Mensaje por este es listo » Mié 01 Feb, 2006 1:23 pm
Nº 672 - 28 de noviembre de 2005
A propósito de un aniversario
EL SIGLO
Santiago Carrillo
Soy republicano, de izquierdas. Digo de izquierdas, porque ser republicano a secas no significa gran
cosa en este mundo de hoy. Bush es republicano y sin embargo es un neo-conservador peligroso. El mismo Aznar sospecho que preferiría una república presidencialista a la monarquía parlamentaria que hoy es la forma de Estado que tiene España. Creo que el Bush joven, el de Florida, cuando se refirió a don José María como el "presidente de la república española" incurrió en un lapsus que reflejaba una imagen que quizá le había transmitido su hermano mayor, impresionado por la autoridad con que el jefe del Gobierno español decidió invadir Iraq, sin contar ni con el Parlamento ni, me atrevo a pensar, con el Gobierno. Sólo un rey absoluto, un dictador o el presidente de una república presidencialista podían tomar una decisión tan grave por su cuenta.
Un republicano de derechas y un monárquico de derechas se diferencian muy poco. Y hoy existen más repúblicas de derechas que de izquierda.
En España, la cuestión esencial sigue sin ser la de "república o monarquía". Soy republicano a fuer de demócrata, porque me parece un anacronismo que la jefatura del Estado sea patrimonio de una familia y no lograda en una elección democrática, como sucede con el resto de las instituciones en una democracia. Pero la Historia manda,Y la Historia de nuestro país ha sido muy caprichosa. Aquí no ha habido nunca una revolución democrática que barriera de un golpe al viejo régimen con su aparato del Estado. La alianza del sable y el altar con la oligarquía terrateniente y financiera, a los pocos años de instaurada aquélla provocaron la sublevación y la guerra civil que devolvió el poder político a las antiguas castas dominantes. Creo que puede decirse que la única revolución popular conocida en nuestra historia reciente fue la que se produjo en la zona republicana en respuesta a la sublevación. Y no lo olvidemos, esta revolución popular fue aplastada sangrientamente por el fascismo internacional y por la no intervención de las potencias capitalistas. Una revolución aplastada como lo fue aquélla con-sume las energías de un pueblo para bastantes generaciones. Así sucedió en España. Y costó años y sufrimientos indecibles poner en pie una oposición democrática. No olvidemos que a nivel de partidos políticos esa oposición –si se excluye al PCE y a otros pequeños grupos de izquierda que promovieron un importante movimiento de masas obrero, estudiantil e intelectual–fue más bien virtual. Nunca se propuso derribar al franquismo, se estuvo reservando para sustituirle, al principio esperando que las potencias democráticas lo expulsaran del poder y les llamara para sustituirle y luego, cuando esas potencias adoptaron a Franco como colaborador en la Guerra Fría, se pusieron a esperar a que el dictador muriera. Esta es la verdad histórica.
Cuando el dictador murió, se consiguió abrir una brecha en el sistema e inaugurar un proceso democrático. Nos encontramos con la sorpresa de un rey que, habiendo heredado un poder dictatorial, omnímodo, pactaba con la izquierda que había luchado por la democracia y con la oposición que se había mantenido a la espera y aceptaba devolver la soberanía al pueblo con una monarquía parlamentaria. Pero si el Rey, apoyado por el Ejército, hubiera pretendido otra cosa, la prolongación de la dictadura con algunos retoques de fachada, hubiera podido hacerlo. Y hubiera sido respetado por las potencias mundiales que se justificarían con el argumento de la Guerra Fría. Hubiera sido una locura, pero la lucha contra el comunismo lo justificaba todo en aquel momento.
Este rey no cometió esa locura y contribuyó poderosamente al advenimiento de un sistema democrático. Y en general ha respetado y defendido en ocasiones memorables la Constitución.
Creo que es la primera vez en la Historia de España que un rey está mejor visto por la izquierda que porla derecha. Por eso en España hay muchos más juancarlistas que monárquicos. Hoy por hoy nada indica que el Rey haya dejado de ser una garantía del sistema democrático. En tanto esto sea así, los republicanos, que antes que nada somos demócratas, de izquierda y pensamos que hay que transformar la sociedad, no creemos que la república sea una prioridad política. Como he dicho, la Historia tiene sus caprichos y sus prioridades. Y la prioridad hoy es derrotar democrática-mente a la derecha tradicional, que vuelve a la carga.
