LAS BODAS
DE ORO
MÁS TRISTES
La celebración de las bodas de oro se ha convertido en el
siguiente problema de la casa real. El accidentado viaje del
rey a África lo ha complicado todo. ¿Tiene la crisis solución?
PILAR EYRECuando la reina se fue a Grecia el viernes pasado (en un vuelo de Iberia a las 11.40) ya sabía que su marido se había caído en Botsuana, que se dirigía hacia Madrid por distintos medios acompañado por Corinna Zu Sayn Wittgenstein y que iba a sufrir una operación complicada con anestesia total.
Doña Sofía estuvo tres días con su familia de sangre en Porto Heli, en el Peloponeso, en una propiedad que ha comprado la millonaria nuera de su hermano Constantino. Con una naturalidad que a los españoles nos dejó pasmados se explicó que la reina había ido a celebrar ¡la pascua ortodoxa! La reina, en estos últimos años de su
via crucis particular, ha vuelto a sus orígenes y se ha refugiado en su religión, como si el catolicismo al que tuvo que convertirse cuando se casó hubiera quedado tan obsoleto como su propio matrimonio. En esta reunión, a la que también acudieron algunos primos alemanes, hubo muchas risas y muchas conversaciones en una mezcla de idiomas: alemán, inglés y griego. Español, no, la reina sólo lo habla en actos oficiales. Cuando se despidieron, quedaron en verse en el 60 aniversario de la ascensión al trono de la soberana inglesa.
Por delicadeza es de suponer que nadie se refirió a las bodas de oro de los reyes de España ¡las bodas de oro más tristes de la realeza! El 14 de mayo se cumplirá este aniversario, que en las diversas cortes europeas se celebra con gran fasto y esplendor y que aquí nadie sabe cómo demonios enfocar. Los familiares de Sofía se compadecen de ella, comprenden que su matrimonio está roto y que la raíz del problema está en el comportamiento del rey, de ahí que nunca se les vea ya en público con don Juan Carlos, una forma sutil de manifestarle su reproche. En ningún momento, en estos días, doña Sofía fingió que le preocupaba el estado de su marido y se negó a adelantar su regreso. Al contrario, quiso dejar muy claro que el vaso de su paciencia rebosaba sufrimiento y humillación.
[table color=#f0f0dc][col]
LAS PALABRAS
POCAS VECES 11 palabras han dado tanto de qué hablar: «Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir». Era la disculpa entonada por el rey tras cruzar el umbral de la habitación en la que había estado ingresado cinco días. La reina, que se encontraba en Grecia, acudió a visitarlo 72 horas después de su ingreso, y apenas estuvo 15 minutos. Al día siguiente (en la imagen), regresó.
[/table]SACRIFICIORecordaba quizás con amargura que el tremendo esfuerzo que tuvo que realizar desplazándose a Barcelona cuando operaron al rey hace dos años de un nódulo benigno en el pulmón, no obtuvo ninguna recompensa. En aquella ocasión la situación era la misma. La tercera persona, también.
Nadie ha reconocido los arrestos que ha tenido estos años nuestra reina para comportarse como una gran «profesional», teniendo una vida íntima tan desgraciada. Y el que menos lo ha hecho ha sido su propio marido, menospreciándola públicamente. En un acto en la catedral de Santiago se desasió de forma violenta de su mujer, que pretendía ayudarle, murmurando algunas imprecaciones que un lector de labios de televisión nos explicó que revelaban una tremenda animosidad ¡tanta que no pudieron utilizarse en el programa! No es extraño que doña Sofía, que no tiene ninguna amiga en España, haya tirado la toalla hace tiempo, intente afianzar sus lazos con sus parientes alemanes, y se niegue a hablar de cualquier celebración para conmemorar sus bodas de oro. Aunque tiene un gran sentido de Estado, no es hipócrita y le molestan los fingimientos. El lunes regresó según tenía previsto, pasó por el hospital tan solo quince minutos en los que al parecer únicamente habló con los médicos, y fue al día siguiente cuando el «gabinete de crisis» la convenció para que «comiera» con el rey.
