ESE LUGAR SOÑADO...
MAD//13 - Madrid Aerial Demo-Reel
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Una palmera en Soria
Silvia Castellanos
Sí, en pleno páramo soriano, a unos mil metros de altura y con una temperatura media de unos once grados centígrados, hay una palmera. Una palmera majestuosa que lleva allí casi nueve siglos. Nadie diría que una palmera pueda vivir en lugar tan inhóspito. Las palmeras nos traen a la mente playas paradisiacas, oasis y climas suaves pero nuestra palmera soriana no es una palmera al uso, nuestra palmera es de piedra y lleva casi mil años sujetando la bóveda de una iglesia. Bienvenidos a San Baudelio de Berlanga.
San Baudelio se encuentra en el término municipal de Casillas de Berlanga, hoy dependiente de Caltojar y a unos ocho kilómetros de Berlanga de Duero. Hasta allí se llega por carreteras solitarias y estrechas, de esas carreteras que parecen dibujadas, no construidas, y en las que si pilla el anochecer uno espera ver un ovni aterrizar y vivir un encuentro en la tercera fase con algún humanoide soltando un «pues parece que refresca».
Tengan cuidado al llegar, pues la iglesia está entre Casillas y Caltojar sobre una ladera y su aspecto exterior no es nada llamativo. Y cuando digo nada, es nada. San Baudelio visto desde fuera no es más que un edificio formado por dos cubos adosados en el que únicamente destaca un arco de herradura enmarcando la puerta. Así visto, San Baudelio podría pasar por una cabaña para ganado y justo, justo para eso se utilizó el edificio desde 1893, para guardar ovejas trashumantes. Pero no, esto no es lo peor que le ha pasado a San Baudelio, no crean.
Tomen aire, crucen la puerta: acaban de entrar ustedes en el paraíso, un paraíso mozárabe. Ahí tienen la palmera soriana, ahí tienen ochenta metros cuadrados de iglesia, una iglesia que no parece tal, la iglesia más «mahometana» de todas, en palabras de Gómez Moreno. Nuestra palmera es un pilar central en el que se apoyan ocho arcos de herradura y que sirven para sustentar una bóveda esquifada. Ocho arcos, justo ocho, el número del octógono, el que representaba el paso del cuadrado al círculo y por tanto el paso de la tierra al cielo. Y donde nacen los arcos, una linternita, un hueco extraño. Algunos dicen que servía para alojar las reliquias del santo Baudelio, otros que para poner los tesoros a buen recaudo, como los camarines del prerrománico asturiano. Nadie lo sabe a ciencia cierta.

A los pies de la nave se encuentra una tribuna elevada (no visitable) y bajo esta una zona de columnillas y arquerías que recuerda a una mezquita en miniatura o a una cisterna bizantina. Y al fondo, en un rincón, se abre la entrada a la gruta que se cree sirvió de primer eremitorio.
La cabecera del templo está a la izquierda de la entrada y la conforma el segundo cubo que se ve desde el exterior. En el interior la zona más sagrada de la iglesia se encuentra separada por un muro en el que se abre un vano doblado. La zona reservada a los fieles está de este modo claramente delimitada.

