UN REY GOLPE A GOLPE

Las últimas noticias de la Realeza. Monarquía vs. República
¿Cuánto reinarán Felipe VI y Letizia?


Imagen

Avatar de Usuario
Assia
de Melbourne
de Melbourne
Mensajes: 22325
Registrado: Mar 29 Dic, 2015 2:19 am
Flag: Australia

Mensajepor Assia » Mar 25 Feb, 2014 9:16 pm

Desde cuando eres tu y tu pandilla Doctor,barramierda.? Hay muchisimos norteamericanos que les dicen que han visto 1 borrico volar y se lo creen.

No fue el Cayo Lara el que hablo de la tumba de Orson Welles.? Primero que diga en que tumba esta enterrado Orson Welles. Seguro que hasta ignorabas lo del programa radial de Orson Welles y te fuiste a buscar en internet. Lo tuyo Doctorcito es enchufar cables e incubrir a deli..

Se asustaron los espanoles con el programa de Evole y salieron buscando refugio como hicieron los oyentes de programa de Orwelles? Entonces,a que viene esa comparacion.? Tan absurda esa comparacion como la de que Breton o la Porto tienen el sindrome de MEDEA.

Avatar de Usuario
Invitado

Mensajepor Invitado » Mar 25 Feb, 2014 10:09 pm

fue Llamazares

Avatar de Usuario
Dr. Belbo

Mensajepor Dr. Belbo » Mar 25 Feb, 2014 10:20 pm

Ahí lo tienes, Wyoming. Tu frivolidad intelectual ha merecido una réplica serena, cortés, equilibrada, fruto de una mente privilegiada que construye admirables silogismos con la misma facilidad que tú ventoseas.
No se te habrá pasado por alto la sutil referencia al Aquinate que la australopiteca te acaba de endiñar. Eso te indicará que pocas cosas hay más peligrosas que una vacaburra voladora.
Yo que tú me andaría con ojo. Esos intelectos enfebrecidos tienen más peligro que un [/i]vitorino resabiado.

Avatar de Usuario
Dr Wyoming

Mensajepor Dr Wyoming » Mar 25 Feb, 2014 11:36 pm

Amigo Belbo, no me digas que tú sabias, sin haberlo mirado en internet, que MARILUZ quiere decir "[/i]que te vayan dando, capullito de alhelí antipódico". Hay que joderse con los piamonteses, qué erudición.

Avatar de Usuario
Assia
de Melbourne
de Melbourne
Mensajes: 22325
Registrado: Mar 29 Dic, 2015 2:19 am
Flag: Australia

Mensajepor Assia » Mar 25 Feb, 2014 11:51 pm

1 MILLON DE GRACIAS Invitado por la correccion.
Un abrzo,Fuera quien fuera,cometio 1 ERROR A DECIR QUE ''LOS HUESOS DE ORWELLS SE REMOVERIAN EN SU TUMBA"
Assia

AY! foroloco.org esta competiendo con borriqueando en TITULOS UNIVERSITARIOS DE DOCTORES AL ESTILO DE ROSA MARIA. No eres mas que 1 burro Doctorcito presumiendo en rezburnar a quien quiera oirte, de ser 1 lector de Umbral.

A lo que yo me referia es que en el programa de Evole no asusto y aterrorizo a los espanoles como lo hizo el programa de Orwelles. Como tambien me referi a QUE LOS HUESOS DE ORWELLES NO EXISTEN. ORWELLES FUE INCINERADO.

Anda,Dortocito,deja la botella de mosto barato y de polvitos blancos para despues de escribir en el foro.

Avatar de Usuario
Dr. Goebbels

Mensajepor Dr. Goebbels » Mié 26 Feb, 2014 12:38 am

Exacto, eso es. Georges Orwelles fue incinerado hacia 1984, después de escribir una novela titulada [/u]1926. Su biógrafo Umbral opinaba que el Continente Vacío estaba lleno de memas.

