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Cajón de Sastre: Foro para temas variados

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Mensajepor Invitado » Lun 31 Jul, 2017 2:15 am

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Jose Marín, Joselito, el protagonista de la canción de Kiko Veneno.


Joselito, el marinero canalla de Conil


Lo primero que hay que aclarar es que el Joselito que protagoniza la canción de Kiko Veneno nada tiene que ver con el cantante Joselito conocido como el pequeño ruiseñor. El Joselito de Kiko Veneno es en realidad José Marín Rodríguez, jornalero de la mar, muy parrandero y bebedor, vecino de Conil de la Frontera (Cádiz).

Joselito falleció el 30 de septiembre de 2008, a los 70 años y, según cuenta una de sus sobrinas, Paqui, la canción estuvo muy presente en sus últimos días. "Mis tías, sus hermanas, eran muy graciosas y se ponían todas a cantársela en la habitación del hospital. Parecía aquello un anuncio de la tele: Yo soy Joselito, el de la voz de oro... Y a él le encantaba, se la sabía de memoria".



Kiko Veneno y Joselito se conocieron en los 80 cuando, tras disolverse el grupo Veneno, el cantante aparcó un tiempo la música y se instaló en la localidad gaditana de Conil. Así contó el mismo Kiko cómo el personaje le cautivó: "Después de Veneno puse un chiringuito en la playa de Conil, y ahí conocí a Joselito, un marinero muy golfo. Se levantaba, se tomaba dos copas y ya no iba a pescar ni ná. Me fui apuntando sus frases: 'el ambiente en tecnicolor', 'siete novias tuve, más novias que un moro, a las siete dejé...'".

El garito al que se refiere Kiko Veneno es El Adán, el pub que fundó dos casas por debajo de donde vivía Joselito. El Adán aún sigue abierto, aunque ya no lo regente el cantante, y está ubicado en la empinada y bulliciosa cuesta que es la calle del Peñón, escenario principal de la fiesta nocturna conileña.

El Adán era la última escala, el bar que pisaba Joselito justo antes de irse a casa a dormir la mona. Así quedó inmortalizada en la canción su llegada cuesta arriba: Por ahí viene Joselito, / Con los ojos brillantitos / Por la calle Peñón / Se ha tomado tres botellas / De Coca-Cola llenas / De vino de Chiclana.

Las botellas de Coca-Cola con vino de la vecina localidad de Chiclana de la Frontera se las solían poner a Joselito en el bar El Ligero, que está en la calle Cádiz, es decir, bajando la calle de El Peñón justo a la izquierda. Paco Robles es su dueño: "Antiguamente se vendía el botellín de Coca-Cola lleno de vino por 150 pesetas [0,90 euros] y de cada botellín se sacaban tres copas. Eso ha desaparecido ya en el pueblo, pero nosotros lo seguimos manteniendo", cuenta. "Joselito venía todas las noches y se bebía unas cuantas botellas como dice la canción. Y de aquí tiraba para su calle y es cuando se encontraba con Kiko Veneno, que era al último que visitaba".

"Él se iba a la mar a las tres de la madrugada, así que desde las 12 de la mañana que se levantaba hasta la tres estaba en los bares y siempre acababa en El Adán. Y ésa era su vida", refrenda la historia Paqui, la sobrina de Joselito, quien remata la frase con una carcajada. "No puedo evitar reírme al acordarme de él porque era todo un personaje", dice. "Le gustaba mucho la juerga, pero tenía muy mala bebida; fresco era buenísimo, pero cuando bebía a veces se ponía un poquito metepatas, faltón. Menos mal que tenía la suerte de que un primo suyo era el jefe de los municipales en aquella época y lo metía en los calabozos cuando lo veía mareado por los bares y no lo soltaba hasta el día siguiente".

Ya tiene las ganas / Ahora sólo busca un sitio / Donde le dejen cantar / Ponme otra copa / Tú ya sabes que mañana / Voy a la mar / ¡Ay, Joselito, ay! [...] / Ya llegó la hora / De la Zarzamora y sube / La atmósfera del bar....

Y uno de los lugares donde le dejaban cantar cuando le entraban las ganas era El Adán. "Joselito era asiduo de mi bar El Adán", nos dice Kiko Veneno. "Cuando se tomaba un par de gin-lemon cantaba siempre el cuplé La Zarzamora. Y ya pronto se iba a su casa, que estaba unas puertas más arriba".

Cuenta Paqui que su tío tenía una garganta privilegiada, de ahí que lo llamaran "Joselito el de la voz de oro", y que desde chiquillo acostumbraba a arrancarse a cantar a cualquier hora. Su pieza maestra, el tema con el que embelesaba a su peculiar auditorio, era La Zarzamora. Pero no la versión clásica en la que la protagonista "llora que llora a todas horas por los rincones", sino una libre, de cosecha propia, chistosa y muy alegre, según recuerdan los que la escucharon, quienes, desgraciadamente, no saben referir la letra.

Joselito fue el segundo de cinco hermanos, el resto todas chicas. Murió soltero y sin hijos, y en los últimos años lo cuidó su sobrina Paqui. "Nunca se casó pero tuvo siete novias, ¿no lo has escuchado en la canción?", dice la sobrina, de nuevo entre risas: Siete novias tuve /Más novias que un moro / Me salieron malas / Y a las siete abandoné...

Eso era lo que Joselito contaba por los bares y lo que Kiko Veneno anotó, que tuvo siete novias y que las abandonó, pero la realidad es que fueron ellas las que le dieron boleto. "¿Qué por qué no se casó? Era muy guapito, pero muy ligero de cabeza. ¡Qué mujer iba a aguantar la vida que él llevaba!", dice Paqui.

