44 millones de razones para ser republicano

Las últimas noticias de la Realeza. Monarquía vs. República
¿Cuánto reinarán Felipe VI y Letizia?


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navidades futuras

Mensajepor navidades futuras » Lun 02 Jun, 2014 10:30 pm

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Mensajepor Invitado » Mar 03 Jun, 2014 1:21 am



Manifestacion Republicana en La Puerta del Sol 02-06-2014 #elreyabdica

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Mensajepor Invitado » Mar 03 Jun, 2014 5:47 pm

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Thousands of anti-monarchist protesters take to streets of Spain calling for a republic after King Juan Carlos abdicates after 39 years

Thousands of people participate in a rally in support of the end of the Monarchy in Spain and the establishment of a Republic in Puerta del Sol square in Madrid

More than 20,000 people rallied in Puerta del Sol square in Madrid, Spain, calling for the end of the monarchy and the establishment of a Republic.

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Mensajepor Invitado » Mié 04 Jun, 2014 12:54 am

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Renovación desde arriba

Desde mi punto de vista republicano, encuentro más solvente una monarquía constitucional con un rey preparado y sensato como don Felipe que una república encabezada por nuestro republicanismo oficial

José Antonio Montano


Uno de los problemas de la monarquía es el lote de años que, si la salud le acompaña, se tira un rey. Don Juan Carlos ha estado treinta y nueve, la duración de un franquismo. En estos tiempos de aceleración es mucho. Lo estuve pensando en marzo, cuando murió Adolfo Suárez. Este ya era una figura limpia de actualidad, situada correctamente en nuestra memoria junto con su periodo histórico. El Rey no ha podido gozar de esta ventaja. Ha estado siempre ahí, desde aquella época hasta la actual, y nos hemos cansado de él como nos cansamos de nosotros mismos.

A efectos biográficos, pasamos de ser niños de Franco, como podría haber dicho Umbral, a ser niños del Rey. En nuestra propia infancia hay ese corte en aquellos pocos días. Pero luego el Rey ha seguido durante nuestra adolescencia indolente, nuestra juventud burra y nuestra primera madurez inútil. Ha sido una presencia a lo largo de toda nuestra trayectoria reprobable. Los presidentes del Gobierno, en cambio, han otorgado un cierto dinamismo. Los años de Suárez (con su propina de Calvo-Sotelo), los de Felipe, los de Aznar, los de Zapatero, incluso estos de Rajoy: la cosa parece que se va moviendo y el autoaplastamiento de uno parece menor.

La monarquía constitucional, en realidad, es una república con doble engranaje, uno más rápido y otro más lento. El precio es financiar a una familia y dejar incompleto en la punta el proyecto racionalista. Pero se puede ir aceptando mientras funcionen los monarcas. Hoy por hoy, desde mi punto de vista republicano, encuentro más solvente una monarquía constitucional con un rey preparado y sensato como don Felipe que una república encabezada por nuestro republicanismo oficial: que me parece histérico, folclórico, sectario y un tanto oscurantista.

Por lo pronto, introduce un corte en nuestra madurez (ya postinútil). Se termina una época. Hay escasa ilusión, pero sí una cierta curiosidad por el nuevo aire. Por la mañana, de repente, había un montón de cosas que parecían viejas. Aunque por la tarde han vuelto a salir del asilo. Pienso en Mas, en Urkullu, en Cayo Lara, en Pablo Iglesias incluso (que, como Lao-Tsé, ha nacido viejo). El nuevo rey necesitaría que buena parte de la clase dirigente se hiciera el harakiri. Tiene algo de Suárez ahora. Pero estará también mucho tiempo; quizá demasiado. En el mejor de los casos.

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Mensajepor Invitado » Mié 04 Jun, 2014 1:04 am

Cómo proclamar una república. El referéndum italiano de 1946

Ton Vilalta


El 9 mayo de 1946 Vittorio Emanuele III, rey de Italia, firma la abdicación en favor de su hijo, Umberto II. Apenas un mes después, en el aeropuerto de Ciampino, el nuevo rey se sube a un avión, camino de un exilio del que nunca regresará. Entre estas dos fechas, los días 2 y 3 de junio, para ser exactos, se había producido un acontecimiento sin precedentes en la historia: los italianos, llamados a pronunciarse en referéndum, se habían declarado partidarios de la república. A partir de entonces Umberto II, el fugaz, será recordado con el melancólico apelativo de «Rey de Mayo».