Avatar de Usuario
Assia
de Melbourne
de Melbourne
Mensajes: 22325
Registrado: Mar 29 Dic, 2015 2:19 am
Flag: Australia

Mensajepor Assia » Mié 26 Feb, 2014 12:43 am

No esperaba MEJOR REPUESTA DEL QUE FUERA MINISTRO DE CULTURA DE HITLER.

Anda, no gaste tanto en internet y compra jabon para lavarle los monos a quien tu sabes que HUELEN HA PODRIDOS.

Avatar de Usuario
profesor Bacterio

Mensajepor profesor Bacterio » Mié 26 Feb, 2014 1:51 am

A estas alturas del carrete se estrena La invasión de los doctositos flodeantes y yo con la bata de guatiné. Tendremos que encargar un palé de bandas honoríficas para premiar los doctorsitos pim, pam y pum que con tanta erudisión están porculeando un buen hilo

Avatar de Usuario
Invitado

Mensajepor Invitado » Mié 26 Feb, 2014 2:29 am

El golpe mediático

ARCADI ESPADA



LA SUPUESTA HAZAÑA retórica de los guionistas que organizaron este último programa Salvados se inscribe en una tradición ya ácidamente regurgigante que tiene su convencional inicio en la noche de Halloween de 1938 cuando la CBS emitió la adaptación de la novela de H.G. Wells, La guerra de los mundos, que habían hecho Orson Welles y el Mercury Theater. Aquella noche, ambientalmente propicia al misterio, mucha gente creyó que los extraterrestres habían invadido Nueva York. El fake más famoso de la historia tiene, sin embargo, un llamativo antecedente español: el 25 de noviembre de 1891, en El Liberal, el periodista Mariano de Cavia publicó un artículo titulado: La catástrofe de anoche: España está de luto. Incendio en el Museo de Pinturas. Cavia describía un día después la intención de su artículo preventivo sobre la quema del Prado: «Hemos inventado una catástrofe... para evitarla». A partir de ahí la lista es larga. Alternativa 3 (1977), por ejemplo, sobre la desaparición de un grupo de científicos, que concluía con un plan para escapar al espacio ante la posible catástrofe de la Tierra. O Camaleó (1991), que informó de un golpe de Estado en la URSS, y que le costó el puesto al director de programas, Joan Ramon Mainat. El último y más próximo a esta Operación Palace es Operación Luna, otro falso documental emitido por ARTE, que afirmaba que Stanley Kubrick había rodado la llegada a la Luna en un plató, por encargo de Richard Nixon. En él aparecieron, entre otros, la mujer de Kubrick, el director de la CIA, Richard Helms, el secretario de Estado, Henry Kissinger, el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld y el astronauta Buzz Aldrin.

Aparentemente estos ejemplos hacen pensar en una robusta imaginación creadora. Pero, en realidad, la base del éxito de audiencia de estas patrañas es sencilla. Todas parten de la ruptura unilateral de un pacto de confianza entre el público y los emisores, según el cual y para simplificar, lo que se publica en el periódico es verdad: el lector no está en Ucrania pero sabe que han destituido a su presidente. Desde Cavia, ninguno de los supuestos transgresores ha tenido que sofisticar demasiado su ingenio: la credulidad del público se ocupa de llegar a donde no llega el talento. Esta es la ley inexorable que se cumplió el domingo: un guión burdo y unos actores improvisados que no podían evitar la risa (salvo Anson, que mentía con una naturalidad soberbia) no impidieron que la mayoría de telespectadores creyera que la historia era cierta.

De la materialización de este abuso de confianza lo peor es el dedito que sobre los títulos de crédito levantan los supuestos creadores: «Ajajá, os la metimos. Así aprenderéis a no ser tan confianzudos.» Reflexionemos un poquito. Naturalmente, sin esta confianza pública, sin esta planta delicadísima, no hay periodismo ni democracia ni conocimiento. Bastaría que uno de estos grotescos deditos perdonavidas imaginase la hipótesis de un público ya plenamente sabihondo que ignorara las recomendaciones de las autoridades ante la inminencia de una catástrofe real. Solo el duro ejercicio de la búsqueda de la verdad, y no el frívolo toreo de salón de las ficciones desarrolladas en el núcleo del discurso de los hechos, es capaz de producir ese homo escepticus, el difícil ideal de la democracia mediática.