Cuando Kiko Veneno convirtió las ocurrencias de Joselito en una canción -se publicó en 1992, en el disco Échate un cantecito, el más vendido de su carrera-, el artista ya se había marchado de Conil. La sobrina de Joselito no oculta que al de la voz de oro le quedó el disgusto de enterarse de que tenía una canción por la radio. "Me cago en la mar, el Kiko Veneno, no enviarme el disco siquiera...", refiere que se quejaba Joselito.

Luego vino el exilio de su casa en la calle El Peñón, porque una empresa le dio un buen dinero y otra casa para construir un local nocturno en la suya. La vivienda de Joselito es ahora La Luna, la discoteca más distinguida de Conil, con pista de baile al aire libre, una luna gigante en las alturas, un enorme acuario iluminado... Pero ni su coctelería incluye botellitas de vino de Chiclana, ni su repertorio musical la canción de Joselito.

Dejó Joselito, por tanto, de subir la calle El Peñón con los ojos brillantitos y comenzó a dejarse ver más por el hogar del jubilado. En sus paredes hay muchas fotografías de él colgadas, la mayoría identificadas como "el morcilla", que era su apodo familiar, y firmadas Juan Capacha, el nombre con que los conileños rebautizaron a John Adelman, un fotógrafo norteamericano que llegó al pueblo en los 50.

Quiso el destino (y el tabaco) que a Joselito le atacara el cáncer precisamente en la garganta y perdió la voz y la vida a los 70 años. "Demasiado vivió para la vida que llevó y que disfrutó, vaya que si la disfrutó", sentencia su sobrina.

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Mensajepor Invitado » Lun 31 Jul, 2017 5:43 pm


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Mensajepor Invitado » Mar 01 Ago, 2017 3:23 am

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Blusa fucsia de Gabriele Mayer y pantalón de Roberto Cavalli.


Raffaella Carrà: “Quise tener hijos, pero cuando lo intenté ya era tarde”

Han pasado cuatro décadas desde que se publicara el éxito Explota mi corazón y aún saltamos de las sillas para bailarlo en cuanto suena. La Carrá sigue siendo moderna a sus 74 años.

MARTA FLORES


Raffaella Maria Roberta Pelloni se sienta en el sofá no sin antes encender, con las maneras de una diva de los años 40, un Muratti Ambassador. Y aún así, resulta moderna. A sus 74 recién cumplidos mantiene intacta la melena rubia, lisa como una tabla, como si el paso del tiempo no fuera con ella. Y también, la mirada chispeante y despierta, un rasgo que los que la conocen bien, señalan como elixir de su eterna juventud: la curiosidad, dicen, es su mejor tratamiento antiarrugas.

Aunque ella asegura con ironía que no era muy consciente de lo que cantaba, sus himnos al adulterio (¡Qué dolor! Una mujer en el armario), a la homosexualidad (Lucas) e incluso a la masturbación femenina (53-53-456) se han coreado en medio mundo, convirtiéndola en una abanderada de la libertad desde los años 70. No por casualidad ha sido censurada en varias ocasiones. Entre ellas por el mismísimo Vaticano, a través de su periódico L’Osservatore Romano, cuando calificó la coreografía de su tema Tuca, tuca como «provocadora». Desde entonces la Carrá también es conocida como ‘el ombligo de Italia’, porque tenía la buena costumbre de dejar esa parte de la anatomía al aire en una época en la que las féminas llevaban faja o refajo. Una de sus muchas transgresiones estilísticas que la irían convirtiendo en icono de moda.



La cantante, que también quiso ser actriz, de nuevo marcó un hito feminista el día que rechazó a Frank Sinatra, con quien rodó El coronel Von Ryan en Hollywood, en 1965. Cuenta que ella no estaba dispuesta a convertirse en «la chica del jefe, fíjate si era poderoso que una vez dijo que no quería morirse en la película y cambiaron el argumento», comenta (irónica otra vez). Mia Farrow, compañera de piso de Raffaella en ese momento, dijo sí al actor en su lugar y el amor les duró un par de años. La Carrá, sin embargo, ha tenido dos grandes relaciones duraderas a lo largo de su vida. Y los tres convivían en apartamentos contiguos, cantando las bondades del living apart together (versión actualizada del «juntos pero no revueltos»).

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Vestido de noche de lamé de Luca Sabatelli.

Profesionalmente ha sido una de las pocas mujeres en poder entrevistar a personajes tan variopintos como la madre Teresa de Calcuta –la recibió con una camisa transparente con cristales Swarovski–, Madonna, Henry Kissinger, Rafael Alberti, Sara Montiel o Mickey Rourke, entre muchísimos otros. Su única pena es no haber podido departir con Barack Obama: «Ha sido abierto y ha demostrado su humanidad, me hubiera gustado hablar con él». Y es que comenzar u carrera a los 8 años le ha permitido experimentar (y revolucionar) mucho, principalmente en la televisión en sus país de nacimiento (Canzonissima, Pronto Raffaella?, Carràmba! Che sorpresa!) y en la de su «otra patria» –tal y como la califica–, España. «Cualquier excusa es buena para venir aquí. ¿La última? Que el embajador italiano, Stefano Sannino, haya querido que sea su madrina en la celebración de la fiesta de la república en Madrid. ¿Cómo podía resistirme? ¡Era un plan perfecto!». Entre sus mejores amigos nacionales –también ha adorado a Lola Flores, Paco de Lucía o Peret– están el cantante Raphael y su pareja, Natalia Figueroa; el guionista, productor y director de programas, Alberto Maeso, y la actriz Loles León, con quien compartió aventuras en ¡Hola Raffaella!, el espacio emitido en prime time por TVE, de 1992 a 1994, que grabaría en la memoria colectiva el inicio de una oración condicional: «Si fuera…». ¿Su verdadera ilusión? Que la Real Academia Española le otorgara algún día una medalla por todo lo que se ha esforzado en hablar castellano (son conocidas sus simpáticas y originales patadas al diccionario en directo).