¿Pero cómo se había llegado a esta situación? En realidad, la abdicación de Vittorio Emanuele llegaba tarde para el gusto de muchos. Era tarde obviamente para todos los partidos antifascistas reunidos en el Comité de Liberación Nacional, que la pedían desde el 43. Llegaba tarde también para el gusto de los Aliados, que por una parte apoyaban a la monarquía en nombre de la estabilidad de un país formalmente aliado, pero por la otra no perdonaban a Vittorio Emanuele la firma de la declaración de guerra en 1940. Pero la abdicación también llegaba tarde para el gusto de muchos sinceros monárquicos, conscientes de que Vittorio Emanuele y sus veinte años de connivencia con el fascismo se habían convertido en un obstáculo para la supervivencia de la institución. A pesar de la proverbial falta de contacto con la realidad que el trono conlleva, Vittorio Emanuele probablemente era consciente de ello. Por esto ya en el 44, todavía con la guerra en curso, había traspasado al heredero Umberto buena parte de sus poderes, inventando para la ocasión el título de lugarteniente general del reino.

Es sabido que los lectores de Jot Down somos todos muy leídos, pero es fácil perderse en esa especie de peli de Buster Keaton que es la historia militar italiana. O sea que, para entender la sucesión de los eventos, damos un paso atrás para explicar qué había pasado en Italia durante la Segunda Guerra Mundial. Después de la entrada en guerra al lado de los alemanes en 1940, las cosas se habían empezado a torcer en seguida para los italianos, primero en Grecia y después en Libia. Mussolini había tenido que pedir a Hitler que mandara al Afrikakorps de Rommel a sacarle las castañas del fuego en el Magreb, pero la batalla del desierto se cerraría con una derrota para las potencias del Eje y el desembarco Aliado en Sicilia en julio de 1943. Con el ejército anglo-americano correteando ya por el suelo patrio, en Italia se generalizó a todos los niveles la opinión de que la guerra estaba perdida. Incluso buena parte de la jerarquía del régimen dudaba ya abiertamente de la victoria y, con la dramática reunión del Gran Consejo del Fascismo del 25 de julio del 43, los propios jerarcas, entre ellos su yerno Galeazzo Ciano, decidieron destituir a Mussolini. Vittorio Emanuele, que no esperaba otra cosa, mandó arrestar a Mussolini y nombró jefe del gobierno al general Pietro Badoglio. La caída del fascismo fue festejada más o menos en toda Italia, quizá no tanto por genuino antifascismo, como por la convicción de que significaba el fin de la guerra. Evidentemente se equivocaban.

Aunque en su primera declaración Badoglio había dicho que «la guerra al lado del aliado alemán continua», prácticamente en aquel preciso instante empezaron los preparativos para el tratado de paz con los Aliados. Sin embargo, entre los numerosos defectos de Hitler no estaba el de ser tonto, así que durante el verano desplegó la Wehrmacht por toda la península con la excusa de ayudar al aliado. El armisticio se firmaría en secreto el 3 de septiembre y se iba a anunciar el 8 de septiembre. Un día que se convertirá en uno de los más trágicamente surrealistas de la historia italiana, con un ejército entero actuando con la lucidez, la coordinación y la precisión de una gallina descabezada (nota: vean Tutti a casa, la magistral película de Luigi Comencini protagonizada por Alberto Sordi; por la internet se encuentran subtítulos en español). En medio del más descomunal de los sindioses, Vittorio Emanuele III coge un avión y se larga a Brindisi en el sur ya liberado por el ejército anglo-americano. La intención es garantizar la continuidad del Reino de Italia, pero los italianos lo interpretan como una fuga y un abandono de responsabilidades. La cadena de mando se rompe y el ejército se queda sin órdenes, o mejor, con órdenes vagas y confusas. Centenares de miles de soldados italianos caen prisioneros de los alemanes durante esas primeras horas. Un rey que arrastra (o permite que arrastren) a un país a la guerra y que lo abandona cuando las cosas se ponen feas no es lo mejor que le puede ocurrir «al prestigio de la institución».

