Mensaje por sinquesirva deprecedente » Mar 05 Ago, 2008 9:50 am
Las niñas Sofía y Leonor serán un día gemelasMatías Vallés - 05/08/2008
No sólo son hermosas mientras son mostradas por sus familiares en Mallorca, sino que además están en la edad en que no queda otro remedio, pues andan o gatean ambas por debajo de los cinco años de edad. El tiempo hará su trabajo y tenderá a asimilarlas, por lo que Sofía y Leonor de Borbón Ortiz parecerán un día gemelas. En ese momento, surgirá un apasionante conflicto sucesorio. Enumerar a Sofía y Leonor por este orden equivale ya a un crimen de Estado, con la genealogía no se juega. Se dice Leonor y Sofía, dos hermanas separadas por una corona, una desigualdad de nacimiento que ningún esfuerzo meritocrático acertará a corregir. En la primogénita, la cuna es un trampolín hacia el trono. En la segundogénita, la cuna culmina una carrera principesca sin horizonte. Felipe y Letizia han dosificado con profesionalidad las migajas a los fotógrafos, con una semana continua de portadas conforme sale a escena el elenco completo de la Familia Real. El colofón, Constantino.
La principal discriminación en la sucesión a la corona no está ligada al sexo, sino que tiene que ver con el orden de nacimiento. Se pregona hace años el consenso de un cambio constitucional, que entregue el trono "indistintamente al hijo o hija primogénito de Letizia Ortiz". Los dóciles sonreirán seráficos, pese a que ese apaño mantendrá la vigencia del mayor agravio comparativo, el que consagra la primogenitura. ¿O todavía queda alguien que sostenga que Felipe de Borbón es el heredero por su condición de varón? Imaginemos que la niña Sofía cuaja en una mujer prodigiosa, en tanto que su gemela la niña Leonor termina por parecerse al resto de nosotros. Ante tal hipótesis, quién será el encargado de explicarle su postergamiento a la segundona.
Sí, admitamos que se puede ser muy feliz sin reinar, sobre todo si no tienes ninguna posibilidad de hacerlo. A la vista de las dos niñas en Palma, son tan parecidas que su identidad tendrá visos de competición, habría que vestirlas por lo menos con estilos antagónicos. Cegados por la abrumadora sima entre géneros, los ciudadanos olvidan el abismo que origina la herencia regia en cada uno de ellos. El desinterés olímpico que mostró el abuelo por Sofía tras su nacimiento –estaba probablemente cazando con el kazajo Nazarbayev, el presidente vitalicio a quien mimó en Mallorca durante la pasada semana hasta extremos enternecedores–, como si la neonata se apellidara solamente Ortiz, era un primer síntoma del drama que le acechaba. Confiemos en que nunca se alcance el tremendismo del Reino Unido, donde enviaron al segundón a la guerra de Irak para multiplicar las probabilidades de que Al Qaeda evitara un conflicto sucesorio.
También se puede depositar la confianza en que las dos princesas acaben siendo tan distintas físicamente –al fin y al cabo, su vida será su imagen– como las hijas de los reyes de Suecia. Si siguen convergiendo en la senda de asimilación que muestran en Mallorca, los españoles tendremos otro motivo de discusión. Al fin y al cabo, esa inducción a la confusión ya existe entre los niños Urdangarín. En este siglo televisado, una segundona no reinante está condenada a hundirse en el sobrepeso, o a participar en 'La selva de los famosos' junto a los familiares de folklóricas. Si es brillante, recibirá la acusación de pretenciosa y de codiciar el trono. Si es mate, se cebarán en sus carencias como justificación de la primogenitura. Si acaban siendo idénticas, podrán turnarse. Leonor fue una reina sin papeles –amenazada todavía hoy por el nacimiento de un hermano varón-. Sofía, ni eso. Letizia escogió la única profesión en que la maternidad mejora las expectativas laborales de la mujer, pero hay que reformar constitucionalmente una primogenitura que no es garantía de nada. Y debería saber de qué estoy hablando.