Ahora en Madrid, entre la inauguración del evento italiano junto a la alcaldesa, Manuela Carmena, y la cena privada del embajador, a la que asisten también Alaska y Mario Vaquerizo, Raffaella nos hace un hueco para dejarse hacer una sesión de fotos y esta entrevista. Entra con paso firme, hace que nos presentemos uno por uno y deja claro que se vestirá con su ropa (no trae nada violeta en su maleta, porque es el color que en Italia se identifica con la mala suerte y su vena supersticiosa es harto conocida). Eso sí, todo con mucha ironía.


Parece que a usted no le gusta perder el tiempo.

Yo no soy artista, soy optimizadora. Quiero hacer mi trabajo bien y rápido. Por supuesto, soy profesional. Si tengo un compromiso lo cumplo a rajatabla, pero también me gusta tener momentos para mí. Yo no vivo para los eventos. En Italia me conocen como ‘la mujer del no’ porque no me gusta ir de invitada a los programas, a no ser que me provoque algo de curiosidad, que es claramente mi primera virtud, porque si no eres curioso te relajas, te tumbas y te duermes.


¿Eso le hace ser demasiado exigente con usted y con los demás, con las personas que trabaja?

Demasiado no. Siempre se puede hacer mejor, te lo digo yo. En el trabajo soy una mujer de armas tomar, pero también una mujer de paz. No dejo que me manejen precisamente porque creo que lo más importante es razonar. Antes de que yo me enfade, cuento uno, cuento dos, cuento tres… a lo mejor en el cuatro…


Vamos, que a diez no llega.

¡No, no, no, ni hablar! Entonces digo: «Esto se hace así y punto». Pero a mí no me gusta vivir enfadada. De hecho la gente siempre me dice que les he dado alegría, fuerza, energía. Y como la tengo, la regalo. Me gusta exteriorizar sentimientos optimistas. Porque yo soy optimista, no buena. Si lloro, sufro o me enfado lo hago en privado. Ahora, ¿quieres verme cabreada? Pues bien, como buena géminis se arma la marimorena. Voy como un diablo, capito?


Capito. Y por la misma regla de tres intuyo que a usted le gustará estar rodeada de gente inteligente a la hora de trabajar.

Yo puedo trabajar con un malvado inteligente, pero no con alguien indeciso. Prefiero a la gente que te dice las cosas altas y claras. Siempre me he sentido muy bien teniendo jefes fuertes. De hecho, admiro mucho a los hombres que toman decisiones y saben arriesgar. Porque nosotras, las mujeres, arriesgamos todos los minutos de nuestras vidas. Ellos, está claro que no.


Y esos jefes, ¿tuvieron alguna vez una actitud machista?

Podría hacerme la víctima pero no. Hay hombres que me han comprendido y otros no, pero en general me han rodeado profesionales de muy altísimo nivel que jamás me han provocado ese sentimiento.


¿Ni siquiera a nivel de sueldo?

Sí, sí, eso sí. Pero el dinero nunca me ha interesado mucho. En realidad me enteré de que podía ganar mucho más cuando hice Pronto, Raffaella? Le comenté al director que a algunos presentadores hombres les estaban haciendo contratos millonarios. «¿Y yo», le pregunté. Y entonces firmé uno de ellos. Cuando vi la cifra dije: «Mamma mia!» Y luego me compré una casa maravillosa con vistas al mar.

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“Admiro a los hombres que toman decisiones y arriesgan. Nosotras lo hacemos todos los días. Ellos, está claro que no”.


¿Por qué descartó tan pronto el cine como parte de su profesión? Apenas hizo películas

Mira, el cine se hace por dos motivos. Uno, porque te da mucho dinero, y dos, porque crees profundamente en él y por eso le pones empeño y te da igual levantarte a las seis de la mañana y acostarte a las seis de la tarde para no tener arrugas al día siguiente. Desde mi punto de vista es una prisión. Yo quiero la libertad de decidir, de equivocarme, de sufrir, de ser feliz… Bueno, feliz es una palabra muy grande, pero sí busco la serenidad día tras día.


¿Siempre tuvo las ideas tan claras, también de joven?

¡Cuando era joven era mucho peor! Decía «no» mucho más a menudo. Recuerdo que en un programa tenía un diseñador de vestuario que no me gustaba nada. Un día me trajo un vestido de Yves Saint Laurent negro con rosas azules. No quise ponérmelo y él me dijo: «¿Pero tú no entiendes que esta seda cuesta una fortuna?». Miré a la directora y volví a negarme: «¡Tengo 26 años, quiero ponerme una minifalda! ¡Este señor no va conmigo, quiere vestirme de señora mayor!». Y me dio la razón. La primera sorprendida fui yo porque la verdad es que la jefa era bastante dura.


Y así se fue convirtiendo en un icono de estilo.

Sí. Llevaba trajes impensables, con sentido del humor diría yo. Y además cómodos, para poder bailar. A lo largo de mi carrera me han acompañado tres diseñadores. Uno fue Corrado Colabucci, que hizo los vestidos de Mina y míos cuando presentábamos Milleluci; el otro, el elegante Luca Sabatelli. Yo le dejaba hacer y luego le decía: «¿Qué te parece si a este mono le alargamos la espalda descubierta hasta que se me vea el principio del culito?» Y él me contestaba sorprendido: «Es demasiado, Raffaella». El tercero es el sastre Gabriele Mayer. Ellos me han arropado toda la vida.