Pero, francamente, todas estas meditaciones me parecen alturas celestes, que corren el riesgo de ennoblecer el ridículo ejemplo que nos ocupa. Un ejemplo, que como en el caso de Operación Luna, cuyo método copia sin pudor, exigía la participación de algunos nombres propios. Y es a estos nombres: Anson, Ónega, Leguina, Mayayo, Verstrynge, Gabilondo, a los que cabe preguntarles para qué. Es decir, qué propósito estético o moral sostenía su contribución a que la ocurrencia, el bulo y la falsedad siguieran aleteando sobre la historia del 23-F. Porque la consecuencia fundamental de Operación Palace es el aumento de los niveles de intoxicación que se apoderaron del 23-F desde el primer instante y la seguridad de que ha crecido exponencialmente el número de creyentes en las teorías conspirativas. A todo ello no solo habrá contribuido el grueso del documental sino, incluso, las aportaciones desveladoras de los protagonistas, en varios casos ambiguas, y que, entre otras consecuencias, harán enrojecer de vergüenza al propio Vargas Llosa (aunque en el castigo lleve la penitencia) al ver como su dudoso hallazgo La verdad de las mentiras se usa sin rebozo para justificar el fraude. Ya he dicho que la hazaña retórica del domingo es una copia de Operación Luna; pero con una diferencia que solo hace que destruir el ya vulnerado crédito de los participantes en la españolada: ni Richard Helms, ni Henry Kissinger ni Buzz Aldrin sabían que sus declaraciones estaban al servicio de una farsa, como sí lo sabían nuestros políticos, periodistas e incluso ese historiador, catalán por supuesto, que allí aparece.

Quiero decir, por último que en el programa salen tres tipos honrados, que cumplen con las reglas de su trabajo. Dos espías, uno del Cesid y otro de la CIA, y un militar español. Todos ellos, a diferencia de los Ónega, Leguina, Gabilondo et al son personajes ficticios, con nombres ficticios, interpretados por actores. Es un dato interesante. Permite distinguir a la gente poco seria. Es decir, aquella que en la lista del aprecio de los ciudadanos españoles ocupa los últimos lugares. Políticos y periodistas. Gente de la que, decididamente, no te puedes fiar.

Avatar de Usuario
jeje

Mensajepor jeje » Mié 26 Feb, 2014 2:43 am

Anda la leche, el Arcadi engolado y enrocado, hoy en día, la información es parte del ocio y, por cierto, Arcadi se olvida de mentar a Garci, uy.

Avatar de Usuario
enric

Mensajepor enric » Mié 26 Feb, 2014 3:08 am

Imagen


Enric González: El reloj de Hildy

Enric González


Es muy curioso esto que llaman credibilidad. Referido a la prensa, parece consistir en algo relacionado con el narcisismo y el onanismo. Atribuimos credibilidad a quien piensa más o menos como nosotros, dice lo que decimos nosotros (o nos gustaría decir) y nos hace sentir en posesión de la razón. Ningún periodista español es creíble para todos. Ni Soledad Gallego-Díaz, la profesional más solvente que conozco: por el hecho de trabajar para El País y la SER, un sector de la audiencia la mantendrá por principio bajo sospecha. Un lector de El País (el diario de la falsa foto de Hugo Chávez) recela por sistema de lo que publica El Mundo (el de la conexión Mondragón), y viceversa; quien lee fielmente a Hermann Terstch piensa que Ignacio Escolar es un propagandista sectario, quien consume prensa del nacionalismo catalán atribuye las peores manipulaciones a la prensa «de Madrid», y a Iñaki Gabilondo siempre habrá quien le saque un asunto de calzoncillos superpuestos. Las cosas funcionan así. Nuestros prejuicios, sumados a otros prejuicios similares, constituyen un nicho de mercado. Cada día más precario, ciertamente. Quizá porque tantas credibilidades enfrentadas desgastan la fe más sólida.

