Aguas turbulentas - Pilar Eyre

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Aguas turbulentas - Pilar Eyre

Mensaje por Invitado » Lun 06 May, 2024 2:17 pm


Los pies de Letizia.

Gran protagonismo a lo largo de los años de esta parte del cuerpo de la reina.


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Aguas turbulentas - Pilar Eyre

Mensaje por Invitado » Sab 04 May, 2024 10:55 pm


A vuelapluma! Unos sorprendentes Letizia y Felipe en Zaragoza.

Alergias, ausencias, sonrisas y los años pasan para todos (para algunos, más).


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Aguas turbulentas - Pilar Eyre

Mensaje por Invitado » Jue 02 May, 2024 2:03 am


El rey Carlos! Lo último!

Siempre al filo de la noticia

Aguas turbulentas - Pilar Eyre

Mensaje por Invitado » Jue 02 May, 2024 1:39 am



Carmen Cervera acaba de cumplir 81 años sin ningún reconocimiento oficial por habernos entregado la colección privada de pintura más importante del mundo. Es la española más notable de la Historia, después de la emperatriz Eugenia de Montijo, y todavía no le han concedido el anhelado título de marquesa que según me confesó su madre el día de su boda en el increíble castillo de Daylesford: “Los duques de Badajoz le acaban de comunicar como regalo nupcial que ya está en trámite el título, con grandeza de España”.

“La nena se lo merece todo”

Cuando le comenté que sería bonito llamarse marquesa de Sant Feliu de Guíxols, donde tenía su residencia, la encantadora madre puso los ojos en blanco. “Así será, porque la nena se lo merece todo”. Y es cierto. Sus inofensivas locuras de juventud han sido laminadas por su apabullante matrimonio con el multimillonario barón Thyssen. Yo la recuerdo a principios de los 80, cuando el barón y ella eran solo “novios” y atracaban su fabuloso yate en Puerto Banús y comían en Menchu ́s con el grupo más divertido de Marbella, desde Gunilla von Bismarck hasta Marujita Díaz o Mila entonces Santana. Presidiendo la mesa estaba don Juan de Borbón, el padre del rey, apartado de su hijo por oscuras conspiraciones políticas. Don Juan reía de esa forma intermitente que tienen los operados de laringe y cuando acababa la cena –siempre pagaba el barón– Tita le hacía una reverencia, pero él le cogía la mano, se la besaba mirándola fijamente a los ojos y rejuvenecía veinte o treinta años. Fue don Juan el que le pidió a Tita que amparara a su hija Pilar, yugulada por el carísimo tratamiento contra el cáncer linfático que sufría su marido.

La frialdad de la Infanta

Tita convirtió a Luis Gómez- Acebo en intermediario de la operación para traer la colección de arte del barón a España, y fue el sostén de su numerosa familia. Yo vi en la boda en Inglaterra el cariño sincero que le dispensaba Luis, que fue incluso padrino de su hijo Borja, y la fría condescendencia de Pilar, obligada a rendirle una pleitesía que sin embargo Tita, tan sencilla como siempre, nunca le había reclamado. Casada ya con Heini, con la colección en España, Tita consideró que había llegado la hora de formar parte del círculo próximo a los reyes. Fue Luis el que le sugirió que enviara a Zarzuela un buen re- galo. La familia real se puso nerviosa. ¿Qué será? ¿Un coche? ¿Una joya? ¡Las posibilidades eran estratosféricas! Al final fue... un libro. ¡Desilusión total y absoluta! ¡Casi se pudieron oír cerrarse las puertas de palacio en las narices de la pobre Tita!

La admiración del rey

Pero la belleza de una mujer lo borra todo, al menos a los ojos de Juan Carlos. La baronesa tenía todas las cualidades para gustarle: alta, rubia, elegante, vital, alegre... hasta el punto de que empezó a correrse la voz de que Juan Carlos bebía los vientos por ella. Hay una foto de los dos en Mallorca, frente a frente. Ella está en la cumbre de su belleza mediterránea, con un sexy vestido ibicenco semitransparente mientras Juan Carlos va con camisa de rayas, pantalón azul, pulseras y el postizo en la nuca que le colocaba todas las semanas el peluquero Iranzo. Parece un artista de cine. Ambos están como sorprendidos en medio de una conversación íntima. Una amiga de Tita me contó que el rey sentía tanta admiración por ella que “una noche estábamos cenando en Flanigan y ella se levantó para hablar por teléfono en la barra y al pasar al lado de la mesa de la familia real, la mirada que le dirigió Juan Carlos fue tan elocuente que Sofía bajó los ojos al plato con una expresión muy dura... y yo estuve segura de que Tita, a partir de entonces, iba a tener problemas”.