A estas alturas ya se habrán dado cuenta, San Baudelio estuvo totalmente pintada, hasta el último de sus huecos. Todavía se ven grecas, animales y restos de escenas aquí y allá. Cierren los ojos e imaginen todo ese espacio con sus pinturas. La estampa es casi obscena viendo el lugar en el que nos encontramos. Esa explosión de color en la extremum duuri soriana, en un lugar de frontera móvil durante todo el siglo XI y parte del XII asemeja verdaderamente el paraíso en la tierra. ¿Y qué ocurrió con las pinturas que faltan? ¿Dónde están? ¿Se perdieron? No, o al menos no todas. Pero empecemos por el principio. La primera publicación de la ermita la hicieron Manuel Aníbal Álvarez Amoroso y José Ramón Mélida Alinari en el Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, en un número de 1907, «Un monumento desconocido. La Ermita de San Baudelio en término de Casillas de Berlanga (Provincia de Soria)». Y tan desconocido, estaba siendo usado como refugio de ovejas y pertenecía, por avatares de herencias a varios vecinos de Casillas y Caltojar. Tras los primeros estudios el templo es declarado en 1917 Monumento Nacional. Hasta aquí todo bien pero en 1922 aparece en Casillas un marchante de arte, León Leví, que ofrece a los dueños de la ermita setenta y cinco mil pesetas por las pinturas. Y los vecinos venden, claro que venden. De repente alguien se percató de que la declaración de San Baudelio como Monumento Nacional no se había comunicado jamás a nadie. Era Monumento Nacional sí, pero esto se lo debió decir un funcionario a otro una mañana tomando café. El obispado de Sigüenza y el cabildo catedralicio pusieron el grito en el cielo, la Comisión Provincial de Monumentos de Soria denunció la venta y en 1923 esta quedó en suspenso. El problema es que las pinturas ya habían sido arrancadas. Un tropel de expertos italianos se había afanado en hacerlo. Así que se les llamó: había que recolocarlo todo y este momento se aprovecha para hacer copias de los murales. Y llegamos a 1925, año en el que el Tribunal Supremo da por buena la venta, ¡la venta de Patrimonio Nacional! Así que León Leví vuelve a arrancar las pinturas, las mete en un barco y sale rumbo a Nueva York. Allí el estilo románico no estaba de moda entre los grandes coleccionistas y los murales se repartieron entre el MET (The Cloisters), el Museo de Bellas Artes de Boston y el Museo de Arte de Indianápolis. Y así, San Baudelio quedó desnuda y la palmera sola. Hubo mucho revuelo en la época entre expertos e intelectuales pero quizá este poema de Gerardo Diego es el que mejor resume la rocambolesca historia:
- —Que no.
—Que sí madre, que sí.
Que yo los vi.
Cuatro elefantes
a la sombra de una palma.
Los elefantes, gigantes.
—¿Y la palma?
—Pequeñita.
—¿Y qué más?
¿Un quiosco de malaquita?
—Y una ermita.
—Una patraña,
Tu ermita y tus elefantes.
Ya sería una cabaña
con ovejas trashumantes.
—No, más bien una mezquita,
Tan chiquitita.
La palma
me llevó el alma.
—Fue solo un sueño, hijo mío.
—Que no, que estaban allí,
Yo los vi,
los elefantes.
Ya no están y estaban antes.
(Y se los llevó un judío,
perfil de maravedí).

Ya no están y estaban antes, los elefantes, las liebres, los ciervos, los cazadores, la palmas, el halconero, las escenas del Antiguo y Nuevo Testamento. Algunas pinturas quedaron en San Baudelio sí, pero las más importantes no están. Todavía se pueden ver sobre los muros las improntas que quedaron al ser arrancadas. Están ahí, como espectros de lo que un día fueron y dejando una amarga sensación de nostalgia. Para sacarse de encima las penas pueden acercarse a Rello, a unos diecisiete kilómetros, que es un precioso pueblo amurallado en la cima de un risco. Muy cerca la leyenda sitúa el lugar donde murió Almanzor después de «perder el tambor» en Calatañazor cuando iba camino de Medinaceli. Y por supuesto han de ir a Berlanga de Duero, capital de esta comarca, las Tierras de Berlanga. Con unos mil habitantes es la población más grande de la zona y el mejor lugar para el descanso. Una impresionante colegiata del XVI sobresale entre el caserío. Y quedó inacabada, o al menos el proyecto inicial inconcluso por problemas económicos. Cuando la vean entenderán perfectamente el porqué. Visiten también el castillo del siglo XV, que se levantó sobre las ruinas del primero que a su vez se levantó sobre una alcazaba musulmana. Es lo que tienen las tierras de frontera. Y coman en Casa Vallecas, sobre todo si van en otoño, cuando durante las jornadas micológicas ofrecen un menú con todos los platos a base de setas y hongos. La caza es otra de sus especialidades. Una delicia. El propio restaurante dispone de un hotelito de dos estrellas muy correcto y económico donde podremos pasar la noche soñando con los elefantes, ciervos y halcones que ya no están y que estaban antes.
- Para dormir y comer:
Hotel Fray Tomás y Restaurante Casa Vallecas
Berlanga de Duero, Soria
Travesía del Real 16 tfno. 975 34 30 33
Horarios e información de apertura de San Baudelio:
Tfno. 975 221428
Del 1 octubre al 31 marzo: abierta de 10:00 a 14:00 y de 16:00 a 18:00 horas
Del 1 abril al 30 septiembre: abierta de 10:00 a 14:00 y de 16:00 a 20:00 horas
Domingos y festivos: abierta de 10:00 a 14:00 horas
patria de las tres bandeiras.
Patria Gaucha, Uruguay con Río Grande do Sul eran la Banda Orienta