¿Pero por qué Vittorio Emanuele no abdica inmediatamente? Las razones por las que retardó lo inevitable hasta la vigilia del referéndum, convocado en el 45 después del final de la guerra, no están del todo claras. Por una parte había dejado Roma como rey en el 43 y deseaba volver a ella como tal. En segundo lugar es probable que no quisiera que sus culpas recayeran sobre el heredero y perjudicaran a la monarquía. Pero había un tercer motivo: al parecer Mussolini había recopilado un dossier sobre la presunta (en realidad no demasiado presunta) homosexualidad del futuro Umberto II. Vittorio Emanuele temía que el Duce, liberado por los nazis y puesto al frente de la República Social Italiana en el norte del país, lo publicara para debilitar a la institución monárquica. A decir verdad, el tema de la homosexualidad de Umberto será utilizado también por los republicanos durante la campaña electoral del referéndum. Durante un mitin se oyó al socialista Pietro Nenni espetar a la multitud: «¿Acaso queréis un rey pederasta?». Por suerte los republicanos gozaban de argumentos más honorables.

Por su parte, la campaña monárquica consistió en intentar que los italianos olvidaran el reinado de Vittorio Emanuele III, que había empezado con el siglo, 46 años antes. Su reinado había empezado de modo dramático con el asesinato de su padre, Umberto I, a manos del anarquista Gaetano Bresci y había atravesado uno de los periodos más atroces de la historia europea. En el casi medio siglo sentado en el trono de los Saboya tuvo tiempo de acumular errores enormes y trágicos, de aquellos que un pueblo difícilmente puede perdonar a un monarca: la entrada en la Primera Guerra Mundial contra el parecer del Parlamento, la pasividad ante el fascismo, desde la marcha sobre Roma hasta la entrada en la Segunda Guerra Mundial, pasando por el asesinato de Giacomo Matteotti y la ratificación de las más execrables leyes fascistas.

El 2 y 3 de junio, el día del referéndum, también se celebraban las elecciones constituyentes. Había que redactar una constitución que sustituyera el Estatuto Albertino, la ley fundamental que había regido el Reino de Italia desde 1848. Al terminar la guerra se había discutido sobre cómo decidir la forma del Estado, si a través de un referéndum o dejar que fuera la misma asamblea constituyente la que lo estableciera. La Casa Real había querido el sistema del referéndum, consciente de cuál hubiera sido la solución adoptada en un Parlamento previsiblemente dominado por los partidos republicanos (lo eran todos los grandes partidos, de la Democracia Cristiana al Partido Comunista).

Los días inmediatamente sucesivos al referéndum estuvieron cargados de tensión. Aunque hacía varios días que circulaban resultados parciales, el recuento definitivo tardó una semana en llegar. El 10 de junio se anunció el resultado: casi trece millones de votos (54%), contra los poco menos de once millones de votos monárquicos. Sin embargo el voto partió en dos el país. Por una parte el norte, con un 66% de votos a favor de la república, y por la otra el sur, donde la monarquía obtuvo un porcentaje similar. Estas enormes disparidades territoriales y la lentitud del recuento hicieron que el escrutinio resultara imprevisible. De hecho durante las primeras horas, en que llegaron los resultados de muchas circunscripciones meridionales, la monarquía estuvo por delante en el recuento. Hasta que los votos del norte llegaron como una avalancha que se llevó por delante al breve Umberto II.

