Ghislaine Sartiau sostiene en brazos a su hija Ingrid cuando ésta era una niña en los años 60. Ingrid es la mujer cuya demanda de paternidad al rey Juan Carlos ha aceptado el Supremo,
INGRID SARTIAU
“NO VOY A PEDIR DINERO, SÓLO QUE ESPAÑA ME ACEPTE”[/color]
LOC habla con la mujer belga que dice ser hija biológica del Rey Juan Carlos. Viaja a menudo a España, aunque no habla castellano. “Tendré un papá”, dice esta criadora de caballos entre emocionada y estresada por el jaleo mediático.
SILVIA TAULÉS
[table][col color=#f0f0dc]
silencio y “respeto” por parte de la casa real
“Respeto” a la “independencia” del poder judicial. Son las únicas palabras que la Casa del Rey ha pronunciado ante la decisión del Supremo de investigar la supuesta paternidad de Juan Carlos I. Fueron 11 magistrados que emitieron seis votos a favor y cinco en contra tras un debate de más de tres horas.
En Zarzuela siempre se han mostrado descreídos sobre la posibilidad de que el caso pudiera prosperar. La primera vez que un tribunal ‘tumbó’ la demanda de paternidad de Sartiau y Albert Solá, quien era supuestamente su hermano (una prueba de ADN probó que no), fue por la “inviolabilidad” del monarca. Juan Carlos I todavía no había abdicado por lo que su figura era intocable ante la Justicia. Las cosas han cambiado.
El Rey tiene 20 días para responder a la demanda, en la que la ciudadana belga Ingrid Sartiau pide una prueba de paternidad. Con todo, el monarca puede negarse a someterse a la prueba, que debería realizarse antes de la vista oral. Según escribía María Peral en EL MUNDO, el pleito podría estar resuelto antes de verano, siempre y cuando las partes no lleguen a un acuerdo próximamente.
Fuentes judiciales señalan a LOC que “es muy difícil” que Sartiau gane si no se realiza la prueba de ADN, y como el Rey no está obligado... Además, la supuesta hija de Juan Carlos tampoco ha reclamado la comparecencia de su supuesto padre.
[/table]❝Certifico que las relaciones sexuales con Juan Carlos fueron sin protección anticonceptiva ya que en esa época no existían”. Habla Liliane Ghislaine Sartiau (82) del año 1965 y de sus encuentros con el Rey Juan Carlos I, entonces “un hombre de 31 años de edad, muy gentil, guapo, dulce y apuesto, con los ojos azules”. Liliane Ghislaine define así al supuesto padre de su hija Ingrid en la demanda de paternidad admitida a trámite por el Tribunal Supremo. “Por ahora hay que esperar. El Rey Juan Carlos tiene 20 días para responder a la decisión del Supremo”, cuenta a LOC Ingrid Sartiau (48).
Entre emocionada y estresada, la supuesta hija ilegítima de Don Juan Carlos nos atiende por teléfono. Pese a que viaja muy a menudo a España, sobre todo de vacaciones (la última vez fue este verano, donde estuvo en La Manga), Ingrid no habla castellano, ni siquiera inglés, sólo francés y flamenco.
- PREGUNTA.— ¿Y si finalmente el tribunal le diera la razón, qué haría? ¿Pedirá algo?
RESPUESTA.— No voy a pedir dinero jamás. Ése es el mensaje que quiero que llegue a España. Entiendo perfectamente que la situación económica del país es muy mala y no me gustaría que nadie se piense que yo me quiero aprovechar de lo que pueda suceder. No quiero dinero, solo quiero un padre y vivir una vida tranquila. Quiero que España me acepte.
P.— Pero es consciente de que su vida podría cambiar.
R.— Yo no he sabido quién era mi padre durante 40 años. Eso es muy duro. Ahora lo sé y lo único que pediría es conocerlo y poder pasar tiempo juntos, recuperar el tiempo perdido. Tendré un papá.
UNA VIDA SECRETA
Aude, mientras, da todo el protagonismo a su madre y no quiere hablar con la prensa, aunque reconoce que está “bastante contenta” con los últimos acontecimientos. En las redes sociales, esta joven alta y rubia que trabaja como modelo y azafata defiende la lucha de su madre. En su perfil de Facebook, por ejemplo, ha colgado un fotomontaje de su imagen con la de la Infanta Cristina para mostrar lo que ella considera un parecido más que razonable. Su madre está orgullosa y así lo dice cuando se le pregunta.
- R.— Mis hijos están muy contentos, sobre todo de que por fin sepa quién es mi padre. Se lo agradezco mucho. La cuestión es que se trata de un rey, algo a lo que yo no querría dar importancia. Hubiera preferido que mi padre fuera una persona normal, porque entonces todo habría sido mucho más discreto. Me gustaría tener una vida normal y que mis hijos también la tuvieran.
P.— ¿Cuenta entonces con el apoyo de su familia?
R.— Por supuesto. Mis hijos, los dos, entienden que es algo muy emocionante para mí.
P.— ¿Y su madre?
