Mensaje por Invitado » Dom 25 Feb, 2024 2:26 am
Fue la protagonista de la mejor época de Marbella hasta que decidió divorciarse de Alfonso de Hohenlohe. A partir de entonces, llegaron algunos reveses que afrontó con ganas de vivirIRA DE FÜRSTENBERG
LA VIDA AL FILO DE LA PRINCESA QUE HIZO LO QUE LE DABA LA GANA
La aristócrata murió el lunes y con ella nos deja una época gloriosa de cisnes en lugar de petardas. Por su primer marido Alfonso de Hohenlohe fue la reina de la mejor época de Marbella. Luego sufrió con otros amores y con la muerte de su hijo Kiko en Tailandia.
MARÍA EUGENIA YAGÜECON LA MUERTE DE IRA von Fürstenberg desaparece un personaje único, quizá el último de un mundo que, como ella decía, ya no existe. Hija de un príncipe alemán y de Clara Agnelli, los italianos propietarios de la Fiat, su vida fue el triunfo de la libertad, la rebeldía y la belleza.
Hace menos de una semana, la princesa alemana almorzaba en la casa de su amiga María Luisa Gaetani en Roma y se permitía una tarta de postre, como muestra la foto publicada en el Instagram de la anfitriona. Ira se había pasado la vida buscando su peso ideal en las clínicas más famosas de adelgazamiento del mundo, entre ellas el Sha Wellness, cerca de la localidad valenciana de Altea. Últimamente parecía haberlo conseguido, después de una intervención quirúrgica para extraer un gran quiste benigno en el estómago. Delgadísima, el pelo muy rubio, Ira se preparaba para celebrar en abril su 84 cumpleaños en mejor forma que nunca.
MOMENTOS DE INTIMIDAD
Una foto que Hubertus de Hohenlohe tomó de su madre Ira de Fürtenberg mientras se estaba arreglando antes de una fiesta.
CON GUNILLA Y EL CONDE RUDI
Ira de Fürtenberg junto con Gunilla Von Bismarck y el conde Rudi, dos de los rostros más populares de aquellos inolvidables veranos en Marbella.
Una absurda caída doméstica en su piso de Roma truncó su vida y sus planes, que tenía muchos, siempre inquieta y activa. A pesar de los viajes y estancias en sus mansiones por distintos países, ella siempre volvía a Roma, donde había nacido y donde estaban sus mejores amigos. Antes de pandemia decidió comprar una casa en Madrid. Le habían dicho que era la capital más animada de Europa, con un ambiente cultural y social únicos. No quería perderse esa nueva edición de la Movida y compró el palacete que había pertenecido al decorador Duarte Pinto Coelho en la calle Don Pedro, corazón del castizo barrio de los Austrias.
François, un decorador amigo, y el buen gusto de Ira, lograron un resultado espectacular. Sin embargo, al finalizar la obra, la princesa se encontró con un Madrid al que le costaba recuperarse de los estragos del covid y se quejaba también del griterío de los niños de un colegio vecino. Pero celebró su 82 cumpleaños en su casa de Madrid, donde organizaba almuerzos para amigos españoles, entre ellos Manuel Colonques, presidente de Porcelanosa. Ira fue quien puso en contacto al empresario con Carlos de Inglaterra, que abrió las puertas del palacio de Buckingham a la firma valenciana.
En su última fiesta en Madrid Ira organizó una cena en los jardines del palacio de Liria para unos 60 invitados. Llegaron amigos de distintos puntos de Europa, India y Emiratos Árabes y allí estaban su hijo Hubertus, su nuera Simona Gandolfi, la infanta Elena, Isabel Preysler, Tomás Terry, Beatrice de Orleans, Carmen Martínez-Bordiú, el gaditano Ignacio Casas de Ciria -acompañante de la princesa en muchos actos sociales-, Miriam Lapique, viuda de Alfonso Cortina, Jaime de Marichalar, sentado lejos de su ex mujer, Elena Cué y Alberto Cortina y Alfonso Diez. Al día siguiente dio un cóctel más reducido en su casa de Madrid para otro grupo de amigos.
