabemos, no fructificó.
No quedó ahí la cosa. Cabe recordar que, semanas después, en mayo, Zarzuela anunció la jubilación de Don Juan Carlos, que se materializó el 2 de junio. Desde ese día, dejaba de formar parte de la agenda institucional. Se ignoraba entonces que Don Felipe había decidido apartarlo, consternado por el irreparable daño causado.
Y, sin embargo, mientras todo eso ocurría en Zarzuela, como decíamos Doña Sofía se mostraba cada vez más feliz con Don Juan Carlos, casi inseparables. Es imposible no cuestionar esta actitud con lo que ahora conocemos.
La reconciliación entre los Reyes Eméritos se produjo poco antes del 80º cumpleaños de él. Llevaban varios años en los que prácticamente no se dirigían la palabra y Zarzuela se las veía y deseaba cuando tenía que programar algún acto conjunto. Antes de abdicar, Don Juan Carlos había llegado a amagar con el divorcio. Estaba loco por Corinna y no le importaban las apariencias. Los españoles conocían ya la existencia de la rubia
mata hari. El Gobierno, con Rajoy al frente, pero también el jefe de la Casa del Rey y otros dirigentes políticos le hicieron desistir de la idea, que seguía siendo considerada una bomba para la estabilidad y la continuidad de la Monarquía. Don Juan Carlos veía así cómo se repetía su historia. Ya en 1992 había planteado la ruptura para poder casarse, o al menos mantener una relación no secreta, con otra de las mujeres de su vida, la mallorquina Marta Gayá. Por supuesto, se le dijo al Rey, en plena forma todavía, que no, que eso era un suicidio para la institución.
Cuando se produjo la abdicación de Don Juan Carlos, éste sentía una animadversión casi patológica hacia la consorte. De los muchos instantes de la histórica jornada de proclamación de Felipe VI el 19 de junio de 2014, es imposible olvidar el momento en el que saludaron desde la balconada del Palacio de Oriente en Madrid los cuatro Reyes. En un momento, Doña Sofía tuvo un gesto de cariño y de cercanía con su marido, consciente de lo que representaba para él abdicar. Don Juan Carlos, por su parte, fue incapaz de romper la frialdad.
En los cuatro años siguientes, apenas compartieron actos. Doña Sofía sufrió las mayores humillaciones públicas. Pero no perdió la compostura ni dejó de ejercer su labor institucional a pesar de la cascada imparable de noticias que se sucedieron, con todo tipo de detalles sobre las infinitas amantes de Rey. En especial, se supo todo sobre la relación con Corinna. Cuando entre la ambiciosa ex princesa Sayn-Wittgenstein-Sayn y el Emérito ya no quedó nada más que odio, Don Juan Carlos retomó su estrecha relación con Marta Gayá. Volvieron a convertirse en confidentes y a realizar escapadas como la que hicieron en agosto de 2017 a Irlanda, tras la invitación de su buen amigo el banquero mexicano Allen de Jesús Sanginés, que también se ha visto envuelto en escándalos fiscales. El Emérito no pisaba Marivent, donde cada verano se podía ver en qué estado de soledad se encontraba Doña Sofía, que resistía con la dignidad que podía las habladurías.
El 80º cumpleaños del Emérito, que había sufrido recientemente intervenciones médicas, desilusiones amorosas y se sentía algo solo y preocupado por su salud, reunió en Zarzuela a decenas de miembros de la extensa familia Borbón y también a familiares de Doña Sofía, como el rey Constantino, que llevaba años enfadado con su cuñado por el mal trato a su querida hermana. Aunque aquel día destacó la ausencia de la Infanta Cristina, de su marido y de sus cuatro hijos. La benjamina de los Reyes no acudió tras el veto de Zarzuela a Iñaki Urdangarin, que ya había sido condenado en primera instancia por el caso Nóos.
SONRISAS DESPUÉS DE MUCHAS LÁGRIMAS
A los Eméritos se les vio especialmente relajados y bien avenidos el pasado 12 de mayo, en la Caja Mágica, donde disfrutaron de la semifinal entre Rafa Nadal y el griego Stefanos Tsitsipas en el Mutua Open de Madrid. Pocas semanas antes en Zarzuela había estallado el mayor de los tsunamis.
Sorprendentemente, pocos días después los Eméritos, junto a la Infanta Elena, se desplazaron a Ginebra para celebrar el 50º cumpleaños del ex duque de Palma. Estaba claro que Don Juan Carlos y Doña Sofía habían hecho las paces y se habían vuelto a unir en medio de tantas adversidades familiares. Fue aquella también la ocasión para la reconciliación de él y su yerno.
Pero nunca se había visto tan unidos a los Eméritos como el año pasado. Desde que tuvo lugar el conocimiento de Don Felipe de su inclusión como beneficiario en una cuenta opaca, sus padres se han prodigado en apariciones públicas.
En abril, se desplazaron a Alemania para pasar un fin de semana con las Infantas Elena y Cristina, y la suegra de ésta, Claire Liebaert, con el fin de animar en un partido de balonmano a uno de los hijos Urdangarin, Pablo, que entonces competía en el TUS Burgdorf, club filial del TSV Hannover-Burgdorf, en la Bundesliga alemana. Tan sorprendente como la reconciliación con su mujer resultaba el acercamiento cordial a la madre del ex duque, que ya cumplía condena en prisión.
Poco después, en mayo, se volvió a ver a los Eméritos en su salsa en Madrid almorzando primero con Rafa Nadal –en cuya boda volverían a coincidir en otoño– y después animándole en la Caja Mágica mientras disputaba un partido.
En julio, la Reina, a la que no se recordaba animando a Don Juan Carlos en las regatas desde los tiempos felices de Palma, se plantó en Sanxenxo, donde él ha tenido su guardia pretoriana estos años, y compartieron un fin de semana de regatas y de entregas de premios, prodigándose gestos de cariño.
Días después, el ex Jefe del Estado, que llevaba años sin veranear en Palma, pasó unos días con su mujer en Marivent, justo hasta que llegaron Don Felipe y Doña Letizia y el Emérito voló a Finlandia. En esa estancia especial, los Eméritos visitaron el centro deportivo de Nadal en Manacor. Don Juan Carlos ya sabía que iba a tener que ser sometido a una seria operación cardiaca a finales de agosto. Cuando se produjo, toda la Familia Real le arropó en Madrid, en especial su mujer.
Siempre juntos, acudirían también a las tristes despedidas de la Infanta Pilar, en enero, o del empresario Plácido Arango, días atrás, igual que habían hecho a la muerte de Rubalcaba el pasado mayo.
Habrá que esperar a la próxima aparición de Doña Sofía para ver si sigue llevando la alianza que le regaló Don Juan Carlos. Pero el respaldo que le ha prestado estos meses, ahora que sabemos lo que sabemos se convierte en otro boquete en la estrategia ejemplarizante que sigue su hijo, Don Felipe, él que siempre ha sido su
ojito derecho.
LA OTRA CRÓNICA EL MUNDO SÁBADO 21 DE MARZO DE 2020