La comidilla de todo Madrid

Y así fue. Desde aquel día la reina le puso la proa. No pudo evitar asistir a la inauguración del Museo Thyssen, pero cuando Tita la invitó a su nueva casa en Madrid, se negó en redondo, dejando solo a su marido. Fue una bofetada pública que se convirtió en la comidilla de todo Madrid. Al final, por mucho que fuera el entusiasmo del rey, pudieron más las presiones familiares y también las otras damas que en ese momento ocupaban su corazón, y aparcó admiración y galanteos, aunque siempre habla muy bien de Tita. No así la reina que, según contó en su momento Sabino Fernández Campo, la llamaba con malevolencia “esa cortesana”. Primero se murió Luis, después el barón y Carmen ni siquiera fue invitada a la boda del príncipe de Asturias, ni al 80 cumpleaños de doña Pilar. Todos saben que hay una consigna no escrita: si la reina va, no se puede invitar a la baronesa. Sofía, según su primera biógrafa Françoise Laot “tiene un puño de hierro en guante de terciopelo y nunca olvida un agravio”.

Una brecha que no se cierra

Tampoco Felipe y Letizia han hecho ningún esfuerzo para acercarse a la baronesa, ni a su hijo. Una brecha que no ha hecho más que agrandarse debido a las frecuentes declaraciones de Tita: “Putin me ha llamado respecto a mi colección, me quiere hacer reina de San Petersburgo...”. Recordemos la gran amistad que tienen Putin y Juan Carlos. También molestan en Casa Real los elogios de Tita al emérito, “tiene que volver”. Todo hace sospechar que Juan Carlos y Carmen Cervera mantienen algún tipo de contacto. ¿Se habrá acordado de felicitarla?

Aguas turbulentas - Pilar Eyre

Mensaje por Invitado » Lun 29 Abr, 2024 8:05 pm


El fabuloso Xavier Cugat. Así lo conocí.

Una vida de leyenda y un final extraordinario.


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Aguas turbulentas - Pilar Eyre

Mensaje por Invitado » Dom 28 Abr, 2024 2:36 am


Comunicado urgente Buckingham Palace. Mi opinión.

Trasparencia... hasta cierto punto.

Aguas turbulentas - Pilar Eyre

Mensaje por Invitado » Dom 28 Abr, 2024 1:46 am

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NO ES POR MALDAD / Pilar Eyre

Letizia cumple a pesar del sufrimiento


La visita de los Reyes a los Países Bajos ha dejado la insólita imagen de Letizia, que tuvo que sentarse durante el besamanos debido al neuroma de Morton que sufre en el pie izquierdo.

Impresionante. Tardará mucho tiempo en borrarse de nuestra retina, si es que se borra, la imagen de la reina Letizia sentada en un taburete durante el besamanos de la recepción oficial en el palacio real de Ámsterdam mientras los reyes de Holanda y el rey de España permanecían de pie, a su lado.

■ ■ ■

Al principio nos costó asimilar qué estaba pasando. Desfilaban los invitados frente a los cuatro reyes, que extendían la mano. Primero Guillermo, de frac y condecoraciones, lo mismo que Felipe. Después el fino brazo de Letizia. Y la última Máxima, espléndida en plateado, brillando como una sirena. Sí, vimos la mano de Letizia, es cierto... pero a ella no. ¿Qué ocurría? ¿Dónde estaba? Hasta que por fin nos ofrecieron un plano frontal de los cuatro monarcas y advertimos que sí, que en efecto Letizia se situaba entre Felipe y Máxima, pero ¡sentada!