Ira se fue sin cumplir uno de sus sueños, hacer la última película de su irregular carrera cinematográfica. “Para mí, trabajar con Almodóvar sería lo más”, confesaba a LOC en su última entrevista en nuestro país, donde hablamos de su vida apasionante y apasionada.
En su infancia fue testigo de la fuga de su madre, Clara Agnelli, con el amante de turno, aunque su marido Tassilo von Fürstenberg, consiguió que los detuvieran en el aeropuerto. A pesar del monumental escándalo, el matrimonio siguió recibiendo en sus salones como si no hubiera pasado nada. Algo así ocurrió pocos años después con ella misma.
A los 14 años, la bellísima adolescente conoció a Alfonso de Hohenlohe, 11 años mayor, otro príncipe de origen austrohúngaro cuya familia se había exiliado en España, huyendo primero de los nazis y de los comunistas después. Era un emprendedor muy activo que empezaba a vislumbrar las posibilidades de Marbella, un pequeño pueblo de pescadores en la Costa del Sol, del que hablaba maravillas un pariente suyo, Ricardo Soriano, marqués de Yvanrey. Hohenlohe estaba volcado entonces en introducir la marca Volkswagen en México, pero compartió el entusiasmo de su tío por aquel enclave singular.
“Nos conocimos en una fiesta –recordaba Ira– y enseguida me propuso matrimonio, pero esperamos un año más. Las chicas se casaban jóvenes en aquella época, si no, te quedabas encerrada en casa”. En 1955 su boda en Venecia duró tres días y la prensa de todo el mundo publicó crónicas de aquel fastuoso acontecimiento social.
El nacimiento de dos hijos, Christopher –Kiko– y Hubertus, no salvó el matrimonio, que vivía entre México y su nueva residencia en Marbella, trasformada por Hohenlohe en un destino idílico, al que había atraído a toda la nobleza europea amiga de la familia. Como los Von Bismarck, Rothschild, el conde Rudolf Graf von Schönburg, con el que Hohenlohe puso en marcha el legendario Marbella Club.
Rudi, ahora con 92 años, sigue viviendo en Marbella, está casado con la princesa María Luisa de Prusia, prima hermana de la Reina Sofía y de Ernesto de Hannover. A esa reducida élite de personajes con fortuna y buen gusto se fueron añadiendo familias españolas de las finanzas y la aristocracia, de Cayetana Alba al banquero Ignacio Coca, Pitita Ridruejo o Abelló. Y visitantes ocasionales como Onassis o su gran rival Niarchos, Liz Taylor, la princesa Margarita de Inglaterra, Brigitte Bardot, Sean Connery, Audrey Hepburn...
Recordaba Ira aquel ambiente glamuroso y fascinante y el giro que Marbella dio después. “Se ve mucha vida y mucho dinero que traen árabes y rusos pero no es la que yo conocí. Puerto Banús era divino y ahora se ha puesto horrible, cateto. Todo cambia. Por eso cuando voy a Málaga prefiero quedarme en
Las Monjas , la finca de Ronda en la que Alfonso cultivaba un gran vino y donde pasé parte de la pandemia, aunque hizo mal tiempo y no se podía hacer nada. Me encanta el campo español, andaluz, fuerte, recibir allí a mis amigos. Pero finalmente siempre vuelvo a Roma, donde salgo todos los días“.
Con poco más de 20 años, dos hijos y ansia de la libertad que pensó encontrar en el matrimonio, Ira se aburría sola con sus hijos mientras su marido se iba de caza o trabajaba promocionando el Marbella Club. Y como ocurrió con su madre años antes, la princesa dejó a su marido para irse con el
play boy italo-brasileño Baby Pignatari, al que consideró siempre el hombre de su vida, con el que estuvo casada tres años. Hohenlohe hizo todo lo posible para que los niños no estuvieran con su madre y estropearle el romance a la que había sido su esposa.