¿En su vida real gasta mucho en moda?

¡Uy, no! Yo voy a Zara, me compro unos pantalones elásticos, una camiseta y unas zapatillas y tan feliz. Aunque parezca increíble, odio ir de compras. Quitarse el pantalón, ponérselo… ¡buf! Eso sí, cuando me siento apagada voy a Versace. ¡Es una fiesta! Ah, Dio!


Digamos que le gusta invertir de vez en cuando…

He tenido ropa de casi todos los diseñadores italianos. Pero a mí me gusta la vida cómoda. Incluso a la hora de escoger casa. La idea es que fuera bonita, pero sencilla. No quiero antigüedades ni grandes cuadros. Me da miedo que me roben. Y, además, ya los veo en los museos y galerías de arte. Yo nací en la región de Emilia-Romaña. Mi padre era de Emilia, una zona más tradicional, y mi madre de la Romaña, más abierta. De mi padre, por tanto, he heredado esa parte más conservadora y práctica, más de negocios. Cuando he ganado dinero no me he comprado un Ferrari. Igual he ido a Bulgari y le he regalado una joya a mi madre o a mi abuela Andreina, que fue la que de verdad me animó a ser artista. Pero a mí no me ha motivado nunca ponerme un brillo grande en la solapa. No me emociona. He invertido más en mi hogar, en un buen arquitecto. Esa casa con vistas al mar me hace estar cerca de Dios.


¿Pero es religiosa? ¡Si la ha censurado el Vaticano!

A mí me gusta el Papa Francisco como a todo el mundo que, por cierto, en el Vaticano deben de estar haciéndole una guerra que solo Dios sabe –valga la redundancia–. Pero en realidad los curas no me gustan mucho. Prefiero a los frailes. Más la parte espiritual que la teórica. No voy a la Iglesia, pero sí rezo mucho para mandar energía a las personas que quiero. También pienso en quien ya no está porque, por desgracia, y por la edad, hay ya mucha gente que ya no está a mi alrededor. Vas viendo cómo se van piano, piano, piano.

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“Odio ir de compras, pero cuando me siento apagada me voy a Versace. ¡Es una fiesta!”.


¿Tiene en sus planes morirse? Hay gente que no quiere ni pensarlo…

(Ríe). Cuando ves escrito en un papel 74 años piensas: «Mamma mia! ¡Sí que soy vieja!». Y me pregunto: «¿Pero yo soy esa de verdad? ¿No serán 47 en lugar de 74?». Pienso en la muerte de vez en cuando, claro. Lo que no quiero es sufrir. Y eso es difícil porque en el mundo hay mucho sufrimiento, lo vemos todos los días, montones de niños refugiados llorando, pateras, guerras, terremotos… Muchas veces pienso: ¿qué podría hacer? ¿De qué manera podría ayudarles además de dándoles dinero? Porque yo estoy en contra de los conciertos benéficos que recaudan el dinero de los demás: yo les doy el mío, lo saco de mi bolsillo.


Quizá podría meterse en política. ¿No se lo han ofrecido nunca?

Sí, y de diferentes partidos. Pero he dicho que no. Me gusta mucho la política, estoy siempre atenta a la película. Pero no va conmigo. A partir de septiembre iré de invitada a un programa de televisión en el que te ponen a un político delante y tú tienes la oportunidad de consultarle cosas directamente. Pero el problema es que son anguilas. No te contestan. Aunque por lo menos tendré la oportunidad de enfadarme en directo y decir que no me ha respondido a lo que le preguntaba.


¿Qué opina de Donald Trump?

Me da miedo. Creo que en la carrera política tener la capacidad de escuchar es muy importante. Y no veo que él esté muy por la labor ni que tenga a su alrededor gente que cuente con la fuerza suficiente como para hacerle cambiar de idea. Ni siquiera Melania, su mujer. Lo alucinante es que quiera construir un muro. ¿Este hombre no sabe que cuando la gente tiene hambre es capaz de cabalgar muros y montañas? Y me parece increíble que siga vendiendo armas a Arabia Saudí y que, por otro lado quite la sanidad a los más pobres. En Miami vi una vez tumbarse de dolor en el suelo a una mujer, cerca del hospital. Y no la cogieron porque no tenía tarjeta sanitaria. ¿Se puede consentir eso? Este tipo de cosas son las que me impiden creer y confiar en la política al cien por cien. Como cuando en Europa no entendemos a quienes están padeciendo la crisis, a la gente que no llega a fin de mes. No se comprende su sufrimiento. Pues es normal, porque hace diez años esas personas no tenían ese problema. Quizá por eso en vuestro país ha ido mejor cuando precisamente no había gobierno, ¿no te parece?


Sigamos hablando de política… pero de otro tipo. En 2013, en su disco Replay, volvió a sorprendernos con un tema transgresor. Hablaba de los toy boys y de la moda de poner en la vida de las mujeres de cierta edad a un hombre más joven. ¿Qué le parece la pareja Emmanuel Macron y Brigitte Trogneux?

Bueno, él no es exactamente un toy boy, ¡es un presidente! De todos modos anima mucho saber que una mujer que le lleva 25 años de edad pueda casarse con un hombre tan guapo y tan joven. Esto a algunas nos hace rejuvenecer automáticamente (ríe). Y ella debe tener algún secreto guardado porque lo tiene enamoradísimo.


No me diga que usted no sigue enamorando a su edad.

He vivido alguna situación similar, pero para los artistas es diferente. Puedes tener una aventura con un chico joven, pero como sea un cretino enseguida va a salir en las revistas. Siempre he preferido el amor duradero, para toda la vida, como la pareja de la Guardia Civil.