¿Cómo? ¿La enérgica, bulliciosa, sociable, simpática Letizia sentada y con expresión doliente tendiendo una mano lánguida como una anciana? Y eso no fue todo, cuando anfitriones e invitados se desplazaron al comedor vimos que Letizia ya estaba aposentada en una silla, de la que no se movió en toda la noche. ¿Cómo la transportaron hasta allí? ¿Qué hecho misterioso acontecía? Y no es porque no hubiéramos visto ciertos síntomas. En el aeropuerto, cuando cogieron el avión que los iba a llevar a los Países Bajos, lo que algunos interpretaron como una agradable conversación entre los monarcas semejaba en realidad un momento tenso en el que Letizia se expresaba ante su marido con grandes aspavientos y Felipe, con cara de hartazgo, se encogía de hombros y optaba al final por ignorar a su mujer y avanzarse hasta abordar el avión. Sabiendo que los estaban grabando, de vez en cuando exhibían unas frías sonrisas que no engañaban a nadie. ¿Estaban hablando quizás del apretado programa que les esperaba en Holanda? ¿De la imposibilidad de realizarlo dadas las molestias en los pies de la reina, ese doloroso neuroma de Morton que todos sabemos ahora qué es? Un viaje oficial es imposible de cancelar ya que hubiera dado pie – nunca mejor dicho– a numerosos rumores, no solo sobre la salud de los monarcas, sino también sobre su estabilidad conyugal. En el aeropuerto con un traje pantalón de ejecutiva con el que hubieran quedado muy bien unos cómodos mocasines, Letizia iba sin embargo con zapatos destalonados de punta estrecha y tacón fino de cinco centímetros.

■ ■ ■

Pocas horas después, el mismo día de su llegada, en la recepción que los reyes ofrecieron a la colonia española, dio la impresión de que volvíamos a la Letizia de los buenos y viejos tiempos, la mujer empoderada y segura de sí misma, con ese magnetismo especial que atrae todas las miradas. Luciendo los hombros con un escote muy sexy, con una falda que era casi una radiografía y con tacones, deslumbró a los presentes. Una amiga que estuvo en la recepción me comenta, "nosotros íbamos bien vestidos, pero sin alardes, y verla fue impactante, era como estar en una alfombra roja ¡qué carisma de estrella! A su lado me sentí ridícula con mi traje chaqueta y mi collar de perlas".

■ ■ ■

Al día siguiente, en la plaza Dam de Ámsterdam, se empezaron a advertir las primeras señales de que algo no iba bien. Para su primer encuentro con Máxima, Letizia escogió en traje verde de tweed y un sombrero peculiar que no le favorecía. Ni siquiera se lo había colocado bien. La sonrisa resplandeciente había desaparecido para ser sustituida por una expresión correcta, algo seria, pero lo atribuimos a la naturaleza del acto. Iba sin medias, la temperatura era de 8 grados, y con zapatos de tacón no muy alto pero destalonados, difíciles de llevar porque no sujetan bien el pie y el tobillo "baila", lo digo por experiencia propia. De pronto se puso a llover de forma torrencial y Letizia sacó la capa de Carolina Herrera que tantas veces hemos visto, que apenas abriga ya que está muy abierta y no tiene mangas. Daba grima ver su dificultad para caminar haciendo equilibrios con los tacones, bolso, paraguas, capa, sobre el suelo mojado, con la humedad subiéndole por las piernas desnudas.

■ ■ ■

Por la noche se celebraba la ceremonia más importante. Los reyes de Holanda recibían a los reyes de España en el palacio real. Supongo que las horas previas fueron las más arduas para Letizia. El dolor agudo de pies, incapacitante, hubiera justificado su baja del evento, pero tal cosa era imposible. Encima, su estilista o ella misma, con un desacierto inexplicable, habían escogido para esa noche unos zapatos de tacón de doce centímetros, más plataforma que dejaban el empeine totalmente vertical. ¿Qué hacer? Es seguro que hubo consultas con Máxima y con los jefes de protocolo y al final se decidió que Letizia se sentara en un taburete para saludar a los invitados mientras su marido y sus anfitriones permanecían de pie. De ahí esa insólita imagen que en pocas horas dio la vuelta al mundo.