En esa vida de mujer independiente, viajera, ilusionada por conocer sitios y experiencias nuevas, se dedicó a toda clase de actividades que le divertían, desde relaciones públicas de un hotel cercano al Arco de Triunfo donde vivía cuando estaba en París, a colaborar con Valentino o su amigo Karl Lagerfeld.
Ira von Fürstenberg en su casa de Roma, Villa Trevise, en 1966.PASIÓN POR EL CINE El cine fue su asignatura apasionante pero incompleta, iniciada a propuesta del productor Dino de Laurentiis, casado con la actriz Silvana Mangano, al que conoció en un avión. Ira lo intentó en sus 20 películas pero nunca llegó a ser una buena actriz, a pesar de estar dirigida por nombres consagrados como Franco Zefirelli. Participó incluso en
No desearás al vecino del quinto, con Alfredo Landa, la película más taquillera del cine español del destape.
“No hice carrera en el cine, mala suerte. Es una parte de mi vida, que me ha dejado un poco desencantada. Es muy difícil, es un mundo especial pero siempre interesante”, recordaba Ira en su entrevista a LOC.
Nacida y educada en un mundo de cultura, arte y belleza, encontró en la creación de joyas y piezas decorativas una actividad nueva que la llevó a exponer esos “objetos únicos“ que vendía en salones exclusivos de todo el mundo. “Pretendo crear cosas bonitas, diferentes, especiales, que nadie tiene en un momento en que todo es masa, mil cosas iguales. Yo hago todo lo contrario, piezas exclusivas”, explicaba orgullosa.
A sus 80 años se declaraba mujer con muchos amigos que no echaba de menos un hombre. Recordaba su relación de cuatro años con Roberto Federici, el arquitecto italiano que vivió un romance apasionado con Carmen Martínez-Bordiú. “Carmen es muy simpática y Roberto era un tipo muy atractivo, muy macho, muy hombre, pero no era fácil, tenía un carácter muy particular, imponía sus ideas por encima de todo”.
En cuanto a su amistad con Rainiero de Mónaco, ya viudo de Grace Kelly, pudo haber terminado en algo más serio, reconocía Ira en nuestra conversación, “pero me vetó Carolina. Yo no le gustaba, así que no pasó. Rainiero era simpático y muy agradable, tenía mucho sentido del humor y muy sutil. Era francés y mí me gustan los franceses, respetan a las mujeres”, desveló
La extraña muerte en un hospital de Tailandia de su hijo Kiko en 2006, a los 49 años, después de haber sido encarcelado acusado de manipular su visado, ya caducado, fue un golpe muy duro para Ira. Con este hijo disfrutaba de sus viajes, la acompañaba a las fiestas, tenía el mismo carácter de su madre, simpático, jovial y muy internacional, como Ira. Con el otro, Hubertus, gran fotógrafo, músico, deportista y más apegado a Marbella, como su padre, la relación había mejorado últimamente.
El hijo menor llevó mal desde niño la huída de su madre con Pignatari, pero les encantaba compartir tiempo juntos en la finca de Ronda. A Ira no le entusiasmaba Simona Gandolfi, la esposa de su hijo, pero acabó aceptando que era la mujer de su vida.
Hubertus es ahora el heredero de la enorme fortuna que Ira recibió al fallecer Clara Agnelli, su madre, pero nada llenará el vacío que deja esta mujer irrepetible.