Nº 672 - 28 de noviembre de 2005
A propósito de un aniversario
EL SIGLO
Santiago Carrillo
Soy republicano, de izquierdas. Digo de izquierdas, porque ser republicano a secas no significa gran
cosa en este mundo de hoy. Bush es republicano y sin embargo es un neo-conservador peligroso. El mismo Aznar sospecho que preferiría una república presidencialista a la monarquía parlamentaria que hoy es la forma de Estado que tiene España. Creo que el Bush joven, el de Florida, cuando se refirió a don José María como el "presidente de la república española" incurrió en un lapsus que reflejaba una imagen que quizá le había transmitido su hermano mayor, impresionado por la autoridad con que el jefe del Gobierno español decidió invadir Iraq, sin contar ni con el Parlamento ni, me atrevo a pensar, con el Gobierno. Sólo un rey absoluto, un dictador o el presidente de una república presidencialista podían tomar una decisión tan grave por su cuenta.
Un republicano de derechas y un monárquico de derechas se diferencian muy poco. Y hoy existen más repúblicas de derechas que de izquierda.
En España, la cuestión esencial sigue sin ser la de "república o monarquía". Soy republicano a fuer de demócrata, porque me parece un anacronismo que la jefatura del Estado sea patrimonio de una familia y no lograda en una elección democrática, como sucede con el resto de las instituciones en una democracia. Pero la Historia manda,Y la Historia de nuestro país ha sido muy caprichosa. Aquí no ha habido nunca una revolución democrática que barriera de un golpe al viejo régimen con su aparato del Estado. La alianza del sable y el altar con la oligarquía terrateniente y financiera, a los pocos años de instaurada aquélla provocaron la sublevación y la guerra civil que devolvió el poder político a las antiguas castas dominantes. Creo que puede decirse que la única revolución popular conocida en nuestra historia reciente fue la que se produjo en la zona republicana en respuesta a la sublevación. Y no lo olvidemos, esta revolución popular fue aplastada sangrientamente por el fascismo internacional y por la no intervención de las potencias capitalistas. Una revolución aplastada como lo fue aquélla con-sume las energías de un pueblo para bastantes generaciones. Así sucedió en España. Y costó años y sufrimientos indecibles poner en pie una oposición democrática. No olvidemos que a nivel de partidos políticos esa oposición –si se excluye al PCE y a otros pequeños grupos de izquierda que promovieron un importante movimiento de masas obrero, estudiantil e intelectual–fue más bien virtual. Nunca se propuso derribar al franquismo, se estuvo reservando para sustituirle, al principio esperando que las potencias democráticas lo expulsaran del poder y les llamara para sustituirle y luego, cuando esas potencias adoptaron a Franco como colaborador en la Guerra Fría, se pusieron a esperar a que el dictador muriera. Esta es la verdad histórica.
Cuando el dictador murió, se consiguió abrir una brecha en el sistema e inaugurar un proceso democrático. Nos encontramos con la sorpresa de un rey que, habiendo heredado un poder dictatorial, omnímodo, pactaba con la izquierda que había luchado por la democracia y con la oposición que se había mantenido a la espera y aceptaba devolver la soberanía al pueblo con una monarquía parlamentaria. Pero si el Rey, apoyado por el Ejército, hubiera pretendido otra cosa, la prolongación de la dictadura con algunos retoques de fachada, hubiera podido hacerlo. Y hubiera sido respetado por las potencias mundiales que se justificarían con el argumento de la Guerra Fría. Hubiera sido una locura, pero la lucha contra el comunismo lo justificaba todo en aquel momento.
Este rey no cometió esa locura y contribuyó poderosamente al advenimiento de un sistema democrático. Y en general ha respetado y defendido en ocasiones memorables la Constitución.
Creo que es la primera vez en la Historia de España que un rey está mejor visto por la izquierda que porla derecha. Por eso en España hay muchos más juancarlistas que monárquicos. Hoy por hoy nada indica que el Rey haya dejado de ser una garantía del sistema democrático. En tanto esto sea así, los republicanos, que antes que nada somos demócratas, de izquierda y pensamos que hay que transformar la sociedad, no creemos que la república sea una prioridad política. Como he dicho, la Historia tiene sus caprichos y sus prioridades. Y la prioridad hoy es derrotar democrática-mente a la derecha tradicional, que vuelve a la carga.