Y así ha sido. Se cuentan dos grandes amores en su vida.

Efectivamente. El primero fue Gianni Boncompagni, mi compañero, mi marido… siento un gran dolor, nos ha dejado hace poco. He llorado mucho y no puedo explicar lo que me hace sentir su pérdida. Él escribió todas mis canciones, esas que aún se siguen bailando hoy en día –como Fiesta, Pedro, Il Presidente, que también fue censurada en numerosas ocasiones–. Tenía tres hijas y era difícil pensar en un cuarto. Lo pasamos muy bien juntos, fue una fiesta fantástica, pero mi carrera por Europa y América nos fue alejando poco a poco. Con mi segundo amor, Sergio Japino, que ha sido mi coreógrafo, empecé en el 80 y finalizamos nuestra relación hace unos cuatro años. Pero nos vemos siempre. Simplemente es un amor que ha cambiado de forma, pero que nunca, nunca, va a morir.


Y no tuvo hijos.

No, porque cuando lo intenté ya era tarde. El médico me dijo que no podía. Me hubiera gustado tener un hijo. Pero tengo dos sobrinos que ha sido como tenerlos.


¿Cómo los hubiera educado?

Libertad es la palabra clave para poder vivir. Por ejemplo, me alegra especialmente que en Italia se haya aprobado la ley civil de las uniones homosexuales. Estoy muy involucrada con ese tema porque tiene que ver con la libertad de los individuos.

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Mensajepor Assia » Dom 06 Ago, 2017 1:08 am

Serrat fue criticado por cantar en catalan y tambien en castellano. Si la memoria me es fiel, lo llamaron ambicioso 1 cantante (no recuerdo su nombre que solo cantaba en catalan) Serrat se defendio diciendo que su padre era catalan y su madre aragonesa. Hubo mucha controversia. El cantante que critico a Serrat NO FUE LUIS LLACH (disculpad si no he deletreado bien el nombre del catalan Luis LLach)
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///AY RAFAEL LUCIFER/// LA IGNORANCIA Y TU ODIO/// TE MATAN DE SED/// Como las serpientes venenosas echa tu propio veneno cuando puedes y no cuando quieres. Lo mismo que tus amig@s de mi calle que no se llama calle SOLO ROBAN CUANDO PUEDEN Y NO CUANDO QUIEREN. No, Rafaelillo del circulo de lectores de Umbral, B. Ibanez y Onetti, tu pueblo no esta en el mar Mediterraneo. Yo tampoco naci en el mar Mediterreano, PERO MI MARIDO SI NACIO EN EL MAR MEDITERREANO.
Por favor, vuelvo a rogar a la Administracion que remuevan esos mensajes del Hilo politica del TEMA ""CHAVEZ EMPERADOR'' y lo coloque la ADMINISTRACION donde lo crea conveniente.
Saludos,
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Re: Videos musicales

Mensajepor Assia » Dom 06 Ago, 2017 5:08 am

El cantante que critic y llamo ambiocios a Serrat por cantar en castellano creo que fue el valenciano, Raimon. Como dije en mi mensaje de arriba Serrat contesto que su padre era catalan y su madre aragonesa. No quiero que se interprete que fue Lluis LLach que creo que siempre tambien canto en catalan.
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Mensajepor Invitado » Dom 06 Ago, 2017 1:16 pm


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Obus - Va a Estallar el Obus

Mensajepor Invitado » Dom 06 Ago, 2017 1:33 pm


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Mensajepor Invitado » Dom 06 Ago, 2017 7:41 pm


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Mensajepor Assia » Lun 07 Ago, 2017 1:56 am

Creo que esa ''culebra cascabel,'' me acaba de llamar por telefono (y ESTO, OS LO JURO) haciendose pasar por Vicente Ruiz (HIJO) enseguida note su acento disfrazado y le pregunte por su hija (problema familiar que a nadie importa) no supo contestarme y le dije: Voy a colgar el telefono, tu acento no es el de Vicente. Y es que las serpientes echan veneno cuando pueden y no cuando quieren.
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Mensajepor Invitado » Lun 07 Ago, 2017 7:31 pm


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Mensajepor Assia » Mar 08 Ago, 2017 12:59 am

Si,Conchita,'' YA ESTA BIEN'' que insistiera en que el rejoneador Angel Peralta dejara a su mujer por ti. Tu, Conchita, no fuiste mas de 1 pobre infeliz que creiste que Angel Pralta dejaria a su mujer por 1 como tu que hasta hubo duda segun la prensa chismosas de tu sexualidad. Los papeles los firmos Angel Peralta cuando se caso con su esposa. La EMBUSTERA CONCHITA, SOLO FUISTE TU Y COMO TOD@S L@S LIANTES: CREEN QUE EL LADRON ES DE SU PROPIA CONDICION''
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Mensajepor Invitado » Sab 12 Ago, 2017 5:23 pm

El Cabrero: “Si otros cantaores ven el mundo perfecto, que sigan cantándole a la Feria de Sevilla”
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El cantaor sevillano El Cabrero repasa, a sus 72 años, una vida llena de luchas y vetos políticos por utilizar sus fandangos, seguiriyas y tonás como arma para criticar los abusos del poder, sin dejar nunca el oficio de pastor al que se ha dedicado desde los seis años.