EL MUNDO / SÁBADO 24 DE FEBRERO DE 2024
[img]https://i.imgur.com/11yv4gX.jpeg[/img]
[font=Georgia]Fue la protagonista de la mejor época de Marbella hasta que decidió divorciarse de Alfonso de Hohenlohe. A partir de entonces, llegaron algunos reveses que afrontó con ganas de vivir[/font]
[font=Georgia][size=180][color=#ff151e]IRA DE FÜRSTENBERG[/color] [/size]
[size=200]LA VIDA AL FILO DE LA PRINCESA QUE HIZO LO QUE LE DABA LA GANA[/size]
[size=130]La aristócrata murió el lunes y con ella nos deja una época gloriosa de cisnes en lugar de petardas. Por su primer marido Alfonso de Hohenlohe fue la reina de la mejor época de Marbella. Luego sufrió con otros amores y con la muerte de su hijo Kiko en Tailandia.[/size]
MARÍA EUGENIA YAGÜE[/font]
[font=Georgia][color=#ff151e][size=70][s]C[/s][/size][/color][/font]ON LA MUERTE DE IRA von Fürstenberg desaparece un personaje único, quizá el último de un mundo que, como ella decía, ya no existe. Hija de un príncipe alemán y de Clara Agnelli, los italianos propietarios de la Fiat, su vida fue el triunfo de la libertad, la rebeldía y la belleza.
Hace menos de una semana, la princesa alemana almorzaba en la casa de su amiga María Luisa Gaetani en Roma y se permitía una tarta de postre, como muestra la foto publicada en el Instagram de la anfitriona. Ira se había pasado la vida buscando su peso ideal en las clínicas más famosas de adelgazamiento del mundo, entre ellas el Sha Wellness, cerca de la localidad valenciana de Altea. Últimamente parecía haberlo conseguido, después de una intervención quirúrgica para extraer un gran quiste benigno en el estómago. Delgadísima, el pelo muy rubio, Ira se preparaba para celebrar en abril su 84 cumpleaños en mejor forma que nunca.
[cajai=30][img]https://i.imgur.com/VtHXBsL.jpeg[/img]
[font=Georgia][color=#ff151e][b]MOMENTOS DE INTIMIDAD [/b][/color][/font]
Una foto que Hubertus de Hohenlohe tomó de su madre Ira de Fürtenberg mientras se estaba arreglando antes de una fiesta.
[img]https://i.imgur.com/lMKgTuP.jpeg[/img]
[font=Georgia][color=#ff151e][b]CON GUNILLA Y EL CONDE RUDI[/b][/color][/font]
Ira de Fürtenberg junto con Gunilla Von Bismarck y el conde Rudi, dos de los rostros más populares de aquellos inolvidables veranos en Marbella.[/cajai]Una absurda caída doméstica en su piso de Roma truncó su vida y sus planes, que tenía muchos, siempre inquieta y activa. A pesar de los viajes y estancias en sus mansiones por distintos países, ella siempre volvía a Roma, donde había nacido y donde estaban sus mejores amigos. Antes de pandemia decidió comprar una casa en Madrid. Le habían dicho que era la capital más animada de Europa, con un ambiente cultural y social únicos. No quería perderse esa nueva edición de la Movida y compró el palacete que había pertenecido al decorador Duarte Pinto Coelho en la calle Don Pedro, corazón del castizo barrio de los Austrias.
François, un decorador amigo, y el buen gusto de Ira, lograron un resultado espectacular. Sin embargo, al finalizar la obra, la princesa se encontró con un Madrid al que le costaba recuperarse de los estragos del covid y se quejaba también del griterío de los niños de un colegio vecino. Pero celebró su 82 cumpleaños en su casa de Madrid, donde organizaba almuerzos para amigos españoles, entre ellos Manuel Colonques, presidente de Porcelanosa. Ira fue quien puso en contacto al empresario con Carlos de Inglaterra, que abrió las puertas del palacio de Buckingham a la firma valenciana.
En su última fiesta en Madrid Ira organizó una cena en los jardines del palacio de Liria para unos 60 invitados. Llegaron amigos de distintos puntos de Europa, India y Emiratos Árabes y allí estaban su hijo Hubertus, su nuera Simona Gandolfi, la infanta Elena, Isabel Preysler, Tomás Terry, Beatrice de Orleans, Carmen Martínez-Bordiú, el gaditano Ignacio Casas de Ciria -acompañante de la princesa en muchos actos sociales-, Miriam Lapique, viuda de Alfonso Cortina, Jaime de Marichalar, sentado lejos de su ex mujer, Elena Cué y Alberto Cortina y Alfonso Diez. Al día siguiente dio un cóctel más reducido en su casa de Madrid para otro grupo de amigos.
