ESTHER DOÑA
TODAS LAS LÍNEAS ROJAS QUE CRUZÓ PARA SER COMO LA PREYSLER
La modelo siempre ha traído problemas a los hombres con los que ha estado. Fue imputada por estafa y sus broncas con Griñón acabaron en el calabozo. Su noviazgo truncado con el juez Pedraz la aleja aún más de su sueño de emular a la filipina.
M. E. YAGÜEESTHER DOÑA SIEMPRE QUISO SER Isabel Preysler. En cuanto a belleza, Doña la tiene desde la cuna y a sus 45 años, sigue llamando la atención. Pero faltaba el éxito social, una imagen y un estilo adecuados para promocionar marcas de lujo, que pagan muy bien a sus embajadoras. Y desde luego, un marido con pedigrí, con el que entrar del brazo a los salones de la alta sociedad.

Finalmente, Esther Doña sólo ha tenido en común con Preysler haber estado con Julio Iglesias y el marqués de Griñón. El cantante se casó con la joven filipina y le abrió las puertas de la fama, que más tarde Isabel supo aumentar y mantener por méritos propios. Esther solo consiguió estar entre las coristas del intérprete de
Gwendolin.
No ha tenido suerte esta hermosa malagueña, o no ha sabido aprovechar sus muchas oportunidades. Desde que dejó Málaga, donde hacía de modelo ocasional para firmas locales, su vida ha estado jalonada por oscuros episodios, que siempre ha tratado de silenciar.
Doña es enigmática, o quizá miente como una forma de defenderse. Cuando en 2015 empezó su relación con el aristócrata, ella tenía 38 años y Carlos Falcó 80, pero ante los recelos de los hijos del marqués y los él mismo, ante esos 42 años de diferencia, Esther mintió, asegurando que ya había cumplido 41. El romance siguió adelante, el marqués estaba dispuesto a coger ese último tren que pasaba por su vida.
Hace solo dos semanas, Doña engañaba a la revista
¡Hola!, dejando que se publicara el anuncio de su boda con el juez Santiago Pedraz, cuando hacía 12 días que el magistrado había roto el compromiso. Al parecer, Esther había traspasado unos límites intolerables, que él no quiso detallar. No podía seguir confiando en ella.
Esther Doña ha traído siempre complicaciones y problemas a los hombres que han pasado por su vida, con sus erráticos comportamientos. Cuando llegó a Madrid, superada su etapa malagueña, el actor Máximo Valverde fue alguno de sus acompañantes en la capital, pero había otros y Doña encontró en Francisco Garrido un hombre mucho mayor, su primera oportunidad de tener un trabajo propio. Se casaron, vivían en un barrio de trabajadores, cercano a Vallecas, y Garrido montó para ella un centro de estética y peluquería en la calle Aduana de Madrid, cerca de Montera, donde había muchas clientas potenciales. El negocio fracasó, como fracasó el matrimonio y se cerró con deudas importantes.
El segundo marido fue un letrado de las Cortes, que dejó el Congreso para montar sus propios negocios de comercio internacional. Una de las empresas a las que representaba era Gazprom, la gasistíca y petrolera rusa con la que Putin intenta controlar la economía europea.
Se casaron en 2011 en Londres, sin llegar a inscribir su matrimonio en el consulado de España, Doña intentó aprender inglés sin conseguirlo y el matrimonio se fue a pique por una presunta infidelidad de ella, según dejaba caer su ex en una conversación privada.
Esther posaba entonces para el escultor Lorenzo Quinn, hijo del mítico actor, y su figura desnuda en unas preciosas figuras metálicas contribuyeron al fin del matrimonio. Pero la relación con esta segunda pareja no acabó con el divorcio. Doña se había embarcado en inversiones con su marido y algún familiar de éste, en otros temas fallidos que acabaron en los tribunales.