Después de la publicación de los resultados, los monárquicos denunciaron un supuesto (y aún hoy discutido) fraude electoral. Hubo incidentes, algunos graves: en Nápoles, donde la monarquía había ganado holgadamente, el mismo 10 de junio una manifestación monárquica intentó asaltar la sede del Partido Comunista, donde ondeaba una bandera italiana sin el escudo de los Saboya. La policía abrió fuego sobre los manifestantes, matando a nueve de ellos e hiriendo a otros ciento ciencuenta. Los resultados habían sido publicados, pero la república todavía no había sido proclamada y esta incertidumbre aumentó la tensión. Hasta que el jefe de gobierno, el democristiano Alcide De Gasperi, decidió agarrar el toro por los cuernos y, sin esperar la confirmación por parte del Tribunal Supremo, proclamó la república.

Umberto II se indignó y protestó por lo que era, en su opinión, una violación de la autonomía del poder judicial, pero tuvo que aceptar el hecho consumado. Informado por el general inglés Maurice Stanley Lush de que los anglo-americanos no tenían ninguna intención de intervenir en su defensa, el Rey de Mayo hizo las maletas y se subió a un avión, no sin antes comunicar a la nación que, aun teniendo la razón de su parte, se iba para evitar un derramamiento de sangre. Palabras casi calcadas a las de otro desafortunado monarca, Alfonso XIII, que quince años antes, el 13 de abril de 1931, había embocado el camino del exilio francés con estas palabras: «Hallaría medios sobrados para mantener mis regias prerrogativas, en eficaz forcejeo con quienes las combaten. Pero, resueltamente, quiero apartarme de cuanto sea lanzar a un compatriota contra otro en fratricida guerra civil». En los días siguientes el Herald Tribune escribía: «Umberto ha sido el primer rey en dirigir la campaña electoral para conservar el trono y también ha sido el primer rey destronado sin tumultos de por medio. Ha caído simplemente porque así lo ha querido el pueblo, depositando sus votos en las urnas».

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Notas rápidas sobre monarquía y república

Mensajepor Invitado » Mié 04 Jun, 2014 1:11 am

Notas rápidas sobre monarquía y república

Roger Senserrich


No quiero meterme demasiado en el debate entre monarquía y república, por un par de motivos. Primero, no creo que sea un debate prioritario ahora mismo en España. Aunque la jefatura del estado es algo que va más allá de lo meramente simbólico (y desde el punto de vista normativo, la república probablemente preferible a la monarquía), el cambiar de un sistema a otro cambiaría bien poco la vida de la inmensa mayoría de españoles, y como están las cosas, prefiero centrar el debate en cosas más urgentes.

Segundo, y más importante, un cambio de ordenamiento jurídico en este aspecto es, ahora mismo, completamente inviable políticamente, y lloriquear y manifestarse no cambiará gran cosa. Cambiar el sistema a una república exige una reforma constitucional por el procedimiento agravado (Art. 168), es decir, con mayoría de dos tercios en ambas cámaras, elecciones, mayoría de dos tercios de nuevo en las nuevas cortes, y después un referéndum para su ratificación. Uno puede pedir un referéndum consultivo todo lo que quiera, pero el procedimiento de reforma constitucional está bien claro y no admite dudas, y nadie en el PP es tan rematadamente estúpido como para permitir cambios saltándose las reglas. Y os gustarán o no esas supermayorías, pero están ahí protegiendo tanto la Corona como el capítulo de derechos fundamentales. Es la constitución que tenemos.

Abdicación o no, la república no la veremos entonces sin una revolución, un golpe de estado o la Casa Real haciendo algo monumentalmente estúpido. Las dos primeras cosas son harto indeseables, y sobre la tercera recordad que estamos hablando de Borbones, y esta gente nunca decepciona.

Dejando de lado la obviedad manifiesta que una reforma constitucional no sucederá a corto o medio plazo, una nota sobre el aspecto que debería tener un hipotético régimen republicano. Para empezar, debe quedar dicho que no tiene por qué ser más barato o más caro; hay casas reales rematadamente modestas en Europa (la nuestra dice serlo, pero no estaría mal un poco de transparencia ahí fuera) y presidentes de la república con tendencias imperiales. Incluso en el peor de los casos, el presupuesto de la Corona es un error de redondeo en las cuentas públicas. Puede que sea un error injusto o no (allá cada uno – normativamente, no es demasiado justificable, a mi parecer), pero no es un error caro.