“El miedo me hizo rebelde, en vez de hacerme borrego”, canta José Domínguez (Aznalcóllar, Sevilla, 1944) en una de sus letras más famosas. De pequeño le decían sus padres que las paredes oían. Por eso nunca le hablaron en casa de sus dos tíos fusilados por ser republicanos. Ni de un tercero que tuvo que huir a Francia tras la guerra. Tampoco de cuando su madre —la misma que le llevaba de niño a escuchar a Pastora Pavón, Fosforito, Pepe Pinto o Juanito Valderrama— fue obligada a ingerir aceite de ricino, rapada y paseada por el pueblo como a una bestia. Durante su infancia todo era miedo a su alrededor. “Pero a mí, en vez de amedrentarme, me hizo más rebelde. Con nueve años, la Guardia Civil ya dijo que yo era un insurrecto, porque no les obedecía”, contaba hace años El Cabrero.

“No levantaba ni dos palmos del suelo y ya me rebelaba contra lo que veía injusto”, asegura ahora, en esta entrevista a El Salto. Por eso quiso José que su arte se convirtiera en un arma de doble filo con el que criticar los abusos del poder y reivindicar el papel de los oprimidos. Eso fue lo que le encasilló como “cantaor político” o “fenómeno social”, ganándose sobrenombres tan ridículos como el de “cantaor de la Transición” o el Johnny Cash del flamenco. Apelativos que él siempre rechazó, pero que ayudaron a agrandar su leyenda a lo largo de casi cincuenta años de carrera.

En los años 80, ya era la figura del cante jondo con más proyección internacional. En los 90 participó en los festivales de world music y jazz más importantes del mundo, compartiendo cartel con artistas como Chick Corea o Gilberto Gil. En 1993, Peter Gabriel lo incorporó a su gira por Estados Unidos.

Y todo ello sin abandonar la profesión a la que se ha dedicado en cuerpo y alma desde que, con seis años, tuvo que abandonar la escuela para ayudar a su padre con el rebaño. Aún hoy, a sus 72 años, saca todos los días a sus cabras, desde que sale el sol hasta que se pone, si no está de gira.

“Ha sido exagerado. En el concierto que había menos público acudieron más de 30.000 personas. Algo grandioso. El flamenco está a la altura de cualquier música y donde menos se aprecia es en España”, lamentaba en 1993 en ABC, a causa de sus actuaciones al otro lado del Atlántico. Ni su simpatía con el movimiento anarquista ni su afiliación a la CNT le hacían callarse ante el diario monárquico por excelencia, en una entrevista en la que también criticaba el boicot sufrido desde medios como TVE y Canal Sur: “No entiendo por qué lo hacen. Que se busquen como compañero a otro embustero. En una reunión de frescos, el que molesta es el borracho, pero en una reunión de borrachos, es el fresco el que molesta”.

Fue esta actitud rebelde y salvaje la que le hizo ganarse el favor del público, pero también el veto por parte de políticos y compañeros de profesión, que lo preferían lejos y con la boca cerrada. Pero callarse nunca fue con él. “Mis letras son el retrato del mundo que he trillado, a fuerza de echarle pasos”, explica ahora a El Salto.

Pasos que le han llevado al calabozo en no pocas ocasiones a causa de su reivindicación de las cañadas, veredas y abrevaderos públicos que estaban siendo usurpados por los terratenientes y otros agricultores. ¿Es que no iban a poder pastar sus cabras en libertad por donde lo habían hecho siempre?

Tampoco le callaron en 1982, cuando acabó con sus huesos en prisión acusado de blasfemia durante un concierto: “No tengo más cojones que dejarme llevar a la cárcel, pero me revienta que sea en nombre de su dios, en el que no creo. Estos inquisidores me han condenado por lo que canto y lo que soy, no por lo que dije en Alcolea del Río”, reprochaba tras ser detenido ante un redactor de Diario 16.

“Fue un momento muy duro, yo no me sentía culpable de nada”, recuerda 35 años después. Aquello le privó durante un tiempo de cantar y sacar a su ganado, lo único que ha querido hacer siempre. Nunca buscó otra cosa. Ni publicar discos, ni hacer giras lejos de casa, ni realizar entrevistas —conseguir ésta ha costado varios meses de llamadas y correos electrónicos—, ni tampoco recibir medallas, como le recordaba el pasado viernes al público, durante un concierto en Alcaucín (Málaga), tras el cual se detenía a charlar con los aficionados sobre Karl Marx o la corrupción del PP y PSOE.

Y si aceptó lanzarse a aquella vida ajetreada de focos y festivales fue, al principio, por necesidad. De hecho, la primera vez que a José Domínguez le ofrecieron grabar un disco, lo rechazó. ¿Para qué, si no quería abandonar por ná el oficio de cabrero? Pepe Carrasco tuvo que esperar hasta 1975 para proponérselo de nuevo y conseguir que firmara. El acuerdo al que llegó con este asesor de Belter —además de letrista de Camarón y de casi todas las figuras de la época— consistió en realizar aquel álbum a cambio de que la discográfica le pagara los gastos de la clínica a su compañera, Elena, en el parto del primero de sus tres hijos.

Fue también la necesidad lo que le llevó, antes de ese debut, a marchase a Sevilla para cantarle sus penas a los señoritos a cambio de unas monedas, cuando vio que era imposible mantener su casa sólo con los animales: “Ellos se divertían y eso era denigrante, pero en casa no había nada”, cuenta El Cabrero en su blog donde recuerda la noche que, en la venta de El Morapio, uno de aquellos clientes con dinero le metió “veinte duros en el bolsillo de la camisa” tras tenerle toda la noche seguiriya para arriba, fandango para abajo. “Le dije que el precio a mí trabajo lo ponía yo: que aquello valía, para mí y para guitarrista, 1.500 pesetas. Cuando Antonio Sanlúcar vio que el tío se ponía farruco y que yo me iba para él, me dijo que se le había nublado la vista. Luego, cuando el otro me dio las 1.500 pesetas y las repartí con él, se le salían los ojos de las órbitas. Desde ese día, cuando entraba en la venta, los artistas me decían con admiración: ‘Ahí viene el que se lo lleva to‘”.