Ira se fue sin cumplir uno de sus sueños, hacer la última película de su irregular carrera cinematográfica. “Para mí, trabajar con Almodóvar sería lo más”, confesaba a LOC en su última entrevista en nuestro país, donde hablamos de su vida apasionante y apasionada.
En su infancia fue testigo de la fuga de su madre, Clara Agnelli, con el amante de turno, aunque su marido Tassilo von Fürstenberg, consiguió que los detuvieran en el aeropuerto. A pesar del monumental escándalo, el matrimonio siguió recibiendo en sus salones como si no hubiera pasado nada. Algo así ocurrió pocos años después con ella misma.
A los 14 años, la bellísima adolescente conoció a Alfonso de Hohenlohe, 11 años mayor, otro príncipe de origen austrohúngaro cuya familia se había exiliado en España, huyendo primero de los nazis y de los comunistas después. Era un emprendedor muy activo que empezaba a vislumbrar las posibilidades de Marbella, un pequeño pueblo de pescadores en la Costa del Sol, del que hablaba maravillas un pariente suyo, Ricardo Soriano, marqués de Yvanrey. Hohenlohe estaba volcado entonces en introducir la marca Volkswagen en México, pero compartió el entusiasmo de su tío por aquel enclave singular.
“Nos conocimos en una fiesta –recordaba Ira– y enseguida me propuso matrimonio, pero esperamos un año más. Las chicas se casaban jóvenes en aquella época, si no, te quedabas encerrada en casa”. En 1955 su boda en Venecia duró tres días y la prensa de todo el mundo publicó crónicas de aquel fastuoso acontecimiento social.
El nacimiento de dos hijos, Christopher –Kiko– y Hubertus, no salvó el matrimonio, que vivía entre México y su nueva residencia en Marbella, trasformada por Hohenlohe en un destino idílico, al que había atraído a toda la nobleza europea amiga de la familia. Como los Von Bismarck, Rothschild, el conde Rudolf Graf von Schönburg, con el que Hohenlohe puso en marcha el legendario Marbella Club. [i]Rudi[/i], ahora con 92 años, sigue viviendo en Marbella, está casado con la princesa María Luisa de Prusia, prima hermana de la Reina Sofía y de Ernesto de Hannover. A esa reducida élite de personajes con fortuna y buen gusto se fueron añadiendo familias españolas de las finanzas y la aristocracia, de Cayetana Alba al banquero Ignacio Coca, Pitita Ridruejo o Abelló. Y visitantes ocasionales como Onassis o su gran rival Niarchos, Liz Taylor, la princesa Margarita de Inglaterra, Brigitte Bardot, Sean Connery, Audrey Hepburn...
Recordaba Ira aquel ambiente glamuroso y fascinante y el giro que Marbella dio después. “Se ve mucha vida y mucho dinero que traen árabes y rusos pero no es la que yo conocí. Puerto Banús era divino y ahora se ha puesto horrible, cateto. Todo cambia. Por eso cuando voy a Málaga prefiero quedarme en [i]Las Monjas[/i] , la finca de Ronda en la que Alfonso cultivaba un gran vino y donde pasé parte de la pandemia, aunque hizo mal tiempo y no se podía hacer nada. Me encanta el campo español, andaluz, fuerte, recibir allí a mis amigos. Pero finalmente siempre vuelvo a Roma, donde salgo todos los días“.
Con poco más de 20 años, dos hijos y ansia de la libertad que pensó encontrar en el matrimonio, Ira se aburría sola con sus hijos mientras su marido se iba de caza o trabajaba promocionando el Marbella Club. Y como ocurrió con su madre años antes, la princesa dejó a su marido para irse con el [i]play boy[/i] italo-brasileño Baby Pignatari, al que consideró siempre el hombre de su vida, con el que estuvo casada tres años. Hohenlohe hizo todo lo posible para que los niños no estuvieran con su madre y estropearle el romance a la que había sido su esposa.