El segundo aspecto relevante es que en general, al hablar de jefes de estado, como menor sea su papel en el sistema político mejor. El Presidente de la República, si lo hubiere, debería ser un cargo esencialmente ceremonial, escogido de forma indirecta, y que tiene como principal responsabilidad inaugurar escuelas, abrazar viejecitas y poner cara solemne en funerales de estado. En general, y con muy pocas excepciones, dividir la legitimidad democrática entre el legislativo y el ejecutivo es una idea bastante espantosa (más aquí, aquí y aquí). El modelo a seguir sería en este caso Alemania o Italia, que tienen un presidente simbólico escogido por el parlamento.

Después de este sistema, hay gradaciones. Tenemos presidentes simbólicos pero escogidos directamente por el electorado (República Checa y Portugal, por ejemplo), que no acostumbran a dar problemas pero siempre pueden tener la tentación de meterse en política ocasionalmente. Como no queremos correr el riesgo de tener dos tipos que dicen tener el apoyo del pueblo discutiendo fuera de una campaña electoral, es mejor evitarlo, por mucho que nos guste votarlo todo. Más allá de este modelo de poderes limitados tenemos el caso francés, que solía ser un híbrido infumable hasta que decidieron alinear las legislaturas parlamentarias con los mandatos presidenciales. Ahora es sólo un híbrido infumable con un ejecutivo mixto y un primer ministro que no puede convocar elecciones. El peor modelo, obviamente, es el de gobierno dividido seriamente a la americana, tierra de bloqueos institucionales (en Estados Unidos) y golpes de estado ocasionales (en América Latina). Aunque la literatura no está del todo de acuerdo en los mecanismos causales que hacen los regímenes presidencialistas más inestables, tampoco es cuestión de hacer experimentos.

¿Dónde se situaría la monarquía parlamentaria? En la mayoría de países, y esto incluye a España, a medio camino entre Alemania y Portugal. Tenemos un jefe de estado que no pinta realmente nada (la vagancia y total falta de entusiasmo de Juan Carlos I son sus principales virtudes. Y lo digo en serio), algo que es bueno, pero está ahí por un accidente genético, algo que no es del todo justo. No es el mejor de los mundos posibles, ciertamente, pero dentro de los ordenamientos jurídicos posibles no es demasiado malo. Europa está lleno de estados que tienen una monarquía hereditaria similar, así que no es que sea una decisión demasiado inusual. Como casi todo en política, es un trade off más o menos aceptable, en nuestro caso para hacer la transición algo aceptable a la derecha. Incluso si uno no se cree el rollo heroico del 23-F, creo que los dolores de cabeza que nos ahorró ese acuerdo no son injustificables.

¿Normativamente, entonces? Sí, en un mundo ideal la monarquía seguramente no sería mi elección. En el mundo real, sin embargo, donde un régimen democrático es un equilibrio que debe contentar a todos, donde aprobar reformas sobre el modelo de estado requiere un capital político enorme que los republicanos carecen y con el país afrontando problemas mucho más urgentes que decidir quién firma las leyes, es difícil que el fervor republicano me emocione demasiado. Tenemos demasiadas batallas reales como para dedicar el tiempo a perder batallas simbólicas.

Una nota final: a efectos prácticos el Rey (y la familia real) es un grupo de diplomáticos que reciben un tratamiento especial allá donde viajan. Como instrumento de política exterior son mucho más útiles que un presidente de la república ceremonial. La familia real británica explota esta aura de realeza de forma inmisericorde ahí donde viajan; el Reino Unido saca unos réditos en imagen y proyección exterior que nunca puede conseguir Hollande o como se llame el presidente de Alemania estos días. Desde este punto de vista, puede valer la pena invertir más en monarquía, no menos, si a uno no le importa inflar el ego a unos tipos que están ahí por casualidad.

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Mensajepor Invitado » Jue 05 Jun, 2014 11:44 pm

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Dos falsos problemas y un problema real

Tras el anuncio de la abdicación se han adueñado de la escena dos problemas que son falsos: el de que una generación no pudo votar la Constitución y el de que vivir en una monarquía parlamentaria es peor que vivir en una república. Sin embargo, ambos son síntoma de un problema verdadero.