R.— Mi madre tiene 82 años y no quiero molestarla. Está contenta, claro, porque ha tenido una vida secreta que ha guardado para ella durante mucho tiempo. Ahora que todo se sabe, está satisfecha y muy emocionada. Pero debo decir que intento no hablar demasiado con mi madre de este asunto porque tiene 82 años.
Afirma en la demanda, presentada en 2012: “Nunca quise anunciar esto públicamente cuando estaba embarazada porque no tenía intención de causarle mal ni pena a Juan Carlos y hasta la presente ha sido un secreto bien guardado”.
“Hace cinco meses y medio”, añade, “viendo la televisión y la prensa, Ingrid, mi hija, se acercó a mí con un periódico que explicaba que Juan Carlos I había matado a un elefante. Le expliqué a mi hija que no debíamos creer a la prensa porque es un hombre demasiado bueno, lo conozco muy bien porque es tu padre”.
Así empezó la vida judicial de Ingrid, la que esta semana pasaba un capítulo fundamental al considerar el Tribunal Supremo que es precisamente el testimonio de su madre un principio de prueba constituido, por lo que por primera vez en la Historia de España, un rey se verá sometido a un proceso judicial de investigación de paternidad.
Y esas palabras de la supuesta amante del Rey, las que hablan de la bondad de Juan Carlos, son las que también transmite su supuesta hija. “No quiero hacer daño a nadie, por eso he mandado varias cartas a la Casa Real para pedir disculpas, para que sepan que no esperaba que sucediera todo esto”.
“Esto” es el embrollo mediático en el que se ha visto metida Ingrid. Su casa está llena de periodistas cada día, todos quieren preguntarle por lo que ha sucedido y lo que va a suceder, y ella intenta alejarse de un vocerío que parece no va a terminar tan fácilmente. “Mi vida ha cambiado mucho, sobre todo por la relación con los medios, y eso no me gusta demasiado”, comenta algo nerviosa. “Yo sólo quería un padre, pero resulta que ese padre es un rey. Hubiera preferido una situación normal, discreta, pero ha sido inevitable”.
Insiste Sartiau en encontrarse con el Rey para poder entablar una relación paternofilial. Y lo hace en esta conversación como lo hizo también en la demanda presentada en los juzgados. En el documento consta que “en caso de ser reconocida como hija de SM el Rey [Juan Carlos todavía no había abdicado] le corresponde como derechos legitimarios la cantidad de 100 millones de euros, en base a la fortuna publicada en los medios de 3.000 millones de euros”. El mismo texto añade. “Dinero al que mi clienta está dispuesta a renunciar en el caso de tener al menos un encuentro distendido con su padre”.
Cuando empezó la batalla, no obstante, sabía que se estaba jugando mucho. Ingrid tiene relación con otros supuestos hijos bastardos de otras monarquías, como los Saboya o los Romanov. Se apoyan y se felicitan por lo que ha sucedido porque para muchos es una puerta abierta más. Para muchos menos para Albert Solá, otro demandante de paternidad de Juan Carlos I cuya petición ha sido desestimada por el mismo tribunal que ha admitido la de Sartiau.
“Me lo esperaba”, comenta Albert a LOC, “pero no pienso renunciar a mis derechos, llevaré el caso a Estrasburgo y allí presentaré nuevas pruebas que me dan la razón”. El caso de este camarero de La Bisbal de Empordà es distinto, puesto que se crió con unos padres adoptivos y nunca conoció a su madre biológica. Su demanda, según el Supremo, es “confusa” e “incoherente”. Sin embargo, él insiste. En La Bisbal le llaman el monarca y él cuenta a todo el que quiera escucharle la historia de su vida. Se parece mucho al Rey Juan Carlos, es cierto, y es simpático y dicharachero. Pero mide menos de 1,70 metros, una estatura que hace que pocos en el pueblo se tomen en serio su demanda, una demanda que presentó junto a Ingrid Sartiau en un principio, aunque surgieron diferencias ente ellos de inmediato.
Sartiau es de temperamento tranquilo, dice que busca la discreción, tiene maneras de niña bien y no ha dado un paso en falso. Solá, mientras, es más bullanguero, dice lo que piensa en todo momento y hasta se ha metido en política de la mano de Josep Anglada y la xenófoba Plataforma per Catalunya.
“Espero que al final se sepa la verdad y que Juan Carlos y yo tengamos una relación de padre e hija, como cualquier otra, normal y afectiva”, dice Sartiau desde su casa de Amberes. A ratos no se oyen sus palabras porque unos pitidos chillones tapan su discurso.
“¿Tiene un pájaro? Parece muy contento… [Sartiau se ríe] “Claro, es por la celebración”.
Ingrid Sartiau con su hija Aude Marti, que trabaja como modelo y azafata. “SÓLO QUIERO UN PADRE, PERO RESULTA QUE ESE PADRE ES UN REY”
[table]
[row]
Ingrid siendo un bebé de poco más de un año[col][col]
A los once años, en un coche. Entonces no sabía quién era su supuesto padre [/table]
LA OTRA CRÓNICA EL MUNDO SÁBADO 17 DE ENERO DE 2015