Al día siguiente la reina apareció caminando, aunque visiblemente incómoda, con tacones de seis centímetros, muy desaconsejados en su caso. Cuando posaba para las fotos junto a Máxima se movía, levantaba primero un pie, luego otro, y hacía grandes esfuerzos para mantenerse natural, pero era evidente que sentía molestias. Cuando subía escaleras su rictus era de dolo agudo. Para concluir el viaje, los reyes de España ofrecieron una recepción en el moderno y rompedor museo Straat, que expone arte callejero. Es el tipo de escenarios en los que Letizia se siente más a gusto, pero se notaba que en esta ocasión echaba mano de sus últimas fuerzas para atender a sus anfitriones. Lucía un vestido muy bonito sin mangas y con algo de escote, pero muy difícil de llevar, con tacones y de nuevo sin medias, aunque la temperatura había bajado a seis grados. Caminaba lentamente con la con la pequeña comitiva con una sonrisa fija en el rostro y sin apenas intercambiar palabra con sus acompañantes o con los artistas de la muestra, muy lejos de lo que suele hacer cuando acude a algún festival de cine, a la Feria del Libro de Madrid o a Arco. Hasta su marido llegó, en un momento dado, a sostenerla por la cintura porque se la veía agotada, como si llevara en la frente pintada la frase "no puedo más".

■ ■ ■

Todos empatizamos con la reina porque todos hemos tenido que trabajar encontrándonos mal. Pero tener cámaras y miles de ojos analizando al detalle y escudriñando lo más mínimo, multiplica el malestar hasta el infinito. La reina lleva veinte años al pie del cañón, afrontando situaciones complicadas, críticas virulentas, tragedias familiares y problemas conyugales, como todo el mundo. Tiene derecho a ponerse enferma y tiene la obligación de cuidarse y encontrar una solución a su problema. Y si necesita un tiempo de retiro de la vida pública para someterse a cuidados médicos, como han hecho otros miembros de familias reales, Mette-Marit de Noruega o Carlos de Inglaterra sin ir más lejos, todos la aplaudiremos. Que se cuide y aquí estaremos, esperándola.

Aguas turbulentas - Pilar Eyre

Mensaje por Invitado » Dom 28 Abr, 2024 1:36 am

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NO ES POR MALDAD / Pilar Eyre

Letizia cumple a pesar del sufrimiento


La visita de los Reyes a los Países Bajos ha dejado la insólita imagen de Letizia, que tuvo que sentarse durante el besamanos debido al neuroma de Morton que sufre en el pie izquierdo.

Impresionante. Tardará mucho tiempo en borrarse de nuestra retina, si es que se borra, la imagen de la reina Letizia sentada en un taburete durante el besamanos de la recepción oficial en el palacio real de Ámsterdam mientras los reyes de Holanda y el rey de España permanecían de pie, a su lado.

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Al principio nos costó asimilar qué estaba pasando. Desfilaban los invitados frente a los cuatro reyes, que extendían la mano. Primero Guillermo, de frac y condecoraciones, lo mismo que Felipe. Después el fino brazo de Letizia. Y la última Máxima, espléndida en plateado, brillando como una sirena. Sí, vimos la mano de Letizia, es cierto... pero a ella no. ¿Qué ocurría? ¿Dónde estaba? Hasta que por fin nos ofrecieron un plano frontal de los cuatro monarcas y advertimos que sí, que en efecto Letizia se situaba entre Felipe y Máxima, pero ¡sentada!

¿Cómo? ¿La enérgica, bulliciosa, sociable, simpática Letizia sentada y con expresión doliente tendiendo una mano lánguida como una anciana? Y eso no fue todo, cuando anfitriones e invitados se desplazaron al comedor vimos que Letizia ya estaba aposentada en una silla, de la que no se movió en toda la noche. ¿Cómo la transportaron hasta allí? ¿Qué hecho misterioso acontecía? Y no es porque no hubiéramos visto ciertos síntomas. En el aeropuerto, cuando cogieron el avión que los iba a llevar a los Países Bajos, lo que algunos interpretaron como una agradable conversación entre los monarcas semejaba en realidad un momento tenso en el que Letizia se expresaba ante su marido con grandes aspavientos y Felipe, con cara de hartazgo, se encogía de hombros y optaba al final por ignorar a su mujer y avanzarse hasta abordar el avión. Sabiendo que los estaban grabando, de vez en cuando exhibían unas frías sonrisas que no engañaban a nadie. ¿Estaban hablando quizás del apretado programa que les esperaba en Holanda? ¿De la imposibilidad de realizarlo dadas las molestias en los pies de la reina, ese doloroso neuroma de Morton que todos sabemos ahora qué es? Un viaje oficial es imposible de cancelar ya que hubiera dado pie – nunca mejor dicho– a numerosos rumores, no solo sobre la salud de los monarcas, sino también sobre su estabilidad conyugal. En el aeropuerto con un traje pantalón de ejecutiva con el que hubieran quedado muy bien unos cómodos mocasines, Letizia iba sin embargo con zapatos destalonados de punta estrecha y tacón fino de cinco centímetros.