Algunos dicen que Jordi Évole se ha jugado su credibilidad (y la ha perdido) con el falso documental sobre el 23-F. Vaya. Qué desgracia. Me parece muy bien que una parte de la audiencia le critique y otra parte le aplauda, porque para eso está: para ser audiencia y opinar. Resultan un poco más chuscas las críticas de ciertos profesionales que conocen a la perfección las patrañas de sus propios medios, contribuyen a ellas cuando hace falta o las soportan en silencio, porque hay que pagar la hipoteca y educar a los niños. ¡Cuánto pontífice de la verdad!

A mí no me gustó demasiado el falso documental. Llegó a aburrirme. Y, sin embargo, me pareció muy bien. Évole hace televisión. Como artefacto televisivo, el programa cumplió sus objetivos de forma abrumadora: obtuvo audiencia y suscitó debate. Cuando opera bajo la etiqueta de Salvados, Évole cultiva un periodismo mestizo, una información-entretenimiento que satisface a millones de personas. Me incluyo entre ellas. Otras veces, como el domingo, Évole hace otras cosas. Y asume riesgos. Personalmente, habría preferido ahorrarme las excusas posteriores («les contamos esto porque no podemos contarles la verdad»), un poco bochornosas, pero ese es un asunto menor. Lo importante es la provocación, algo bien sabido por los participantes en las tertulias políticas televisivas. Si quieren periodismo puro, austero, riguroso, búsquenlo en algún libro o criben la prensa diaria hasta encontrar una pepita (las hay) de ese material rarísimo. No se lo exijan a la industria. La industria es otra cosa. La industria, amigos míos, existe para ustedes, para sus prejuicios y sus puñetas.

Tiendo a pensar que podríamos confiar un poco más en la prensa, fuera cual fuera el soporte, si cada uno de sus productos incorporara algo parecido al making of; un relato de cómo se ha construido la información. A eso, en una época, se le llamó nuevo periodismo. Disculpen la divagación, temo que no venía al caso.

Me acojo a la disculpa anterior para precisar que yo no me fui de El País por los despidos (aunque oficialmente fuera uno de los despedidos), ni por las malas formas con que se planteó el expediente de regulación de empleo. Me fui a otro periódico, El Mundo, que también despedía a gente. Lo que me parecía intolerable en El País tampoco era el ambiente opresivo, muy característico de la casa, ni algunas tonterías que se publicaban junto a piezas espléndidas, sino el cinismo de su máximo responsable, Juan Luis Cebrián: el hombre que ha conseguido ganar fortunas arruinando a accionistas y despidiendo a trabajadores; el hombre que debía defender el periódico y lo despreciaba públicamente.

Me fui a trabajar para un director, Pedro J. Ramírez, que también había hecho del cinismo un arte. ¿Han visto la película Primera plana? No la de Howard Hawks (un buen director no puede parecerse a Cary Grant), sino la de Billy Wilder, con Jack Lemmon como el reportero Hildy Johnson y Walter Matthau como el director Walter Burns. ¿Recuerdan el final? ¿Recuerdan lo que ocurre con el reloj que Burns regala a Hildy? Ahí está todo. Ahí está lo que en mi opinión, absolutamente subjetiva, redime a Ramírez. No me importa trabajar para un jefe que me engañe, me explote o me estafe, mientras ame su periódico y me engañe, me explote o me estafe en beneficio del periódico. Es decir, del oficio. Es decir, de algo muy imperfecto para un público muy imperfecto. Me gusta trabajar para alguien que, como yo, disfrute con este asunto tan sucio e impugnable, tan estúpido, tan poco rentable, tan falto de credibilidad y, aunque a estas alturas no se lo crea casi nadie, tan necesario que llamamos periodismo.