En esa vida de mujer independiente, viajera, ilusionada por conocer sitios y experiencias nuevas, se dedicó a toda clase de actividades que le divertían, desde relaciones públicas de un hotel cercano al Arco de Triunfo donde vivía cuando estaba en París, a colaborar con Valentino o su amigo Karl Lagerfeld.
[img]https://i.imgur.com/ne5WKer.jpeg[/img]
[f]Ira von Fürstenberg en su casa de Roma, Villa Trevise, en 1966.[/f]
[font=Georgia][size=130][color=#ff151e]PASIÓN POR EL CINE[/color] [/size][/font]
El cine fue su asignatura apasionante pero incompleta, iniciada a propuesta del productor Dino de Laurentiis, casado con la actriz Silvana Mangano, al que conoció en un avión. Ira lo intentó en sus 20 películas pero nunca llegó a ser una buena actriz, a pesar de estar dirigida por nombres consagrados como Franco Zefirelli. Participó incluso en [i]No desearás al vecino del quinto[/i], con Alfredo Landa, la película más taquillera del cine español del destape.
“No hice carrera en el cine, mala suerte. Es una parte de mi vida, que me ha dejado un poco desencantada. Es muy difícil, es un mundo especial pero siempre interesante”, recordaba Ira en su entrevista a LOC.
Nacida y educada en un mundo de cultura, arte y belleza, encontró en la creación de joyas y piezas decorativas una actividad nueva que la llevó a exponer esos “objetos únicos“ que vendía en salones exclusivos de todo el mundo. “Pretendo crear cosas bonitas, diferentes, especiales, que nadie tiene en un momento en que todo es masa, mil cosas iguales. Yo hago todo lo contrario, piezas exclusivas”, explicaba orgullosa.
A sus 80 años se declaraba mujer con muchos amigos que no echaba de menos un hombre. Recordaba su relación de cuatro años con Roberto Federici, el arquitecto italiano que vivió un romance apasionado con Carmen Martínez-Bordiú. “Carmen es muy simpática y Roberto era un tipo muy atractivo, muy macho, muy hombre, pero no era fácil, tenía un carácter muy particular, imponía sus ideas por encima de todo”.
En cuanto a su amistad con Rainiero de Mónaco, ya viudo de Grace Kelly, pudo haber terminado en algo más serio, reconocía Ira en nuestra conversación, “pero me vetó Carolina. Yo no le gustaba, así que no pasó. Rainiero era simpático y muy agradable, tenía mucho sentido del humor y muy sutil. Era francés y mí me gustan los franceses, respetan a las mujeres”, desveló
La extraña muerte en un hospital de Tailandia de su hijo Kiko en 2006, a los 49 años, después de haber sido encarcelado acusado de manipular su visado, ya caducado, fue un golpe muy duro para Ira. Con este hijo disfrutaba de sus viajes, la acompañaba a las fiestas, tenía el mismo carácter de su madre, simpático, jovial y muy internacional, como Ira. Con el otro, Hubertus, gran fotógrafo, músico, deportista y más apegado a Marbella, como su padre, la relación había mejorado últimamente.
El hijo menor llevó mal desde niño la huída de su madre con Pignatari, pero les encantaba compartir tiempo juntos en la finca de Ronda. A Ira no le entusiasmaba Simona Gandolfi, la esposa de su hijo, pero acabó aceptando que era la mujer de su vida.
Hubertus es ahora el heredero de la enorme fortuna que Ira recibió al fallecer Clara Agnelli, su madre, pero nada llenará el vacío que deja esta mujer irrepetible.
[center][color=#777777][size=85][i]EL MUNDO / SÁBADO 24 DE FEBRERO DE 2024[/i][/size][/color][/center]