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Pocas horas después, el mismo día de su llegada, en la recepción que los reyes ofrecieron a la colonia española, dio la impresión de que volvíamos a la Letizia de los buenos y viejos tiempos, la mujer empoderada y segura de sí misma, con ese magnetismo especial que atrae todas las miradas. Luciendo los hombros con un escote muy sexy, con una falda que era casi una radiografía y con tacones, deslumbró a los presentes. Una amiga que estuvo en la recepción me comenta, "nosotros íbamos bien vestidos, pero sin alardes, y verla fue impactante, era como estar en una alfombra roja ¡qué carisma de estrella! A su lado me sentí ridícula con mi traje chaqueta y mi collar de perlas".

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Al día siguiente, en la plaza Dam de Ámsterdam, se empezaron a advertir las primeras señales de que algo no iba bien. Para su primer encuentro con Máxima, Letizia escogió en traje verde de tweed y un sombrero peculiar que no le favorecía. Ni siquiera se lo había colocado bien. La sonrisa resplandeciente había desaparecido para ser sustituida por una expresión correcta, algo seria, pero lo atribuimos a la naturaleza del acto. Iba sin medias, la temperatura era de 8 grados, y con zapatos de tacón no muy alto pero destalonados, difíciles de llevar porque no sujetan bien el pie y el tobillo "baila", lo digo por experiencia propia. De pronto se puso a llover de forma torrencial y Letizia sacó la capa de Carolina Herrera que tantas veces hemos visto, que apenas abriga ya que está muy abierta y no tiene mangas. Daba grima ver su dificultad para caminar haciendo equilibrios con los tacones, bolso, paraguas, capa, sobre el suelo mojado, con la humedad subiéndole por las piernas desnudas.

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Por la noche se celebraba la ceremonia más importante. Los reyes de Holanda recibían a los reyes de España en el palacio real. Supongo que las horas previas fueron las más arduas para Letizia. El dolor agudo de pies, incapacitante, hubiera justificado su baja del evento, pero tal cosa era imposible. Encima, su estilista o ella misma, con un desacierto inexplicable, habían escogido para esa noche unos zapatos de tacón de doce centímetros, más plataforma que dejaban el empeine totalmente vertical. ¿Qué hacer? Es seguro que hubo consultas con Máxima y con los jefes de protocolo y al final se decidió que Letizia se sentara en un taburete para saludar a los invitados mientras su marido y sus anfitriones permanecían de pie. De ahí esa insólita imagen que en pocas horas dio la vuelta al mundo.

Al día siguiente la reina apareció caminando, aunque visiblemente incómoda, con tacones de seis centímetros, muy desaconsejados en su caso. Cuando posaba para las fotos junto a Máxima se movía, levantaba primero un pie, luego otro, y hacía grandes esfuerzos para mantenerse natural, pero era evidente que sentía molestias. Cuando subía escaleras su rictus era de dolo agudo. Para concluir el viaje, los reyes de España ofrecieron una recepción en el moderno y rompedor museo Straat, que expone arte callejero. Es el tipo de escenarios en los que Letizia se siente más a gusto, pero se notaba que en esta ocasión echaba mano de sus últimas fuerzas para atender a sus anfitriones. Lucía un vestido muy bonito sin mangas y con algo de escote, pero muy difícil de llevar, con tacones y de nuevo sin medias, aunque la temperatura había bajado a seis grados. Caminaba lentamente con la con la pequeña comitiva con una sonrisa fija en el rostro y sin apenas intercambiar palabra con sus acompañantes o con los artistas de la muestra, muy lejos de lo que suele hacer cuando acude a algún festival de cine, a la Feria del Libro de Madrid o a Arco. Hasta su marido llegó, en un momento dado, a sostenerla por la cintura porque se la veía agotada, como si llevara en la frente pintada la frase "no puedo más".