Avatar de Usuario
Invitado

Mensajepor Invitado » Vie 28 Feb, 2014 1:58 am

Imagen


Alfonso Guerra cree que el falso documental de Évole fue un trabajo digno de Goebbels

El veterano dirigente del PSOE considera “una payasada” el montaje de "Operación Palace" sobre el fallido golpe del 23F, que él mismo vivió en primera persona


“Fue una monumental payasada”. En estos términos se pronuncia Alfonso Guerra sobre el falso documental Operación Palace, dirigido por Jordi Évole, y emitido el pasado domingo por La Sexta. El engaño ha desatado una fuerte controversia entre los que opinan que es una "genialidad" y los que, por el contrario, creen que fue "una tomadura de pelo" y una "falta de respeto" ante un hecho histórico tan deplorable.

En ese segundo grupo está Alfonso Guerra. El veterano dirigente del PSOE, único diputado que sigue en el Congreso desde la legislatura constituyente, no cree que un suceso tan grave como aquel, con el que se intentó cambiar por la fuerza el rumbo de la historia de España, pueda ser objeto de bromas. Él mismo vivió en primera persona aquel drama, el 23 de febrero de 1981, al ser diputado y vicesecretario general del PSOE. Desde entonces, no olvida el mal trago que pasó y pasaron los diputados que fueron secuestrados en el interior de la Cámara por Tejero y su cuadrilla.

Durante la primera jornada del debate del estado de la nación, Guerra reconoció a eldiario.es que el programa de Évole no le había gustado nada. El gesto de su cara lo decía todo. Después de calificarlo como una “payasada”, añadió: “Ni Goebbels [el ministro de propaganda de Hitler] lo hubiera hecho mejor”.

Fuentes cercanas a Guerra aseguran que hace aproximadamente un año, cuando se empezó a poner en marcha el programa, nadie habló con él para ver si quería formar parte del elenco de actores invitados. Pero quienes le conocen están seguros de que habría rechazado de plano la idea. “Guerra no entra en esa pantomima ni de broma”, “le habría indignado”, afirma uno de los compañeros de partido que mejor le conoce.

El día del golpe, Guerra fue trasladado por los guardias civiles que asaltaron el Congreso a la sala de los relojes junto a Felipe González, Santiago Carrillo, Manuel Gutiérrez Mellado y Agustín Rodríguez Sahagún. Según los testimonios de los propios protagonistas, les sentaron en sillas separadas de cara a la pared mientras varios guardias les apuntaban con sus fusiles. Nos les dejaban hablar entre sí, según narró el propio Guerra, aunque al cabo de un tiempo las reglas se relajaron un poco y pudo intercambiar algunos comentarios con Felipe González, al que tenía a su lado.

“Me ofreció un cigarrillo y yo le pregunté que por qué lo hacía si sabía que yo no fumaba”, recuerda Guerra, que comenta que de todos ellos, él único que logró dar aquella noche una cabezada fue Rodríguez Sahagún.

En un momento dado, el líder socialista pidió a uno de los guardias que le llevaran su abrigo alegando que tenía frío, algo que no era verdad. Además, no usaba esa prenda. "Mi intención era que los compañeros supieran que estábamos vivos".

Los cinco dirigentes políticos permanecieron secuestrados desde la siete de la tarde hasta las 12 del día siguiente. Las horas más largas y angustiosas de su vida, según ha reconocido.

Avatar de Usuario
Invitado

Mensajepor Invitado » Vie 28 Feb, 2014 2:05 am




Javier Gurruchaga se suma a las críticas por el programa de Jordi Évole


Javier Gurruchaga lleva 38 años al frente de la Orquesta Mondragón, una plataforma desde la que, gracias a su particular forma de presentarse al público, dio el salto al teatro y a la televisión. Polémico, histriónico, provocador, rockero, surrealista... vino a ABC enfadado. Pero no con nosotros, sino con el programa que Jordi Évole dedicó al 23-F el pasado domingo

«No se pueden hacer estas bromitas de fin de curso con el 23-F. No me gusta», explicó a los presentes. «Yo soy liberal-progresista y una persona abierta, pero con ciertas cosas no se puede jugar, ni con Auschwitz, ni con la Guerra Civil ni con el 23-F, lo siento mucho. Me parece un atrevimiento chapucero. Y lo que me parece más lamentable es que en ese chiste hayan colaborado profesionales que me parece que han tenido una actuación muy desafortunada. Y algunos de ellos me criticaron a mí por hacer tal o cual cosa».