José Antonio Montano


Vuelve a citarse a Jaime Gil de Biedma estos días, como siempre que nos pica el gusanillo destructor: “De todas las historias de la Historia / sin duda la más triste es la de España, / porque termina mal”. Por primera vez en esta triste historia llevamos treinta y nueve años en que no terminamos de terminar mal, y puede que probablemente sigamos sin hacerlo. Pero es indisimulable la impaciencia en muchos. Como si no se hubiesen enterado de nada. Como si los habitasen los “demonios” de que hablaba ese mismo poema.

Tras el anuncio de abdicación del Rey se han adueñado de la escena dos problemas que son falsos; pero que son también síntomas de un problema verdadero.

El primer problema falso es el de que el sector de la población que no tenía edad para votar la Constitución en 1978, o que nació después, debe poder manifestar si acepta esa Constitución y el régimen monárquico que determina, o si prefiere una república. Es un problema falso porque nada les impedirá a las generaciones nuevas cambiar la Constitución y establecer una república cuando conformen una mayoría abrumadora que lo reclame. Podrán organizarse, decidirlo y votarlo. Limpiamente. ¿Dónde está el problema? Si no se hace ahora es porque esa mayoría abrumadora (la representada en el Parlamento) no existe. Los tiempos, por otro lado, parece que van en esa dirección. Solo tienen que esperar.

El segundo problema falso es el de considerar que vivir en una monarquía constitucional es peor que vivir en una república. Lo que podría justificar la prisa por la república. Pero a estas alturas sabemos que lo que determina la vida en un país es la democracia, la libertad, la paz, el imperio de la ley y el progreso. La forma de gobierno no garantiza ni entorpece, de manera sustancial, ninguna de estas cosas. La república, ciertamente, supone una culminación más racional; y dispone de más medios para prescindir de un jefe del Estado que no funcione. Pero en tanto el rey de turno funcione, la urgencia desaparece.

El problema real, el que está por debajo de los falsos problemas anteriores, es el de que quienes están en ellos consideran que la Constitución de 1978 es ilegítima. Y están en el primer falso problema porque quieren legitimarla. Y están en el segundo porque para ellos lo prioritario no es la vida en un régimen democrático, en el que quepan todos. Si así fuera, el régimen resultante, aun siendo una república, resultaría muy parecido al consensuado en 1978. Por lo que, como he indicado, lo único que tendrían que hacer es esperar a que una mayoría abrumadora los apoyara.

Pero la urgencia, el ruido, los gritos de exigencia, denotan otra cosa: que utilizan la república como una herramienta de exclusión. Pretenden saldar con ella viejos rencores históricos, como los que han movido siempre la historia de España. Volver a las andadas, como si en 1978 no hubiésemos conseguido que el poema de Gil de Biedma dejara de tener razón.



Imagen ¿Qué república quieren nuestros republicanos?

● Izquierda Unida apostaría por una república como la existente en “Italia, Grecia y Portugal”

● En Equo prefieren no tomar ningún país como referente, siquiera aproximado, porque “la república [en España] ha de ser un modelo propio basado en la ciudadanía”

● Al otro lado del espectro político, Antonio García Trevijano ha escrito cientos de páginas sobre la República Constitucional

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Mensajepor Invitado » Jue 05 Jun, 2014 11:54 pm

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Anguita dice que la III República no llegará con protestas 'pintorescas'

■ El ex coordinador de IU asegura que 'el movimiento republicano está desorganizado'

■ Hubo 'mucha gente' en las concentraciones, pese a que convocaron precipitadamente



El ex coordinador general de IU Julio Anguita ha afirmado que a la III República en España no se llega mediante concentraciones "pintorescas", como las celebradas este lunes, reclamando un referéndum para que los ciudadanos elijan el modelo de Estado que quieren, entre Monarquía o República.