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Todos empatizamos con la reina porque todos hemos tenido que trabajar encontrándonos mal. Pero tener cámaras y miles de ojos analizando al detalle y escudriñando lo más mínimo, multiplica el malestar hasta el infinito. La reina lleva veinte años al pie del cañón, afrontando situaciones complicadas, críticas virulentas, tragedias familiares y problemas conyugales, como todo el mundo. Tiene derecho a ponerse enferma y tiene la obligación de cuidarse y encontrar una solución a su problema. Y si necesita un tiempo de retiro de la vida pública para someterse a cuidados médicos, como han hecho otros miembros de familias reales, Mette-Marit de Noruega o Carlos de Inglaterra sin ir más lejos, todos la aplaudiremos. Que se cuide y aquí estaremos, esperándola.

Aguas turbulentas - Pilar Eyre

Mensaje por Invitado » Vie 26 Abr, 2024 3:15 pm


La coronación de Juan Carlos: miedo y risas.

Y gracias!


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Aguas turbulentas - Pilar Eyre

Mensaje por Invitado » Lun 22 Abr, 2024 12:39 am

¿Master en Estados Unidos? Yo leí su biografía y en ningún momento aparece que haya cursado un máster en Estados Unidos,

Aguas turbulentas - Pilar Eyre

Mensaje por Invitado » Sab 20 Abr, 2024 4:02 pm


Rosas, besos, libros (y un cameo de doña Sofía)

El día más bonito del año. Sant Jordi, un libro y una rosa (y alguna cosas más).

Aguas turbulentas - Pilar Eyre

Mensaje por Invitado » Sab 20 Abr, 2024 3:04 pm

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NO ES POR MALDAD / Pilar Eyre

Letizia y Máxima, cara a cara


La reciente visita de estado de nuestros reyes a Holanda nos ha permitido ver el encuentro definitivo entre Letizia y Máxima, dos mujeres, una española y la otra argentina, con muchas cosas en común.

1. Las dos son de origen plebeyo. La una nació en Buenos Aires y la otra en Oviedo, con un año de diferencia (1971 y 1972), en el seno de una familia de clase media: el padre de Letizia era periodista y la madre, enfermera. El padre de Máxima fue un alto funcionario durante la dictadura de Videla y su madre ama de casa. Ni los Zorreguieta ni los Ortiz eran personas adineradas.

2. Ambas tienen estudios universitarios. Letizia se licenció en periodismo en la Complutense de Madrid y cursó un máster en periodismo audiovisual, mientras Máxima estudió económicas en la Universidad Católica de Argentina e hizo un máster en Estados Unidos. Sacaban muy buenas notas.

3. Tanto Letizia como Máxima ejercieron su profesión durante durante doce años: Máxima empezó desde abajo, en 1989, en diversas entidades financieras y llegó a ser vicepresidenta de mercados emergentes en una empresa de Nueva York. Cuando se casó, en 2002, trabajaba en el Deutsche Bank de bruselas como economista. Letizia empezó como becaria en Nueva España, ABC y agencia EFE, después en un diario en México, y cuando regresó colaboró en la cadena Bloomberg, en CNN y En Televisión Española, hasta llegar a presentar el principal telediario del país. Este trabajo lo ejerció hasta el mismo día en que se comunicó su compromiso oficial con el príncipe Felipe, el 1 de noviembre de 2003.

4. Letizia como Máxima se llevan cuatro años con sus maridos. Los dos príncipes se enamoraron locamente de ellas y, ante la posible oposición de su familia, ambos dijeron la misma frase "o ella o lo dejo todo".

5. Ninguna de las dos tiene hijos varones y ambas educan a sus hijas, tres Máxima y dos Letizia, en la libertad y el feminismo. La hija mediana de Máxima, Alexia, tiene la misma edad de Leonor y estudió con ella en el internado de Gales.

6. Ambas han sufrido la misma tragedia familiar: el suicidio de una hermana menor. Erika, la hermana de Letizia, se quitó la vida en Madrid en el año 2007, a los 31 años. Fue con pastillas después de sufrir varios episodios de depresión. La misma enfermedad de la hermana de Máxima, Inés, que se ahorcó en su habitación de Buenos Aires a los 33 años, en 2018.

7. Las dos reinas tienen relaciones difíciles con sus suegras: se dice que Máxima nunca ha podido perdonar a la reina Beatriz, hoy princesa de los Países Bajos, el estricto cordón sanitario que impuso a su familia por la relación del padre con el dictador Videla, cuando ella misma se había casado con un alemán que había pertenecido a las juventudes hitlerianas. Y Letizia y Sofía son tan incompatibles como el agua y el aceite.