Se refiere a su polémico programa de fin de año de 1988, en el que deslizó sketchs de trazo grueso, sobre todo para los cánones de la época. En cualquier caso, el motivo de la presencia de Javier Gurruchaga es intervenir en un encuentro digital con los lectores de ABC y dar noticia de la actuación de su banda el próximo 5 de marzo en el teatro Fernán Gómez de Madrid.

Avatar de Usuario
Invitado

Mensajepor Invitado » Vie 28 Feb, 2014 2:10 am

Nazismo, Guerra civil y el 23F, jajajajajjajaajajajajajajajajajajajaja eramos pocos y pario la abuela de los ridiculos

Avatar de Usuario
Invitado

Mensajepor Invitado » Dom 02 Mar, 2014 3:20 am

El gran engaño

DAVID GISTAU

La actitud correcta fue la de Garci, que no desperdicia el hombre una oportunidad de divertirse



LAS reacciones al falso documental de Évole sugieren que el periodista debería comportarse como si tuviera contraído con la humanidad un juramento de servicio más estricto que el de la caballería andante. Por fortuna, no hay votos de castidad ni de sobriedad. Pero sí una enorme fatuidad que castiga intenciones distintas a la misionera de la predicación de la Verdad, tales como la de divertirse un rato. Atribuyen a Bismarck la frase de que con las leyes ocurre como con las salchichas: es mejor que nadie vea cómo se hacen. A esta prevención podría añadirse el periódico. Cada día, desde siempre, el periodismo serio llega a su público condicionado por criterios selectivos, ideologías, prejuicios, actos de autocensura, venganzas, coacciones, miedo a que suene el teléfono, interferencias de políticos o anunciantes, servidumbres varias que obligan, si no siempre a la manipulación, al menos a la perspectiva intencionada.

Aun así, resulta que la agresión a no sé muy bien qué esencia sagrada la ha cometido un formato que, engañando a todo el mundo, no engañó a nadie. Es decir, que no pretendió ser otra cosa más que un divertimento en el que nadie iba a inmolar su credibilidad y que al final confesaba ser una broma, por si quedaba algún obtuso que aún no hubiera sido capaz de deducirlo por sí mismo. Alguna humorada de Garci y de Verstrynge, como la explicación de por qué los guardias que se entregaban salieron por una ventana, o la de que Fraga pidió en un arrebato que le disparasen porque no soportaba saltarse la cena, deberían haber llevado al desengaño, antes del epílogo, a quienes creyeran estar asistiendo a un vuelco de la historia reciente española.

Más allá de las órdenes de detención contra Évole cursadas por los comisarios del oficio, la hostilidad contra el programa tal vez se deba a que a nadie le gusta descubrir que es fácil engañarlo (sentirse tonto de tocomocho). Y menos aún hacer por ello el ridículo en público, como le ha ocurrido a la gran esperanza generacional del socialismo, Talegón, que probablemente crea que hay cadáveres de alienígenas en el Área 51 de Roswell y que Elvis Presley aún vive. Que personas supuestamente avisadas cayeran de tal forma en la trampa revela que existe una fascinación conspirativa que influye en la gestión del relato histórico, ya concierna este al golpe o, en términos mucho más dramáticos, al atentado del 11-M. El «fake» de Évole no necesitaba ningún pretexto periodístico o intelectual para emitirse. Pero, de necesitarlo, podría haberse amparado en esta lección corrosiva con la que dejó en ridículo a los consumidores de conjeturas que inventan sórdidas realidades paralelas. Con todo, la actitud correcta fue la de Garci, que no desperdicia el hombre una oportunidad de divertirse, así escueza a los centinelas de la seriedad.




Volver a “La Casa Real”