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Matías Vallés - 05/08/2008
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No sólo son hermosas mientras son mostradas por sus familiares en Mallorca, sino que además están en la edad en que no queda otro remedio, pues andan o gatean ambas por debajo de los cinco años de edad. El tiempo hará su trabajo y tenderá a asimilarlas, por lo que Sofía y Leonor de Borbón Ortiz parecerán un día gemelas. En ese momento, surgirá un apasionante conflicto sucesorio. Enumerar a Sofía y Leonor por este orden equivale ya a un crimen de Estado, con la genealogía no se juega. Se dice Leonor y Sofía, dos hermanas separadas por una corona, una desigualdad de nacimiento que ningún esfuerzo meritocrático acertará a corregir. En la primogénita, la cuna es un trampolín hacia el trono. En la segundogénita, la cuna culmina una carrera principesca sin horizonte. Felipe y Letizia han dosificado con profesionalidad las migajas a los fotógrafos, con una semana continua de portadas conforme sale a escena el elenco completo de la Familia Real. El colofón, Constantino.
La principal discriminación en la sucesión a la corona no está ligada al sexo, sino que tiene que ver con el orden de nacimiento. Se pregona hace años el consenso de un cambio constitucional, que entregue el trono "indistintamente al hijo o hija primogénito de Letizia Ortiz". Los dóciles sonreirán seráficos, pese a que ese apaño mantendrá la vigencia del mayor agravio comparativo, el que consagra la primogenitura. ¿O todavía queda alguien que sostenga que Felipe de Borbón es el heredero por su condición de varón? Imaginemos que la niña Sofía cuaja en una mujer prodigiosa, en tanto que su gemela la niña Leonor termina por parecerse al resto de nosotros. Ante tal hipótesis, quién será el encargado de explicarle su postergamiento a la segundona.
Sí, admitamos que se puede ser muy feliz sin reinar, sobre todo si no tienes ninguna posibilidad de hacerlo. A la vista de las dos niñas en Palma, son tan parecidas que su identidad tendrá visos de competición, habría que vestirlas por lo menos con estilos antagónicos. Cegados por la abrumadora sima entre géneros, los ciudadanos olvidan el abismo que origina la herencia regia en cada uno de ellos. El desinterés olímpico que mostró el abuelo por Sofía tras su nacimiento –estaba probablemente cazando con el kazajo Nazarbayev, el presidente vitalicio a quien mimó en Mallorca durante la pasada semana hasta extremos enternecedores–, como si la neonata se apellidara solamente Ortiz, era un primer síntoma del drama que le acechaba. Confiemos en que nunca se alcance el tremendismo del Reino Unido, donde enviaron al segundón a la guerra de Irak para multiplicar las probabilidades de que Al Qaeda evitara un conflicto sucesorio.
También se puede depositar la confianza en que las dos princesas acaben siendo tan distintas físicamente –al fin y al cabo, su vida será su imagen– como las hijas de los reyes de Suecia. Si siguen convergiendo en la senda de asimilación que muestran en Mallorca, los españoles tendremos otro motivo de discusión. Al fin y al cabo, esa inducción a la confusión ya existe entre los niños Urdangarín. En este siglo televisado, una segundona no reinante está condenada a hundirse en el sobrepeso, o a participar en 'La selva de los famosos' junto a los familiares de folklóricas. Si es brillante, recibirá la acusación de pretenciosa y de codiciar el trono. Si es mate, se cebarán en sus carencias como justificación de la primogenitura. Si acaban siendo idénticas, podrán turnarse. Leonor fue una reina sin papeles –amenazada todavía hoy por el nacimiento de un hermano varón-. Sofía, ni eso. Letizia escogió la única profesión en que la maternidad mejora las expectativas laborales de la mujer, pero hay que reformar constitucionalmente una primogenitura que no es garantía de nada. Y debería saber de qué estoy hablando.