8. A Letizia y a Máxima les apasiona la moda, aunque ninguna de las dos se caracterizaba antes de casarse por sus estilismos. Pero a partir de sus trajes de novia, de Valentino en el caso de Máxima, de Pertegaz en el de Letizia, todo cambió. Después de unos primeros tiempos titubeantes, en los que Letizia vestía como una monja seglar, se ha ido convirtiendo en un icono internacional y marca tendencia con sus elegantes outfits en todo el mundo. Y Máxima, después de algunos excesos que provocaron bromas, ha encontrado un estilo muy personal tanto en ropa como en complementos y también se ha convertido en la representación del glamour sofisticado y la moda holandesa. Pero...

9 ...Pero a ambas les molesta que se hable solo de sus modelitos cuando las dos reinas realizan un trabajo encomiable y esforzado al servicio de su país. Máxima es una voz reconocida a favor de la inclusión financiera de las pequeñas empresas de Holanda y también del Tercer Mundo, ha sido nombrada embajadora especial del desarrollo inclusivo por la ONU y da conferencias en los foros económicos más reputados. La lucha de Letizia es otra: dar a conocer colectivos más marginados, como las mujeres víctimas de la trata o las emigrantes, que sin ella no tendrían visivilidad, o luchar para que las "enfermedades raras" tengan interés para la industria farmacológica gracias a su presencia. Ambas han aprovechado sus facultades para defender sus causas. Máxima sus conocimientos financieros y Letizia su capacidad para comunicar y conmover.

10. Las dos mujeres han querido combatir el paso del tiempo con diversos retoques estéticos que han mejorado su apariencia, como personas públicas que son. Letizia se ha sometido a una rinoplastia, según dicen a una reducción mandibular e inyecciones de bótox y ácido hialurónico que han suprimido sus arrugas y resaltado sus pómulos. También, al parecer, ya en su época televisiva se operó el pecho. Máxima, por su parte, se somete a un tratamiento a base de plasma, ácido hialurónico y bótox, así como aumento de pómulos y labios y un estricto régimen a base de proteínas para adelgazar. Las dos están muy guapas, aunque hay que reconocer que Máxima tiene un aspecto más natural que Letizia, aunque esta última luce un tipo más esbelto y trabajado.

11. Ambas han recibido críticas despiadadas: son tachadas de ambiciosas y derrochonas, y han corrido rumores sobre su pasado y sobre sus desavenencias con el marido. Se ha tildado a Guillermo de alcohólico y a Felipe de débil, y se ha acusado tanto a Máxima como a Letizia de dominarlos y ser ellas las que toman todas las decisiones, tanto de la intimidad familiar como en su función de reyes.

12. Y, por último, y no menos importante, las dos reinas hablan la misma lengua.

Aguas turbulentas - Pilar Eyre

Mensaje por Invitado » Jue 18 Abr, 2024 1:42 am


Máxima versus Letizia. Uno a cero.

Los reyes en Holanda. Anatomía de un viaje. Desde su "discusión" en el aeropuerto hasta el frente a frente Letizia Máxima, pasando por el vestido estrella de la pantalla de la recepción a la colonia española.






Pilar Eyre: "Cuando Letizia sale de España se agarra del brazo de Felipe y ya no le deja"

La periodista Pilar Eyre nos trae la última hora de la visita oficial de los reyes de España a los Países Bajos. Además, repasa las doce coincidencias de Letizia y Máxima, la actual reina consorte de Países Bajos.

Aguas turbulentas - Pilar Eyre

Mensaje por Invitado » Dom 14 Abr, 2024 9:38 pm


Camilo José Cela loco de amor a los 70 años.

El Premio Nobel rompió su sólido matrimonio de 44 años por una periodista joven y guapa llamada Marina. Una crónica de amor y desamor que ocupó centenares de páginas en la prensa. de los años noventa.


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Aguas turbulentas - Pilar Eyre

Mensaje por Invitado » Dom 14 Abr, 2024 1:32 am

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NO ES POR MALDAD / Pilar Eyre

La boda real del alcalde de Madrid


El Rey Emérito acudió con sus hijas, pero la reina Sofía no fue a la iglesia y solo asistió al banquete porque se lo pidió su hijo.