El 30 de noviembre de 2016, cuando la relación de la ex modelo con Carlos Falcó ya era oficial, Doña comparecía en el juzgado de Instrucción número 4 de Majadahonda, imputada por presunto delito de estafa procesal, acusación y denuncia falsa, con el fin de recuperar su patrimonio. Dos pisos que había adquirido con el aval de su marido y terceros habían sido embargados para respaldar las deudas de una de las empresas donde figuraba Doña.
Según la acusación, Esther Doña habría manipulado pruebas para evitar esos embargos. De ser condenada, se arriesgaba a penas importantes de prisión y cuantiosa sanción económica.
El HOTEL EUROBUILDINGEsa misma tarde, Carlos Falcó presentaba en el hotel Eurobuilding de Madrid su libro
La buena vida (Espasa). Al marqués se le veía preocupado y nervioso. Su hija Xandra estaba entre los invitados, pero consiguió que no le hicieran fotos con la novia de su padre, a la que rehuyó durante todo el acto. Esther saludaba a los amigos del marqués y sonreía tranquila, como si aquella misma mañana no hubiera tenido que declarar ante el juez para responder por presuntos delitos graves. Ella, como siempre, le quitó importancia a su comparecencia sin dar detalles. Unas semanas antes Carlos Falcó le había pedido a su amigo, el abogado Matías Cortés, uno de los grandes penalistas del país, ya fallecido, que organizara la defensa de su novia. Y debió hacerlo con su eficacia habitual. Esther Doña recuperó sus dos pisos, alquiló uno de ellos y en el otro se instaló cuando dejó el palacio de
El Rincón a la muerte de su marido.

El romance de Carlos Falcó y su cuarta esposa no fue tan idílico como ella cuenta en su libro,
La vida de un gran hombre a través de mis ojos (Planeta). Doña esperaba mucho más de su matrimonio con el Grande España. Se le abrieron muchas puertas como marquesa consorte, conoció a gente importante, desde los Reyes de España a Richard Gere y Alejandra Silva, vecinos de finca de Griñón. Las dos parejas almorzaron juntas pero Doña no pudo aprovechar tan interesante compañía porque no habla una palabra de inglés.
Con su tercer marido viajó por todo el mundo, cuando Griñón promocionaba sus vinos y aceites y ejercía como presidente del Círculo Fortuny. El matrimonio pasaba largas temporadas en el hotel La Mamounia de Marrakech. Allí Falcó escribía su tratado sobre vinos y Doña disfrutaba del spa y la mágica atmósfera del establecimiento.
Mucho glamour pero poca fortuna. El marqués fue siempre un emprendedor muy activo, aunque a veces con malos resultados, lo que le llevó a depender económicamente de su hijo Manuel, que se hizo cargo de las deudas de su padre, aunque así se convirtió en propietario de casi todos sus bienes.
Esther se dio cuenta de que se había casado con un caballero querido y respetado por todo el mundo, aunque sin la riqueza que había imaginado. El palacio de
El Rincón, alquilado para bodas y eventos, se caía a pedazos y sabía que sería heredado por los Falcó.
La viuda de Griñón tiene un carácter cambiante, en contraste con el temple sosegado del marqués. Una noche que discutieron en el hotel Eurobuilding, Carlos Falcó acabó en comisaría hasta el día siguiente como sospechoso de maltrato. Este triste episodio, desvelado por
La Otra Crónica, acabó con Carlos Falcó en libertad. Ni la jueza ni la opinión pública creyeron nunca que podría ser alguien violento. La relación siguió, Doña tiende a quitar importancia incluso a episodios tan graves.
En un año irrumpió también en la vida de Santiago Pedraz, embarcado en un romance mediático que no favorecía su imagen de jurista. Doña asegura que no tiene la menor idea del porqué de la ruptura. Ahora, ha dejado caer que podría tener una nueva ilusión con el empresario naviero Bruno Rodríguez-Argüelles, después de navegar en su barco con amigos cuando todavía se presentaba como prometida de Pedraz. Una relación que el aludido niega rotundamente, evitando caer envuelto en los enredos de esta mujer, que enamora a los hombres pero los deja hechos pedazos.
EL MUNDO / SÁBADO 10 DE SEPTIEMBRE DE 2022