En declaraciones a los periodistas, el también fundador del Frente Cívico 'Somos Mayoría' ha subrayado el hecho de que, "aún habiéndose convocado con poco tiempo de antelación", las concentraciones celebradas este lunes en buena parte de las capitales del país contaron con la participación de "mucha gente". Sin embargo, ha dejado claro que, en su opinión, "eso no implica que la República vaya a venir".

En este sentido, Anguita mantiene que "el movimiento republicano está desorganizado", hasta el punto de que él lleva "15 años diciendo que se tiene que reunir para ver qué clase de III República quiere, y no estar todo el día conmemorando la II República". De hecho, según ha recordado el fundador del FCSM, él ya ha publicado un libro y ha hecho "una propuesta de III República concreta, porque lo que no podemos es estar todo el día hablando de República y agitando banderas".

Por eso, ha instado al movimiento republicano español, "que está en partidos, ateneos, asociaciones y en multitud de colectivos, que se pongan en contacto para empezar a discutir qué clase de República quieren y qué contenidos" debe tener "y, si es posible, discutir también cuáles son los contenidos de la futura Constitución republicana".

En consecuencia, según ha argumentado el excoordinador general de IU, "mientras no lleguemos a eso, las concentraciones no pasarán de ser algo interesante, pero pintoresco".

Anguita ha hecho estas declaraciones poco antes de presentar en Córdoba, junto al periodista vasco Julio Flor, el libro del que son ambos autores, Contra la ceguera, sobre los 40 años de lucha por la utopía del conocido político.

Contra la ceguera, del que la editorial La Esfera ha publicado cinco ediciones, es un libro, según la propia editorial, que anhela recuperar la pasión por la vida y el entusiasmo por cambiar las cosas; un libro que sueña y, aún más, siente la utopía. Una utopía de lo posible, de lo concreto, de lo cercano e inmediato, de lo perentorio y lo real que merece ser cambiado para que la ciudadanía pueda vivir de otra manera. Un ensayo imprescindible para estos tiempos de recortes sociales, económicos y culturales.

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Mensajepor Invitado » Vie 06 Jun, 2014 12:43 am

Este supremo imbécil "joseantoniano" solicitó permiso de armas al ministro del Interior para defenderse por sí mismo llegado el caso. Lo obtuvo y se hizo con una rutilante pistola de cachas nacaradas. La llevaba consigo a todas partes metida en una mariconera. Una noche tibia de plenilunio se pasó de mojitos y se olvidó la mariconera en un local de dudosa reputación. Tengo entendido que le fue devuelta la mariconera y retirado el permiso de Jesse James por amnésico.

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Mensajepor Invitado » Vie 06 Jun, 2014 1:19 am

Representar

julián molina


El Rey representa a los españoles mejor que cualquier político electo. Ese es el gran argumento para no elegir al jefe de Estado y mantener una monarquía de sangre azul; quedan mejor sobre el papel couché. Tienen más clase, más porte y más saber estar que cualquiera de los que pudiéramos elegir en las urnas. Curioso argumento, deben representarnos los Borbones porque no nos representan en absoluto, aunque por arriba. Son más altos, más educados, más guapos, menos sectarios y mejor formados que cualquiera de nuestros políticos. Cosa que es evidentemente cierta, pero que deja abiertas muchas preguntas. ¿Por qué debo aceptar entonces tener un ministro o un alcalde o un diputado bajito, sectario, maleducado y sin formación? ¿Por qué asumimos que el jefe del Estado, que no toma decisiones, debe pertenecer a una élite y el resto de gobernantes, que toman todas las decisiones, no?


Y, para mayor escarnio, con el resto de representantes el argumento se empuña justo al revés, y nos reprochan que la corrupción y la mediocridad de nuestros políticos no son más que un fiel reflejo de nuestra sociedad. Un razonamiento que escuchamos hasta la saciedad incluso de los propios representantes. «Los políticos salen de la sociedad y, por lógica, se comportan del mismo modo. Así de sencillo. Así de importante», dice Esperanza Oña, por ejemplo. O Ana Botella: «Los políticos somos reflejo de la sociedad, no somos alguien que surja por generación espontánea». Es decir, no debemos esperar que nuestros representantes sean mejores que nosotros, salvo en el caso del Rey, que, siendo el único que no toma ninguna decisión, sí que es fundamental que esté distinguidamente por encima de las taras de los demás.