Resistencia. A la vista de la foto del ala díscola de la familia real en la boda del alcalde Almeida, la palabra que se me viene a la cabeza es esta: resistencia. En la puerta del templo de San Francisco Borja de Madrid posaron con amplias sonrisas de triunfo y complacencia, rodeados del respeto y la deferencia de sus iguales, las cinco personas seguramente más vilipendiadas de este país. Los denostados que han ocupado portadas, titulares, artículos de fondo en las páginas salmón, en las rosas y en las de sucesos de toda la presa internacional. Con medios para llevar una vida privada y anónima, han preferido estar ahí, los cinco, con la cabeza muy alta. Empezando por la izquierda, al lado de su padre, la infanta Cristina. Después de su divorcio, poco a poco ha ido apareciendo en ceremonias semioficiales y el pasado sábado era, según opinión unánime, la más elegante, mejor peinada y sonriente de la boda.

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En la foto, al otro lado de su padre, está la infanta Elena. Aunque investigada por anticorrupción por el uso ilegal de tarjetas black para comprar un caballo para su hija, no ha sido imputada nunca, pero también fue apartada de Zarzuela a la par que su hermana para hacer lo que en Catalunya se llama “la torna”, que era ese pedazo de pan adicional que se añadía a la barra para completar el peso. Aunque adusta por naturaleza, el día de la boda se la vio feliz aceptando con perfecta naturalidad la reverencia hasta el suelo que le dedicaban ancianas que podrían ser sus abuelas. A su lado su hijo Felipe, conocido por la prensa como Froilán. Con razón o sin ella, pocos adolescentes conocemos que se hayan metido en más líos que él, desde dar patadas en la boda de su tío, hasta el tiro en el pie que se pegó a los 13 años, o su presencia poco antes de su “exilio” en Abu Dabi en una pelea a navajazos, lo que lo obligará a acudir como testigo al juicio correspondiente. Mal afeitado, con ojeras, dicharachero y amigo de la fiesta, en la boda se sentía en su salsa. Detrás de él se veía la larga figura de su hermana Victoria Federica, una contradicción ambulante: es influencer, pero ahuyenta a los medios de comunicación (y supongo que a los presuntos influenciados) con su frialdad y antipatía. A su lado, tratando de ocultarse detrás de su madre, la infanta Cristina, estaba Juan, su tímido hijo mayor. Un chico del que apenas sabemos nada, aparte de que es el que más ha sufrido con las dificultades por las que ha pasado la familia. A pesar de que ya lo hemos visto acompañando a su madre en algún evento, se le nota fuera de lugar e incómodo. No intercambió palabra con nadie, ni siquiera con sus primos.

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Y en medio del grupo, el Rey Sol, alrededor del cual gravitan los planetas. Juan Carlos. El apestado, el corrupto, el mujeriego, que todas estas cosas le han llamado, miraba triunfante a los fotógrafos y al público que lo vitoreaba en la puerta de la iglesia, viva el rey, viva Juan Carlos, viva España. Su hijo se desentendió de él y sus irregularidades financieras en tres comunicados sucesivos y vive en el exilio desde 2020. Pero cuando se dirigía al lugar principal de la boda, en el primer banco de la iglesia. las mujeres casi se arrodillaban a su paso y los hombres bajaban la cabeza como si estuvieran en la corte de Versalles. Cuando sonó el himno nacional, todas las miradas se volvieron hacia él, que bajó modestamente los ojos mientras se llevaba la mano al pecho. Sofía no fue a la iglesia porque su hijo se lo pidió, pero sí acudió al banquete. Aunque no simpatiza con la sociedad madrileña, que siempre se ha puesto al lado de Juan Carlos en las desavenencias conyugales, no quiso que la gente creyera que ella no ama a sus hijas tanto como su marido. Con esta foto ha culminado el blanqueo de esa parte de la familia real, consiguiendo que los cronistas digan con pasmosa naturalidad "a la boda asistieron los reyes", como si Felipe y Letizia no existieran. Pero ¿con quién se van a sentir más identificados los españoles? ¿Con los cinco de la foto o con la pareja que se esfuerza en encarnar una monarquía del siglo XXI lejos del boato de la corte borbónica? Juan Carlos se fue pronto del banquete, pero daba igual, porque ya había conseguido su propósito: que se supiera que, pasara lo que pasase, ellos siguen estando aquí. Como dice el historiador Javier Borrás, los borbones, vivos o muertos, siempre vuelven a España.

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