¿Recuerda cómo se sintió usted ante aquel trato con Belter, en 1975, para grabar su primer disco?

Yo no sabía cómo funcionaban las discográficas, así que no tenía opinión. No tenía interés en grabar, sólo quería vivir dignamente con lo que dejaban las cabras, pero, qué va, era imposible. No teníamos ni para pagar un médico. Yo no podía consentir que Elena diera a luz en esas condiciones y no lo dudé. ¿Que cómo me sentí con aquel trato? Como el que ha hecho lo correcto. Elena estuvo bien atendida y sobraron algo más de mil pesetas, que nos hacían mucha falta, pero para que el trato se cumpliera, se las dejamos de propina al personal.

No tenía interés en grabar, sólo quería vivir dignamente con lo que dejaban las cabras, pero, qué va, era imposible

En fandangos como “De la vía y la muerte”, de 1983, retrata a un hombre con principios, libre, que lucha por unos ideales cueste lo que cueste. ¿Encuentra usted hombres así en la sociedad actual?

Claro que sí, hay gente con principios, que lucha por sus ideales y por su parcela de libertad. No suelen mandar… Será que no lo ambicionan o que no lo consiguen, pero son un ejemplo para los que están a su alrededor. Pero abundan más los que se han dejado contaminar, no sólo jóvenes, tíos de mi edad, abuelos que parece que no han vivido. Personas despegadas del mundo y pegadas a una pantallita, que parece que sirve para enterarse de todo menos de lo que pasa a dos metros de donde están.

¿No hablan sus letras, entonces, de un mundo que ya no existe?

¡El mundo habrá cambiao pa peor! Yo no recuerdo cantarle a algo que no existe, no lo he hecho nunca. Ni tampoco a algo en lo que no creo. Y claro que aquellas letras de los 80 están de actualidad hoy en día. ¡Si parecen recién hechas! “Hasta llegar al poder, van prometiendo la luna”, “piden tierra y se la niegan, tierra para trabajar” o “ahora le voy a cantar a la que nunca existió: la paloma de la paz”.

¿No ha sentido la necesidad de adaptarlas para hablar de la crisis actual?

No. Lo que hago es echarle mano a las que van surgiendo con el paso del tiempo, según lo que siento y veo a mi alrededor. Y aunque son nuevas, también podría haberlas cantado antes, y siempre. Parece que estamos dándole vueltas a la noria, como el mulo, con los ojos tapados. Por ejemplo: “Que devuelvan el dinero, que se llevó el capital, que están ricos los banqueros y también la patronal, esa que explota al obrero”. Yo lo veo así.

¿Por qué entre su público hay muchos jóvenes rockeros, heavies, punkies y hippies, haciendo usted un flamenco tan puro y clásico?

No lo sé. Más de uno me dijo que mi voz y mi actitud eran muy rockeras, pero yo soy flamenco. Esa gente, los del rock, son más apasionados por la música de lo que yo pensaba. Seguro que por mi imagen no es, que no sé qué tiene de especial. En Andalucía, en el campo, siempre se ha llevado el pañuelo al cuello pa los suores y sombrero o mascota, que por aquí hace sol casi todo el año.

¿Pero su público fue siempre así?

Mi público siempre fue flamenco, como el de los demás cantaores de mi tiempo, aunque también viniera mucha gente joven, y niños con sus padres o abuelos, que hoy vienen con sus propios hijos. Fue después de mi colaboración con Reincidentes y tras esa versión que Marea hizo de “Como el viento de poniente”, cuando empecé a escuchar silbidos muy fuertes al terminar los cantes. ¡Al principio pensé que protestaban! Pero también escuchaba los “oles” y los gritos de “puto amo”. Lo mejor es que los rockeros que me siguen saben escuchar un cante por soleá o una seguiriya con respeto. Les gusta el cante jondo, sin aditivos.

En la letra, precisamente, de “Como el viento de poniente”, canta usted: “Siempre fui esa oveja negra que supo esquivar las piedras que le tiraban a dar. Y entre más pasan los años, más me aparto del rebaño, porque no sé a dónde va”. ¿Tantas piedras le han tirado a lo largo de su carrera?

Muchas, pero la mayoría las he podido esquivar. Alguna me ha dao de refilón, pero no me ha tumbado. Ahí sigo, de encina en encina y cada día más apartado del rebaño.

¿Se ha sentido vetado alguna vez?

¡El más vetado en siete Estados! Pero ése es el precio a pagar por salirse del redil y lo da uno por hecho. Mi carrera se ha construido gracias al público y por él sigo aquí. ¿Qué sentido tiene vetarme en la Bienal, en esos grandes eventos organizados con el dinero público de la Junta de Andalucía o en muchos ayuntamientos donde me reclama la afición desde hace años? Hasta la Junta ha llegado a publicar una guía del flamenco donde están todos los artistas menos yo. ¡Eso es ridículo!

¿Recuerda cómo se sintió durante aquella condena a prisión por blasfemar, en 1982, cuando se le escapó un “me cago en dios” producto de la impotencia?

Cabreado e impotente. Fue en Alcolea del Río y me encerraron porque era yo, no por lo que dije. Allí no hubo ningún escándalo público. A los pocos meses me volvieron a contratar y, cuando me fui a disculpar, los aplausos no me dejaron terminar. Hubo mucha movilización social y, en vez de dos meses, sólo estuve tres semanas en la cárcel. Seguro que hoy me hubiera tragado los dos meses, porque hemos retrocedido en solidaridad y también en libertades y derechos.