Los argumentos que se utilizaron para lograrlo debieron de ser de gran calibre para que doña Sofía, dispuesta desde hace pocos meses a llevar una vida más libre y más independiente, se sometiera con una docilidad de la que parecía haber abdicado. Aunque muchos dudamos de que esa supuesta comida en común tuviera lugar. Cuando estuvo en Barcelona dijo que había estado en la habitación del rey, aunque después se supo que no había pasado de la antecámara. Algunos periodistas hablan de una larga conversación entre los reyes en el hospital de San José, a mí se me ha dicho apenas se dirigieron la palabra.
Han transcurrido 50 años desde la noche de bodas a bordo de
El Creole de Juanito, un muchacho de 22 años con mucha experiencia, que besa con sus labios «caldi, secqui y sapienti» según una de sus amantes, y de Sofía, cuya sexualidad desconocemos. Pero no sería extraño que esa noche, en lugar de consumar su matrimonio, Sofía tuviera que poner en práctica sus conocimientos médicos. Juanito se había roto el brazo peleando con su cuñado Constantino, la escayola se le había pegado a la piel y, según contó su abuela, la reina Victoria Eugenia, cuando se quitó el uniforme de teniente con el que se había casado se tuvo que arrancar el yeso a tiras, dejando el hombro en carne viva.
Como tantos sucesos en la familia real, el mismo episodio se había repetido exactamente igual durante la boda de sus padres. Don Juan estaba enfermo de gastroenteritis el día en que se casó con doña María y, como le explicó a su hijo con desgarro en una ocasión en que éste pretendía zafarse de un compromiso aduciendo que estaba enfermo:
-¡Yo también estaba hecho una mierda el día en que me casé y a pesar de eso por la noche tuve que cumplir con tu madre!
Pero la verdad es que no sabemos qué pasó esa noche entre Sofía y Juanito, y tampoco sé si para Sofía fue la primera vez. Lo que sí podemos asegurar con bastante exactitud es que la intimidad que estrenaron esa noche, la del 14 de mayo de 1962, duraría tan solo catorce años.
Exactamente hasta un día de enero de 1976. El rey fue a cazar a los montes de Toledo y la reina decidió ir a darle una sorpresa con sus hijos. ¡La sorpresa se la llevó ella! Al día siguiente una destrozada doña Sofía echó mano de la máscara gestual que ya no ha abandonado nunca, para acudir a un acto con embajadores y a un partido entre el Real Madrid y el Atlético de Madrid. Aquel lunes decidió irse a la India con su madre. Un viaje que nos recuerda inevitablemente el que ha realizado a Grecia hace tan solo una semana y por motivos similares.
En aquella primera ocasión su madre la hizo regresar ¡Quizás no volvería a ser esposa, pero continuaría siendo reina! Después de este episodio crucial se remodeló Zarzuela y las habitaciones de los dos se dispusieron en distintas plantas. Y, según se me dijo, nunca más se reanudó la intimidad conyugal. Aunque debo aportar que, según una nueva fuente muy fiable, esta intimidad ya se había roto después del nacimiento del príncipe Felipe. Una vez hubo heredero, el entonces príncipe de España no consideró necesario seguir insistiendo.
1.500 ‘AMIGAS’El incidente de los montes de Toledo, que yo narro en mi libro
La soledad de la reina, ha merecido la única rectificación concreta que se me ha hecho desde Casa Real: «Ese episodio no hubiera podido darse nunca ya que las seguridades de uno y otro están coordinadas y además, en enero no hay partidos de fútbol». Bien, cuando la actividad es tanta y tan imprevista, los servicios de seguridad no dan abasto y en las hemerotecas sale reflejado el citado partido.
También se me dijo que la cifra de 1.500
amigas del rey era exagerada. Cuando se le preguntaba a Sabino Fernández Campo si la reina estaba al tanto de estas amistades, el asturiano contestaba con sobriedad:
-No sabe si son muchas o muy viajadas.