Pero, ¿deben ser nuestros representantes mejores que nosotros? Pues uno entiende que sí, que deben ser lo mejor posible, aunque más en el sentido platónico de ‘mejor’ que en el borbónico. Pero desde luego también que si la cuestión es colocar una élite en algún sitio, debería ser donde se toman las decisiones y no en simples actos y recepciones, donde no se toman más que vinos y emulsiones.

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Mensajepor Invitado » Vie 06 Jun, 2014 1:25 am

Anonymous escribió:Este supremo imbécil "joseantoniano" solicitó permiso de armas al ministro del Interior para defenderse por sí mismo llegado el caso. Lo obtuvo y se hizo con una rutilante pistola de cachas nacaradas. La llevaba consigo a todas partes metida en una mariconera. Una noche tibia de plenilunio se pasó de mojitos y se olvidó la mariconera en un local de dudosa reputación. Tengo entendido que le fue devuelta la mariconera y retirado el permiso de Jesse James por amnésico.


Pues habrá que tenerlo en cuenta como primer presidente de la III República, viendo la trayectoria de Juanito, da el perfil :lol:

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otro pragmatico

Mensajepor otro pragmatico » Vie 06 Jun, 2014 1:56 am

Fracturas

Antonio Muñoz Molina


En un país atravesado por fracturas tan graves -sociales, territoriales, políticas, económicas-, en el que cada vez es más difícil llegar a acuerdos sobre cosas fundamentales, sobre problemas inaplazables a los que no se hace frente nunca por falta de un mínimo espíritu de concordia, en el que parece cada día más difícil el ejercicio de la opinión independiente y en el que se oyen sobre todo las voces de los que gritan más alto y más agresivamente, en el que el delirio tiene un prestigio muy superior al de la racionalidad, ¿de verdad nos hace falta, justo ahora, abrir una fractura más? Decía Manuel Azaña que él soñaba con un patriotismo arraigado en las “zonas templadas del espíritu”. Qué falta nos hace eso que se valora tan poco en el territorio entre cínico y visceral de la política, la templanza.

Cuidado: templanza no es tibieza, ni frigidez, ni falta de pasión. Es la decisión de no dejarse guiar por los impulsos inmediatos: la conciencia de que la realidad es muy compleja, las opiniones variadas, las soluciones difíciles, la construcción de algo muy difícil y su destrucción veloz y llamativa; templanza puede ser aceptar, como decía Isiah Berlin, que en el mundo real dos fines igualmente nobles pueden ser incompatibles, con lo cual siempre hará falta llegar a transacciones y arreglos imperfectos. La democracia, por naturaleza, es templada y escéptica: se basa en el equilibrio de poderes, en el juego de las mayorías y las minorías, en el imperio de la ley, en el recelo hacia los caudillos, en la necesidad de acuerdos básicos pero muy profundos sobre unas cuantas cosas fundamentales, que sostienen el respeto hacia las enormes diferencias entre las personas.

Cuidado con el resplandor de los salvadores.

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Assia
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Mensajepor Assia » Vie 06 Jun, 2014 2:58 am

QUE LOS ESPANOLES NO OLVIDEN QUE EL GURU A NGUITA ES COMUNISTA. ADMIRADOR DE CHAVEZ Y QUE SOLO LE DIRIA AL DICTADOR CUBANO 3 COSAS. LO QUE ANGUITA NO EXPLICO ESAS 3 COSAS QUE LE DIRIA AL DICTADOR CUBANO.

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Mensajepor Invitado » Vie 06 Jun, 2014 4:05 am

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Assia
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Mensajepor Assia » Vie 06 Jun, 2014 12:07 pm

No se si sera cierto o incierto pero se dice que los monarquicos van a manifestarses a favor de la monarquia y de la Constitucion en Madrid y en varias ciudades espanolas. Que tonta soy!! Siempre crei o me hicieron creer que en Espana no habia monarquicos,solo habia Juancarlistas.




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