En los años 80 también fue juzgado en varias ocasiones por invadir sembrados, veredas y cañadas. Estaba usted convencido de que no se respetaban esas zonas necesarias para pastorear. ¿Toda aquella lucha le produjo más frustraciones que alegrías?

Comencé a reivindicar las vías pecuarias en 1974. Ni los abogados sabían qué eran las vereas, pero yo sí. Y ganamos todos los juicios, que fueron muchos. Durante años estuve solo, con la ayuda de Elena. Y la cosa llegó hasta las Cortes y al Parlamento de Andalucía. Y luego llegaron los ecologistas… ¡Yo sé bien las veces que acabé en el cuartel de la Guardia Civil y ante el juez! Hoy algunas de esas veredas las han recuperado. Otras están amojonadas, pero siguen usurpadas y borrachas de química, mientras que otras, igual que en 1974, siguen sin amojonar y usurpadas.

El único movimiento que veo hoy al respecto son las borregas que, una vez al año, recorren el Paseo de la Castellana, que es una vía pecuaria. Pero eso es una tortura para los animales, por ese asfalto. Que se lo pregunten a ellas si no. Yo no consentiría que hicieran eso con mis cabras. Las luchas hay que librarlas en el tajo, en las veredas, en los abrevaderos y en los descansaderos.

Algunos dicen que soy un cantaor político, pero los políticos son los que comen del pesebre y se hacen fotos con los que mandan, y no yo, que lo que hago es cantar lo que siento y guardar cabras

¿Le ha perjudicado estar siempre alejado del poder político?

La cuestión es que he estado siempre alejado y, además, he sido crítico con todos los que han tenido el poder. Cuando acabo de cantar siempre vuelvo con las cabras y no me relaciono. Algunos dicen que soy un cantaor político, pero los políticos son los que comen del pesebre y se hacen fotos con los que mandan, y no yo, que lo que hago es cantar lo que siento y guardar cabras. ¿Que si creo que me ha perjudicado? No es que lo crea, lo sé. Pero eso lo sabía desde el primer día y no me arrepiento.

¿Por qué cree que se enganchó de pequeño a los palos más tristes del flamenco (soleás, seguiriyas, tonás), aquellos que hurgan en las penas, el desamor o la muerte, y no a los más alegres?

Cada uno echa por la boca lo que lleva dentro, según su personalidad, y la mía no ha variado. No levantaba dos palmos del suelo y ya me rebelaba contra lo que veía injusto. Y aunque nunca he sido yo muy fiestero, también me gusta escuchar bulerías o cantes de Cádiz. Me gusta todo el flamenco, pero hay cantes que no van con mi forma de sentir ni con mi voz.

¿Nunca le han disgustado letras de otros cantaores a los que usted admira?

Bueno, en lo que cantan otros no me meto, ni me entretengo en lo que hacen, pero sí que hay letras flamencas que yo no cantaría, porque no las siento. Con eso me basta: ni me gusta que me digan lo que tengo que cantar, ni yo soy juez del repertorio de mis compañeros.

A veces da la sensación de que algunos cantaores están, en lo que respecta a las letras, desapegados de lo que ocurre en el mundo.

Pues no lo sé, porque lo que pasa en el mundo está a la vista. ¡Y lo que no se ve! Una vez un periodista me preguntó sobre qué pensaba de las críticas que otros cantaores hacían a mis letras. Le respondí que yo veía muchas injusticias y que si estos compañeros pensaban que el mundo era perfecto, que siguieran cantándole a los farolillos de la Feria de Sevilla. Libertad para que cada cual cante lo que quiera. Yo me preocupo de decirle al público “mis” verdades y, si alguna vez me equivoco, procuraré rectificar.

La Junta se hizo cargo de distribuir el pienso y fueron perdiéndose esos festivales de los pueblos y naciendo otros en el extranjero con el dinero de los andaluces

¿Ha cambiado mucho el mundo del flamenco desde que usted empezó en el tardofranquismo hasta ahora?

Durante el franquismo poco conocí del flamenco. Lo de La Cuadra, que llevaba un mensaje de rebeldía, y cuando iba a cantar a las ventas, que era todo lo contrario. Fiestas de señoritos y mucha miseria. Fue en el 77 cuando empecé en los festivales. Había muchos y buenos en Andalucía. Y en los 80 fue enorme la cantidad que hubo, uno casi en cada pueblo. Era una maravilla.

Luego la Junta se hizo cargo de distribuir el pienso y fueron perdiéndose esos festivales de los pueblos y naciendo otros en el extranjero con el dinero de los andaluces. Otra diferencia es que, entonces, cantaban quienes decidían las peñas y los directores de los teatros. El sitio de figura había que ganárselo entre los demás, gracias al público y no a base de apoyos políticos o a golpe de televisión. Tú dirás si ha ido para mejor o para peor. Si se le pudiera preguntar al flamenco, creo que diría que para peor.

Porque la cantera siempre ha estado en los pueblos y ahí es a donde hay que llevar el flamenco. Cuando Andalucía esté abastecida de cante, baile y guitarra, que se lo lleven a donde quieran. Pero si lo llevan a Nueva York, si es posible que lo paguen los neoyorquinos, como aquí se paga a los músicos que vienen de allí.




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cigarron

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Mensajepor cigarron » Sab 12 Ago, 2017 5:46 pm

Demasiada gente cantando y muy poca trabajando para mejorar el mundo.

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currante

cigarrón dice el fanático

Mensajepor currante » Sab 12 Ago, 2017 6:16 pm


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Invitado

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Mensajepor Invitado » Sab 12 Ago, 2017 11:02 pm





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