Quizás lo más degradante para Sofía ha sido que en ocasiones ha tenido que coincidir con estas mujeres y disimular su desagrado. Saludarlas en el club náutico de Palma, en la inauguración de una exposición o en algún acto en Barcelona. Me cuentan que incluso tuvo que viajar con Corinna a Arabia Saudí en 2006, ya que la princesa alemana formaba parte del séquito real. No se las pudo fotografiar juntas y tampoco sabemos en calidad de qué viajaba Corinna, que entonces empezaba su amistad íntima con don Juan Carlos.
Una amistad que ya dura siete años, algo más de lo que suele ser normal en las costumbres del rey, excepuando las largas relaciones con la
vedette y la decoradora. Aunque los amigos del rey me lo niegan, quizás se trata de la definitiva. Alta, aunque de aspecto frágil, muy femenina, la princesa resulta increíblemente sexy sosteniendo una pesada escopeta de caza o luciendo el fabuloso collar de esmeraldas que le compró a la condesa de Romanones y que había pertenecido a la maharaní de Kapurtala. Una joya importante que contrasta con los collares de abalorios
seudohippies que suele lucir nuestra reina colgados del cuello. Aunque es la más dolorosa, la faceta
donjuanesca del rey no es la única que le enfrenta a la reina, que detesta profundamente las aficiones de su marido, la caza y los toros. Por su parte, don Juan Carlos la culpa de haber educado mal a sus hijos y de ahí que hayan elegido consortes poco adecuados. Cuando estalló el tema Urdangarin, la reina se fotografió en la portada del
¡Hola! con Cristina y su yerno.
Fue a Washington para apoyar a su hija, pero también es evidente que después del largo rosario de ofensas públicas al que se ha visto sometida, se tomó su pequeña venganza sobre su marido, quien no se recató en expresarle su enfado mediante unos gritos tan tremendos que se oyeron hasta en el cuarto de guardia de Zarzuela. Fue una de las escasas ocasiones en estos años en que mantuvieron una «conversación».
Estas últimas navidades fueron las más tristes de la reina, uno de sus primos alemanes, el más querido, la llamó por teléfono y ella le dijo aterrorizada: «No hablemos de intimidades, pues temo que mi teléfono esté intervenido». Pero después de esta época terrible, Sofía ha parecido venirse arriba. Viaja, tiene personas especiales en su vida, ha rejuvenecido y ha adquirido el aire cosmopolita y desenvuelto de las grandes viajeras. No se descarta que los reyes hayan llegado a algún acuerdo confidencial para separar sus vidas privadas, aunque en lo público continuarían representando a España con la dignidad y el empaque con que lo han hecho hasta ahora.
En estos momentos el «gabinete de crisis» debe estar estudiando si se van a celebrar o no las bodas de oro de los reyes, sopesando si se organiza algún acto «de maquillaje» o es mejor optar por la sinceridad. Está claro que los españoles ya estamos hartos de mentiras. Porque me temo que las disculpas que ha pedido el rey no alcanzan a su esposa ni existe realmente propósito de enmienda en cuanto a su vida conyugal. Me lo dice una persona cercana al rey: «¡Eso no hay dios que lo arregle!»
AMBOS PLACERESDon Juan Carlos también le había prometido a sus médicos no volver a cazar, ya que el retroceso del arma podría afectar a su pulmón delicado, y sin embargo su actividad cinegética ha llenado prácticamente todos sus fines de semana. Corinna y él son felices con un arma en la mano, para poder tomarse después un buen whisky que la alemana le prepara con mimo y dedicación. A don Juan Carlos le costaría demasiado renunciar a ambos placeres que él considera que se ha ganado después de toda una vida de trabajo y lucha.
Un último apunte, ya que estamos hablando de intimidades. Los príncipes. Cuando acudieron a la boda de Álvaro Fuster en Málaga, se alojaron en el Hotel Vincci. Podían optar por dos habitaciones separadas aunque unidas por un saloncito, una habitación con cama doble o una habitación con cama de matrimonio. Cuando se les preguntó contestaron al unísono y con entusiasmo:
-¡De matrimonio, por supuesto!
Y también la rotunda opinión al estilo legionario tan caro a Su Majestad, de un catalán muy próximo a los príncipes: «Mira, en el futuro no sé qué pasará, pero hoy por hoy te aseguro que don Felipe está
¡encoñadísimo!»